Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Replanteamiento del Canon Pupita 2010


La “mejor noche del año”, ¿eh? Ya están vuestras madres lavando las uvas, ya ha dicho el telediario de Antena 3 lo que se va a cenar hoy en cada sitio (en Valencia merluza, en Galicia centolla, en Sevilla gambas, en Valladolid lechazo, etc.etc.) Ya están las castañas asándose en el fuego, como cantaba Nat King Cole (¿o eso era en Navidad?)… y ya creíais vosotros que Estatuas Verdes os iba a dejar sin un post de fin de 2010 para felicitaros.

Por diversas razones, en 2010 este blog ha ido un poco lento (por citar a Jeff Bridges), pero pese a haber bajado el ritmo de producción estoy bastante orgulloso, ya que Estatuas Verdes ha aguantado a pesar de las numerosas crisis: dos averías de mi portátil, baja del contrato de wi-fi, ominosos carteles en el trabajo urgiéndonos a usar los equipos informáticos exclusivamente para temas laborales (…the nerve!), el ataque de los monos nadadores, una bajada de sueldo, varias mudanzas


Pero no hay mejor manera de cambiar de año que renovando de nuevo el Canon Pupita, que ya tocaba. Una exitosa encuesta ha revelado una vez más lo que os gusta hacer daño, pero vayamos por partes y paso a explicar la encuesta. José Mota ha podido ser Personaje Pupita, aún mientras escribo esto está saliendo en La Sexta, diciendo que “las cosas, por decirse en inglés, no tienen que significar nada”. Sobre todo si las dices tú, José. Esta noche recordad este post y recordad también, mientras cenáis merluza/centolla/gambas/lechazo (táchese lo que no proceda), que cada minuto del especial de Nochevieja de este hombre os ha costado 12.000 euros.


Lucía Etxebarría, écrivaine extraordinaire, cuyos libros –sin duda de mucho mérito- no he tenido ocasión de leer, aunque dudo mucho que lo haga. En palabras de mi abuelo materno, para mí los libros de esa mujer son “como el ojo del culo: que aunque no me lo veo, me lo figuro”. ¿Por qué? Porque me cae mal. ¿Por qué? Porque las opiniones que vierte en la tertulia de Julia Otero son siempre demagógicas, deficientemente argumentadas, sectarias, venenosas, dogmáticas y arbitrarias. Y -¿a qué ocultarlo, amigos?- sistemáticamente opuestas a las mías.

Esto no me pasaba desde Pilar Bardem (lo de opinar siempre lo contrario que alguien), pero dejaré a Lucía en paz, puesto que hay personajes que concitan más mi irritación (y mi Pupita). Estoy hablando de José Luís Figuereo, alias El Barrio, un cantante de melodramas aflamencados, que se permite dar lecciones de divismo, de pureza del arte (inciso para los no andaluces, en Andalucía, cuando la gente dice “arte” quiere decir lo que en el resto de España cuando decís “flamenco”). Por si esto fuera poco, leí en una entrevista cómo El Barrio se permitía burlarse de Juan Pardo, a quien se consideraba infinitamente superior. Como comprenderéis, esto lo convirtió automáticamente en enemigo de Estatuas Verdes (de por vida).


Cómo hecho de menos aquellos cafés durante los que el buen Luis Manuel Ruiz y yo nos descojonábamos haciendo comentarios de texto de las canciones de El Barrio! Pero claro, ni Luis ni yo somos andaluces, ni entendemos de arte, ni llevamos sombrero. Pese a lo duro de la competencia y pese a las claras opciones que tenía El Barrio, él tampoco será Personaje Pupi porque la que ha ganado por goleada ha sido la siempre chocante Lady Gaga. Y hasta ahí puedo leer, porque Lady Gaga (solo teclear su nombre ya me provoca sonrojo) tendrá pronto post propio.

Y ¿quién, prithee, saldrá del Canon Pupita para dejar paso a la impresentable Lady Gaga? Solo Javier Bardem ha mantenido durante los últimos dos años un perfil de desfachatez lo suficientemente bajo como para ser relevado del oprobio. Una vez más, queridos lectores, no me habéis defraudado con vuestros votos (porque sabéis que al final aquí se pone a quien a mí me da la gana, así que esta vez no olerá a tongo). Por todo ello, y por vuestra fidelidad, os agradezco y os deseo Feliz Año.

martes, 21 de diciembre de 2010

Lotería de Navidad: ¿El gran fraude? 2010


Lo siento amigos: pero este año tampoco os va a tocar la lotería. Que de qué hablo? En efecto, señora, del post tradicional sobre la Lotería de Navidad, the Spanish Lotto, Loterie Nationale (jouer et gagner), etc, etc, etc… Quitémonos la careta y aseveremos algo indudable bien que bastante triste: las dos únicas cosas que en España proporcionan la cohesión nacional son las 12 uvas de Nochevieja y la lotería de navidad (lo pondré con minúscula ahora para congraciarme con la RAE).

Ya en el lejano mes de agosto me vi en la tesitura de explicarle a una adolescente francesa, ávida por absorber nuestra cultura, lo que era el Gordo de la Navidad. Ante un cartel anunciador de que ya estaba a la venta, un Papá Noel estaba a punto de descendre du ciel sobre una piscina repleta de bañistas, recordáis el póster? Esta chica de 14 años, quien proclamaba su intención de ser profa de español en el futuro, no comprendía qué hacía un dibujo de Papá Noel en bañador en pleno agosto. Yo tampoco –vaya por delante- pero se lo expliqué.


El buen Harvest también les hablaba a sus alumnos yanquis acerca de la importancia simbólica de este premio. Aunque, en palabras de Oscar Wilde, “eso hoy día, señora, no es garantía de nada”: ya ni siquiera el Gordo es lo que era. Hoy escucho en la radio, entre el aluvión de trivia sobre el sorteo, que me fascina y espanta cada año a partes iguales, la equivalencia de El Gordo en poder adquisitivo a lo largo de la historia. Al parecer, hoy día los 300.000 euros del premio dan para comprarte una casa y dos o tres coches, mientras que hace solo diez años daban para dos casas y varios coches más. Y en 1920 el monto alcanzaba para comprarte una decena de inmuebles, una docena de haigas y sufragar un golpe de estado en un país sudamericano pequeño.

Más trivia del sorteo: este año por primera vez el evento se mueve del Salón de Sorteos para pasar al Palacio de Congresos. Motivo? Para que quepan más periodistas. Pero los locutores de Antena 3 (que daban la noticia hace semanas) nos tranquilizaban: aparecerán los personajes de siempre, los reyes de los botones, el del traje confeccionado con décimos… Los siempre estomagantes “Niños de San Ildefonso” habrán de cantar el dato, tras durísimas clases de 20 minutos de duración (escuchado en Onda Cero) en las que aprenden a atildar la voz y sonar repipis repartiendo una lluvia de millones que ya la querría Gaspar Zarrías para la comunidad autónoma andaluza.


Con la crisis, la peña el año pasado se privó y las ventas cayeron no sé si un tres o un cinco por ciento. En 2010 remontan, pero sin alcanzar las cifras de 2008. Yo mismo juego este año un 33% menos, que no está el dinerito como para irlo tirando por el váter. Pero donde la Lotería de Navidad no levanta cabeza es –definitivamente- en lo que a su publicidad se refiere. En palabras de la buena Cuidadora, “Desde que se fue el calvo, ya no es lo mismo”. Amén, amigos, nada más que añadir a esta lacónica aunque expresiva frase.

Sin embargo, la Providencia es generosa y no se podía olvidar de sus hijos los amigos de lo bizarro. Por eso, aunque los anuncios para televisión sean una mierda (con versiones blandengues de cuentos infantiles), sus counterparts radiofónicos nos han dejado dos perlas. 1) La voz del inmortal Pepe Carabias haciendo de Gato con Botas y 2) la de un locutor lamioso diciendo “El veintidor de diciembre”. No es una errata, escuchadlo: dice “veintidor”. Escuchadlo y partíos conmigo y luego reflexionad seriamente porque este año tampoco os va a tocar la lotería.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Lopico


“-A este Lopico, lo pico.”
(Luis de Góngora)




No veáis cómo estamos con Lope de Vega, amigos! Fénix de los Ingenios and all that. Un hombre de letras, de todas las letras, y si lo dejan acaba con todo el papel y la tinta de España, el hijo-de-la-gran-puta. Fama es que escribió varios cientos de obras de teatro, ya nada más eso mola, aunque sea mentira. Por no mentar las novelas, sonetos, romances, églogas, epopeyas y poemas de todos los colores. Un hombre que escribía a tope en una época tosca, en la que no había RAE ni SGAE (un poquito de demagogia dedicada al buen Migue).

Tope de Vega. Pero no hagáis caso a todo lo que oigáis por ahí, como esa leyenda urbana… de que un buen día el buen Mojaquero me invitó a su casa a cenar porque tenía una paletilla y una botella de Rioja. Y que acabamos cantando por Paco Ibáñez, Iván Ferreiro y otros los clásicos de la lírica patria. Y que aquello se coronó con Félix Lope de Vega y Carpio, el fenómeno. Eran los tiempos de la película Lope (2010), que no fui a ver, me dijeron que era maravillosa, me dijeron que era una mierda.


El Mojaquero, que sí la vio, me contaba: “La vida de Lope es flipante: primero se folla a todas esas tías y luego se hace cura, el nota.” Lo mismo hizo el poeta inglés John Donne, un coetáneo al que merece muchísimo la pena acercarse. Otro coetáneo fue Góngora, con quien mantuvo una bien documentada enemistad. En palabras de Elias L. Rivers, en Poesía lírica del Siglo de Oro (1994): “Sin las innovaciones estilísticas de un Góngora, Lope cultivó variadas tradiciones populares y cultas con mucha facilidad y con intensas emociones dulces y fuertes.” Traducción: que, a diferencia de Góngora, a Lope no hace falta que venga Dámaso Alonso detrás a traducírnoslo al español.

Lope de Vega mola, molan sus obras. Molan El caballero de Olmedo, Fuenteovejuna, Peribáñez y el comendador de Ocaña… mola su lírica, como aquel famoso “Soneto de repente”, metapoético. O aquella con que mi madre me recuerda mis procrastinations: “Mañana le abriremos –respondía-,/ para lo mismo responder mañana!” O esa “Pobre barquilla mía,/ entre peñascos rota”: el alma del poeta. En mi casa siempre se decía que si los americanos tuvieran un Lope de Vega o un Cervantes, lo habrían explotado en Hollywood hasta la saciedad. Aquí recordamos la bonita El perro del hortelano (1995), de la admirada/denostada Pilar Miró. También la adaptación de La dama boba (2006) de Manuel Iborra.


Ayer hablé de nuevo con el Mojaquero, que me contaba: “Fui a ver El castigo sin venganza de Lope. Qué regalito, tío! Estuve paladeando cada verso.” Empieza a explicarme cómo era la obra y yo lo corto: “No sigas; yo la vi el día antes.” Y la verdad es que lo primero que pensé cuando empezó fue “Cómo mola, está en verso!” Una obra de Shakespeare es una cosa de mucho gustar, pero claro, el verso nos lo perdemos. Mientras que viendo al buen Lope, en V.O., podemos paladear sus octosílabos y endecasílabos cuales caramelos. “Estás midiendo los versos!” –me dijo ilusionada mi acompañante al descubrirme tamborilear los dedos. Y así era.

Si uno va a Madrid puede visitar la Casa-Museo de Lope de Vega, qué más da que los muebles no sean los originales? Está bien ambientada y eso gusta. Debemos un respeto a nuestros clásicos, aunque sea solo porque llevaron sobre sus hombros el relevo de una lengua que hoy nos toca a nosotros, más o menos dignamente. Mucha gente escribió en español en el siglo XVII, pero solo nos acordamos de unos cuantos. Lope de Vega, ¿eh? “El secreto mejor guardado de las letras españolas.” Qué dice usted, señora? Ya, ya, ya… shshshshshsh!

martes, 14 de diciembre de 2010

¿A qué temperatura arde el papel?


Disclaimer: …que no digo yo que no haya que tener libros electrónicos, que sin duda son maravillosos (ya me lo contaréis vosotros), pero atended…




Aunque varios grandes de las letras me la aconsejan a todas horas, la verdad es que no conozco mucho sobre la ciencia-ficción. Los géneros, en general, me dan pupita. Seguro que la literatura fantástica, policiaca o de marcianos han dado inmortales páginas, pero de entre todas solo me acerco a aquellas que se han considerado clásicas. Ya se sabe que las obras de arte segundonas son las que marcan el tono, pero también se sabe que las de primera fila trascienden géneros, épocas, contextos…

El domingo completé mi trilogía imaginaria de ciencia-ficción con la lectura de Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury. Llevaba siguiéndole la pista mucho tiempo (traducción: la tenía comprada hace 6 años), y debo decir que se me ha antojado una obra fun-da-men-tal. Las otras dos obras científico-fictivas de esta trilogía arbitraria serían Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y 1984 (1949) de George Orwell.


Un mundo feliz me pareció una fantochada, aunque a lo mejor es porque me lo leí con 15 años. Así y todo, me alegré mucho de leerlo, porque te proporciona un gran crédito cultural, con eso del “Mundo feliz”, el soma, el adoctrinamiento en sueños, etc. Más crédito aún proporciona 1984 (el Gran Hermano, el Ministerio del Amor, la habitación 101…), novela que sí que me impactó y ocupa un lugar muy caro entre mis favoritas. Digamos que estaría entre los 2000 libros que me llevaría a una isla desierta (aproximadamente en el puesto 1984).

Ahora, Fahrenheit 451 me ha parecido de una vigencia y una clarividencia que no tienen los otros dos. De acuerdo, tomamos droga (“soma”) y hay un programa que se llama Gran Hermano. Sin embargo, las distopías que Huxley y Orwell idearon se alejan bastante de la marca: afortunadamente, el futuro no se parece nada a aquello (si bien es verdad que como advertencia y como mito ambas fábulas han resultado cojonudas). Pero hay muchos elementos de Fahrenheit 451 que me parecen completamente reales, vigentes, incluso urgentes, diría yo. Vale, los bomberos no van por ahí con lanzallamas quemando libros, pero estamos asistiendo a una persecución de la palabra impresa que a mí personalmente me deprime bastante.


¿A cuántos funerales del libro habremos de asistir antes de que los gurús 2.0 (y sus corifeos, los periodistas 2.0) se conciencien de que los libros no van a desaparecer? Los libros –tal y como los conocemos- molan. ¿Cuántos gadgets chiripitifláuticos onda e-book, kindle, Google book o como se llamen habrán de ser presentados por millonarios en mangas de camisa antes de que se den cuenta de que lo que mola de un libro no es solo lo que pone dentro (a veces ni eso)?

Ayer me comentaba una compi de trabajo: “Yo a mis hijos los llevo a la biblioteca municipal, sacamos libros, los leemos juntos, se los regalo por su cumple y ellos me dicen: “Mamá, qué bien huelen!” . Curiosamente, Bradbury hace decir a uno de sus personajes lo peculiarmente bien que huelen los libros. No quiero ser elitista ni esnob, pero el que no entienda esto seguramente será de los que acercarían una cerilla a una estantería Billy. Por todas partes debo aguantar absurdas claims de que “Los libros son absurdos”, “Los libros están obsoletos”, “Los libros ocupan mucho espacio”, “Los libros bla bla bla…”, “Los libros muerte”.


Uno se reconcilia con la cultura en que nació cuando ve cosas como la librería donde trabaja el protagonista de Todas las canciones hablan de mí. A todo esto, estoy dando por sentado que todos conocéis de qué va la novela de Ray Bradbury. La historia es simple: en un futuro cercano de sociedad del espectáculo y felicidad obligatoria, los libros son perseguidos como algo turbador y subversivo, hasta el punto de que el cuerpo de bomberos se encarga de quemarlos. Todo marcha bien hasta que a uno de los bomberos le da por echar un ojo a lo que está quemando…

¡Leed Fahrenheit 451, todavía estáis a tiempo! Habla de gente sin alma que ve la tele a todas horas, de hipnotizantes espectáculos sin sentido, de publicidad taladracerebros, del desprecio por la reflexión. Habla de lo peligroso que resulta informarse y empezar a pensar por uno mismo. Habla de elecciones inútiles con candidatos cual detergentes. Recordadlo la próxima vez que alguien os anuncie “la muerte del libro”.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Todas las canciones hablan de mí


Los más viejos del lugar se acordarán de un amigo (al que últimamente veo poco, sin motivo aparente), que con quince años acababa de descubrir la canción “For No One” de los Beatles. Indignado, la novieta lo acababa de dejar y comentaba “Esa canción la escribieron los Beatles pensando en mí”. “Sin duda”, le contesté no sin sorna, pero añadí “De todos modos no te vayas a emocionar demasiado, todo el mundo piensa que “For No One” se la escribieron a él…” “No, no, no, no, pero es que tú no entiendes: esa canción la escribió Paul McCartney pensando en mí personalmente!!!” - replicó él mientras me zarandeaba.

Dejando a un lado el detalle de que mi amigo no había nacido en 1966, su friki-reacción ocultaba una gran verdad de los fans: en cualquier momento, sea triste, alegre, íntimo, expansivo, amargo, dulce, salado, ácido o
umami, ¿quién no ha pensado que tal o cual canción le estaba retratando? Cuenta la leyenda que Roberta Flack lo pensó cuando escuchó a Don McLean, y que de ahí salió aquello de “Killing me softly with his song”. Por eso me resultaba imprescindible ver una peli que se estrenó el pasado viernes, to wit: Todas las canciones hablan de mí (2010), de Jonás Trueba, sí, hijo de Fernando Trueba y sobrino del Personaje Oro David ídem.

Durante la peli disfruté y me aburrí a partes casi iguales, la verdad es que no la cubriría de gloria pero no puedo dejarla ir de mi cabeza (
y hace 48 horas que la vi), lo cual ya es algo. Esa es la razón de que escriba hoy con vuestra venia un pequeño experimento, llevo todo el fin de semana trabajando, he aquí mi(s) crítica(s) sobre la peli, Todas las canciones hablan de mí… y de mí, claro.



Lo peor desde la bombona de butano!

¿Quién se ha creído Jonás Trueba, un chavalín de 29 años, que con un currículum basado en el nepotismo nos presenta su ópera prima? Todas las canciones hablan de mí supone un engaño comenzando por el título mismo, misleading a más no poder. Uno espera que una peli así, vendida como una comedia romántica, sea eso, cómica, romántica (esto sí lo es) y que con ese título el prota sea un enfermo musical, que vea a su chica en el rastro de las letras de canciones… pero solo se nos da un inkling de lo que digo, sí, se le ve una vez sufriendo con un disco, “Pobrecitos mis recuerdos” de Bola de Nieve.

Más le hubiera valido a esta peli intitularse Todos los libros hablan de mí, ya que lo que cimenta el imaginario del prota es la literatura: Filólogo Hispánico, empleado en una librería de viejo, aspirante a poeta, lector compulsivo… la peli nos deja con algunas perlas de Alejandra Pizarnik, Milan Kundera, Carmen Martín Gaite y otros de esos autores que tanto os gustan. Pero lo siento, amigo, voy a darle una noticia: igual que un montón de ladrillos no es una casa, la acumulación de citas culturetoides y la inclusión de canciones de Nacho Vegas no aseguran la profundidad intelectual a una película.

Lo demás: costumbrismo español de bar, cama, más bar, más cama, pandilla de amigos disfuncionales, atardeceres en Madrid y viejóvenes mirándose el ombligo. Dicen que la peli es deudora de la nouvelle vague francesa, que tiene no sé cuáles planos calcados de una de Truffaut (espero que no sea ese de una mesa con los restos del desayuno que el director aguanta varios segundos: creo que las magdalenas ya estaban agotadas como fuente de significado desde Marcel Proust). Si tenéis veintimuchos o treintipocos y no sabéis para dónde tirar con vuestras vidas hacedme caso: corred a verla que lo vais a flipar.



Lo mejor desde el chicle!

Jonás Trueba, debutante de 29 años, nos presenta su flamante ópera prima, que debe demostrar el doble de cosas por contar con la mixed blessing del apellido familiar (sí, David Trueba hace un cameo, me alegro de que me lo hayáis preguntado). “Cuando le puse el título, tuve miedo de que los espectadores pensaran que esto era lo que no es” –fueron las valientes declaraciones del director acerca de esta peli, y estaba claro: ¿quién necesitaba un Alta fidelidad a la española? Así y todo, la película viene convenientemente puntuada por temazos de Nacho Vegas, Christina Rosenvinge o …ejem… Franco Battiato.

La historia es simple: el prota es un joven licenciado en Hispánicas atrapado en un mundo que se mueve demasiado deprisa para él (las mentes malpensantes dirán que a la peli le falta ritmo, que es L.E.N.T.A.) mientras intenta poner en orden su vida y en especial recuperar a su amor perdido, una chica con la que estuvo viviendo seis años hasta que ella rompió la relación y lo relegó de nuevo a casa de su madre. Ellos se ven, quedan, hablan de libros, y en paralelo asistimos a cómo el prota es incapaz de superar la ruptura, ni siquiera follando con otras culturetas como una ex compi de facul o una niñata que admira sus poemas.

La peli no está contada en orden cronológico, nos presenta escenas que conforman capítulos de esos de letrerito, sí, señora, como Tarantino. Pero Tarantino lo hacía en homenaje a la nouvelle vague francesa, y es precisamente ese el clima que intenta capturar Todas las canciones hablan de mí, ¿he oído Rohmer, Truffaut, Godard? El prota y su mundo de amiguetes disfuncionales, tratando de imponer sentido a su vida, comiendo flá-golosinas, leyendo culturetadas, refugiándose en bares del glorioso “Madrid de los Austrias”. Y luego está ese final, que me muero por revelaros pero nunca lo haría, ese final tan impactante que me dejó los pelos de punta. Si tenéis veintimuchos o treintipocos y no sabéis para dónde tirar con vuestras vidas hacedme caso: corred a verla que lo vais a flipar.

martes, 7 de diciembre de 2010

Tamara Drewe me deja un poco Frears


Bien sabéis que el médico me tiene prohibidísimos esos novelones decimonónicos que tanto os gustan. Por eso no he leído Lejos del mundanal ruido (1874) de Thomas Hardy (aparte de que el médico me tiene a Hardy prohibido específicamente, hasta su poesía). Para que os hagáis una idea, no he sido capaz de terminarme ni la sinopsis de la novela que da Wikipedia. Por eso poco tenía como marco de referencia cuando leí que Tamara Drewe (2010), la nueva peli de Stephen Frears, era una supuesta “adaptación” del susodicho libro.

Si lo es, lo será como Fuera de Onda (1996) lo fue de Emma (1815) de Jane Austen, o algo así, porque a lo poco que he entrevisto en Wikipedia, ambos productos no tienen nada que ver (salvo que se desarrollan en el campo, y sale un perro). De lo que sí es una adaptación Tamara Drewe es de Tamara Drewe (2005-2007), una novela gráfica –ahora les llamáis así a los tebeos, ¿no?- de la periodista Posy Simmonds. Stephen Frears mola porque su cine es garantía de cosas interesantes, ahí están Las amistades peligrosas, Los timadores, Héroe por accidente, Café irlandés, La camioneta, Alta fidelidad o La Reina para atestiguarlo… (no pongo los años para no aburriros).


Hang on, Porerror! Vas ya por el tercer párrafo y todavía no has dicho nada de la peli en sí? Uyuyuy… Ya, ya, señora…shshshshshshsh! Cállese, que me hunde usted el chiringo. Tamara Drewe, ¿eh? Debéis ir a verla? Ni sí ni no, sino todo lo contrario. La película tiene virtudes innegables, y hablo siempre desde el punto de vista cultural y narrativo, no cinematográfico, que ignoro. La película trasciende géneros (es una comedia negra, podríamos concluir), presenta personajes interesantísimos, juega con las convenciones para luego hacerlas polvo para luego reforzarlas, tiene un leve barniz cultureta a la par que es chabacana, lo que la hace posmoderna, en la mentalidad al menos…

Y sin embargo la suma de todas estas atractivas piezas no me termina por encajar. La resolución de la trama, for one thing, me deja frío y más insatisfecho que el final de Perdidos. Los personajes, tan vivos, tan bien dibujados, interaccionan pero en un momento dado se ponen a hacer cosas que no les pegan para nada. Es que han e.v.o.l.u.c.i.o.n.a.d.o., Porerror, pero tú no te has dado cuenta. Aaaaaaahhh! Luego está la estupenda ambientación en una Inglaterra rural de gallinas Buff Orpington, de scones con nata y mermelada y de festivales indies, adobada con el festival de acentos si la vais a ver en V.O., lo que le añade muchos enteros.


Durante la peli te ríes, porque te tienes que reír, pero es más una sonrisa que una risa, es la complicidad nudge nudge de quien se reconoce miembro de esa élite cultureta (porque a nosotros la campiña de Thomas Hardy no nos dice nada… o sí?). En Tamara Drewe hay una escena de váter pero no son los hermanos Farrelly, y hay varias cenas literiaroides, pero no es Woody Allen, no sé si me explico. Ni como comedia elevada ni como farsa me llega a mí la cosa a funcionar del todo, o en palabras de la buena T-Girl: “la película no llega a explotar”.

Así y todo, no puedo desestimar esta peli como algo malo sin más: durante el 90% de su metraje pasé un rato agradabilísimo viéndola. Hay sátira, hay enredo, hay personajes excéntricos (es Inglaterra, ¿no?), hay cama, hay cirugía estética, hay música indie, hay firmas de libros, hay comentario social. Pero qué queréis que os diga, hijos míos, la película pretende abarcar tanto… Nada puedo decir de si le hace justicia o no al cómic original, eso os lo dejo a ustedes. Pero como producto en sí mismo… no sé, id a verla at your own peril (o sea: si os da la gana).

viernes, 3 de diciembre de 2010

Yo confieso: Soy adicto a Onda Cero


-“Vamos a poner a Alsina, ¿no?”
(Cuidadora)





La buena Sab me lo echaba en cara esta mañana: “Tu querido Federico ha incitado hoy en su columna al golpe de estado”. Ignoro de qué me habla: le explico que hace ya años que a Federico Jiménez-Losantos me lo prohibió el médico, solo lo aguanto en pequeñísimas dosis. Ahora escucho a Carlos Herrera. Es el único que me arranca una sonrisa a determinadas horas de la mañana, y poco a poco su programa y su espacio se han ido ganando un hueco en mis avatares mañaneros.

Carlos Herrera, su enciclopédico conocimiento de la música, su socarronería, su -¿por qué no?: tiene gracia!- autosuficiencia, su cercanía tan lejana… pero también he aprendido a paladear los diversos ingredientes de “Herrera en la onda”. La tertulia, con esa intro sacada de El virginiano (1962-71) y sus ataques de indios (últimamente ha incorporado hasta a las wagnerianas valkirias…), con la colaboración de Arcadi Espada, de David Gistau, de Ignacio Camacho, de Pilar Cernuda, con su sindicalista (José María Fidalgo), con su sociata de guardia (Antonio Casado), con su intelectual (Amando de Miguel), su sociata de verdad (Joaquín Leguina), su PPero (Miguel Ángel Rodríguez)…



Y esos comentarios de Antonio García-Barbeito (a/k/a “la alegría de la huerta”), de Fernando Ónega, la météo que da “El Borrascas”, la lectura de titulares de Santi “Majetón” García, las noticias económicas del inefable Dr. Rodríguez Braun, los deportes (o no) de Naranjo, y esos corresponsales tan lindos desde Washington, desde Bruselas y desde no sé dónde, que no sé su nombre pero que son para comérselos.

Por no hablar de luego: el protocolo y las bizarrías de Josemi Rodríguez Sieiro, las culturetadas de Lorenzo Díaz, los libros Greats de Alfonso Rodríguez Galinier (ex profe chocarrero de inglés), etc.. etc.. etc… Pero esto no merecería un post si no me hubiera dado cuenta de que cada día más la programación de Onda Cero se va colando en mi vida: va ganando terreno. Como si de un relato de Cortázar se tratara (qué os gu…!), Onda Cero va “tomando” poco a poco mi existencia. Explico.


Por las tardes, camino del francés, escucho entre estupefacto y sedado el programa de Julia Otero (lo mejor que ha hecho desde “3 x 4”, ¿eh?), locutora de la voz sensual que nunca llega a ser sensual, y su parada de freaks en esa tertulia que han dado en llamar “El gabinete”. En ella militan (atiende qué disfraz!) Elisa Beni (esposa del juez del 11-M), Espido Freire, Antón Reixa (sí, el que estáis pensando), Javier Sardá, Juan Adriansens y una fulgurante estrella que cada vez se postula más claramente como “Personaje Pupita” de Estatuas Verdes: Lucía Etxebarría, quien cada vez que abre la boca se encarece el pan. “Es que Julia Otero tiene a unos tertulianos muy malhumorados” –me dice la buena Natalia, y no le falta razón.

Pero es que escucho ya hasta el programa deportivo, el que habla de fútbol, me nutro de todos los boletines horarios, me empiezo a interesar por las noticias regionales y –oh, cielos- locales (pero poquito), he picoteado en insomnio “La parroquia del monaguillo”, “Gente viajera” los fines de semana, hasta a la Gemio: socorrro! Pero entre toda esta vorágine destaca y brilla con luz propia y brilla y destaca con luz propia el programa de la noche: “La brújula”, conducida por Carlos Alsina.


A la vuelta del francés me toca siempre la sección de economía, con lo que no entiendo nada, pero qué gusto da oírlos hablar del “riesgo país”, del “diferencial de la deuda” y de la Reserva Federal (que ellos y yo llamamos “Fed”, señora), entre otras cosas. Alsina cuenta con un elenco de colaboradores nada desdeñables, los cuales aún no tengo bien cartografiados y por eso os vais a librar de que os plante aquí la lista. “Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, la Virgen María y el Espíritu Santo”, reza una conocida oracioncilla infantil. Pues yo con Onda Cero, amigos.

martes, 30 de noviembre de 2010

"Los expertos advierten"


Ahora que Estatuas Verdes ha cumplido 3 años conviene recordar que, en cierto modo, este blog y el telediario de Antena 3 nos necesitamos mutuamente. En cierta ocasión el buen Grillo (¿o fue el buen Riggy?) me preguntó que por qué no dedicaba un post al noticiario de la cadena. “Porque es inconmensurable” –pensé, y llegué a la conclusión de que una posible interpretación de este blog es que todo él no sea sino una enorme y confusa nota al pie de página del telediario de Antena 3. Ya conté aquí que tres de sus reporteras me escribieron, pero –que se sepa- el buen Riggy ha sido el único que ha tenido el honor de figurar en él.

De entre todas las alegrías que nos proporciona ese circo rodante, pocas tan completas como la del penchant de Informativos Antena 3 por los expertos. “Dadme un diploma enmarcado y moveré el mundo”, parecen decir estos Arquímedes de San Sebastián de los Reyes. De entre todas las grageas que sus presentadores nos dispensan, pocas frases me ponen tanto como: “Los expertos advierten…” Porque los expertos –amigos- tienen mucho mucho que advertir.


Igual que no hay boda sin la Tía Juana, no hay tema de actualidad que no requiera la apostilla de un experto de bata blanca o libros detrás (que son los dos tipos preferidos de Antena 3). Ejemplos. Las vacas locas, la gripe A, el sobrepeso infantil, la exposición de la piel al sol, las renovables… son el territorio de las “batas blancas”, que dan más caché si se dejan entrevistar en su laboratorio (¡Dejad que ese hombre o mujer se cambie y os reciba en un despacho, por Dios!)

Pero para despachar en un despacho están los “libros detrás”. El síndrome de estrés postvacacional, las hipotecas subprime, cómo escribir un buen curriculum, el lenguaje corporal de Obama, la Ley del Menor… que no nos falte nunca un experto con una librería detrás con volúmenes gordos, ahí, que tú tengas. Esta gente tiene detrás libros, están literalmente respaldados por el conocimiento, y los que leen mucho saben mucho, ¿verdad?


Una de las cosas que más me gusta de la Navidad es la proliferación de expertos en el telediario de Antena 3. Ya sean endocrinos o encargados de recursos humanos, velarán por nuestra correcta salud y conducta desde las pantallas de nuestros televisores. El verano también les es propicio, con esos peligros brutales como las medusas, los bronceadores baratos, las tapitas del bar, los deportes náuticos, la cerveza fría o los divorcios de septiembre.

“Los expertos recomiendan” –parece ser el mantra veraniego, pero para Navidad me gusta más “Los expertos advierten”… de que comer en exceso es malo, … de que estas fechas se multiplican los controles de alcoholemia, … de que no hay que comprar todos los juguetes que los niños pidan, … de que no conviene ponerse en evidencia ante el jefe en la cena de empresa, … de que los propósitos de Año Nuevo casi nunca se cumplen, … de que las fiestas de Nochevieja han de tener licencia, … de que cogeremos unos kilillos de más… No me extrañaría que un año de estos los hijosdeputa de los expertos nos advirtieran de que los Reyes Magos son los padres!


Reíd cuanto queráis pero ved durante el próximo mes y pico el telediario de Antena 3, dejaos advertir por los expertos y ya me contaréis. Ahora bien, como hagáis/dejéis de hacer la mitad de lo que lo expertos dicen a lo mejor os da por empezar un blog...

lunes, 29 de noviembre de 2010

¿A quién homenajeamos hoy?/Leslie Nielsen


-“Que un lapón te muerda los huevos, ¡eso sí es forma de morir!”
(Leslie Nielsen, Agárralo como puedas)





¿A quién homenajeamos hoy? Corría el turbulento año de 1999 cuando a las lumbreras de mi facultad les dio por conmemorar el Bloomsday, el 16 de junio, sabéis, el día en que se desarrolla el Ulises (1922) de James Joyce. Yo tenía un examen el 17 de junio pero, ¿a quién le importaba? Las mejores notas las he sacado cuando la tarde antes de un examen me he ido al cine, a un concierto, a un homenaje literario. Cogí por banda a un amigo y lector (si él quiere se identificará) y –ni cortos ni perezosos- corrimos a homenajear a Joyce, cómo no! Un autor que nos fascinaba y repelía por partes iguales. Pero daban cerveza gratis.

Leslie Nielsen. Como un mazazo he recibido la noticia hoy de la muerte ayer del inconmensurable actor norteamericano Leslie Nielsen (1926-2010). No hay ni traza de ironía en mis palabras, me encantaba ese hombre y sus actuaciones cómicas hicieron correr ríos de carcajadas entre los de mi generación, y la anterior, y la anterior. Sospecho que su magisterio cómico –bien que un poco desgastado- ha llegado a alcanzar a la actual generación juvenil, la de los que tienen entre 14 y 25 años: la edad de partirse el culo con todo.


¿AQHH? Como estoicos jabatos mi amigo y yo soportamos digo… disfrutamos la lectura de aquellos fragmentos del Ulises. Hubimos también de ser testigos del ditirambo al escritor irlandés (que se repite todos los años, aunque yo dejé de ir cuando cumplí los 25), y de imposibles comparaciones entre Dublín y Miciudad. “En las dos se bebe cerveza, en las dos hay catedral”… seguimos…) Tras la estimulante lectura, la parroquia de joycianos fue emplazada a proseguir el acto en un conocido pub irlandés, donde correría la Guinness. Creo que ni a mi amigo ni a mí nos gustaba por aquel entonces (ni ahora), pero ¿quién se privaba de tamaña experiencia iniciática?

LN. Me pongo a pensar mientras desayuno en lo que he visto de la carrera de Leslie Nielsen, principiada por Planeta prohibido (1956) y finiquitada con su cameo en Spanish Movie (2009). Ver a Nielsen interactuar (o algo) con Chiquito en aquel faux trailer fue una experiencia humorística difícilmente superable para aquellos amantes de la comedia que rebasamos la treintena. Y ¿dónde queda esa enorme trilogía de Agárralo como puedas (1988-94)? Poca duda ofrece que fueron aquellos filmes los que convirtieron a Nielsen a nuestros ojos en el Emperador de la Parodia. Aterriza como puedas (1980), tal vez vista más tarde, lo convirtió en un Dios.


¿AQHH? Perfectamente mimetizados entre la fauna cultureta de Miciudad, mi amigo y yo hablábamos con profesores de universidad, borrachos irlandeses o entre nosotros, burlándonos de Joyce. Pero llegó el fatídico momento de acercarse a la barra y, amigos, qué pinta de indocumentados no nos vería el camarero, con nuestras perillas universitarias, que, pensando que nos habíamos colado de gorra en el agasajo, va y nos espeta: “Os doy la Guinness si sois capaces de decirme a quién estamos homenajeando esta noche”.

LN.
Años más tarde, en esta era de Internet, me pasaron Police Squad! (1982), una serie policiaca también paródica que fue la madre de la idea de la saga Agárralo como puedas. El Detective Frank Drebin, la sirena del principio entrando en todas partes, las barbaridades: estaba todo allí. Fue una serie de culto, rápidamente cancelada, pero si os gusta el humor que no os asuste su fracaso: hacedme caso y pillad sus 6 episodios. Con el tiempo la gracias de Nielsen se fue destiñendo por lo repetida, porque lo ponían a hacer siempre lo mismo, pero no porque el hombre no bordara cada vez su papel. Ahí quedan también sus apariciones en todo tipo de películas spoof, como la saga Scary Movie o la citada Spanish Movie, y muchas otras tal vez olvidables.


¿AQHH?/LN. Nuestras carcajadas todavía deben andar retumbando por el bar, ¿qué era aquello, el examen que yo tenía al día siguiente? Menos mal que ni mi amigo ni yo hemos sido nunca de los que se quedan callados, y salimos del paso abrumando al camarero con nuestros enciclopédicos conocimientos de literatura irlandesa. Desde aquel día, cada vez que fallece un Grande y nos acordamos el uno del otro, siempre recurrimos a la frase “¿A quién homenajeamos hoy?” Ya, ya, ya… shshshshshsh!

viernes, 26 de noviembre de 2010

Leer un viernes por la tarde-noche


Dice así…


vez de ir a comprarme un disco porque, claro, la tarde está de perros y además habíamos quedado en que me había propuesto ahorrar, y lo estoy consiguiendo. Tampoco es la tarde más apropiada para salir a hacer footing, ya se ha dicho que está de perros y yo con faringitis, resfriado, no sé bien qué es esto pero me da igual, porque me he quedado solo en casa y voy a permitirme el lujo de desarrollar una de mis actividades favoritas.

No será ver la tele (que también) o dormir la siesta (que también) o trastear con el
blog (que también: a la vista está), sino que será zambullirme en uno de los mayores placeres de la vida, leer un viernes por la tarde-noche. Leer, leer un rato sin que nadie te interrumpa, dejando fuera todas las preocupaciones, como en un paréntesis no de chocolate sino de papel y tinta y bueno, al fin y al cabo, diréis, eso lo puede hacer uno cualquier otro día pero no, es mentira, dejadme que os diga que no va así la cosa, que leer un viernes por la tarde-noche puntúa doble. Me tumbo en un sofá (si no es como si no leyera, quién quiere leer en una silla- un monje?) y en la cama no porque me quedo dormido, y me entran tentaciones de escuchar una vez más esa canción de Oasis que habla sobre champán.

Me vienen a la mente gloriosas tardes-noche de viernes, qué digo, un mirlo blanco, no haber nadie en casa y ya que no se sale, que no hay plan, ponerse al día con las lecturas. Entendedme, cada ratito tiene su mística, otro día si queréis debatimos sobre la conveniencia o no de los martes a las nueve de la noche pero hoy es viernes, por fin es viernes, como cantaban Hombres G… lamentables mis referentes culturales, pero qué queréis, que cite a
Neruda todos los días?

Thank God It’s Friday, como reza la conocida frase, y entonces se solidifica esa magia especial, sí, también hay hoy espacio para la cursilería, esa magia, digo, y a lo mejor un té con miel (por el dolor de garganta, si no solo) o a lo mejor no bebo nada y me tumbo, y cojo el libro, el libro, el libro, el libro, ese objeto, el libro en peligro de extinción, será posible? Hoy me ha contado Harvest que se rumorea que para el año que viene van a desaparecer los libros de texto físicos de los institutos, se lo ha contado la representante de una editorial, y qué nos queda? la misma pregunta le he hecho yo, y dice que le han dicho que la pantallita, el cuadradito ese brillante, y otro cuadradito brillante: el de las pizarras digitales.

Me vienen a la mente gloriosas tardes-noche de viernes, leerme casi de una sentada
El barón rampante de Calvino, o darle un tajo bueno a El pisito y acto seguido escribir el post. O desternillarme con yet another libro de P.G. Wodehouse, o aquel viernes de este verano en que me terminé Introitus Lapidus de Jim Dodge, que no os recomiendo porque es malo, malo, malo… (desde el respeto). Ahora cojo el libro, lo empecé ayer, os lo confieso, no pude esperarme, me hacía tanta ilusión. No le quité el plastiquito porque no trae, es un libro, no un disco, ya no se compran discos, pero este libro lo compré en verano, estaba destinado al verano y sin querer se me ha colado en otoño.

Tendrá suerte, su título no importa, que luego me acusáis de cultureta, tendrá suerte porque este será de los que me terminaré, vosotros sois testigos, no será como aquellos que abandono y a los que nunca pienso dedicar un
post. Tendrá suerte de haber gozado de un raro privilegio: lo especial de la ocasión amplifica el goce, es viernes y yo voy a leerlo. Es viernes, amigos, dejad de trabajar, copón! yo llevo un rato ya en el sofá leyendo, en

jueves, 25 de noviembre de 2010

El imperio del Sol


Para mí hasta hace nada, decir El imperio del Sol (1987) era decir una peli (medio fracasada) de Spielberg. Era Christian Bale, cuando no sabíamos cómo se llamaba, eran John Malkovich y Ben Stiller (cuando tampoco). Era un Shanghai cosmopolita roto por las armas, era el agobio de perderte de tus padres, eran los japoneses malos. Resulta que era también un guión a cargo de Tom Stoppard, quien con el tiempo se ha convertido en mi dramaturgo y guionista favorito.

Todo esto venía de una novela homónima de 1984, obra del inglés nacido en Shanghai J.G. Ballard. ¿Es la obra autobiográfica? No, pero está basada en hechos reales y eso, en materia de guerra, siempre parece que puntúa doble. Tras un par de años de tenerla en la estantería por fin me a decido hincarle el diente, y qué sorpresón, amigos! Me encuentro con una novela como la copa de un pino, un auténtico regalo para lectores que gusten del detalle y del lenguaje pero sin renunciar en ningún momento a la aventura y a la construcción de personajes.


El personaje que se construye es el protagonista, Jim, trasunto de Ballard. Es un niño de 11 años que vive en una lujosa burbuja colonial en un Shanghai de chóferes, mendigos y buscavidas chinos plagado de ricachones occidentales. En 1941, tras varios años de hostigamiento japonés (invadieron China en 1937), vino lo de Pearl Harbor, y este niñito mimado de uniforme escolar, fanático de la aviación, se da de bruces con una guerra: la 2ª Mundial, nada menos.

La novela podría describirse como “de mayoría de edad”, puesto que asistimos a una maduración del personaje, pero cuando acaba el libro Jim tiene 14 años solo. Lo que ocurre es que las experiencias vividas, en la guerra y en el cautiverio en un campo japonés cuando pierde a sus padres luego hacen de él una persona completamente diferente. La guerra hace de Jim un pequeño filósofo pero sobre todo un survivor, palabra que él gusta de saborear.

También podría analizarse El imperio del Sol como una obra picaresca, por lo episódico de la trama y porque el niño perdido acaba “sirviendo” a varios amos: soldados japoneses, un médico del campo de concentración, un canalla americano por el que siente una fascinación correspondida, una banda de forajidos… Si no les sirve de mozo al menos se arrima a ellos, como a otra docena de personajes secundarios que van cada uno a su manera aportando experiencia a la personalidad del muchacho.


Jim, el niño inglés cuya patria es Shanghai, que jamás ha pisado Inglaterra, se siente más atraído hacia los invasores japoneses que hacia sus derrotados compatriotas. Así, Jim enseguida se da cuenta del uso que los británicos hacen de su famosa flema para camuflar tras ella su cobardía y falta de humanidad. Los prisioneros británicos, derrotados, despojados de sus lujos, continúan actuando como si no pasara nada, dentro de lo posible, con sus mismos esnobismos y payasadas, no consiguen adaptarse.

Los japoneses en cambio simbolizan el peligro, el valor, la pujanza, la osadía. Como dijo el historiador militar H.P. Willmott, lo raro no es que Japón perdiera la Guerra en el Pacífico: el milagro es que aguantaran tanto. Los japoneses ofrecen a Jim dos de las cosas que ni sus propios compatriotas (el Imperio Británico) son capaces de darle: comida/techo y héroes. Y además modernos aviones militares, que tanto capturan la imaginación del chico. Otras nacionalidades también son pintadas: los chinos como cobardes oportunistas siempre buscando un beneficio y los americanos, verdaderos campeones de la Guerra, que al final del conflicto sustituyen a los nipones en el imaginario mental del joven Jim (por algo los Mustangs y los B-29 eran mejores que los Zeros y los Nakajimas, vous savez…)


Así, el verdadero Imperio del Sol resultan ser los USA, no Japón, puesto que es el único “imperio” capaz de convocar el poder del Sol (la bomba atómica) para el combate, mientras que para sus aliados reserva paracaídas con chocolatinas y revistas ilustradas. Todo esto lo sabíais ya si conocíais la peli, ¿qué es lo que nos aporta, pues, el libro –best-seller trasnochado- más de un cuarto de siglo después?

Lo más maravilloso de El imperio del Sol es el estilo. Tenemos a un narrador en tercera persona, externo, pero teñido de la conciencia de Jim, por lo que sus comentarios –la intrusión autorial- a veces se elevan a lo poético y a veces rayan en lo naïf, puesto que Jim es solo un niño o preadolescente, que no termina de entender lo que está pasando a su alrededor (las relaciones de poder, las sutilezas, etc.) pero que cada vez es más consciente de que el mundo no es como se lo habían contado.

Y como todos sabéis que el mundo no es como nos lo habían contado, y además la 2ª Guerra Mundial es interesantísima, tenéis que leer este libro.

martes, 23 de noviembre de 2010

Amo el amor de las corporaciones


-"Amo el amor de los marineros, que besan y se van"
(Pablo Neruda)





En una de esas jugosas bromas del destino, o conceptual corners como dicen los postmodernos, abro una página web con un poema de Neruda y me sale un anuncio de Endesa. Y no estaba preparado, os lo juro. “Por eso el día lunes arde como el petróleo”, por citar al chileno.

“Amo el amor de las corporaciones, que cobran y se van”. Los marineros besan y se van, pero las empresas buscan su beneficio en el dinerito y se van. Hasta aquí todo correcto, mis horas de vuelo escuchando tertulias económicas (¿las hay de otro tipo estos días?) me dicen que eso es lo normal. Lo que no soporto es la milonga, cuento chino o tango porteño asociado. Que las empresas nos aman, que nos quieren, que nos cuidan, que nos arropan por la noche antes de dormir. Me niego. Y hoy dirijo mi ira contra las corporaciones más desfachatosas: las energéticas.


Las empresas de energía nos hacen pagar por la nariz (por calcar la frase inglesa) y encima debemos estarles agradecidos porque resulta que son poco menos que entidades filantrópicas. ¿Ánimo de lucro? Luchemos todos por un planeta mejor! Y yo de mientras voy llenándome los bolsillos a tu costa, cliente incauto. Gracias, bellas empresas, por preocuparos tanto por mí y el planeta que dejaré a mis hijos. Pero preferiría tener algo que dejarles, si no me lo habéis sacado ya.

La actual campaña de Endesa va a acabar con mis nervios. Cada vez que la veo en radio, prensa, vallas, (ahora en Internet!) oscilo entre el vómito y la introducción de cabeza en el horno. “Cada vez que hacemos click estamos construyendo una actitud, la actitud azul”. Roja debería ponérseos la cara de vergüenza, so mamones! Decid más bien sin tapujos que, cada vez que yo hago click (en la luz, la tele, el portátil, la vitrocerámica, el tocadiscos…) vosotros os ponéis morados de cobrarme. Que tenéis a la peña asfixiada con continuas subidas de tarifas, que cobráis lo que os da la real gana (con las maravillosas estimaciones) y que encima resulta que os debemos dinero por culpa del ominoso “déficit tarifario”.


Ah, no, pero resulta que Endesa, Iberdrola (no hago distingos, nombro las que se me vienen a la chorla, las odio a todas igual) en realidad se están preocupando por un planeta más sostenible. Iberdola, en el colmo de la desfachatez, incorpora en su logo a la llama del gas que quema una gota de agua y una hoja verde. ¿Quién es el presidente de vuestro consejo de administración, Félix Rodríguez de la Fuente?

Con todo, ha sido Repsol la que más nos ha tomado por tontos y nos ha ofendido. Recordad este indignante anuncio de 2008, cuyo texto reproduzco íntegro, por su interés:

Inventamos la rueda

Descubrimos el fuego
Llegamos a la Luna
Hicimos el pan... y la sal
Inventamos los coches, las motos, los ceros y los unos, los abrazos y el abecedario
Inventamos los barcos, el calor en invierno, la imprenta, la ciencia... y la ficción
Inventamos internet, la radio, el telefono, las vacunas y la novena
Hicimos imperios y revoluciones
Inventamos Manhattan, Macondo
Inventamos el futbol y a madame Butterfly
Pintamos a la maja vestida...y desnuda
Hicimos catedrales, piramides, aviones...
Inventamos el rock, la penicilina, los telegramas...
Dulcinea, el poker y el mus, los jardines de Babilonia


.............Y hasta Peter Pan


Si hemos sido capaces de todo eso ¿Cómo no vamos a ser capaces de proteger lo que más nos importa?



Hay tanta injuria, indignidad y canallada en este texto que para analizarlo con detalle necesitaría varios posts. Lo que más me duele es lo de Peter Pan, una noble figura literaria que ha ayudado a curar a miles y miles de niños desde que su creador J.M. Barrie cedió los derechos de la obra a un hospital infantil londinense.

¿Los de Repsol inventaron la rueda? Ahora me entero de que García Márquez, Neil Armstrong, Graham Bell, Beethoven, Puccini, Jenner, Gutenberg, Fleming, Marconi, Goya, Cervantes y Nabucodonosor II (entre otros) estaban en la nómina de Repsol! Y ya puestos, también Borges, ya que este anuncio y su falaz mensaje plagia descaradamente sus ideas sobre el tiempo, lo uno y lo diverso y la identidad de los hombres.

Y ahora resulta también que Repsol-YPF se dedican a proteger al mundo (¿ese no era Superman?), y yo que pensaba que eran una sociedad anónima que busca, produce, transporta, refina y vende petróleo, gas y sus derivados! Inocente de mí… Solo os diré una cosa, amigos: líbrenos Dios de la responsabilidad social corporativa.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Porerror, sus ídolos


Escucho sin motivo aparente varios discos de Nirvana este fin de semana, devoro la 2ª temporada de Mad Men (2007- ) -auténtico Gran Gatsby de nuestra época (¿o era de los 60?)-, y estas cositas, unidas al hecho de que no nos hacemos más jóvenes, como decían The Bluetones, me dan que reflexionar.

Es por este motivo que he decidido hacer balance y valorar en qué punto se encuentra mi vida respecto a metas, logros y camino recorrido y por recorrer. Sé que la adolescencia es la época por antonomasia de los ídolos absurdos, pero me vais a permitir que yo conserve a algunos todavía. Tras pensar un ratito (tampoco os creáis que mucho) he decidido que la mejor manera de hacer este examen de conciencia es compararme con algunos de mis grandes ídolos, y ver qué tal me ha ido y qué puedo esperar de la vida. He aquí el resultado.


Kurt Cobain. El bueno de Kurt tuvo por primera vez una guitarra en las manos con 14 años. Yo también, pero es obvio que el uso que él le dio no es comparable al mío, pues yo acabé vendiéndola de mal rollo años después, sin haber aprendido a tocarla. Empatamos en que el grupo favorito de ambos son los Beatles. Kurt fue el portavoz de una generación (la “X”, a la que me temo que yo también pertenezco), y aunque le he sobrevivido varios años, pues Kurt murió a los 27, él con 24 ya había sacado un disco #1 en USA de ventas millonarias, y después sacó otro (y yo no).

Wolfgang Amadeus Mozart. Este murió con casi 36 años, yo tengo casi 33, y aunque esto podría hacernos pensar que aún estoy a tiempo de alcanzarle, algo me dice que no. Wolfgang aprendió a tocar el clavicordio sin fallos a los 4 años y a los 5 ya componía. A los 6 tocaba también el clavecín y el violín, y a los 14 escribió de memoria una partitura “secreta” de un Miserere, tras haberlo escuchado una sola vez. Y escribió su primera ópera, y… bueno, de ahí p’arriba. Definitvamente no hay un solo campo en el que le gane yo a Mozart (si tenemos en cuenta que él fue llevado a la pantalla por Tom Hulce, algo que a mí jamás me podrá pasar), joder si hasta tengo una taza, una alfombrilla de ratón y un paraguas con su efigie...!


Jay “el Gran” Gatsby. Hay una diferencia que salta a la vista entre Jay Gatsby y yo: que yo existo, mientras que él es un personaje de ficción (minipunto para Porerror). Sin embargo, él en el libro de F. Scott Fitzgerald es un trillonario de veintimuchos/treintipocos que da unas fiestorras babilónicas que fueron el sello de toda una generación. Lo malo es que todo esto lo hace con el dinero conseguido en negocios sucios –algo en lo que yo jamás me he visto envuelto- y además el personaje miente, engaña y se hace pasar por alguien que no es. Él armaba todos estos festolines para atraer a una tía, algo que yo sí sería perfectamente capaz de hacer, entonces ¿lo dejamos en tablas, Jay?

Thomas Jefferson. Jay Gatsby admiraba al aburrido y práctico Benjamin Franklin pero yo, en materia de presidentes USA, al que admiro es a Jefferson (al único). Con 33 años –mi edad- escribió la Declaración de Independencia USA, ahí me gana, y además que puntúa doble porque era una cosa contra los ingleses. Jefferson también dijo que Locke, Bacon y Newton (tres ingleses) eran los tres más grandes hombres de la historia, lo cual no es verdad pero, qué bien queda, amigos! Con 24 años era abogado, algo a lo que yo jamás llegaré, pero es que luego fue Presidente USA (y no de esos que tocaban un bajo de dos cuerdas), algo a lo que mucho menos.


Chris Peterson. Alguien dijo de él que era “el mayor imbécil de toda América” (creo que fue él mismo), pero con 31 años era Jefe de Repartidores. El protagonista de la serie Búscate la vida (1990-92) fue además modelo, actor de teatro musical, Amish, esclavo de la mujer de su mejor amigo, obrero de la construcción, chico-cartera, mentalista, inspector de sanidad, novio de una presidiaria, prostituto, acosador, genio de la ortografía, amigo de un alien y viajero en el tiempo… imbatible, queridos amigos. Y además moría en cada episodio pero para el siguiente ya había resucitado.

Queda claro que si me comparo con Grandes Hombres mi pobre vida de joven trabajador sale un poco malparada, pero eso no quita para que siga adelante con ilusión. Dentro de cuatro meses cumpliré lo que mi abuela llamaba “la edad de Cristo” (con ese ya ni he querido compararme… vous comprenez), aspiro seriamente a ser digno del cariño de los que me rodean, a querer y a ser querido por unas pocas personas y a que no me vuelvan a bajar el sueldo. Y poco más.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Nixon, Aznar, la Thatcher...¿son el Diablo?


-“¿Por qué fingir? Ya digámoslo/ aunque sea en una canción…”
(Fito Páez)





El buen Francisco Nixon colgaba en su blog ayer un tema de los tonti-punks valencianos Rajoy Division. Ja, ja, jajota! Meterse con los políticos en las canciones mola mazo, salvo si se trata de Garzón, que entonces es una injuria y nos cambiamos el nombre del grupo a Grande-Marlaska (esto ha ocurrido en España, os lo juro). Pero yo os venía a hablar de otro Nixon…

Me cargo en 48 horas la primera temporada de Mad Men (2007- , próximamente en Estatuas Verdes), y no tardo menos porque tengo que trabajar y seres queridos. Veo con la distancia irónica el fracaso de la campaña presidencial de Richard Nixon. La del 60, enanos viciosos, que ya sé que sabéis que sí llegó a la Casa Blanca en 1968. Nixon el mentiroso, Nixon el hombre malo, Nixon aquel-a-quien-dolía-Vietnam, Nixon, que tenía un perro, ha pasado a la historia como el epítome de la maldad en el poder: lo peor que les podía pasar a los USA.


Ah, pero tiene una explicación: él se cargó los años 60, que eran buenos, pero no podían durar para siempre (solo durante diez años). Por eso mintió y esas cosas y quiso recrudecer la guerra en Vietnam, aunque acabó terminándola, de aquella manera. Antes de ver a Nixon en Mad Men se me ocurrió la idea de este post escuchando música en el coche. Escucho “7 O’Clock News/Silent Night”, un poderoso engendro con el que Simon & Garfunkel cerraron su Parsley, Sage, Rosemary & Thyme (1966). El villancico “Noche de paz” contra un noticiero plagado de violencia, muertes, manifestaciones antiguerra y un discurso de Richard Nixon. Y eso que aquel año el hombre no ostentaba ningún cargo serio…

Cambio de disco para escuchar a Crosby, Stills, Nash & Young (otro combo actual), suena “Ohio” (1971) y dice la letra “Vienen Nixon y los soldaditos de plomo”, en referencia a una matanza de estudiantes que tuvo lugar en una universidad de Ohio el año antes. Nixon, ¿eh? ¿Cabría un personaje más improbable para aparecer en canciones pop? Y en su propia época… claro que el truco es fácil: no son canciones pop, sino folk-rock



Entonces reflexiono sobre las bestias negras que ha dado la política, todas de derechas, bien sûr, y recuerdo otros ejemplos: Margaret Thatcher en UK y José María Aznar aquí.

Recordemos “Tramp the Dirt Down” (1989), de Elvis Costello. En esta canción, Costello le pide a Dios sobrevivir a la Thatcher para, literalmente, ir a pisotear su tumba. No es de extrañar, pues el cantante ya había criticado –bien que mucho más sutilmente- las políticas conservadoras de Margaret (se cargó la sanidad pública, las minas, etc) y sobre todo la Guerra de las Malvinas en los temas de 1983 “Shipbuilding” y “Pills and Soap”.


Hefner, el grupo de Darren Hayman, fue mucho más allá en el 2000 con su ácido tema “The Day That Thatcher Dies”, en el que cuentan que se reirán, bailarán y cantarán el día que muera la Thatcher (aunque saben que no está bien), y acaban equiparando a la ex primera ministra con la Bruja Mala del Oeste de El mago de Oz.

En España no nos podemos quejar. ¿El pecado de Aznar? Ser del PP, meternos en la Guerra de Irak y tener bigote. Aunque no sea explícito, sabemos que el título del disco de Tote King y Shotta Tu madre es una foca (2002) está dedicado al dirigente gaviotil, y luego está aquella otra canción de “Cheik cheik” (2004) en la que Tote decía “a Aznar le cabe en el culo una bombona de butano. Pero más entrañables aún resultan los poperos La Habitación Roja, con su irónico “Tened piedad del ex-presidente”, publicada en 2007. Aquella canción incluía el siempre memorable ripio “Tened piedad del ex-presidente/ que fue garante de Occidente”, sin duda lo mejor desde que Quevedo criticó a Felipe IV.

Ah, la música comprometida, amigos…! Me voy a seguir viendo Mad Men.
 
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