Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 25 de marzo de 2010

Amable/Imbécil


-"Yo era amable con las jóvenes"
(Tachenko)




Ante todo, muchas gracias por todas las felicitaciones de ayer. Creo que hacía años que no recibía tantas, y eso mola. A pesar de pasar un cumpleaños lejos de todos mis seres queridos, no fue mal la cosa y tuve un día agradable. No tuve tarta, ni llegué a soplar velas, ¿quiere eso decir que no he cumplido realmente? A lo mejor me quedo en los 31, como en el Día de la Marmota, aunque a juzgar por la fauna cosiquense on dirait mejor el Día del Burro en Celo.

Yo soy un desastre para los cumpleaños, solo recuerdo los de mi familia nuclear, el de Harvest y otro par de amigos. Pero es verdad que un gesto tan simple como una felicitación es muy portador de alegría. Dar alegría a los demás, hacerles la vida más agradable (dentro de lo posible): pienso que ese arte se está perdiendo. Cada vez queda más gente borde y menos amabilidad, a veces me late que recibí una educación demasiado siglo XX en ese aspecto.


Hay una idea que me irrita principalísimamente: la identidad que hacen algunos gilipollas de que ser amable = ser imbécil. Imbécil tú, maleducado. Ejemplo 1. Hace siete noches me encontraba en un bar de Valdepellizcos, el pueblo mediano más cercano a Cosica. En el bar había una pandilla de treintañeros de ambos sexos, apipados, bebiendo cubatas y celebrando con risas destempladas sus propias y torpes chacotas. Como quiera que su círculo de taburetes bloqueaba la puerta del servicio, yo para entrar les pregunté "¿Me permitís?" Bueno, pues los muy subnormales todavía se están burlando.

"¡Uy! ¿Me permitís? Ja, ja, ja, ja, ¡qué fino!" Pasé de 0 a 100 en 1 segundo, amigos, con lo pacífico que soy. Pero se me vino la sangre a las orejas y las ganas de decir "Me vais a comer la polla gratinada con queso, subnormales." ¿De manera que soy cortés y pido permiso educadamente para algo que bien podría exigir, y aun he de ser objeto de burla? Pero claro, ellos eran varios, estaban en su pueblo, iban borrachos y yo llevaba gafas. Tragué saliva y les deseé una pierna rota a cada uno en silencio.


Ejemplo 2. Mismo pueblo, al día siguiente. Entro en una afamada pastelería con una compi y mientras la dependienta-seta me envuelve los pasteles se me ocurre decir: "Desde luego, como sigáis fabricando unos pasteles tan ricos esto va a ser la ruina." Silencio por su parte. vale, perra, no te rías, pero al menos mírame porque te estoy hablando y soy tu jodido cliente. Fascinado, insisto: "Que no te ha caído bien mi broma, ¿no?" Ella me mira con cara de pocos amigos y me espeta "No." Le pago y al irme no dejo de decir "Que tengas un buen día." A la salida, mi compañera indignada comenta: "Desde luego, qué chica más borde y más maleducada..." Yo solo quería provocarle una sonrisa, amigos.

Decía mi bisabuelo que "Sonrisa en mano se conquista el mundo," y he hecho de ello mi máxima, pero se ve que esto no sirve en el siglo XXI. Y estoy al tanto de que no todo el mundo es igual de risueño o simpático, pero la falta de educación no tiene excusa. La educación no es resolver integrales, tocar el clavicordio o recitar de memoria a Bécquer. La educación -o cortesía- es un lubricante que graciosamente (de gratis, sin tener obligación: ahí está la clave) nos aplicamos unos a otros para suavizar las relaciones humanas.


El problema viene cuando la gente maleducada, no sensible a ciertos códigos, confunde cortesía o amabilidad con debilidad, sumisión y estupidez. Si digo mucho "por favor" y "gracias" en España es que soy un pardillo. Si comando respeto y tengo poder, nunca pediré perdón, la gente me temerá y se hará mi santa voluntad; hablaré a gritos, no tendré que respetar ningún turno de palabra, ni cuidarme de no herir los sentimientos de nadie, y todo en ese plan. Pero ¿sabéis lo que os digo? No me interesa ese tipo de gente, G.R.A.C.I.A.S. Amigo maleducado y borde: el imbécil eres tú.

martes, 23 de marzo de 2010

Miguel Hernández: Mi poeta comunista anual


Me encanta Salvador Dalí como pintor pero también como creador de ocurrencias. Él se alinea con Oscar Wilde, Groucho Marx, Woody Allen, los grandes anglosajones. Surrealista y genial, en este mundo racional Dalí bien podría pasar por loco, aunque, como él mismo se encargó de puntualizar, “la única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco.” También dijo otra cosa que me llega al alma, a propósito de Pablo Picasso, y es:
“Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco.”

Entre bromas y veras, desenmascara aquí Dalí la sospechosa figura del “artista comprometido.” Ese cuyo arte está al servicio de una causa, sea el bien de la Humanidad o una dictadura totalitaria, ya sabéis. No ha tres semanas que una lumbrera del teatro andaluz como Salvador Távora me espetaba que “según Lenin, el artista debe hablar solo de aquello que conoce en su vida, y ponerlo al servicio de la sociedad en que vive. Si no, el artista es un fraude.” Bueno, bueno, bueno, amigos: torres (de marfil) más altas han caído…


Todo esto está muy bien, y ha dado origen a maravillosas manifestaciones artísticas, desde la pintura de Diego Rivera a la canción protesta. Pero también a castañas impresionantes. Y yo en este tema, qué queréis que os diga, soy más del enfoque opuesto: “el Arte por el Arte.” Después de todo –y sigo en esto al egregio Ismael Serrano- “¡qué lejos queda Jean-Paul Sartre!” Pese a lo cual, como soy el espíritu de la contradicción, no puedo mentiros y os confieso: siento debilidad por los escritores comunistas.

No es una cosa a priori, que lo vea comunista y entonces me guste, no. Es al revés. Constato con una mezcla de sorpresa y sonrisa que me pirran las poesías de los comunistas, vaya. Sirvan de ejemplo algunos de mis favoritos, Rafael Alberti, Pablo Neruda y este que os traigo hoy, el malogrado Miguel Hernández. ¿Sabéis? Mañana cumplo 32 años y me da un escalofrío cuando pienso que Hernández murió en la cárcel tísico, con solo 31, y dejando una obra de tanto peso.


Se me viene a las mientes Miguel Hernández porque me han regalado ese disco superventas y Nº1 de Joan Manuel Serrat intitulado Hijo de la luz y de la sombra (2010), musicando poemas del vate cabrero. Todos estos comunistas (y poetas politizados en general) caen fácilmente en la falacia, en la demagogia: deliciosa la “Oda a la crítica” de Neruda, enternecedor Antonio Machado diciéndole a Líster que le cambiaba la pistola por la pluma, Alberti galopando “hasta enterrarlos en el mar”, etc.

Todos caen en estas trampas ideológicas, y así y todo: ¡qué bien escriben los cabrones! Qué bonito, qué bien y qué profundo. Y qué avenidas abren en la lengua española. El nuevo disco de Serrat/Hernández tiene un defecto de partida: el handicap de la comparación con aquel otro que hizo Serrat en 1972 (Miguel Hernández). La comparación es inexcusable pero debería ser excusada. Porque ambos discos son diferentes, en tono, en arreglos musicales, en cualidad vocal del cantante, en el contexto en que han salido. De acuerdo que hoy hay pateras, inmigración, parados, pero estaréis conmigo en que ya no tiene sentido un “Para la libertad.”


El propio Serrat ha dicho que Miguel Hernández fue un disco “de primera siega” (traducción: venían las buenas), pero este es otra cosa. Con todo, el disco nuevo presenta algunos textos muy importantes, extraídos de los libros más famosos de Hernández. A menudo acudimos con este autor a la falacia biografista: claro, era republicano, claro, era cabrero, claro, murió en la cárcel (yo mismo lo he hecho un poco al reducirlo a la etiqueta de “comunista”).

Hijo de la luz y de la sombra cuenta desde luego con canciones de Guerra Civil (“Uno de aquellos”, homenaje al brigadista internacional), de padre ausente (“Canción del esposo soldado”), sociales (“El hambre”)… pero también hay otras más profundas o filosóficas (“El mundo de los demás”, “Dale que dale”) e incluso amorosas (“Tus cartas son un vino”, “Solo quien ama vuela”). Mención aparte merece el tema que da título al disco, sobre un poema redondo que me ha impactado mucho.

Así que ya sabéis, camaradas, mi recomendación es clara: haceos con este disco, escuchadlo, bebedlo, disfrutadlo… y que Lenin os coja confesados.

lunes, 22 de marzo de 2010

Ya es primavera/Mi silencio


-“Y ya se nota que estamos en primavera: hoy ha lucido el sol en casi toda España.”
(Telediario de la Uno)




No me importa lo que diga ningún calendario ni ningún parte meteorológico, ni astronomía ni climatología podrán soslayar el hecho de que ayer, 21 de marzo, fue el primer día de primavera. Lo sé porque fue el primer día en varios meses en que tuve que/pude ponerme mis Ray-Ban Wayfarer.

Esta tarde, sol mediante, me encontraba en una de esas costosas operaciones de búsqueda y destrucción de “ratones de pelusa” cuando hube de rendirme a la evidencia: estaba sudando, tenía que quedarme en mangas de camisa. Entonces caí en la cuenta de otra cosita (coixita): era la primera vez desde el mes de octubre que no había puesto el radiador en el salón ni me había tenido que tapar con la manta de Ezcaray. ¿Motivo de esperanza o cruel broma del destino? Solo el tiempo lo dirá.


Otros signos de la primavera: una amiga en Facebook se me adelanta colgando la famosa cita de “A un olmo seco” de Machado. Vuelven las moscas a mi cocina (pese a la lejía). La gente pide batidos en lugar de cola-caos. La sangre se nos altera, etc, etc.

La primavera me gusta especialmente desde que vivo en Cosica, dado lo crudaco de sus crudacos inviernos. Las humedades de la pared por fin se secan. La ropa de los tendederos por fin se seca. Hay más necesidad de salir a la calle, o igual, pero hay más ganas. Pronto cambiaré los pucheros por las ensaladas, las sábanas “del Pirineo” por las de hilo. La mentalidad gruñona por otra más expansiva…


Cada vez que me paso unos días sin escribir, mis queridos lectores me bombardean con un saco de injurias cariñosas, que francamente agradezco. Y no es por falta de ganas que no escriba (bueno, a lo mejor un poco sí), no es por falta de experiencias. He seguido viendo pelis, comprando discos, leyendo libros. He visto cosas que no creeríais, cantar canciones de Guns N’ Roses al filo de la madrugada, coloquios sobre Andalucía informados por Lenin, conferencias sobre estrés laboral, botellas de tinto gratis, sonrisas inolvidables…

Todas esas cosas se perderán como lágrimas en la lluvia, porque ahora viene la primavera y me da la sensación de que lo realmente bueno aún está por llegar. La primavera ha venido, además, porque lo ha dicho El Corte Inglés por boca de Renato Carosone (y los cantantes entienden de estas cosas, ¿no?). La primavera hay que currársela, amigos, nada de quedarse sentados en los sofases pasivamente. Yo ya he empezado, y… a todo esto, Porerror, ¿por qué no has publicado nada durante 12 días? Ay, señora, qué poco me conoce usted… pues porque como dijo un clásico de este blog: “Me he dedicado a vivir y no a escribir.”

miércoles, 10 de marzo de 2010

La trilogía de Nueva York


Todo empezó con una amenaza. Me encontraba paseando por un FNAC cuando una voz amiga me cogió por el brazo y me conminó: “Cómprate este libro.” Es un hecho universalmente aceptado que cualquier producto cultural en cuyo título aparezca la palabra “trilogía” es automáticamente obra maestra.

P: -“Señor Auster, me he leído su Trilogía de Nueva York (1985-87) y me ha encantado.
PA: -¿Ha entendido usted algo?
P: -¿Tiene algo que ver con la higiene bucal?
PA: -Veo que no ha comprendido nada.
P: -Lectores suyos, fans acérrimos, me aseguran que, de un modo u otro, todos sus libros son iguales o tratan de los mismos temas. ¿Es eso cierto?
PA: -Tendrá usted que juzgarlo, leyendo por sí mismo.
P: -Completamente, pienso leer más novelas suyas…


Recuerdo el lejano y tumultuoso año de 1997. Mi amigo el pelirrojo, exaltado, entraba en la cafetería de enfrente de la Facultad para cantar las bondades de Paul Auster, su nuevo autor de culto. Ocho años más tarde La trilogía de Nueva York hacía su aparición en el programa de una asignatura de literatura norteamericana que se impartía en la Facultad que hay enfrente del sitio donde solíamos tomar café.

PA: -Tenga usted en cuenta, insidioso lector, que aun concediendo que todos mis libros traten en esencia de lo mismo (las tres mininovelas de La trilogía, desde luego), eso es lo que hacen todos los grandes escritores. Mire a Joyce, por ejemplo. Y mejor escribir sobre el Yo, la identidad, el papel del escritor, el milagro de narrar, literatura y vida, etc, que sobre –digamos- Dublin, ¿no lo cree así?
P: -No podría estar más de acuerdo. ¿Qué libro suyo me recomienda para continuar, Sr. Auster?


Con el libro en la maleta me vine a Cosica hace año y medio, recuerdo que lo cité aquel verano en un post. Pero ahí seguía el pobre como un pasmarote, en la estantería rodeado por sus congéneres y por los muchos recuerdos absurdos que atesoro: postales, recortes, tickets. Una noche fría de invierno me dio por leerlo, e inmediatamente me caí del caballo: La trilogía de Nueva York es uno de las novelas más importantes que han caído en mis manos. Tres semanas he tardado en 314 páginas (hay a quien le interesan estos datos), y rezaba porque nunca acabara. Son tres mininovelas detectivescas, pero resultan tan ortodoxas para el género negro como pueda serlo El gran Lebowski (1998) para las pelis noir.

En cierto modo, esta dichosa Trilogía de Nueva York es El Quijote de las novelas policíacas. Deliciosa y apabullante a partes iguales. Y por cierto que Auster, amante de El Quijote, se vale de la gran obra española para ilustrar su juego mental de autores, yoes, narradores, escritores, personajes, fantasmas.


P: -Sr. Auster, he notado en las tres partes de su Trilogía (“Ciudad de Cristal”, “Fantasmas” y “La habitación cerrada”) una tendencia obsesiva por deslizar anécdotas de color local neoyorquino, como la del libretista italiano de Mozart que acabó de profesor en Columbia, o la del primer eclesiástico que predicó contra la esclavitud…
PA: -Es correcto…
P: -Sí, igual que su obsesión por el callejero, sobre todo en “Ciudad de Cristal”…
PA: -¿A dónde quiere llegar?
P: -También nos bombardea usted con absurdas referencias a Walt Whitman, Emerson, Thoreau, Poe, Melville, Hawthorne… esos escritores decimonónicos llamados Trascendentalistas o Románticos… o simplemente pelmazos. ¿Los considera usted tan importantes en la literatura universal (no solo la estadounidense), o solo los incluye por su relación con Nueva York?
PA: -Permítame darle la vuelta a su pregunta, ¿y no será que eso le da a usted coraje porque nunca ha pisado la ciudad de Nueva York, solo su aeropuerto?

Al terminar de leer La trilogía de Nueva York no podía pensar en otra cosa. Estaba seguro de haberme cargado una obra Mayor de la literatura no solo estadounidense, sino contemporánea. Una de esas que son reflejo del mundo que las ve nacer pero a la vez nos ayudan a explicarlo y darle forma. Y sin necesidad de que nadie se vaya a vivir a una cabaña en el campo, ni sale ningún gato negro, ni ninguna ballena.


P: -Encantado de conversar con usted, Sr. Auster. Aún ignoro si su espectacular fama en España es del todo merecida o un pelín desproporcionada, pero cuénteme desde ya entre esa legión de sus seguidores. Quede en paz, que le seguiré leyendo. Porque usted es un escritor importante, ¿no?”

sábado, 6 de marzo de 2010

Un hombre soltero


-“De boca en boca, de uno a otro, de foto en foto, de culo roto en culo roto.”
(Juaninacka)




A veces las cosas no salen como uno las planea, otras veces salen exactamente como uno las planea; en mi experiencia el primer caso suele ser bastante más interesante y divertido. El azar o una concatenación de circunstancias que no os interesarían hizo que anoche me metiera a ver la película del modisto trocado en cineasta Tom Ford, por título Un hombre soltero (2009). Atended, que la cosa tiene más pedigrí de lo que yo suponía. Me he enterado hoy (¿qué sería Estatuas Verdes sin un poco de research?) de que Un hombre soltero es la adaptación de un libro.

Nada menos que de una novela homónima de 1964 de Christopher Isherwood (os sonará por Cabaret, 1972), profesor gay británico emigrado en USA. La historia de Un hombre soltero es simple: Un profesor gay británico emigrado en USA pierde a su pareja de 16 años de convivencia en un accidente y decide suicidarse. Todo esto en el contexto de la crisis de los misiles cubanos (estética onda Mad Men, que tan de moda está).


Y se dirá lo que quiera sobre Tom Ford, amigos (¿Sabía hacer cine de antemano? ¿Esta peli se la han hecho? ¿Estamos ante un hombre del Renacimiento?), pero lo que no se podrá negar es que el elegantísimo diseñador nos ha regalado una obra que solo puedo calificar de preciosísima. Lejos del feroz panfleto gay, Un hombre soltero es una exquisita reflexión sobre dos temas, acaso los dos únicos temas que existen: el amor y la muerte. Nada más y nada menos. Su compromiso político con la minoría gay supongo que se diluye hoy en día, mientras que en 1964 la novela de Isherwood debió resultar incendiaria.

Pero la peli va más allá de esa anécdota, con estar firmemente anclada en la llamada “Era de la Contención” (años 50-60, Guerra Fría), los temas que toca son universales. Una persona pierde al amor de su vida de forma trágica, la sociedad le niega el reconocimiento público (la homosexualidad estaba oculta o “invisible”) y esa persona decide que la vida no merece la pena ser vivida. No desvelo nada si adelanto que Un hombre soltero es una tragedia. Pero tampoco voy a desvelar los mecanismos de los que el guión se vale para desarrollarla.


Tragedia y todo, la película abunda en unos golpes de humor nada intelectual, me atrevería a decir que visual, que francamente, aligeran su carga filosófica y son más que bienvenidos. La fotografía es otro aspecto a destacar, con ese sutil juego de colores que es un reflejo del estado de ánimo del prota (vedla y lo entenderéis), y también lo son la música (tanto el score como el diegético easy listening sesentero) que tan bien acompaña a las imágenes, el cuidadísimo vestuario y cómo no, la actuación del elenco. Sobresalen el protagonista (Colin Firth, en su mejor papel desde Funeral en Berlín, 1966) y su desgraciada amiga Julianne Moore.

Los diálogos de la película tampoco son moco de pavo, como bien apuntó mi acompañante (a quien no se le escapa una). Entre lo filosófico y lo banal, caminan por una senda muy difícil, y no sé cómo lo hacen pero siempre logran salir airosos, sin resultar pedantes ni ridículos. Un hombre soltero ha resultado una obra de grandes sorpresas, empezando por el hecho de que no tenía planeado ir a verla. Pero la misma peli se encarga de recordarnos que en la vida nada parece salir como uno espera o tiene planeado. Id a verla, amigos, os la recomiendo sin reservas. Id a verla aunque sea por error.

jueves, 4 de marzo de 2010

Los modernos van de Hacheyeme


-“Esta es la época en la que no se puede estar seguro.”
(George Michael)




Aparto los platos de la comida y reparo en que en un rincón de mi salón de Cosica descansa una bolsa plegada de color blanco. Unas manchitas rojas me lo confirman: se trata de una bolsa de H&M, la tienda sueca de ropa, complementos y cosmética. Hubo un tiempo en que fui un asiduo a esta tienda, motivo: porque era nueva en Miciudad (antes tan solo la había visto en el extranjero) y porque su estilo me molaba. Y no era cara.

A mediados de la década del 2000 hubo un vacío de poder en la ropa masculina. Springfield y Pull & Bear (bastiones clásicos) se habían trocado en una especie de almacenes para canis: diseños con llamas, con letras doradas, con números absurdos. ¿Dónde quedaban esos jerseys básicos, esos polos, esas camisas de cuadros o rayas NORMALES o esos vaqueros no rajados que durante años habíamos comprado allí? Simplemente quedaban por pijos, entonces ambas cadenas optaron por horterizarse.


El Corte Inglés siempre fue una opción (nunca barata), pero por más que contraten a bizarros diseñadores para darle un toque cool o juvenil a sus prendas, a esa gente siempre le ha salido mejor la moda pija onda Dustin, Green Coast, Easy Wear…Y no digamos ya otras cadenas de ropa, abiertamente pijas y sensiblemente más caras. Supongo que algún lector malpensado se estará sonriendo en su fuero interno: “¿Porerror huyendo de la moda pija? ¡Pero si él es un pijo!” Ay, si me dieran un duro por cada insulto que recibo a lo largo del día… La verdad del asunto es que no soy pijo, nunca lo he sido y nunca me he considerado tal (hablo con autoridad: trato con pijos de verdad).

Pero no es menos cierto es que desde hace tiempo hay quien me lo ha llamado, la última vez no hace ni un mes, o sea que algo tendrá el agua cuando la bendicen… Pero debéis comprender una cosa: aquí en Andalucía el pijerío tiene un deje campero, torero, de patillas largas, cinturones trenzados, con el que nunca me he sentido identificado. Ese es el pijerío del que yo huyo, no del hecho de llevar camisa y jersey, o polos en verano, gracias. Tampoco necesito ser moderno o popero, os lo aseguro, lo cual no quita que comparta con dichas tribus determinados gustos estéticos, o que me disfrace puntualmente para pasar desapercibido en sus encuentros.


Entonces llegó H&M, una solución de compromiso sencilla, económica y elegante. Allí me he comprado abrigos, camisas, gorros de lana, corbatas, vaqueros, camisetas, sudaderas, jerseys, zapatos… de todo. Para mí era una tienda más, si acaso un pelín más colorista, con esa tendencia a la espantajería que últimamente le ha insuflado las colecciones de diseños de Karl Lagerfeld, Kylie Minogue o Rufus Wainwright, pero en absoluto más cool o radical que pudieran serlo sus competidoras Springfield, Mango o Zara.

La cosa es que como Springfield parece haber vuelto otra vez a vender ropa bonita, últimamente tenía abandonado H&M, pero el otro día me sorprendí viendo Comando actualidad, en el que una pandilla de chicas estilosas gallegas salían como locas del H&M de Gran Vía 37. El locutor les preguntaba: “¿No encontráis esta ropa en Galicia?”. “¡Como esta no!” –contestaban al unísono las extasiadas mozas. ¿Será posible? El viernes pasado por la noche, transitando por la Gran Vía (donde hay dos tiendas) unas amigas madrileñas me explicaban: “Esto de aquí es el H&M. Es lo último: es donde compran todos los modernos.” Ahora sí que no entendía nada de nada, amigos.


Y la verdad es que me estuve fijando, durante esa noche y las dos posteriores, y es cierto que la tribu moderna (la no chochipopera) parece favorecer espectacularmente las prendas de la cadena sueca. Sombreros absurdos, anillos, gafas de sol, zapatillas brillantosas, camisas, chaqueturrias, vestidos cool, camisetas con estampados rosa chicle, lila o amarillo… era como si el mundo se hubiera vuelto loco. En el Ocho y Medio raro era el que no llevaba algo puesto de H&M. Y fue allí donde recibí un flyer del también moderno club Elástico, en que podía leerse nada menos que el garito estaba “A tan sólo cuatro minutos del Hacheyeme”. Curiosa manera de publicitarse, a fe mía!!!

Como soy un perfecto esnob (eso lo sabéis), como me gusta una tontería más que otro poco y como pretendía mimetizarme con esa juventud moderna madrileña, creo que no tengo que contaros a qué dediqué una parte de la tarde del siguiente sábado. Me fui a un H&M de Gran Vía (bien sure!) y me pertreché de una camisa, una rebeca y una corbatita fina. A moderno no me gana nadie, si me pongo. Incluso me llevé a un amigo, quien me hizo ver que dentro de la tienda perfectamente hubiéramos pasado por gayers: “Voy a probarme esto”, “Te tengo el abrigo”, “Me voy poniendo ya en la cola”… ¿Cabe mayor éxito de la modernidad?

martes, 2 de marzo de 2010

Nos fuimos pa Madrid...


“Estábamos en Madrid, cerca de Sol, cuando las Mahous nos empezaron a hacer efecto…”
(Testimonio en combate de un miembro del Grupo de Operaciones Especiales)



Siempre que vuelvo a la capital del Reino, y he estado muchas veces, descubro nuevos aspectos. Ya sabéis que mi ciudad favorita es Londres, pero cada vez que acudo a Madrid la cosa va sumando puntos. Más allá de que sea muy grande, esté sucia o sea insegura (el mejor tópico es “Sí, sí: Madrid estupenda, pero… no para vivir en ella” –pues como no vivo en ella no tengo ese problema: G.R.A.C.I.A.S.)

Siempre atento a las cosas, siempre curioso e ilusionado, he aquí unas conclusiones preliminares de lo que he podido aprender en los últimos cuatro días que he pasado allí (lluvia de ideas):


… que en Madrid continúa habiendo clases sociales y que ser de la nobleza puntúa doble… que es físicamente posible moverse por su red de metro arrastrando un trolley con cada mano… que en Madrid también se estila aquello de “Ahora te llamo, ya si eso”… que me encanta la comida japonesa… que en la taberna donde se fundó el PSOE ahora hay un segurata en la puerta… que los bares de cantautores no abren hasta las siete de la tarde… que es posible salir por Chueca sin que te roben… que el arroz con ternera, gambas, huevo y plátano frito está que te mueres… que existen bares tributo a Depeche Mode… que dichos bares están muuuuy lejos… que existen los garitos que se nombran en Radio 3… que hay gente que roba posters de Francisco Nixon en la sala Ocho y Medio… que hay gente desaprensiva que se va de las salas mientras suenan los Beach Boys… que hay gente que se sube a las tarimas a bailar temas de power pop en camiseta interior… que hay veces que los botones de los hoteles andan más perjudicados que los clientes que vuelven de juerga…


… que las tormentas perfectas se pasan mejor en la camita… que no es buena idea ir a comprar discos con resaca… que tres hombres adultos pueden tardar una hora en decidir un sitio para entrar a comer… que siempre mejor un bar con referencias literarias… que la siesta sigue siendo sagrada (para algunos más que para otros)… que las patatas bravas sieguen siendo sagradas… que en Ocho y Medio hay mucho yonki vestido de H&M… que existen ópticas especiales para los gafapastas… que me encanta comer pipas… que la cerveza Mahou está más rica que la Cruzcampo… que en algún lugar de Madrid hay un ejemplar de los descatalogados diarios de André Gide esperándome (pero no lo he encontrado)… que en algún lugar de Madrid hay esperándome ejemplares de las descatalogadas novelas de Luis Manuel Ruiz (esas sí)… que la música de los cantautores mola el doble si viene respaldada por un conjunto eléctrico… que puedo estar bajo el mismo techo que Ismael Serrano y no entrarme ganas de partirle la cara a nadie…


… que la descolonización aún no ha llegado al sector de la hostelería… que hay gente tan esnob que se pide el postre en función de que le combine con los colores de la ropa que lleva… que al final los garitos más escondidos son los que están más petados de peña… que en la sala Costello no ponen a Elvis Costello… que la sala El Sol es un mercado de la carne… que no soy el único al que le da por cantar a voz en grito el Himno de Andalucía cuando voy de copas… que hay gente que no sabe drogarse en sociedad… que los coches patrulla de la Policía Nacional no están insonorizados… que hay gente que baila como si fueran ciervos en celo (literalmente)…


… que Valle-Inclán era más de churros que de porritas… que hay mujeres a las que no les gusta comer pollas… que hay otras mujeres a las que tal cosa les parece impensable (no entra en su vocabulario)… que el autor más leído en Madrid es el poeta Jaime Sabines… que “La chica de Tirso” era comunista… que en el Rastro hay más guiris que puestos… que las tallas de las camisetas del Ejército Español son muy pequeñas… que llevar pañuelo al cuello no es ser mariquita… que Lina Morgan se iba de cañas por La Latina… que se puede comer hasta reventar después de comer hasta reventar… que necesito un café… que hay más cajeros del Santander que de La Caixa… que en los bares con nombre de fea hay muchas niñas guapas… que lo mejor con un cubata es una piruleta… que el DJ de La Feúcha me había robado la maleta de CDs (dos horas y media en un bar y me gustaba todo lo que pinchaba!)… que habrá que comer algo, digo yo... que Madrid continúa siendo la capital europea de la hamburguesa…


… que está muy bueno desayunar un sándwich de jamón y puerros… que el metro de Madrid funciona como un tiro… que hay tiempo para todo… que mangar CDs es más fácil si la funda es de cartón que si de plástico… que hay cantautores aficionados a la 2ª Guerra Mundial que salen en el telediario de TVE1… que hay tíos feos que se jartan de follar porque la tienen muy larga… que me encanta la comida uruguaya… que me faltan muchísimos garitos de Madrid por conocer… que casi cualquier situación se puede explicar citando a Sabina, a Miguel Hernández o a Pereza… que los amigos de mi amiga son muy muy muy amables… que ni escribiendo un guión te salen las cosas así de bien... y… que habrá que repetir, ¿no?
 
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