Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.
miércoles, 13 de junio de 2012
Haciéndole boquetes al cartón
En cierta ocasión alguien me dijo que yo nunca estaba triste, ni de bajón, y fue algo que me dolió muchísimo, porque era como decir “No te conozco”. Yo puedo ser el alma de la fiesta, el que choca esos cinco con sus clientes, el que enchufa un vídeo de reguetón en la sala de juntas, el que se marca un chiste a costa de una calamidad pero –muchas gracias- no soy el jodido Charlie Rivel. A lo mejor sí estoy triste pero no lo parece, aunque tampoco soy uno de esos personajes de las canciones de Smokey Robinson o Duncan Dhu ni como Mary Jane la novia de Spiderman. Solo un tipo normal –gracias, again- que sí admite que suele intentar verle el lado positivo a las cosas.
¡Basta de negatividad por la negatividad, señores! En otra ocasión un buen amigo habló de mi interés por “ese mundo fantástico que se entrelaza con el cotidiano a través de signos no visibles” y ahí sí que acertó de pleno porque desde siempre me he esforzado por que esa fuera una de las claves de mi vida. Ver y hacer ver ese otro mundo para hacer la vida más agradable a los demás, quitarles daño, conseguir que se rían: es el combustible de mis propias sonrisas. A cambio solo pido que me hagáis reír ustedes a mí el día que esté nublado. Esto no es tan difícil de entender, y qué gozada cuando se encuentra uno a personas en sintonía con esta manera de pensar y de sentir. Que te hacen la vida más fácil a base del bálsamo del bienestar, que descompongo en dos elementos: la risa y la belleza.
Poco a poco me doy cuenta de que en el mundo hay dos tipos de personas (según este criterio): las que levantan obstáculos y las que los retiran. Desde los 14 años, intento conscientemente pertenecer al segundo grupo. Un ejemplo: ¿Cuántas veces no habremos visto a peña ahogarse en un vaso de agua, sucumbir ante catástrofes inexistentes y elevar a proporciones gigantescas los asuntos más nimios? Se me ha roto una uña: el Apocalipsis. Ese tipo de gente, con todos los respetos, lo tiene muy difícil para ser feliz. Todo son dificultades, todo escollos, y si no hay ningún problema ellos los crean con su inflexibilidad, impaciencia, dogmatismo e intolerancia a la frustración. También os digo que tengo comprobado que mucha gente que piensa (vive) así es porque le va la caña.
Pensad ahora en en esas otras personas a las que ha visitado la desgracia en gordo: pérdida de familiares, minusvalías, enfermedades graves, reveses fuertes de la vida. Y ahí siguen. En lugar de revolcarse en el dolor de manera perpetua (porque el luto o una pena todos lo tenemos que pasar, y tiene su tiempo pero “Exceso de tragedia = comedia”), escogen poner al mal tiempo buena jeta y digo escogen porque en esto algo hay de voluntario. Otra parte no, se ve que hay gente que viene mejor equipada “de fábrica” para lidiar con la calamidad y otros lo tienen más difícil, pero hasta el que está en desventaja puede pedir ayuda y mejorar, algo de lo que precisamente me ha estado hablando un compi de trabajo que sabe algo sobre coaching. Llegar tarde cinco minutos a una peli y es el Fin del Mundo; quedarse sin trabajo y pensar que no pasa nada. Dos actitudes ante la vida.
Hay un truco para sobrellevarlo todo: la gran medicina frente a la desgracia es el humor. Los que lo practicamos a diario entendemos que es un arma poderosísima. En la carrera me inflé de hacer trabajos titulados: “El humor como manera de enfrentarse a los horrores en (LIBRO TAL)”, desde Kurt Vonnegut a Jaroslav Hašek. ¿Quién podría verle la gracia a las dos Guerras Mundiales? Ved Charlot soldado (1918) y El gran dictador (1940) y tendréis la respuesta. Otro truquito es estar alerta para capturar la belleza de las cosas. Solo hace falta graduarse la vista con las gafas adecuadas, estar en una sintonía del dial que te permita captar las ondas de bizarría, humor, absurdo, belleza y ternura que emite la realidad a nuestro alrededor. Si nos quedamos solamente en la superficie, chungo. ¿Habéis visto lo guarro que está todo por la calle? Por eso se hace imprescindible acudir más allá, al revés de la trama, a la trastienda.
En un momento dado, la realidad puede estar hecha de cartón pintado, útil, puede resultar hasta bonita… pero hay que trascenderla. Hace falta ejercitarse para ver los signos no visibles de “ese mundo fantástico que se entrelaza con el cotidiano” para poder perforar el cartoncito de la realidad y dejar que pase la luz a través de los boquetes. Solo así podremos vivir en la admiración. La risa y la búsqueda de la belleza son estupendos modos de hacer estos agujeros -nunca el fin último- son un medio para estar bien con uno mismo, paso imprescindible para llegar a estar bien con los demás. La gente que retira obstáculos es porque sabe que merece la pena, porque ha visto la luz a través de la cartulina. Para todo lo demás… el Fin del Mundo.
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5 comentarios:
que trascendental te veo, si señor! No te habras vuelto fenomenologista?
De todas formas, esa mirada tuya out of the box, al "weird side of life" es una de las cosas que mas admiro de ti.
Volviendo a los dos tipos de personas, no se de quien es la frase pero dice algo asi que quien no trabaja por construir sus sueños acaba cobrando por construir los de otros.
Y citando a Jodorosky (quien me ha visto y quien me ve) "no podemos elegir que nos pasa, pero si podemos elegir como reaccionar ante lo que nos pasa"
un abrazo!
k
ESTOY TAN DE ACUERDO CON TODO, QUE CASI NI COMENTO, POR FALTA DE NECESIDAD. ¡GRANDÍSIMO POST! AUNQUE YO CREO QUE HAS HECHO UN "ANARROSA" Y HAS COPIADO EL TEXTO DEL LIBRO SOBRE LA RISA DE ARISTÓTELES :-P
¡CUIDENSE!
Muy bueno el post. Sin duda alguna hay que reivindicar por escrito de vez en cuando lo que ya, afortunadamente, llevamos a la práctica (grupo de personas "segundo"). Que no se nos olvide.
Don CalcetínRelleno
Buenísimo esto, oye.
No me ha gustado NADA tu post.JoseLuisPerales
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