Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 24 de mayo de 2012

Te sobreviviré una década

(Dedicado a la buena Silvia, gran lectora de este blog y gran rockera indie).



Espeluznado y espoleado por la reciente lista del NME con las “100 mejores canciones de los 90”, me da por reflexionar sobre el paso del tiempo y la acumulación de disco tras disco tras disco. En este contexto, qué lejos quedan los años 90! Pienso y me decido a efectuar un poco de criba y ofrecer, a modo de ejercicio abierto a la polémica, mi propia lista de los mejores discos de la década pasada, la década del 2000, “the noughties”, como se les llama en inglés. La inclusión o no en esta lista y la clasificación dentro de ella obedecen a varios criterios: gusto personal, influencia percibida e importancia dentro de mi biografía. Me ciño a discos de pop-rock, por ser los que más conozco, y ya sin mayores preámbulos, he aquí los que en mi soberbia opinión son:


LOS MEJORES DISCOS DE LA DÉCADA DEL 2000



1. Kid A. Radiohead (2000). Cuando salió en septiembre del año 2000, Kid A enfureció a casi todos los fans de Radiohead, y a muchos críticos. Tal vez porque la anticipación que creó ser el heredero de OK Computer (1997) fuera demasiado, y no estuvo a la altura. Pero Kid A –número 1 en USA y en UK, tal vez debido a esta anticipación- no era la continuación de nada: era la música de las esferas. Para los que no habíamos escuchado jazz abstracto o la música tecno de Aphex Twins este disco fue como un martillazo en la cabeza: gracias a él aprendí el adjetivo “mindblowing”. En septiembre del año 2000 yo vivía en Inglaterra y aprendí que una banda de guitarras no tenía por qué sonar siempre igual. Nada de un segundo “Creep” o “Paranoid Android”, pero 12 años después si Kid A no encabeza la lista de los años 2000 es porque estará en el número 2. No ha habido grupo indie de los últimos 15 años, desde Muse hasta Maga, que no haya emulado a Radiohead.


2. Is This It? The Strokes (2001). En 2001 nadie daba un pimiento por el rock de guitarras, en parte por cosas como el Kid A. Pero The Strokes llegaron capitaneando una nueva ola de rock dizque “de garaje”, en la que también militaron gente como, The White Stripes, The Vines o The Hives. Decir que The Strokes salvaron el rock ellos solitos sería una fantochada, pero como este blog va un poco de eso, me atrevo a decir que ellos devolvieron a los rockeros melenudos su dignidad. De repente, llevar camisetas de The Ramones volvía a estar de moda. De repente, gente como yo tenía posters de The Strokes en sus habitaciones, y los miembros de la banda eran gente cool, árbitros de la moda indie. Con el filón del britpop más que agotado y el rock alternativo americano convertido en una broma pesada, Is This It? Supuso lo que los críticos de rock gustan llamar “un soplo de aire fresco”. Más de una década y 4 discos después The Strokes siguen en la cresta de la ola indie, y si alguien los critica ahora es para añorar este disco de debut con el que convulsionaron la escena mundial.


3. Yankee Hotel Foxtrot. Wilco (2002). Ya dediqué una entrada a este disco, pero no por eso iba a obviarlo en esta lista. Quisiera centrarme en su influencia, y matizo la aseveración sobre Radiohead: si algún grupo indie de los últimos 15 años no ha intentando emular a los de Oxford es porque andaban tratando de sonar como Wilco. Puede argumentarse que la década pasada ha sido la del alt.country, Americana o folk rock con raíces. Jamás el country ha tenido tanto prestigio, se recuperó a figuras como Johnny Cash, Loretta Lynn o Wanda Jackson con discos à la mode. Todos los grupos americanos citaban en sus influencias a los popes del country y a todo el mundo le dio por el género, desde Nick Lowe a Elvis Costello, pasando por Cerys Matthews o Lily Allen. Wilco tienen la culpa de mucho de esto, porque ni Uncle Tupelo ni The Jayhawks salen en el telediario de TVE 1, pero Wilco sí. Y de entre toda la obra del grupo de Chicago, Yankee Hotel Foxtrot sobresale como ese faro, como ese monumento icónico en el que tanta y tanta música se sigue mirando hoy en día.


4. Elephant. The White Stripes (2003). Recuerdo comprarme el Elephant porque The White Stripes estaban muy de moda (ya tenía un par de discos suyos). Recuerdo ponerlo a sonar por primera vez antes de meterme en la ducha y cagarme encima al escuchar “Seven Nation Army”. Recuerdo que pensé “Ya están aquí los Rolling Stones de esta década”. Elephant es una bofetada sonora desde la primera a la última canción, y su influencia no ha hecho más que agigantarse a medida que las caretas musicales han ido cayendo para revelar a Jack White como el mayor talento musical de esta generación. Lo siento, Thom Yorke y Jeff Tweedy, para mí Jack White os gana a todos por su versatilidad y su profundo conocimiento del vocabulario del rock and roll. Él no está interpretando unas cancioncillas, él está creando rock. Es como esos toreros noveles de los que se dice que son “niños sabios”. Es como esos artistas de verdad que se pasaban los géneros (rock, folk, country, blues, soul, pop…) por el forro de los cojones, como hacían Elvis Presley o Bob Dylan. White ha seguido con y sin The White Stripes, con otros grupos y este año en solitario, pero con Elephant dio un golpe en la mesa que lo catapultó al Olimpo del R.O.C.K.


5. Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not. Arctic Monkeys (2006). Justo cuando parecía que Franz Ferdinand y su debut homónimo de 2004 iban a ser el triunfo británico de la década, llegaron Arctic Monkeys y les hicieron pipí en la cabeza. ¿El truco? Llevar más allá el “rock con caderas” injertándole todo el punk y la new wave que el resto de artistas de la década habían dejado orillados. ¿Qué inventaron Arctic Monkeys? No inventaron nada, está claro. ¿Cómo suenan? Lo más divertido que ha escuchado usted en décadas, señora! Tampoco Nirvana inventaron nada y ahí está su cartelazo. Pero Arctic Monkeys –sin copiar- bebieron de The Jam, Undertones, The Clash, etc, insuflándoles nueva vida en esta sociedad postindustrial, desde un Sheffield en el que internet contaba más que el acero inoxidable de sus siderurgias. Sus letras son un reflejo perfecto de la vida de niñatos ingleses, con furgonetas de la policía, sudaderas con capucha, vandalismo y puticas en la noche, y también dieron lugar a una amplia pléyade de emuladores. El gran Diego Manrique lo dijo hace seis años, “Por una vez, la nueva sensación del pop británico es sencillamente eso: sensacional.” Ahora se han ido a USA, se han vuelto serios y aburren. Pero en el año 2006 no los había mejores.


6. Back to Black. Amy Winehouse (2008). El caso de Amy Winehouse podría resumirse en la frase “se veía venir”. Favorita de Estatuas Verdes, ya sabéis que le dediqué varios posts y en uno de ellos deseé de corazón que no acabara muerta antes de tiempo por culpa de las sustancias. El talento de Amy Winehouse es fácil de poner en solfa, y las comparaciones con Aretha Franklin o con muchos artistas clásicos a duras penas se sostienen. Cierto. Pero también lo es que los Beatles o Led Zeppelin no inventaron (casi) nada y sin embargo fueron capaces de galvanizar a toda una generación. El soul pop –o como se quiera etiquetar- de Amy abrió la puerta al megaéxito de Adele, y logró hacer soñar de nuevo a una generación de niñas que soñaban con ponerse pañuelos en la cabeza y de niños que soñaban con tirársela. Posiblemente Back to Black haya sido el disco de la década anterior que más veces haya escuchado, y a su éxito comercial se sumó la lluvia de galardones y parabienes críticos que cosechó en su lento pero seguro ascenso a la categoría de clásico. La voz de Amy transmitía lo que otras ya quisieran, sus letras hacían daño y su carisma como artista será recordado mientras la gente ponga discos.


7. Want Two. Rufus Wainwright (2004). Confieso que a Rufus Wainwright llegué tarde… y me fui pronto. Pero lo de enmedio… madre mía, qué prestigio! Want Two era la segunda parte de su díptico Want, que había empezado el año anterior. Pero aunque ambos discos se complementan y tal y tal, la profundidad, ambición y capacidad turbadora de Want Two no la tiene el One, ni ningún otro disco de la década. Recuerdo la primera vez que lo escuché: ese comienzo en latín (“Agnus Dei”) y yo corriendo por la casa de lo nervioso que me puse. No me podía estar quieto porque estaba asistiendo a un prodigio: la música que haría el hijo de Brian Wilson y Elton John, si hubieran podido procrear. Creo que no me turbaba tanto el comienzo de un disco desde el Kid A o el Deserter’s Songs de Mercury Rev (1998). Turulato, me hice fan ipso facto de Rufus Wainwright, cumplí el sueño de verlo en directo (el único de esta lista, junto a Wilco), me compré toda su obra pero el entusiasmo ha ido decayendo con el paso del tiempo y sus sucesivas fantochadas: discos en directo, imitaciones de Judy Garland, etc. Pero Want Two era maravilloso, perfecto, sus letras nos llevaban a un mundo que yo no conocía y del que ya no se puede volver igual. Leí en el folleto interior que Rufus pretendía ser una especie de Bob Dylan o Brian Wilson de su generación, y que no lograrlo lo apenaba. Al final no ha llegado ni al Arthur Brown de su generación, pero siempre nos quedará su música de aquellos años.


8. Vampire Weekend. Vampire Weekend (2008). A este grupo lo conocí gracias al estupendo blog musical El Perro Lunar. Que si lo habían escuchado en USA, que si el disco solo te solucionaba una pinchada en una fiesta… solo con esas coordenadas corrí a comprarlo y la verdad es que fue una sorpresota por la que nunca les estaré suficientemente agradecidos. Decir Vampire Weekend es decir niñatos pijos onda anuncio de Tommy Hilfiger. Ellos fueron la demostración de que los pijos también tenían derecho a ser indies, y además consiguieron lo que no logró en su día Peter Gabriel ni Paul Simon: hacer divertida la música africana. Evidentemente su enfoque es de indie rock, sus toques africanos son anecdóticos, pero cómo me ha quedado la frase, eh? Del debut homónimo de Vampire Weekend me quedo (aparte de con sus camisas) con unos temazos pegadizos con letra inteligente, con unas melodías que era verdad, son pinchables en una fiesta. Me lo compré en CD y me lo tuve que comprar luego en vinilo (dejad de gritarme!), igual que el Back to Black y el último de esta lista, porque nunca tenía suficiente dosis de Vampire Weekend en mi vida. Este año sacan nuevo disco, ya sacaron otro hace dos años, esperemos que los neoyorquinos vuelvan a dar en la diana y repitan éxito.


9. Funeral. Arcade Fire (2004). En enero de 2005 (antes de que se editara en Europa) me llegó un paquete con un disco, de parte de un amigo desde Carolina del Norte. Fue Jonathan, el mismo amigo que me hablaba del Yankee Hotel Foxtrot. En la carta me explicaba: “Esta gente están partiendo el bacalao en USA esta temporada: se llaman Arcade Fire, son de Canadá”. El resto es historia. Mucha gente ha aclamado The Suburbs (2010) como el mejor disco del grupo pero cómo olvidar el impacto que hace años supusieron en nuestras vidas canciones tan alucinantes como “Neighborhood #1 (Tunnels)” o “Neighborhood #3 (Power Out)”? Leo en Wikipedia que ya en 2005 U2 versionaron a Arcade Fire y desde entonces su influencia y su credibilidad indie no han hecho sino crecer. Los canadienses demostraron que se podía ser comercial sin renunciar a la seriedad y el rigor, porque sus temas no eran precisamente facilones pero ahí está “Rebellion (Lies)”, que fue Top 20 en listas de ventas. Desde que salió, Funeral se ha convertido en un fijo de este tipo de listas de “lo mejor de…” (el año, la década) y Estatuas Verdes no iba a ser menos...


10. In Rainbows. Radiohead (2007). Cuando la década enfilaba su recta final, y las radios indies echaban humo con los temazos breves y concisos de unos Arctic Monkeys, van Radiohead y dan otro golpe de mano. Otra colleja musical, otro intento de “reinventar” el rock. El problema es que desde Kid A lo han hecho con todos sus discos, pero esto es algo que se agradece, siempre he dicho que los Beatles de ahora serían por un lado U2 (por relevancia mediática, éxito comercial y mesianismo de sus componentes) y por otro Radiohead, por su incesante búsqueda de nuevos sonidos y su exigencia de entregar cosas diferentes cada vez al público. Recuerdo que se lo presté a un compi de trabajo y me lo devolvió desilusionado. Recuerdo que un amigo me regaló un single promocional (“Jigsaw Falling Into Place”) porque no aguantaba este tipo de música. Radiohead no es para todos los públicos, pero será porque los públicos no quieren, solo basta acercarse: ellos ya no pretenden alienar a nadie. Conviene recordar también que In Rainbows fue el primer disco de la historia sin precio fijo, se colgó en una web con la consigna de “Paga lo que quieras”. Dicen que la media fue de una 4 libras por compra, muchísima peña se lo bajó de gratis… lo único cierto es que pocos años después este se ha convertido en posiblemente el tercer disco favorito para los fans de Radiohead, y ha engendrado un clásico f
ijo en su repertorio como es “Reckoner”. Pese a la patraña de su supuesta “gratuidad”, In Rainbows fue número 1 en USA y en UK, descontadas las descargas, o sea que hubo MUCHA gente que se lo compró. Y que es canela, vaya.


 
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