Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 11 de julio de 2008

Retorno a Cosica


"He cruzado el desierto en un caballo sin nombre".
(America)

¿Lágrimas? No: legañas. Algo que se acumulaba en los ojos de Porerror no le dejaba ver bien pero él sabía claramente que de su certera vista dependía la conducción y –en último término- el buen suceso de la empresa que aquella mañana había acometido. Se frotó los ojos y pisó el acelerador, como en esa canción de los Beatles. La línea del horizonte le devolvió su reflejo y un puntito de luz, que pronto se convirtió en un peligroso cartel: una flecha de dirección. “Cuenca minera”. No había más indicaciones, ni de topónimos ni de distancias. Porerror sabía que al salir de aquella rotonda estaba abandonando la civilización.

La dieta musical que se había permitido no era estricta: Family, Jacob Golden… pero a partir de ese momento Porerror comprendió que ya solo valían dos tipos de canciones: las de jazz y las que tenían distorsión. Sonny Clark y los Black Crowes le fueron marcando el camino. La leyenda contaba que más allá del gran-pueblo-donde-se-come-buen-pescado-frito, incluso más allá del pequeño-pueblo-de-la-fábrica-de-botas, una angosta carretera flanqueada por eucaliptos serpenteaba hasta el destino final: Cosica.

El pueblo de Cosica era un asunto simple: un blanco caserío y una iglesia renacentista que se cae a pedazos. También había cuatro o cinco bares, dos farmacias, un hostal, una gasolinera, un supermercado… todo muy pintoresco para ir de visita. El problema –si de tal podía tildarse- era que Porerror no estaba allí de paso: pretendía quedarse a vivir. No era la primera ocasión en que nuestro hombre hollaba las calles de Cosica, hacía poco más de tres semanas que se había aventurado por primera vez, una previa toma de contacto, una medición del terreno. Dice una leyenda que hay que medir Cosica antes de que ella te mida a ti el lomo.


Lo primero que le sorprendió al llegar al pueblo fue que era día de mercado. Lo segundo, que no había Museo del Queso. La vida en Cosica iba a ser más dura de lo que le habían pintado antiguos supervivientes. Una amable lugareña vestida de blanco se lo confirmaba minutos más tarde: “Aquí se vive muuuuuuy tranquilo, nunca pasa nada. Te pondrás Internet, ¿no? Espero que te guste leer o escribir…” Porerror estuvo a punto de comentarle que llevaba unos meses escribiendo un blog, pero el viento ya se había llevado a la señora. Un parpadeo podía durar meses en Cosica, lo malo es que cada segundo pesaba como un año.

Porerror se adentró en las calles principales del pueblo, y no dejó de constatar un hecho curioso: la mitad de sus habitantes se desplazaba en ciclomotor, la otra mitad en caballo. Pese a ser un forastero, Porerror encontró que todo el mundo le saludaba, “Igualito que en Inglaterra” –pensó. Avanzó hasta donde sabía que se encontraba su lugar de trabajo. Él había vuelto a Cosica en busca de un techo, de un sitio donde quedarse, pero no pudo resistirse a mirar cara a cara –una vez más- el edificio donde iría a ganarse el pan. “Allí más abajo, donde se pierde la carretera, están construyendo un polideportivo” –la mujer de blanco había vuelto a materializarse a su lado. “Ah, qué bien, qué interesante” –alcanzó Porerror a replicar, por toda respuesta.

El sol se encontraba en su cénit veraniego cuando Porerror decidió salir del pueblo. La broma había durado ya bastante. Años le quedaban por delante para hacerse con Cosica, sus calles, sus casas, su gente, sus ovejas. A la salida del pueblo volvió la vista hacia atrás desafiante (se había jurado que lo iba a hacer). Se acordó de la novela Papá Goriot (1834) de Balzac, de la escena en la que el joven Rastignac contempla la estampa de Paris que tiene ante sí y exclama: “¡Nos veremos las caras!” A Porerror, en todo momento más humilde y pragmático, solo se le oyó musitar: “Vámonos a la playa”.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he partido con el post. Y más cuando me va a pasar más o menos lo mismo. Aunque he decidido no pasarme por Gullate hasta septiembre. El cuarto y quinto párrafo parecían El llano en llamas. Buenísimo. Migue.

Fran G. Matute dijo...

Jajaja... genial! Ni Cormac McCarthy!

Anónimo dijo...

Y VOLVERÉ A ESCRIBIR AQUELLO DE..."recuerda el 954..."

Iso Topuno dijo...

¿Te vas a ir a trabajar a una cuenca minera? Oye, eso está muy bien, no sabía que fueras del gremio. Es un poco duro, pero es bonito ¿verdad? Y eso que no hemos vivido la época del pico y la pala... Por cierto ¿por dónde están las minas de cosica? No me suenan. Por las fotos parecen de hierro ¿no?

Con afecto,

Topuno

Anónimo dijo...

Migue,a mi también me ha recordao a Rulfo, pero más a Pedro Páramo, por lo de la mujer de blanco.
Porreror, cómprate ropa de seguridad para trabajar en la cuenca. Mil besos,Sab

Seño Ana dijo...

Q arte tienes hijooo!!! Presiento que tu temporada en Cosica va a ser muy fructífera, en cuanto a literatura se refiere (ya tienes algo bueno, no? ;p jejeje).

Para tu próxima incursión quiero foto de la mujer de blanco.

...y templé mi corasoon co pico y barrenaaaa...

SNQEV

P.D.: Migue tu público pide un relato sobre Gullate, ¡ya!

Jordi Santamaria dijo...

Joder vaya huevos tienes. : D

Anónimo dijo...

Siempre es interesante encontrarse con este tipo de blogs.

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Te invito a dejar una opinion en el microrelato "Soñe Justicia".

http://concurso-tallerliterariorg.blogspot.com/2008/07/soe-justicia.html

Me interesaria conocer tu punto de vista, ademas.

Gracias

Karmen dijo...

Los habitantes de Cosica (muy amables, ¿no?) tienen una suerte increíble.

¡ÁNIMO!

Ik zal je missen. :-(

Porerror dijo...

Jijijijijiji!!! Gracias a todos por vuestros comentarios.

Sabido es que Juan Rulfo es uno de mis favoritos, pero os juro que esta vez no tenía en mente imitar su estilo. Ya sabéis que yo, cuando me pongo a hacer un pastiche de Rulfo se caga la perra (¿no oyes ladrar los perros?).

Para tranquilidad de todos os contaré que ya tengo casa alquilada en Cosica. Prevo que sí, que este pueblo va a dar para muchas aventuras y muchos posts.

Anónimo dijo...

Calañas

 
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