Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

David Bowie: Était-il ridicule?


-"Soy un cocodrilo, soy un mamá-papá que viene a por ti"
(David Bowie)




David Bowie, ¿eh? Era moderno, era geniaaaaal, era funky, era freaky, era glam, era espacial en la Era Espacial. Y, según aprendimos en la peli Velvet Goldmine (1998), era discípulo de Oscar Wilde, amén de bisexual. Según le dé la luz, David Bowie fue el mayor talento musical a este lado de los Beatles, y además -por si su legado musical no fuese importante- codificó una de las reglas fundamentales de la rock star: el cambio de look continuo.

Los Beatles se cambiaban de gafas o de chaquetas, Elvis cambió de imagen porque cambió de cuerpo (o porque actuaba en pelis), pero Bowie fue el primero que cambió de look conscientemente, utilizándolo como un elemento más del espectáculo que ofrecía. Que se lo digan ahora a Madonna, por ejemplo. El hecho de que cada nuevo disco y gira vayan acompañados de una imgen distinta es algo muy original, si se piensa, que ahora damos por sentado pero que hubo un tiempo en que fue necesario inventarlo. En estas metamorfosis (no en vano Don Bowie se ganó el apodo de El Camaleón), al amigo se le fue la perola en más de una ocasión, y ahí está la gracia.


Otra cosa bonica y divertida del Bowie artista es lo en serio que parece tomarse, gracias a la teatralidad que imprime a su presencia pública: auténticos personajes que le permiten mantenerse al margen o dar de sí lo que quiera, pero siempre dando espectáculo. El pobre John Lennon quedó de pardillo confesando que Jesús de Nazareth le parecía poco importante. Jim Morrison se dejó la salud convenciéndonos de que era un artista atormentado (hasta la churra se sacaba en público, angelito...!). Bowie, con un ojo de cada color, el pelo naranja y un parche en el ojo, da igual lo que diga, porque ya sabemos que es una coña.

Sin embargo, él habla de forma muy seria, cuasimesiánica, pareciera que está desarrollando una filosofía del Arte. Y además en el espacio, que mola más. Para una sociedad infantil en viajes espaciales, recién pisada la Luna, que se desayunaba con la carrera entre potencias y con obras de ciencia ficción, un artistazo como Bowie, Arañas de Marte, hay aquí un marciano deseando conoceros... Comandante Tom, ¿qué camisas usa usted...? ¿Hay vida en Marte? Esto es la rehostia, amigos!!


Ya quince años antes, los Ran-Dells cantaban "The Martian Hop", pero su caracterización era de guardarropía, era todo una broma. Bowie no, eh? Cuidado! Bowie es de verdad un alienígena, él habla de perros de diamante, de rarezas espaciales... para algo viste como viste y habla como habla. Otra aportación de Bowie que nos suele pasar desapercibida a los no angloparlantes es que él fue el primero que cantó música rock con acento británico de manera digna, sin humoradas y sin afectar regionalismos. Lo siento, amigos de Small Faces, Beatles o Kinks, esto que digo es así. ¿Un marciano con acento ingles? ¡Lo máximo! Sobre todo si soy inglés y vivo en una ciudad gris donde siempre llueve.... así hasta a mí me entran ganas de ponerme maquillaje, a lo mejor.

Bowie es un actor cascado, es un Aladino cuerdo, un zagal loco, y toda su parafernalia y sus looks y su mensaje espacial, que en 1972 resultaba lo más moderno y lo más in.... ¿puede ser que hoy día resulte una gran mamarrachada? ¿Ha quedado Bowie obsoleto? Su música desde luego que no, de eso no estamos hablando. Su estética y su mensaje... a mí me dan risita, qué queréis.

Un gran ejemplo de esto lo tenemos en la serie de humor musical Flight of the Conchords (2007-?). En el sexto episodio de la 1ª temporada, titulado "Bowie", a uno de los protagonistas se le aparece David Bowie para darle absurdos consejos vitales. Primero se le aparece Bowie de 1972, la Araña de Marte. Más tarde, serán Bowie del videoclip "Ashes to Ashes" (1980) y el de la peli Dentro del laberinto (1986), a cual más ridículo. El episodio culmina con un bizarro videoclip de una canción-parodia de todas las del space rock del inglés: "Space Oddity", "Starman", "Ziggy Stardust", "Life On Mars?"...


Le enseño este vídeo a un amigo, gran Bowiófilo (más que yo: a mí a partir de 1980 casi que deja de interesarme), y al terminar de verlo no puede evitar exclamar: "¡Dios mío, Bowie era ridículo!" Correcto. Es la peor revelación de la semana. Ni caso Gürtel, ni Berlusca, ni los nuevos presupuestos generales ni nada. Lo peor de la semana es darte cuenta de que tu ídolo, en verdad, da risita. ¿Nos estamos haciendo viejos?

Sospecho que David Bowie está achacado de la misma enfermedad que dice Daniel Ruiz que tiene Polanski. Lo mejor, por el momento, es que no cunda el pánico. Seguid con las medidas habituales de higiene, lavaos las manos frecuentemente con jabón y, en la medida de lo posible, tratad de evitar las imágenes y vídeos de David Bowie. Sobre su música, no hay ningún problema: podéis seguirla disfrutando tan tranquilos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Personaje: Silvio Berlusconi


Por do quiera que me desplazo la polémica me persigue: candados en el Puente de Triana, idoneidad (o no) de incluir queso en la receta del flamenquín cordobés, moda juvenil de las hijas de ZP, ¿Es guapa Michelle Obama? ¿Y comparada con Belén Esteban?... Pocos asuntos, sin embargo, admiten tanta polémica como la reacción que provoca un personaje de un carisma como el de Silvio Berlusconi: el Tito Berlusca. Meno male che Silvio c'è.

Dice una cita apócrifa de Voltaire que si Dios no existiera habría que inventarlo, y ahora veo en YouTube una campaña de autobombo cuyo eslogan es "Menos mal que está/existe Silvio". Si no, habría que inventarlo, ¿no? No ha mucho
lamentaba en este blog el hecho de que los políticos ya no eran graciosos. Me refería a los españoles, claro. Porque con Berlusconi, Hugo Chávez, Sarkozy, o Evo Morales, la risión continúa asegurada. Meno male che Silvio c'è.


Todo esto me recuerda a una viñeta de la revista satírica Hermano Lobo en la que un jerarca del Régimen (de Franco) advertía: "O nosotros, o el caos", a lo que la multitud enfervorizada contestaba unánime "¡El caos! ¡El caos!".

La gota que ha colmado el vaso de la desfachatez y que me ha movido a escribir este post (que me rondaba hace meses), ha sido esa disparatada campaña puesta en marcha para nominar a Berlusconi per il Premio Nobel per la Pace. "¿Qué tienen en común Berlusconi, Luther King, Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta?" -anunciaba risueña la locutora del telediario de Antena 3 al dar la noticia. Sé que suena a chiste pero no lo es. Más bien me retrotrae a cuando una de mi clase presentó el Día de la Paz un trabajo sobre Richard Nixon, a instancias de no sé qué compañero-asesor desalmado.

Berlusconi, Nobel per la Pace, Berlusca il Cavaliere, Berlusca il follarino, Berlusca el pirata de la bandana, el abuelo del bótox, el de Villa Certosa, el de Noemi Letizia, el del abogado Mills... Berlusca el de las "velinas", el que nunca ha pagado por sexo ("No me hace falta" -¡y tanto!), el mafioso, el peligroso, el que te parte la bocca, el que te fuck en una cama que le regaló Putin. El compatriota de Casanova, el que respeta como el que más a las mujeres (a fin de cuentas, ellas son un regalo de Dios a los hombres, ¿no?)...


Me llega en Facebook otra iniciativa acerca de Berlusca y los premios: Nobel de la Alquimia para il Cavaliere, por haber sido capaz de convertir todo un país como Italia en una puta mierda.

Pero el buen Berlusconi no es un descamisado: lleva dominando la política italiana desde que entrara como Primer Ministro en 1994, amén de ser el dueño del 85% de los medios de comunicación del país. El hombre que usó aviones militares para transportar enanos y furcias menores de edad hasta sus fiestas, el de la Ley Alfano, el que ha grabado varios discos junto a Mariano Apicella... ahora resulta que no le ha votado nadie. Que lo quieren botar, con b. Hay entre mucha gente (todos con los que he hablado jóvenes, la verdad) como una vergüencica por admitir que lo han votado.



También pasó aquí hace más de un lustro con Tito Ánsar, pero ni la situación de ambos países ni ambos personajes son comparables: en lo personal, en lo político ni en lo bizarro. Estamos hablando de ligas, de planetas, diferentes. Decía Churchill a un funcionario inglés que se quejaba de la mala situación en que el reparto de Europa tras la Guerra Mundial dejaba a los países del Este bajo la bota Soviética: "¿Usted va a vivir en Yugoslavia?". Pues eso, menos mal que no vivimos en Italia. Y sí, amigos, para alegrarnos un poco las noticias, meno male, entonces, che Silvio c'è!

jueves, 24 de septiembre de 2009

El catenaccio del amor


-“Cuando paso por el puente Triana,
contigo vida mía, Triana,
contigo vida mía,
con mirarte solamente, Triana,
me muero de alegría”

(Manuel Pareja Obregón)





Bueno, bueno, bueno! Por petición popular, intervengo en un tema sobre el que a priori no pensaba hablar, pero los últimos acontecimientos me han hecho cambiar de opinión. Voy a hablar (y a opinar) sobre Triana, un conocido barrio de Sevilla sobre el que todo el mundo se siente con derecho a sentar cátedra, cuando pocos son los realmente oriundos de allí.

Será que el otro día la nombraron en Sálvame, pero el caso es que tengo ganitas de parafrasear a Jane Austen, en concreto el comienzo de su novela más famosa, y exclamar que “es una verdad universalmente reconocida que algo que aparece en el telediario de Antena 3 debe ser cierto”. Y el otro día allí se desayunaban con un hecho insólito: al parecer se ha puesto de moda que las parejas pongan candados en los barrotes del puente de Triana, una obra decimonónica de piedra y hierro que es Monumento Nacional. Las parejas ponen estos candados para sellar su amor, ¿motivo?: imitar lo que se hace en Roma en el Puente Milvio.


Esta moda o costumbre se ha generalizado a raíz de su aparición en las novelas del escritor Federico Moccia, si la pareja cierra el candado y tira la llave al río, ese amor nunca se romperá. Pero esto –que sin duda se ha disparado en Roma y otros lugares debido a los libros- no es nuevo. Ya se hacía hace años en el Ponte Vecchio de Florencia, yo lo he visto en farolas y puentes de Nápoles y estoy seguro que Fede Moccia lo sacó de la realidad. Hasta aquí todo bien: una extravagancia con tintes románticos que llama la atención por su popularidad.

La noticia subsidiaria viene cuando esto se hace en Sevilla, esa ciudad que tanto gusta de mirarse el ombligo y que, cual Narciso, corre el riesgo de morir ahogada en su propio ensimismamiento. Sevilla, la muy Noble, la muy Leal, la Ciudad de las Personas, la Ciudad del Deporte, la Ciudad de la Música, la Ciudad de la Movilidad Sostenible… menos mal que para contrarrestar todas estas patochadas del Alcalde existe en la otra orilla del Guadalquivir el barrio de Triana.


Pero hete aquí que los trianeros, antaño marineros, artistas, flamencos, toreros, buscavidas, ahora gente trabajadora pero siempre un poquito heterodoxa, no acaban de ver bien la dichosita costumbre de los candados, se van en este asunto de conservadores. Que si afea el patrimonio… que si es un injurión… que por qué van a tener que arraigar aquí las costumbres italianas… eso lo dicen los mismo que luego van a comer al restaurante San Marco de la calle Betis (un italiano del barrio).

Yo personalmente –como no vivo en Triana ni en Sevilla soy un observador imparcial- no veo dónde está el problema. ¿Sevilla no era la patria de las innovaciones? ¿De los tranvías, del metro, de las setas gigantes? Sinceramente me pregunto: ¿qué daño hacen los jodidos candados? Lo que más me ha chocado ha sido que en Sevilla es proverbial el ojo para el negocio del turismo, y en esto los sevillanos son maestros en inventar tradiciones postizas. A un pavo se le ocurre una tapa de chanquetes fritos, u otro espabilado pergeña mezclar el Seven Up con manzanilla, y ya son tradiciones de toda la vida, mi arma!

Por eso me sorprende tanto la oposición de los autóctonos (que ha salido en prensa, que ha movido al Ayuntamiento a retirar los candados del puente: cuando al Ayuntamiento de Sevilla le suda la polla lo que digan los ciudadanos), pese a que podríamos encontrarnos ante el nacimiento de una nueva “costumbre de toda la vida” en Sevilla. El sector de las ferreterías ya se estaba frotando las manos. Sevilla, la Ciudad del amor (“Y jugar a ser paloma que cruza Triana” –Arturo Pareja Obregón; “Me enamoraré de una niña de Triana” –Siempre Así; “Desde la India a Triana/ desde Triana a Sevilla” –Pata Negra;“El corazón que a Triana va, nunca volverá” –Papito Bosé…)


También me ha chocado un montón –no lo voy a negar- que varios amigos míos nacidos o residentes en Sevilla y Triana se hayan opuesto virulentamente al tema de los candados. Sobre todo porque es gente bastante moderna y progresista en un montón de temas estéticos y culturales. La verdad es que no logro entenderlo. ¿Que se trata de una chorrada? No os quepa la menor duda, pero aún no alcanzo a ver el perjuicio que ocasiona (como para secundar campañas anti-candado en Facebook), mientras que sí veo parte del beneficio: consolidación de Sevilla como destino de turismo romántico, enriquecimiento de las absurdas tradiciones de la ciudad, etc.

Por otra parte, considero positivo el hecho de que, por una vez, en Sevilla se haga algo inspirado por un libro que no sea la Biblia o Carmen de Merimé. Menos mal que tengo otro amigo que sí está a favor, lo veré pronto, y promete llevar candados en la mochila. Yo, ni tengo pareja ni voy a ir a Triana próximamente, pero le pediré que ponga uno en el puente por mí.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Estoy hablando de respeto


“Si tú respetas, yo respeto. Si tú no respetas, po yo no respeto”. Hasta en eso se equivoca el cómico rapero sevillano el Tito MC. (Otras cosas en las que yerra son, por ejemplo, el hecho de que Los Remedios no es un barrio gangsta o que “el clásico Frank Sinatra” no era negro). Pero eso del Respeto, esa palabra talismán de canis, alumnos de instituto y raperos de poca monta, está de capa caída en lo que a programación televisiva se refiere.



Si Otis Redding o Kiko Veneno levantaran la cabeza! (Otros que en su día le cantaron al Respeto). Pero hoy quisiera hablar precisamente no del respeto sino de the lack of thereof. La falta de respeto rampante a la que las cadenas televisivas nos someten a su sufrido público sin que verdaderamente podamos hacer nada, bien pensado. El botón de muestra que os traigo hoy concierne al reciente estreno en Antena 3 de la serie comédico-aculebronada Somos cómplices (2009), adaptación de la exitosa chilena Cómplices (2006).

La serie (por si no la habéis visto) fue estrenada el pasado martes 15 de septiembre a eso de las 4 de la tarde, viniendo a sustituir al programa de Mariñas y la Patiño, cancelado por su baja audiencia. Pero Somos cómplices no ha sido algo improvisado, desde julio venimos teniendo noticias de la serie, el estreno se anunció a bombo y platillo (en ese modo blitz, saturante, con que nos castigan las televisiones), adobado con el morbosote cameo del septuagenario Larry Hagman: sí, amigos, el que hacía de J.R.

La historia de Somos cómplices es (como se suele decir por aquí) simple: unas timadoras de poca monta se enteran de casualidad de una antigua tragedia familiar, y deciden montar un timo por todo lo alto en plan El golpe (1972), a base de hacer creer a un multimillonario yanqui nacido en España que ellas son su familia biológica. La idea, es que, acongojada por la culpa, la familia yanqui que acogió al bebé vierta una lluvia de millones sobre la supuesta familia de verdad, en compensación.



La trama se complica con el hecho de que el yanqui se presenta en España para conocer a su “familia” antes de tiempo, y lo que era un plan elaborado con actores contratados, etc, se convierte en un frenético slapstick de improvisación, equívocos y falsas identidades (ponen de hermano a un pizzero que pasaba por allí, y en esa onda). A que mola, ¿eh? Pues si os interesa verla, os digo ya que no podéis. Os digo que ya no podéis. La serie se estrenó el pasado martes 15 de septiembre y se canceló el jueves 17, después de solo dos capítulos. Al parecer la audiencia (en torno al 5%) fue la peor de un estreno en toda la historia de Antena 3.

Yo la verdad es que vi los dos episodios emitidos y quedé completamente enganchado. La serie me pareció graciosa, inteligente, culebroncilla pero llevadera, y el trabajo de los actores de lo más meritorio. Además, se rescataba a figuras de segunda fila de la ficción nacional que me gustan mucho, como Cristina Peña y Bruno Squarcia. Sin embargo, está claro que Somos cómplices no contó con el favor del público, pero coño, ni siquiera ha tenido una oportunidad. Según la web La Caja Tonta, “lo cierto es que estaba todo muy mal aprovechado, las interpretaciones no eran nada creíbles y su humor tenía de todo menos gracia”. Yo opino absolutamente lo contrario, pero ya nunca sabré el final de la serie.


La semana anterior, Cuatro estrenaba otra novedad-plato fuerte: Los exitosos Pells, que, irónicamente ha sido un fracaso absoluto, con lo que el chiste queda asegurado. Cancelada tras una semana, creo, el dineral invertido se ha ido al garete por los crueles designios de la caprichosa audiencia. ¿Quién decide estas cosas? Nos encontramos en una era del “aquí” y “ahora” absolutamente implacable, que a mí me resulta descorazonador. No ha mucho comentaba con amigos la desvergüenza de cambiar de día y hora ciertas series, o de emitirlas a base de chorrocientos capítulos seguidos para quitárselas de encima: ha pasado con 24, Eli Stone, Los 4400 o Vientos de agua. ¿Cómo quieren que las series tengan éxito y fidelicen un público, si los espectadores que quieren verlas han de hacer de detectives?

Al final, me quedo sin ver Somos cómplices, cancelada tras dos días sin previo aviso: he aquí la mayor falta de respeto que se le puede tener a los telespectadores, que vemos su jodida cadena, que nos comemos sus largas pausas publicitarias… y que además, estamos esclavos de sus decisiones. Yo no voy a dejar de ver Antena 3 como castigo: si aplicara esta política de veto, en una semana dejaba la tele y me ponía a hacer ganchillo. Seguiré viendo esta cadena, igual que el resto, eso sí –con más penita. Y desde luego, yo respeto sus decisiones (no me quedan más huevos), pero ellos a nosotros no nos respetan ni medio pimiento.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Sesión de mermelada


Desayunando, degusto una exquisita mermelada inglesa de grosella negra (de la marca Duchy Originals, la del Príncipe Orejas) y me acuerdo de la curiosa expresión “jam session”. Sabéis que hace referencia a una reunión de músicos que tocan de manera “creativa”, sin partituras o un programa predeterminado. Aparte de que la palabra inglesa “jam” es muy rica, y además de mermelada quiere decir tocar música, bailar, y cosas así.

Sin ser tan pretencioso de darle categoría de jam session, la verdad es que ayer por la tarde me lo pasé muy bien, tuve la suerte de asistir a una relajada reunión en la que casi todos los presentes cantaban y/o tocaban al menos un instrumento. Había allí una guitarra, que se iban pasando tres personas, un violín, y cantando pues estaban tres que sabían y el resto, que hacíamos lo que podíamos. Y esto me lleva al tema del post de hoy, que es reivindicar una forma de diversión tan sencilla pero tan satisfactoria como pasar el rato cantando.


Para mí la música es lo más grande, ya lo sabéis. Me gustaría decir que es la Literatura o el Arte, pero estaría mintiendo. Nada me ha hecho sentir tantas, tan variadas y tan intensas cosas como la música: las canciones. Me encanta cantar, y eso que no sé, ni tengo buena voz, pero eso nunca me ha detenido. A base de imitar a mis artistas favoritos en la ducha y en el coche he podido desarrollar un limitado repertorio de temas con los que me defiendo (siempre contando con la benevolencia del público presente: si hay alcohol fluyendo ayuda mucho).

No toco ningún instrumento, con catorce años hice varios intentos fallidos con la guitarra pero no tuve constancia: me frustré pronto. Uno de los motivos es mi nulo sentido del ritmo, el otro que siempre he tenido amigos que sabían tocar bastante bien. Tampoco he militado nunca en un grupo, pero siempre he estado alrededor (me veía como el típico “colgado” de las sesiones de grabación, una especie de Mal Evans) y de vez en cuando me dejaban cantar algo en sus ensayos, o hacer coros. Pero no escribo este post –como ya he dicho- para glosar mi inexistente carrera musical, sino para reflexionar sobre lo divertida que es la música.


Las más de las veces, cuando un amigo sacaba una guitarra en una reunión, le pedía que tocara mis temas favoritos. No era de extrañar: todos escuchábamos la misma música compuesta a partes iguales por clásicos (Beatles, Stones, Kinks, Who, Simon & Garfunkel, Bowie, Led Zeppelin, Doors, Dylan, Hendrix…) y por himnos más o menos alternativos contemporáneos (Nirvana, Oasis, Green Day, Guns N’ Roses, Metallica, Weezer…). En lo español es muy socorrido todo lo ochentero (Duncan Dhu, Gabinete, Hombres G, Loquillo, Mecano… qué os voy a contar), por haberlo vivido en nuestra infancia. En mi pajolera vida, sin embargo, jamás he logrado que un amigo tocara nada de uno de mis grupos favoritos: los Spin Doctors.

Recuerdo mañanas de sábado cantando con mis amigos en una azotea del barrio (otra vez Mal Evans: espero no acabar mis días como él), yendo al colegio a ensayar en las aulas vacías. Recuerdo tardes de parque destrozando a Oasis o el Unplugged de Eric Clapton…, ir a casa de un colega a dejarme la garganta cantando Nirvana, o decirle “Saca “Wild Horses” ”, y en el tiempo que yo tardaba en llegar el tío la había sacado de oído (algo que, con diecisiete años, para mí equivalía a la magia). Recuerdo que alguien sacara una guitarra en una botellona y ponernos todos a cantar la última de Green Day…



Con el tiempo siempre que he visto a alguien con su guitarra en una reunión me he arrimado a él, me encanta acabar cantando, pero sobre todo me embelesa ver a gente que verdaderamente lo hace bien. En lo que os he contado de ayer había un nota con un talento increíble, que lo mismo te tocaba y cantaba “Dear Prudence” que “Space Oddity” que “God Only Knows” que “Tatuaje” que “Melodía de “Arrabal” que “Love of My Life”. Me dejó K.O. interpretando dos temas de Queen (“Stone Cold Crazy” y “Lily of the Valley”) que no se encuentran precisamente entre los más conocidos. Y la chica que tocaba el violín hizo que “Dumb” de Nirvana o “Hurricane” de Dylan (la parte de la letra que pudimos recordar) jamás sonaran tan mágicos.

¡Qué sensación tan agradable, amigos, cómo podría describírosla! Esto ya no es ni oro, ni canela, ni almíbar, es simplemente… MERMELADA!

jueves, 17 de septiembre de 2009

Bastardos sin gloria


-“El detallismo ha de limitarse a encuadrar la historia, no a usurpar su protagonismo”.
(Luis Manuel Ruiz)





Dice un tópico español decimonónico que “Más vale honra sin barcos que barcos sin honra”. ¿A qué viene esto? No lo sé, pero pese a ser una gilipollez, ¿a que mola? El buen Quentin Tarantino (Tarantonio, para los amigos) nos trae ahora su último disparate, intitulado Inglourious Basterds [sic] (2009): en español, Malditos bastardos. Se estrena mañana, pero como yo la vi hace un mes justo en Bruselas, no me quería privar de darme el pegote de hacer la crítica aquí antes de que saliera en España. Y al igual que el susodicho dicho, la peli es una gilipollez pero mola cantidad.

Más valen bastardos sin gloria que fantasmadas aburridas que nos llevan al bostezo, como fue el caso de la última de Tarantonio (Death Proof, 2007). Conste que soy fanático del cineasta, pero por eso mismo le exijo la máxima calidad y no comulgo con sus chorradas. Ya en las dos partes de Kill Bill se notó una tendencia al fárrago y la pomposidad en el diálogo que le hacía a uno rebullirse en la butaca del cine con incomodidad. Esto llegó al paroxismo con Death Proof, situación que se volvió aún más irritante (si cabe) al comprobar que el buen Tarantino iba por ahí diciendo en las entrevistas que sus diálogos tenían la misma calidad y/o profundidad que los de un Sófocles o Esquilo.


La buena noticia es que en esta peli Tarantino parece haber dejado a un lado sus pajas mentales (y manuales) para dedicarse a lo que más nos gusta: contar de modo original una historia emocionante, violenta, graciosa, ridícula a ratos (¿pero no es el ser humano ridículo?) y me atrevería a decir que hasta conmovedora a otros.

Tranquilos los fans recalcitrantes del calvo de los anuncios de Dewar’s que “escribe sus propios guiones”, porque en Inglourious Basterds están todas las marcas de la casa: tiroteos, sangre a raudales, mujeres descalzas, capítulos con rotulación setentera, palabrotas, violencia (cuasi)gratuita, homenajes al cine, humor negro, suspense, bandas sonoras robadas a otras pelis…


La auténtica bomba de esta peli es que se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial. Digámoslo ya porque no es un spoiler sino una aclaración: la peli trata sobre un grupo de soldados judíos USA onda Doce del patíbulo, pero también sobre una muchacha judía clandestina y, más importantemente, sobre un alocado complot para matar a Hitler. En palabras del sabio Kike, que también la ha visto, “por fin una peli de nazis fiel a la verdad histórica”. Si os gustan las pelis de nazis, lo vais a flipear, eso queda garantizado.

A mí Inglourious Basterds me gustó muchísimo, no un poco, no bastante, no hay paliativos en esta ocasión: me pareció la mejor peli que había visto en años. ¿Cómo este prodigio? No sé decirlo, señora, pero en mi caso (y en el de toda la sala que me rodeaba) creo que se produjo un auténtico ejemplo de la magia del cine, si se me permite el tópico. Salen ahí unos señores, sale Brad Pitt con bigote, se pegan tiros, la gente va vestida de nazis… no sé explicarlo pero el efecto de conjunto es prodigioso. Y esto no es moco de pavo, ya que la peli se anunciaba como un monstruo intratable de excesivo metraje que Tarantino habría en vano de domesticar en la sala de montaje.


No es nada de eso. O si lo fue, en la sala de montaje quedaron los excesos y las ideas geniaaales. No voy a decir que esta peli sea sobria, ni mucho menos, pero sí me atrevería a calificarla de “contenida”. Gran parte del mérito de la obra –si hemos de buscar una explicación- reside en el trabajo de los actores. Enorme Brad Pitt, no es noticia. Muy meritoria Diane Kruger y fantásticos el resto de los “Bastardos”. Pero hay un trío de ases bastante novedosos que, a mi juicio, se lleva la película de calle. Prodigioso Christoph Waltz en el rol de un coronel de las SS mitad Colombo mitad Dr. Mengele (creación que le valió el premio en Cannes 2009). Sorprendentemente refrescante Daniel Brühl, el catalán/alemán que consigue hacer del primer nazi en la Historia que os caerá bien. Y capítulo aparte para Mélanie Laurent, en un papel-caramelo por el que ya puede dar gracias a Tarantonio de por vida, y que ella borda.


Un apunte muy serio. Si pensáis ver este joyón del séptimo arte NO SE OS OCURRA VERLA DOBLADA. El trabajo de los actores es maravilloso: Waltz habla en alemán, francés, inglés e italiano, Pitt imita el acento sureño USA , Mike Myers (sí, el de Austin Powers) imita el británico de clase alta… pero incluso aunque no seáis filólogos o dialectólogos podréis apreciar que muchas de las escenas más emocionantes de la peli (se me ocurren ahora tres, que son las tres mejores) basan su carga de angustia hitchcockiana en temas de lenguas y acentos. No quiero ni pensar la fantasmada que habrán hecho aquí al doblarla. Como le dije el otro día al buen Anónimo Mayúsculas, si vas a ver una sola peli en V.O. en toda tu vida, por favor que sea esta.

Yo voy a ir mañana a verla otra vez, qué caray! Si vais a ver una sola peli de nazis violenta y graciosa a partes iguales en vuestra vida, por favor que sea esta.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Encuentro


-“El arte de la conversación me ha dejado atrás”.
(Tom Stoppard)




El buen Harvest me cuenta una anécdota, que no puedo por menos que novelar y consignar aquí:


A la salida de mi sesión de rehabilitación, en un angosto rellano, me cruzo con un señor. Es mayorcete, pero tiene muy buen aspecto: chaqueta y corbata oscuras, pelo blanco peinado con gomina, gafas…

“Buenas noches” –le miro y le saludo al salir.

“¡Buenas noches! ¿Has tenido buenas notas en el colegio?” –encuentro que me contesta.

“¿Perdón?” –me giro perplejo.

“Como no me has saludado,” –me mira y me sonríe- “he deducido que serías un niño de colegio”. Me explica las cosas como se las explicaríamos a un imbécil.

“Perdone, caballero, le he dicho ‘buenas noches’. Y las buenas notas serán las que ponga yo, que soy profesor. No le digo más...”

“¿Ah sí?” –me mira con sorna.

¿Realmente este hombre está conmigo aquí y ahora o es de otro planeta? El tipo prosigue, en su tono didáctico:

“Yo también soy profesor, de Economía Comparada. Y le he saludado aunque usted a mí no porque yo no soy español. ¿Sabe? Es que en el extranjero no nos pasamos la vida entera viviendo en el mismo pueblo…”

“¡Oiga…!”

“Gracias” –me interrumpe con su impecable acento del norte de España. Con esto queda la conversación zanjada y, sin perder la sonrisa, el hombre se da la media vuelta y se marcha.

martes, 15 de septiembre de 2009

El sueño de la digestión produce monstruos


-“Lo que distingue a la alta cultura de la cultura de masas es la forma de resolver o no el conflicto de los personajes y la trama”.
(Umberto Eco)

-“¿Somos humanos, o somos…?”
(The Killers)





Parafraseando al pintor español más premiado (Francisco de Goya), “el sueño de la digestión produce monstruos”. Esta tarde, sin ir más lejos, servidor de ustedes estaba echado en el sofá dormitando la siesta, digiriendo mis frugales puré y filetito de pollo, cuando ha sido arrancado de los brazos de Morfeo por una brutal charlotada del destino. Sí, amigos, soñando estaba con rascacielos y pasos de cebra cuando, entre el runrún de fondo, escucho a Kiko de Gran Hermano 3 (egregio tertuliano de Sálvame, el programa de Telecinco que andaba puesto) exclamar lo siguiente:

“Jane Austen fue una destacada novelista británica, que vivió durante el período de la regencia, es decir entre la época georgiana y la victoriana”.

La palabra “papagayo” se coló en mis sueños, probablemente en aquel instante estuviese soñando que estaba cruzando descalzo el paso de cebra de Abbey Road. La frase pronunciada por Kiko GH3 (tomada literalmente de la socorrida Wikipedia) no debería causar más extrañeza que si hubiera dicho “El agua hierve a 100 grados”, pero como tantas otras veces, el contexto es lo importante. Así y todo, cuasi impertérrito, mi obtusa mente alejó el pensamiento de que en el programa Sálvame se estuviese debatiendo sobre literatura inglesa, y me di la vuelta en el sofá. “Menos mal que no he almorzado potaje de garbanzos, como ayer” –debí pensar.


En estas estaba cuando mi oído y mi cerebro registran a Jorge Javier Vázquez decir las palabras “Jaime Gil de Biedma” y acto seguido “Pandémica y celeste”. Entonces me incorporé como si tuviera un resorte en el culo. No daba crédito. ¿Una digestión demasiado pesada? ¿Me estaba jugando mi cerebro una mala pasada, mezclando con la morralla televisiva la imagen de la antología Cátedra de Gil de Biedma que ayer mismo recordaba haber visto en la estantería del salón de Cosica?

“Sé que no lo soñé” –cantaba hace unos veinte años el perjudicado Joaquín Sabina a propósito de sus amoríos playeros. Apenas me terminaba de despertar cuando veo y escucho a Kiko GH3, acompañado de una dudosa iluminación, destrozar el susodicho poema del maravilloso vate catalán:

¿Por qué no es la impaciencia del buscador de orgasmos?/
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos/
a ser
posiblemente jóvenes...” [sic]



Su dicción de infante de Primaria motivó que hasta al mismísimo JJV le saliera su vena (uy, perdón!) de seño regañona: ¡No, no, y no, Kiko! Lee bien: es “Porque”, no “por qué”. Cuando en un programa del corazón ocurre una escena como la que acabo de describir –atroz transacción poética entre un presentador maledicente y un ex concursante de Gran Hermano ventajista- no me cabe la menor duda de que la sociedad que genera y da cobijo a estos engendros está muy, pero que muy enferma.

Recuperando el hilo de Sálvame, me entero de que el buen JJV ha sacado a colación “Pandémica y celeste” para apoyar un argumento suyo acerca de los amores (y las encamadas) fugaces. En otras palabras, que follar mucho y promiscuamente también es buscar el amor verdadero. Lo dice Gil de Biedma, un poeta, y ellos entienden sobre el amor, ¿no? Decía el grupo Astrud (ahora de nuevo en el candelabro indie) que resultaba pupita “escuchar a Gil de Biedma/ leído por Carod-Rovira”. Pues bien, Manolo y Genís, ¿qué sentiremos al escucharlo leído por el impresentable Kiko GH3 en el programa de Jorge Javier? Al lado de esto, cualquier referencia de Gil de Biedma a prostíbulos o noches locas de farra suena a internado de ursulinas.


No estoy en contra de que en la tele se hable de poesía, ni me considero un esnob elitista de la cultura. Lo de que sí estoy en contra es de que a un mono le den una máquina de escribir y se ponga a teclear al azar, no sea que en una de estas vaya y escriba El Quijote, o una novela de Jane Austen.

-Volver (2000) es una antología del poeta catalán del grupo de los 50 Jaime Gil de Biedma, editada por Cátedra-Letras Hispánicas.

-Sálvame Diario es un espacio televisivo conducido por el licenciado en Filología Hispánica catalán Jorge Javier Vázquez, que Telecinco emite de lunes a viernes entre 15:45 y 19:00.

De vosotros depende, amigos. Yo, como veis, de momento le ando poniendo una vela a Dios y otra al Diablo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Habitación de hotel de Edward Hopper


(Dedicado a mi madre, que me estará escuchando)





El cuadro se llama Hotel Room o Habitación de hotel, lo pintó el norteamericano Edward Hopper en 1931. Seguro que lo habéis visto, está en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. El cuadro se llama Hotel Room y ahora preside el salón de mi casa en Cosica.

Antes estaba en el dormitorio de una casa de la que he tenido que salir corriendo, sin mirar atrás, no como esa niña de ese otro cuadro norteamericano que huye de su casa y en el último momento se vuelve. La escena del cuadro de Hopper os la describo para acompañar mi razonamiento, no porque no la podáis ver: se trata de una mujer sola (¿abatida?), sentada en la fría cama de un hotel anónimo. De fondo un equipaje femenino de entreguerras (tacones, sombrerito); ella está en paños menores, leyendo o ensimismada pensando en algo que acaba de leer. O releer.

Podría ser una modelo de Julio Romero de Torres durante un descanso, solo que esta mujer está más triste, parece, y además es rubita o pelirroja. El cuadro –ya se sabe- denota una tremenda sensación de soledad o de tristeza. ¿Qué pone en el papel maldito? A veces juego a fantasear que lo averiguo, puede ser una carta con una mala noticia, puede ser la factura de unos gastos que ella no puede afrontar. Tal vez sea la carta en la que su amante, novio o marido le comunica que la abandona, tal vez sea la carta en la que le comunican que su marido se acaba de suicidar.


Por el crash del 29, se entiende. Quizás sea solo un telegrama con malas noticias cotidianas, pero me inclino a pensar que es algo gordo: su propia carta de despido (otra vez, la Crisis) o el certificado de defunción de su hija más querida. Y pese a todo, ella está plácida, ajena al torbellino que a buen seguro se desarrolla de puertas para afuera en la ciudad, ese otro planeta.

Anoche mismo tuve una discusión con una feminista rampante, quien sin lugar a dudas me criticaría por insinuar (o afirmar abiertamente) la fragilidad o desvalimiento de la mujer del cuadro. ¿Es que acaso una mujer sola no puede ser un síntoma de fuerza, de libertad, de poder? Lo siento, amiga feminista: en este cuadro no. Ya he apuntado la posibilidad de que sea una mujer trabajadora, lo cual no es poco en la convulsa época en la que Hopper lo pintó. La mujer de la Habitación de hotel es una persona incompleta, le pese a quien le pese: y sospecho que en este caso a ella le está pesando más que a nadie.


Hoy el cuadro Hotel Room de Hopper preside el salón de mi casa en Cosica, por una carambola, por pura casualidad (ya he explicado que es un rebote). Salvo que servidor que esto escribe cada día que pasa cree menos en las casualidades, y ahora mismo, en esta negra y absurda y lluviosa y mierdosa noche cosiquesa cree ver en la estampa enmarcada un profundo simbolismo. Este es un cuadro muy poderoso: ¿quién no se ha sentido identificado, en algún momento de su vida, con ella, con la mujer de la pintura? ¿Quién no se ha visto solo, en la noche negra, justo en medio de una estruendosa pelea de perros?

¿Quién no ha sabido que al llegar a “casa” solo le espera a uno una Habitación de hotel?

viernes, 11 de septiembre de 2009

"El caos reina"


“El zorro pareció muy intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.”

(Antoine de Saint-Exupéry, El Principito)





Como si de la última (y aburrida) película de Judd Apatow se tratara, [Hazme reír, 2009], le he concedido al buen Fran G. Matute diez días de ventaja por si quería hablar de este tema. Pero como no lo ha hecho, me veo en la obligación moral de intervenir: el mundo tiene derecho a conocer. Pasemos el mal trago cuanto antes: en la última (y aburrida) película de Lars Von Trier aparece un zorro parlante.

¿Puede alguien que haya visto la peli explicarme la función o significado de esa escena? No, no puede. Era una preguntilla medio retórica, pero yo la contesto. Y desde luego que no era una súplica: no soy tan ingenuo. El zorro parlante ha sido uno de los mayores atractivos de esta peli, no se habla de otra cosa. Hace un par de días, el blog de Fran Nixon se hacía eco de una entrevista al nota-que-dobló-al-zorro-que-habla-en-la-película-de-Lars-Von-Trier. ¿Zorromanía?


No sé si recordáis aquel sketch de Muchachada Nui, el testimonio del cineasta danés Lars Von Trier. Amén de muchas mamarrachadas y espantajerías, había una escena clave que se me quedó grabada en la retina y que no puedo por menos que traer ahora a colación: el tipo se subía a una grúa, se sacaba la churra y gritaba a los cuatro vientos: “¡Lars Von Trier se mea en el mundo!” Pues bien, amigos, con esta su última peli, Anticristo (2009), se ha hecho realidad el delirio paródico de Joaquín Reyes.

Al parecer, en la versión original (que tuve la desgracia de ver), quien pone la voz al cánido es el propio Von Trier. Gracias por tan alto honor, señorito….!!! Pocas veces he sentido que un creador me estaba tomando el pelo con tanta certeza como en la escena del zorro parlante, y os lo dice alguien que es amante del arte contemporáneo (prometo post al respecto).


“Receloso” sería un eufemismo para describir mi estado de ánimo ante esta polémica peli de Anticristo cuando se estrenó. Recuerdo los carteles de promoción en el metro londinense: eran completamente negros, como sugiriendo que el contenido de la cinta es tan brutal y escandaloso que no se podía mostrar. Fantochada como poco! De acuerdo que el jigo de Charlotte Gainsbourg no es especialmente estético, pero vamos, que la peli la podían haber promocionado con la foto de una cabaña, o una bellota, y no hubiese pasado absolutamente nada.

Por eso cuando un amigo me convenció para verla, necesitó tirar de sus más persuasivas armas para convencerme. “Sale gente follando y animales hablando” –me dijo a modo de golosina. Y son verdad las dos cosas, amigos. Pese a todo, y a que mi amigo no me engañó, tal vez la gente follando y el zorro hablando sean dos de las cosas que precisamente más le sobran a esta bendita película (y muchas otras cosillas que no revelo para no destripárosla: yo la dejaría en 11 minutos, y dura hora y tres cuartos, con que, figuraos).


¿Y qué dice el buen zorrito, Porerror? Ah, señora, son palabras de tal calibre y tanta importancia que no me atrevo a repetirlas. Baste decir que están en consonancia con el despropósito general que es la película. ¿Dónde están los defensores de los zorros cuando se les necesita? ¿Por qué no se ha querellado el zorro que hacía de Robin Hood en la peli Disney de 1973? ¿Por qué no han puesto el grito en el cielo los laboristas ingleses, los mismos que prohibieron la tradicional caza del zorro? ¿Dónde el zorro de El Principito, ubi Catherine Zeta-Jones (la novia de El Zorro)? ¿Qué opina de este injurión Megan Fox?

Cuando despertó, el zorro todavía estaba allí. Y hablaba.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Lecturas veraniegas (III): Benegas


Sabéis que hay varios tipos de novelas policíacas (o “policiales”, como decía el buen Borges), y yo nunca he sido particularmente fan de ninguno de ellos. Hay novelas detectivescas, más o menos de salón en plan Agatha Christie, hay esas en que es imposible averiguar la solución porque el autor se guarda datos (en plan Sherlock Holmes: todas se resuelven gracias a un antiguo coronel en la India, cuya existencia desconocían los lectores). Luego están las llamadas novelas negras, en las que da igual en verdad quién sea el malo, ya que el placer se deriva de otras cosillas.

Hay otro tipo, llamadas “novelas de procedimiento policial”, en las que lo importante es ver cómo trabaja la bofia, onda interrogatorios, recogida de pruebas, órdenes de registro, forenses, autopsias… En palabras de uno de los maestros del subgénero, el sueco Henning Mankell, “[p]ara un observador ajeno, aquel trabajo probablemente sería aburrido y agotador” (Asesinos sin rostro, 1990). Hoy quiero hablaros de un libro muy gracioso que me acabo de leer, se llama Benegas (2009) y el autor es Francisco José Jurado.



A priori, se trata de una típica y tópica novela de procedimiento policial, de hecho, la frase publicitaria de la portada es espantosa: “El inspector Benegas, de la Brigada de Homicidios de Córdoba, tiene trabajo por delante. Las ratas han salido de las cloacas”. Sin embargo, el libro guarda un par de giros que lo hacen más que meritorio. Sin destriparlo no puedo contaros nada, claro, pero tendréis que confiar en mí.

Llamar “novela” a Benegas a lo mejor es una inexactitud, ya que el libro se encuentra dividido en varios capítulos o casos prácticamente independientes. Tampoco se trata de una colección de relatos al uso, ya que las secciones del libro acaban por –más o menos- encajar, si no como un puzzle al menos sí como una macedonia de frutas. Me quedo con novela, pues, dado que en esta postmodernidad, ya se sabe: todo vale. Y el libro exhibe varias de las características de la obra literaria postmoderna, sobre todo la metaficción.


El estilo del libro es ligero y fácil de leer, no se trata de una obra demasiado ambiciosa literariamente, pero desde luego que tampoco puede ser categorizada como un simple best-seller. En ocasiones, sin embargo, la narración denota un leve barroquismo, sobre todo cuando abunda en ambientes barriobajeros. En esos momentos, Francisco José Jurado me recordó a un Montero Glez que hubiese obtenido el título de la Secundaria.

Una capa extra de morbo-interés en mi caso es que el trabajo del detective Benegas (que da título al libro) y su equipo tenga como telón de fondo la ciudad de Córdoba. Los poderes fácticos de la ciudad aparecen bosquejados (sin ser esto una sátira ni un roman à clé), el potentado Rafael Gómez Sánchez “Sandokan” (aquí el “Pirata”), Cajasur (aquí Banco Meridional), el ayuntamiento comunista… Los casos versan sobre temas de bastante interés o actualidad: memoria histórica de la posguerra, corrupción en la universidad, el ruin mundillo de los premios literarios… y están narrados de manera ágil y competente, bien que un pelín predecible.


Según la contraportada del libro, “Benegas no es un sabueso al uso”, cuando a mí me ha parecido que eso es exactamente lo que es. Ya sabéis, poli veterano, con mala leche y una fina intuición, que lucha contra la burocracia, su mujer le acaba de dejar… y rodeado por un equipo más o menos de repertorio: la joven atractiva y eficiente, el tímido empollón, el friki, el poli pasota pero con instinto… de hecho, Benegas y su equipo me han divertido porque me han parecido una versión meridional a 40º a la sombra del Kurt Wallander de Mankell y su gélida comisaría sueca.

En definitiva, aunque este no es el tipo de lecturas que frecuento, recomiendo Benegas a todo el mundo, seguro que hará las delicias de los fans del género policiaco, y los demás, pues echamos un buen ratazo de lectura amena imaginando que por una vez, Córdoba es Los Ángeles.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Beatles Again


“-¿Cuál será mi porcentaje?
-El 90 para mí y el 10 para usted… el mismo que los Beatles!
-Y ellos son ricos, ¿no?”

(Búscate la vida)





En este justo instante en el que vosotros estáis leyendo esto, el mundo está conteniendo la respiración. ¿Motivo? Hoy día 9 del 9 del 09 los todopoderosos Beatles reeditan toda su discografía (una vez más) con no sé bien qué mejoras. Mejor dicho: a los todopoderosos Beatles les reeditan… “Vuelve el cuarteto de Liverpool” –reza el hiperbólico titular de la página de inicio de MSN. Hiperbólico porque, en la imagen que acompaña al titular sobre el “cuarteto”, yo solo veo a DOS Beatles. ¿Estamos ante una agrupación del Carnaval de Cádiz?

Chistes macabros aparte, ya sabéis quiénes son los Beatles, ¿no? Los que inventaron el pop. En este justo instante en el que yo estoy escribiendo esto, TVE1 está emitiendo un anuncio sobre las susodichas reediciones de los Beatles. ¿En qué consisten? La verdad es que no me he enterado bien. Si lo hubiera hecho, a lo mejor el post no me quedaba tan gracioso. Hoy me dice un amigo que le ha dicho a él otro –un audiófilo- que es un contradiós remasterizar lo que originariamente estaban pensados como discos de vinilo en mono: doctores tiene la Iglesia, y la Iglesia del Pop diríase que más que ninguna otra.


Según el crítico Stephen Thomas Erlewine, la reedición en mono sí que merece la pena, al parecer es lo mejor desde el chicle, y resulta que escuchándola uno disfruta a los Beatles como no lo ha hecho en más de 30 años. ¿De verdad? Digo, no quiero ser cateto, pero lo cierto es que dudo mucho que estas refitolerías (caso de que caigan en mis manos –aún no sé muy bien si voy a comprarlas) varien en algo sustancial mi percepción y disfrute de la música de los Beatles. Que suenen mejor no lo dudo, que la profundidad de la nueva mezcla mono de “Lady Madonna” sea la releche es algo que no puedo ni siquiera calibrar, pero…

¿Conseguirán estas absurdas reediciones que por fin nos guste escuchar “Revolution 9”? ¿Harán que no nos saltemos los temas de Ringo? ¿Va a resultar ahora que vamos a descubrir un Sgt. Pepper’s nuevo, diferente? ¿Nos va a salir a todos bigote al escuchar “Strawberry Fields”? Desconfió de estas lindezas. Cierto es que los fans de los Beatles –los auténticos fans, los casual listeners son el resto de la humanidad- son unos frikancos güenos: si no no se explica que vengan pagando lo que se pedía por las ediciones en CD del catálogo Beatle hasta ahora disponibles (las de 1987, las que usted y yo tenemos, señora).


Cierto es que el fan de verdad se da cuenta de que las palmadas de “She Loves You” suenan más altas en esta o aquella versión, pero no es menos cierto que los Beatles fueron, son y serán la mayor jodida máquina de hacer dinero que ha visto el Universo. En el primer párrafo me permití burlarme del afán crematístico de los, ejem, dos de Liverpool, no es el primer post que escribo sobre bizarros lanzamientos Beatle. Sin embargo, pensar que esto de exprimir la gallina de los huevos de oro es una tendencia nueva es pecar de ingenuo o de ignorante.

Los Beatles siempre han sido una auténtica caja registradora, y yo he sido el primero en ponerme a la cola para entregarles mis cuartos, ¿eh? Sea en CD, vinilo, cassette, o en forma de VHS, DVD, pegatinas, pins, chapas, postales, jarritas, muñequicos, museo Beatle en Liverpool, camisetas, posters…. Se les perdonaba todo porque su música es la más maravillosa que he escuchado nunca, y, al paso que voy, que nunca voy a escuchar.


Pero me da mucha pena cada vez que se hace evidente cuán sacaperras son los Beatles y los administradores de su legado. Es como que la magia se rompe, es como si uno estuviera con una chica y de pronto se acordara de que la ha pagado. Estas reediciones son para mí, amigos, como descubrir que el Mago de Oz es un insignificante hombrecillo con un megáfono. Que la música pop es una industria lo sabemos pero, joder, ¿era necesario hacerlo tan evidente? La respuesta está no en el viento, como decía el antaño idealista y hoy pesetero Dylan, sino en el videojuego The Beatles Rock Band, disponible desde hoy para PlayStation 3, Wii y Xbox 360

lunes, 7 de septiembre de 2009

GH11: Bizarría en grado extremo



-“Yo tengo unas braguitas Calvin Klein y son más monas que to las cosas”
(Saray, concursante de Gran Hermano 11)





Al principio de la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa (1982), un anciano Adso de Melk apenas acertaba a recordar las espantosas cosas que les habían sido dadas a contemplar con sus viejos, cansados y pecadores ojos. El Siglo, ya se sabe, que es muy tentador. Esta noche vuelvo de entre una bruma mezcla de estupefacción y bochorno ajeno para escribiros un post. Soy vuestro enviado especial en el infierno: yo me adentro en el corazón de las Tinieblas para que vosotros no tengáis que hollarlo.

“El infierno son los otros”, dejó dicho el fantoche de Sartre. En este caso concreto, el Infierno es un programa de televisión: Gran Hermano 11. Servidor es fan de la telebasura, de hecho me considero un auténtico connoisseur, pero tal vez por ser tan purista ya con la edad se me está poniendo la boquita muy fina. Telebasura, sí, pero con clase. Los hermanos Matamoros dizque peleando cual pareja de novios sacada de una obra de los Quintero, tiene un pase. Jimmy Arnau yendo en silla de ruedas a hablar con Jorge Javier, canela pura. Pero lo que estoy viendo ahora en la presentación de esta nueva edición de Gran Hermano es tan atroz que no tiene nombre.


No tiene Teología ni Geometría, que diría el clásico, es un atentado, no ya al buen gusto, sino a toda nuestra percepción del mundo. ¿Se trata de otra señal del Apocalipsis? Un botón de muestra, extraído del vídeo-presentación de una concursante al azar. Rubia bajita y tetona, gallega cual vaca. Ella tiene mucho pecho (lo cual en sí no es ni malo ni bueno) y atención amigos porque lo quiere enseñar. “Saray. 27 años: binguera”. Trabajo en un bingo de El Ferrol, vendiendo cartones y cantando los números. Me apasionan el fútbol y los coches tuning. Estoy soltera y entera para quien yo quiera. Por donde paso, siempre arraso. A los nueve años fui Mamachicho (sic) y hace dos quedé tercera en Miss Eurocopa (ambos méritos acompañados de sendas evidencias audiovisuales).

Soy hija única pero no soy caprichosa ni mimosa (esto lo escuchamos en off mientras le vemos prácticamente comerse la boca con su ultramaquillada me-resisto-a-envejecer-y-además-hoy-ha-venido-Telecinco-a-casa mamá). Nada intrínsecamente malo ni censurable en el currículum de esta chica, salvo que está saliendo en la cadena líder de audiencia del país, y usted, señora, y yo (y millones de españoles) la estamos viendo. En mi caso, desde la fascinación atónita.


El elenco lo completan una serie de beldades meridionales (“¿Os habéis dado cuenta? ¡Somos todos del sur!” -¿por qué será, amiga?) que no desentonarían en un videoclip de El Tito MC. Por ejemplo, una gimnasta rusa de 19 años, una malagueña con padre de Bombay (“Tengo descendencia india”, anuncia ufana a la vez que nos confirma su desconocimiento del léxico)… Hay incluso un minusválido para dar la nota de color (espero sinceramente que no la del morbo).

Y toda esta ceremonia de la confusión, conducida (valga el oxímoron) por la siempre inclasificable Mercedes Milá, sobre la que no tengo ni fuerzas para escribir esta noche.

Si me dieran un euro cada vez que me he encontrado por la calle a un ex concursante de GH… tendría cuatro euros. La primera edición del concurso la seguí como el que más: experimento sociológico, etc. Incluso recuerdo estar enganchado, y verlo religiosamente todos los miércoles junto a mi amiga yanqui. Aquella primera vez la cosa tenía cierta gracia, todo resultaba novedoso, los concursantes eran entrañables… Luego las ediciones se fueron sucediendo, y –como siempre pasa- incluso los ganadores fueron cada vez más anónimos. Últimamente, sé que han tenido que recurrir a gimmicks cada vez más bizarros, meter a los habitantes de la casa junto a animales de granja (incluida una capea), hacerles pasar penurias…



Un primo hermano trabajó en la producción de GH1 y 2, y aunque siempre discreto, dejaba insinuar muchos chanchullos… Fue él quien me anunció, en el 2001, que mientras hubiese ingresos publicitarios, por miserables que fueran, habría Gran Hermano. Y que veríamos evolucionar el perfil de los concursantes hasta hacerse cada vez más homogéneo: jóvenes musculitos y jacas petonas, bastante atractivos y con follabilidad entre sí (buscando atraer la audiencia joven, la más consumista, se entiende).

Hastiado por tamañas barbaridades, aparto la vista del programa, cambio de tercio. Pero –voyeur impenitente- no puedo resistirme a mirar una vez más, pasadas dos horas. En la pantalla, el logo de Telecinco y un par de jembras en biquini pavoneándose ante los desnudos y tatuados torsos de sus compañeros de casa de Guadalix de la Sierra. El concurso no lleva ni dos horas y ya están semidesnudos en el jacuzzi. La guerra ha comenzado: ay, si George Orwell levantara la cabeza!!!

jueves, 3 de septiembre de 2009

El Cuadro


“Después de esto, vi que había una multitud tan grande que nadie la habría podido contar. Eran gentes de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Permanecían de pie delante del trono y delante del Cordero”
(Apocalipsis de San Juan: 7.9)




Os voy a dar una primicia: existe una técnica artística consistente en coger tablas de madera y mancharlas con pinturas a base de aceite para recrear el mundo. Os doy otra: la gente que pinta se llaman pintores, los ha habido en todas las épocas, de hecho, se puede estudiar su evolución de manera histórica: hay miles de ellos. Hay miles de pintores que pintaban tablas, lienzos, frescos….. y luego estaban los hermanos Van Eyck.

Al espacio más o menos confinado que se recubre (o no, modernamente) de pintura se le llama cuadro. Al políptico que representa la Adoración del Cordero Místico de los Van Eyck yo lo llamo simplemente el Cuadro. Veréis, el Cuadro (que no tiene título, unos lo llaman El Cordero Místico, otros el Altar de Gante o el Políptico de San Bavón –en alusión a la catedral donde se encuentra) es mi obra de arte favorita de todos los tiempos. Con diferencia.


Soy un flipado de la Edad Media, y la Edad Media flamenca es otra galaxia (ellos iban siglos por delante). El arte medieval me encanta porque además de ser bonico servía para algo, muy comúnmente para rezar, y esa idea me parece cojonuda. Los pintores primitivos flamencos son mis favoritos: su técnica al óleo, el rico detallismo de sus interiores domésticos (en que reflejan las calidades de telas, joyas, muebles, etc…) y exteriores, ora urbanos ora rurales, con sus edificios, su vegetación… ¿qué queréis que os diga? Es lo más bonito que he visto nunca (y me dejo los retratos, que también son la repanocha).

El Cuadro es un políptico (muchas tablas, además tiene dos lados: abierto y cerrado) pintado en 1432 por Jan y Hubert Van Eyck (sobre todo Jan, la verdad) que representa en 24 tablas un pasaje del Apocalipsis pero es mucho más: su rico simbolismo y complejo programa iconográfico dan para una explicación en audioguía de más de tres cuartos de hora. Pero yo no soy experto en arte, solo aficionado, y mi intención con este post no es explicar el Cuadro, sino llamar la atención sobre él.


El devenir histórico del Cuadro ha sido también flipante. Normalmente se mostraba cerrado, abriéndose solo en ocasiones muy solemnes. En el siglo XIX el puritanismo hizo que las tablas originales de Adán y Eva (que los representan en porretas) fueran sustituidas por unas copias en que nuestros primeros padres tenían las partes pudendas completamente cubiertas de vello, cual jodidos osos. Los nazis lo robaron durante la ocupación, con el propósito de exponerlo en un delirante Museo de Arte Ario que jamás se llegó a materializar. El Cuadro se recuperó, pero hubo otros robos, y una de las tablas menores se ha perdido para siempre, lo que nos queda es una copia.

Como he dicho antes, el Cuadro se encuentra en la ciudad belga de Gante, y yo cada vez que voy a Bélgica no perdono una visita para contemplarlo extasiado. He tenido la suerte de hacerlo cuatro veces en doce años, y pido a Dios que esta última (latest) vez –hace dos semanas- no sea la última (last). Los turistas se arremolinan en la sala o capilla donde se expone: detrás de una cabina de grueso cristal de seguridad. Al observarlos observar el Cuadro, nunca puedo olvidarme de las palabras de San Juan: “Vi que había una multitud tan grande que nadie la habría podido contar. Eran gentes de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Permanecían de pie delante del trono y delante del Cordero. Así sea.
 
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