Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Por fin entiendo la letra de "Tenement Funster".


Corría el problemático año 1993. Mi pretendía me preguntó a bocajarro: “Cuál es tu grupo favorito?” Dije “Los Beatles”, claro, pero lo pasé mal: tardé 5 segundos en responder porque tuve que mirar en mi interior y ser fiel a mí mismo. Los Beatles eran los Beatles y no hay más que hablar. Hacía poco que había descubierto también a Jimi Hendrix y a los Rolling Stones. Pero casi 20 años después se levanta el secreto de sumario y pueden volar las caretas: en 1993, el grupo que yo más escuchaba, cantaba y cuyas letras me aprendía de memoria era –con diferencia- Queen.

No estaba solo en este empeño, digamos piadosamente que en mi clase de 1º de BUP se escuchaba más a Queen que a los profesores, Freddie Mercury acababa de morir, y las casas discográficas mantenían vivo su recuerdo y su capacidad para hacer caja con todo tipo de lanzamientos póstumos: últimos coletazos de Innuendo (1991), concierto homenaje – que dio lugar a un #1 por Queen & George Michael-, reediciones de “Bohemian Rhapsody”, el Live at Wembley ’86 (1992), grandes éxitos en CD y en VHS, exitazos de Freddie en solitario, promesas de un disco “nuevo”… En agosto de 1993 fui a Londres y aquello estaba lleno de la imagen de Freddie Mercury y de Queen hasta en la sopa.


La verdad es que con el tiempo uno va cambiando sus gustos, no sé si adquiriendo criterio, pero el caso es que yo a Queen los he negado cual San Pedro en multitud de ocasiones desde entonces. Casi que me daba vergüenza admitir cuánto me gustaban: a lo sumo los veía como un pecadillo de juventud, eran mi guilty pleasure. Cosa absurda, porque fueron Queen quienes me abrieron los oídos al rock más duro (los Beatles no, desde luego), al glam, a tanta y tanta música, y fueron la primera banda (casi) contemporánea a mí que me gustó, tras venir de idolatrar a Beatles, Simon & Garfunkel, Beach Boys, Kylie Minogue y … ejem… Antonio Machín.

Mi profe de inglés de 1º de BUP (la fantástica Sylvia Welsh, si estás ahí… Dios te bendiga!) nos ponía en clase la peli Los inmortales (1986) con banda sonora de Queen y nos recomendaba discos también. Todavía recuerdo un día que nos habían echado de clase (por descojonarnos) a servidor y a un afamado lector de este blog, estábamos en el pasillo, pasó Sylvia y nos dijo con su voz aguda: “Pues si os gusta Queen lo que tenéis que hacer es escuchar el Sheer Heart Attack”. Poco después mi amigo se compró el disco, en aquellos tiempos en que un CD era una preciadísima posesión, me lo grabó y desde entonces lo flipamos con tan buen disco que contenía tan enigmáticas canciones.


El sábado pasado, en un cumpleaños musical, la ojomeneada me dijo mientras escuchábamos canciones de Queen: “Lo bueno de esta gente es que componían los cuatro miembros del grupo, algo que no es corriente.” Correcto! Aunque a decir de mis colegas de cole y yo el bueno de Roger Taylor sus canciones se las podía haber ahorrado (#DesdeElRespeto). Siempre hubo una canción de Taylor que me fascinó por encima de todas, por su enigmática letra plagada de expresiones raras, y esa fue “Tenement Funster”. Confieso que la había dado al olvido, junto con muchas otras –y bizarras- del mismo Sheer Heart Attack (1974): “Bring Back That Leroy Brown”, “Misfire”, “In the Lap of the Gods”… no así “Lily of the Valley”, que a día de hoy puede ser la canción que más veces haya cantado en toda mi vida.

Pero gracias al Sheer Heart Attack, sí, aprendí muchas palabras en inglés, en una época en que no había internet, si querías saber lo que decía una canción debías ponerte a sacarla “de oído” o como mucho esperar a que alguien se comprara un libro con las letras (si existía) y te lo fotocopiara. Gracias al Sheer Heart Attack aprendí lo que querían decir expresiones como “stormtrooper in stilettoes”, “stone cold crazy”, “flick of the wrist”, “rock of ages”, “rock’n’roll 45s” o “lily of the valley”.


Merced a los milagros de la técnica y de las reediciones baratas, ahora tenéis en FNAC (por ejemplo) todos los discos de Queen por nada y menos, y gracias a eso estoy viviendo un digamos nuevo periodo monárquico. (También ayuda haber rescatado el Mr. Bad Guy de Freddie en solitario, 1985, de las estanterías.) Vuelvo a escuchar muchas canciones, pero las que más me han evocado cosas son las del Sheer Heart Attack, que yo escuché por primera vez 19 años después de salir, escuchadas hoy: 19 años después.

Y cómo no pude entender entonces que “Tenement Funster” quería decir “Fiestero de bloque de pisos”? Madre mía, qué despropósito de letra: la echas a pelear con “Rock & Roll Fantasy” de los Kinks (más o menos de la misma época, sobre el mismo tema) y es capaz de salir llorando. Roger Taylor en su línea, con sus gafas de sol negras. Pero a pesar de todo la música de Queen tiene algo que no tiene la de los Kinks ni la de nadie, amigos, es tramposa y vulgar como ella sola y por eso todas las veces nos engancha. Y esa clase de atractivo, señores, no se puede comprar con dinero.

lunes, 13 de febrero de 2012

Jenny Lewis: jen-jen-jenia


Os traigo hoy un raro talento de esos que la gente cuqui conoce pero que por desgracia no copan portadas, ni ondas radiofónicas. No vende trillones de discos ni se aparece en los telediarios. Me estoy refiriendo a Jenny Lewis, que en un universo paralelo sería más conocida que Lady Gaga.

Jenny Lewis nació en Las Vegas en 1976, es una cantante de rock, digamos “alternativo”, aunque además del indie ha trabajado el country rock y el folk. Además, Jenny dio muestras desde chica de su gran talento, trabajando como actriz infantil y juvenil en anuncios para TV y en series como Los vigilantes de la playa, Las chicas de oro, Los problemas crecen, Roseanne o Mr. Belvedere. También podemos verla en ese obrón cinematográfico teen que fue Pleasantville (1998), pero todo con papeles pequeños.


Su arte no floreció en gordo hasta que formó parte del grupo Rilo Kiley, desde 2001, y ahí fue donde yo la conocí. Si os gusta ese rollito de rock alternativo tranquilo, melódico, con sus guitarritas -un poco onda Belle and Sebastian, a quien Jenny ha teloneado y versionado- pero con cierto tufillo a raíces, os recomiendo cualquiera de sus discos (escuchad por ejemplo “The Moneymaker” o “Smoke Detector” del Under the Black Light, 2007, y me contáis).

Desde entonces no se ha editado ningún disco de Rilo Kiley, en 2011 Blake Sennett (otro de los miembros fundadores) dijo que el grupo estaba muerto, y puede que sea porque cuando empezaron él y Jenny eran novios, ya no lo son y el grupo entonces no apetece. Jenny tiene ahora otro chorbete, el cantautor –también con raíces- Johnathan Rice. Ambos han formado un dúo, por nombre de guerra Jenny and Johnny, y la verdad es que están dando una música estupenda. Esto de rock “con raíces” hay que decir que siempre me ha tocado la polla (#DesdeElRespeto), como si hubiera alguno que no las tuviera. Como si el pop se criara en invernaderos de plástico, como si Bob Dylan, Neil Young, Joni Mitchell o The Band no hubiesen nunca querido vender discos.


En realidad, la etiqueta esconde un guiño claro hacia la música country, lo que los modernos llamáis Americana, que siempre tiene el halo como auténtico. De hecho, AllMusic compara la voz de Jenny Lewis con las de Loretta Lynn, Dolly Parton y Patsy Cline pero (antes de que saltéis por la ventana) también reconoce su deuda con el pop. El disco de Jenny and Johnny, I’m having Fun Now (2010) es una maravilla: una deliciosa colección de once canciones de menos de cuatro minutos que sorprende por lo pegadizo de las melodías y las letras inteligentes (“Animal”, “Scissor Runner”...). No en vano, tanto Jenny como Johnny colaboraron en el último disco bueno de Elvis Costello, Momofuku (2008), y eso se les tuvo que pegar en algo.

Costello devolvió el favor el mismo año cantando a dúo con Jenny la espectacular “Carpetbaggers”, en el disco Acid Tongue, que también incluyó colaboraciones de otras lumbreras indie como Zooey Deschanel, Chris Robinson o M. Ward, además del consabido novio Johnathan Rice. Otros temazos que puedo recomendar de Acid Tongue son “The Next Messiah” y “See Fernando”, con su divertidísimo videoclip, parodia del cine de espías de serie B.


Pero si tengo que quedarme con un disco, el que más me cautiva de Jenny Lewis es el que editó en 2006: Rabbit Fur Coat, aparecido con los créditos de Jenny Lewis with The Watson Twins. Estas Watson Twins son dos gemelas (sorpresa!) cantantes de bluegrass, habituales de las grabaciones de Jenny, igual que muchos otros de sus músicos, cuyos nombres se repiten (y que a veces comparte con otro pope indie: Conor Oberst), me estoy refiriendo a Mike Mogis o a Farmer Dave Scher. Rabbit Fur Coat nos dejó canciones fantásticas como “Rise Up with Fists!!” (otro vídeo divertido, parodia del country), “The Big Guns” o “The Charging Sky” (más una version de los Traveling Wilburys, “Handle with Care”) y sinceramente creo que marca la cumbre lírica de la Lewis.

Más allá de esta enciclopedia acerca de esta cantante y su rock family tree, pienso que acercarse a la música de esta artistaza supone siempre un placer, podéis poner en YouTube cualquiera de sus vídeos, los citados o “The Moneymaker” de Rilo Kiley, o “Big Wave” de Jenny and Johnny, o cualquiera de sus actuaciones en directo en la tele, como las que ha hecho con Elvis Costello: no se puede ser más cool ni tener más arte. Sea cual sea el tema por el que empecéis seguro que os sugiere algo y os pica para profundizar más. Porerror, pero por qué no enlazas ninguno de los vídeos de los que hablas, mamona?” Pues señora, porque si le interesan ya se encargará usted de buscarlos!

domingo, 12 de febrero de 2012

WhatsApp, o: Groserías veredes


(Dedicado al buen Grillo Solitario, personaje anfótero de las nuevas tecnologías: a veces las implementa y a veces las injuria)





Dilectos lectores: ha nacido una nueva forma de grosería. Se llama WhatsApp y es una aplicación de mensajería instantánea para teléfonos inteligentes que apareció hace dos años. Pero para qué me canso? Estadísticamente, lo más probable es que a estas alturas ya todos la tengáis y la uséis, pues dicen que en España la mitad de todos los móviles son smartphones, o una barbaridad por el estilo. No tanta gente sabe que el nombre WhatsApp es un juego de palabras entre la palabra “app” (aplicación) y el afamado saludo inglés “What’s up?”, por breve “Wassup?”, de fama mundial por ejemplo gracias a Bugs Bunny.

Antes de que os llaméis a engaño, aclaro: este post no trata sobre WhatsApp, que por simplificar paso a llamar Guasap, ni sobre sus características. Trata sobre el mal uso, el abuso que de la aplicación está empezando a hacer la gente. No soy como esas feministas que porque hay gente que habla de forma discriminatoria dicen que el lenguaje en sí es discriminatorio. Soy de los que creo que la culpa no es del martillo, sino del hijoputa que te lo estampa en la cabeza.


Así, debido al mal uso, una herramienta que se presenta como fantástica –yo no la tengo, digámoslo ya- mensajería instantánea (vulgo “chat”) gratuita, la gran panacea para interconectar a las personas, está consiguiendo separar y alienar a la peña como nunca antes. Vale, si mandas un sms delante de otra gente, eso puede ser más o menos maleducado: pero es que con Guasap lo que se mantienen son conversaciones, y aquello puede tornarse interminable.

Todo comenzó estas navidades, cuando vi una viñeta del New Yorker que me hizo mucha gracia: una chica hablando por un móvil y diciendo: “Unos cuantos amigos se vienen a casa a mirar sus teléfonos.” Me pareció genial, porque era algo que ya está pasando. Ya Cristina Fenollar nos hizo de profeta hace un par de años con su afamado monólogo “Yo no tengo un iPhone, pero ahí apenas se atisbaba el grado de enganche y desconexión mental que comportaban los nuevos teléfonos inteligentes.


Porerror de ustedes, el Samanta Villar de la blogosfera, ha tenido que sufrir en sus propias carnes la felonía de aguantar a gente chateando (“guaseando”) durante ocasiones sociales: ya lo conté en el concierto de Iván Ferreiro, pero es que lo de este fin de semana ha sido trop fort.

Quedar con alguien y que te diga: “Te importa un momento? Es que tengo que hacer una llamada, son dos minutos” puede ser más o menos descortés, dependiendo de tu tiempo, pero si hay educación todo se puede. O si la llamada la reciben, pues no va uno a enfadarse porque la contesten, siempre que la cosa sea cortita “Oye, te dejo, que estoy con gente.”


Pero… y quedar con alguien y que no te diga nada, que directamente se ponga a teclear o a picotear en la pantallita de su móvil, te ignore y siga un buen rato, intercalando sonrisitas, ruiditos y comentarios? Es porque está guaseando, amigos, está manteniendo una (o varias a la vez) conversación en tu puta cara, mientras tú, en el mejor de los casos, te pones a hacer lo mismo si tienes Guasap, pero a mí me parece una grosería como el sombrero de un picador.

Y salir a cenar con unas personas, estar cinco a una mesa y que cuatro de ellos se pongan a guasear y tú allí sorbiendo vino y mirando los cuadros abstractos de las paredes? No es para levantarse e irse? No es para mandarlos con su puta madre? Pues me ha ocurrido. Y descubrir que encima estaban hablando entre ellos? Una de ellas, en un gesto conciliador, se avino más tarde a contarme sobre qué versaban las conversaciones, sería para que yo no me sintiera excluido, tiene cojones.


Me parece el colmo de la grosería, mis amigos con Guasap no son así -gracias a Dios-, ellos como mucho responden o mandan un mensaje si está relacionado con la situación, confirmar una quedada, responder una duda urgentísima, hacernos una foto y enviarla a otro amigo que vive fuera… siempre con educación y preaviso.

Pero hay gente muy maleducada por ahí, familia, avisados quedáis, y lo malo es que de algunos te lo esperas pero de otros no. “Cosas veredes, amigo Sancho”, dijo Don Quijote, pues agárrese los huevos, noble caballero, porque no sabe usted en qué ha quedado España en el siglo XXI. Si queréis verme la cara y hablar conmigo y vivimos en la misma provincia, me citáis en un bar o similar y hablamos, yo os escucho, os cuentos mi vida, nos partimos la raba juntos, hablamos de lo que sea. Pero la próxima vez que alguien me haga la jugada del puto Guasap juro aquí solemnemente que me levanto y me voy. Cojones ya.

viernes, 10 de febrero de 2012

Más del 50%, o: "Ítaca no te engañó", etc.


Cualquiera que haya leído “La aventura de un viajero” de Italo Calvino o “Ítaca” del griego Cavafis sabe que los preparativos de un viaje y el viaje mismo son lo mejor, nada puede compararse a esa sensación de ilusión, de anticipación, que se experimentan ante la perspectiva del viaje. Luego, una vez llegas a tu destino, el viaje se te escapa entre los dedos como los granos de arena (por usar un símil manido, de los que tanto os gustan). Cualquiera que no haya leído el cuento de Calvino ni el poema de Cavafis es susceptible también de esta sensación, no iréis a negarlo: yo lo estoy viviendo por momentos durante este mes de febrero.

Tengo pensamiento a finales de mes de recalar por Madrid, aprovechando el puente que me brinda mi autonomía, y es ya una especie de tradición, los tres últimos años lo he venido haciendo y este no podía faltar. Además, este viaje guarda ecos de nostalgia de anteriores visitas, una amiga muy querida que ya no está y que fue compañera por las calles de Madrid, la escapada que hice hace tres años nada más morir mi hermana, en fin: que está cargado de mucho significado por varias razones.


Todo ello ayuda a que mi halconismo habitual a la hora de organizar viajes se halle exacerbado, en fuerte contraste con mi pasotismo hacia otros temas (como gustan de echarme en cara: “Cuando algo te interesa bien que te empeñas”). Y aunque sé y no me engaño que al final el viaje saldrá como tenga que salir y que por más que planee esto o aquello la cosa siempre se va de las manos y toma vida propia (toma otro cliché!), no puedo evitar necesitar hacer muchos planes, siquiera para tener una hoja de ruta que poderme saltar.

En esta ocasión voy acompañado de una legión de amigos, varios lectores de Estatuas Verdes y sus novias, y tengo intención de una vez en Madrid contactar también con bastante peña. Cada uno va a su rollo –que es lo bonito- pero digo yo que coincidiremos, al menos he de coincidir con el chavalón que comparte habitación conmigo (prometo no darte en la cabeza esta vez con una novela de Paul Auster), y estamos tratando de organizar algunos planes todos juntos.


Tenemos su exposición, su teatro, su concierto, sus bares de música moderna, sus tapeítos y sus comidas a mesa y mantel. Sus tiendas de discos y libros (temblad Escridiscos y Tipos Infames), sus cafés sentados en mesa, sus lecturas. Yo no pienso privarme de nada, y para empezar voy en AVE, haciendo buena esa máxima hedonista de “Poperos pero señores” (uno de mis lemas vitales).

La mención en el primer párrafo a los preparativos se explica por la frenética actividad que vengo desarrollando durante este mes: cruce de llamadas, emails, mensajes de Facebook, quedadas para tomar café… todo con el objetivo de que el viaje salga bien. Que saldrá. Con un poco de suerte, no será por las razones que mis amigos y yo esperamos, señal de que habrá habido sorpresas (yo, con que no me roben la cartera en Madrid ya lo consideraré un éxito). Pasé lo que pasé, nunca coincidirá con mis expectativas pero eso, lejos de suponer una decepción, lo considero uno de los mayores alicientes. Mientras tanto, más del 50% del disfrute lo apunto en la cuenta de la anticipación. Escribir este post, for instance.

martes, 7 de febrero de 2012

Famosos absurdos: Nicky Minaj


Famosos absurdos: hace falta alguna excusa? Alguna razón para exponerlos? No queráis ver oscuras conjuras, no es porque Bebe saque hoy disco (#DiosNosLibre), no es porque Pablo Motos haya dicho que el primer instrumento musical con que se emocionó fue un serrucho… es que los famosos están alzándose cual zombies y a veces se hace difícil seguirles la pista. Ya se habló aquí de la hegemonía de Pitbull, de la ubicuidad de la generación Mongolia, pero es que desde hace unos meses asistimos a una serie de cantantes bizarras que nos están adelantando por la derecha (por decirlo suavemente).

Superado ya el traje de carne de Lady Gaga (so 2011!), el telediario de Antena 3 nos avisaba a finales de año de cuáles estrellas tenían más papeletas para convertirse en la nueva “revelación” de esta temporada. Una era Lana Del Rey, la diva mórbida, la única mujer que estando lozana tiene aspecto de enferma, con su carita de muñecarra (palabro de mi abuela), con sus uñas imposibles, con sus tronos y sus leopardos, sus videojuegos y sus blue jeans… gran personajazo que auguro nos dará muchos titulares en 2012, como los dio cuando actuó en Saturday Night Live.


La sempiterna guerrillera de las pistas de baile, Mathangi “Maya” Arulpragasam, más conocida como M.I.A., la rapera tamil, la chica vestida de mercadillo, la de los aviones de papel, miembra honorífica de la asociación del rifle… “tan fulana como siempre” (la buena Susana dixit), la lió este domingo en la Superbowl, y fue sin enseñar mamella alguna, oiga. Le robó el protagonismo nada menos que a Madonna, al salir vestida de Cleopatra (sección videoclip de Michael Jackson), pero Cleopatra en chándal, y salió provocando. No por lo que cantó ni por su atuendo, no: sino porque saludó a todo el respetable (y a las cámaras, no sé cuántos cientos de millones de personas) con el dedito de en medio en alto, en otras palabras: haciendo una “peineta” (como dicen en los telediarios).

Yo en mi época le llamaba a eso “Móntate aquí y pedalea”, pero está claro que la cantante de Arular, provocateuse extraordinaire, no podía salir mostrándonos el dedo anular, precisamente. Pero junto a Madonna y a M.I.A. otra figura se subió al escenario de la Superbowl para brillar con luz propia. Alguien que también entraba en las quinielas de Antena 3 como revelación del año. Me refiero a Nicky Minaj, la afamada “rapera” americana, antillana o Dios sabrá. “Rapera” o Dios sabrá, podíamos haber dicho también. Es Nicky Minaj la nueva Pitbull? Solo el tiempo lo dirá. De momento, el dato clave me lo ha dado hoy en Facebook la buena CLP, al decir: “La Nicky Minaj me encanta cómo rapea (o lo que haga) en la canción del David Guetta.”


“En cuál de ellas?” –le respondo, porque sale en dos: “Where Them Girls At” y “Turn Me On” (que yo haya visto). En este último vídeo, Minaj hace de autómata/maniquí/robot ateo y comunista, algo así como lo que hizo Björk en “All Is Full of Love” pero con más malaje. En el de “Where Them Girls At” Nicky aparecía poquito, pero lo que hacía era bastante desagradable. Aunque eso sí –credit where it’s due- la rapera conseguía una hazaña única: lograba rimar “Lilly” con “Lilly”, “Lilly” y “Lilly”. Y por si esto fuera poco, la canción contiene dos de los mejores versos de toda la historia de la lírica en inglés, que deja a la poesía de Ke$ha a la altura del betún, a saber: “Hey, hey, what can I say?/ Day, day, day, da-day, day” (y luego hablamos aquí de “El efecto Alejandro”).

Los éxitos de Nicky Minaj se acumulan: en solitario o junto a David Guetta, Jay-Z, Bon Iver, Rihanna, Britney Spears, Ke$ha, Eminem, Mary J. Blige, will.i.am, Usher, Mariah Carey, Christina Aguilera… la lista me da jaqueca solo de pensarlo. Y cada una de estas canciones supone una magnífica oportunidad para disfrazarse, porque los vídeos son a cual más mamarrachero. Ahora que Lady Gaga, Katy Perry et alii han instaurado la cultura del disfraz bizarro en la era del pop (a su lado Madonna iba hasta discreta), la diva en ciernes Nicky Minaj no tiene armarios suficientes para echarse encima espantajerías de ropa onda Gallianorrr (si no me creéis, ved el vídeo de “Stupid Hoe” y luego hablamos).


Y mientras tanto, el mundo sigue girando: el nuevo videoclip de Madonna es fantástico, la canción una mierda (presiento que me tragaré mis palabras, porque esto lo tendremos hasta en la sopa: Madonna otra vez con el pelo rizado, Nicky Minaj rimando “boy” con “boy” y con “boy toy”, M.I.A haciendo la pistolita con los dedos y diciendo “shit” dos veces en 25 segundos…) y el carrusel infernal de los famosos bizarros sigue intentando adelantarnos por la derecha. Y sin poner intermitente.
 
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