Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Política esaboría


“Política, no seas esaboría
-Carlos Cano



La referencia aquí al mítico (y aburrido) tema de Carlos Cano (R.I.P.) es porque la política española está por los suelos, amigos. Si ayer hablé de la yanqui, hoy hablo de la nuestra. Esto tiene menos talla intelectual que Torrebruno jugando a la Playstation. (Torrebruno R.I.P. también, of course!). ¿Dónde quedaron los políticos de antaño, serios, preparados, gente de sólida formación? ¿Qué se fizo Castelar, el orador? ¿Aquellos discursos de Azaña? ¿Ese Madariaga, erudito, novelista y “tonto en varios idiomas”, como bien apuntara Ortega y Gasset?

Si mis políticos no van a ser gente culta y bien formada, lo mínimo que les pido entonces es que sean graciosos. Pero es que ya ni eso, oiga. Como bien me ha dicho hoy un amigo: “Cómo estará la cosa de mala que en vez de hacer gracia los políticos ahora son los jueces”. Cuánta razón… Los políticos de hoy no son graciosos, señores: ¡NO! Estatuas Verdes acusa. ¿Zapatero? Da penita. ¿Rajoy? Da más penita aún. Pepiño Blanco da pupita directamente, y de Esperanza Aguirre se burlan muchos, pero no porque ella sea graciosa, precisamente. Las ministras del cupo (Vogue, Bibiana, Magdalena, Chacón) no tienen ni pizca de gracejo (las que daban juego, la de Cultura y la de Vivienda, las quitaron).

La nueva Directiva o Ejecutiva del PP parece sacada de una película de miedo y Aznar, por mucho que se empeñen todos los guionistas de Cuatro y La Sexta juntos, no es un señor gracioso: es soso. ¿Dónde buscaremos el humor, entonces? El nacionalismo, que por definición causa risa, era nuestro bastión clásico. Pero Ibarretxe da mucho miedo y los que hay ahora en CiU y el Bloque Galego tienen un perfil tan bajo que no llegan ni a actores de reparto. ¿Dónde quedó ese nacionalismo clásico y chocarrero? ¿Ese ajedrecista Sagaseta que se pasaba las sesiones parlamentarias en pie íntegras para protestar por la opresión de Canarias? ¿Ese Carod haciendo el mongo, ese Pujol bizqueando?


Mal que me pese reconocerlo, la época dorada del humor político en España fueron los 80, más aún, la era del Felipismo. El propio término (¿quién lo inventó, Mingote?) es un hallazgo lingüístico. Recuerdo haber hecho un mural sobre política en 3º o 4º de EGB y haber tenido que recortar las fotitos de todos los ministros para pegarlas en mi trabajo. Aquel Barrionuevo, joder, inefable Miguel Boyer, Solana, ¿por qué nos dejaste?, y no digamos Narcís Serra, con su piano y sus errores gramaticales, ¿y Fernando Morán? Él solo dio lugar a un género de chistes cortos. El Guerra como vicepresidente, eso sí que era canela, el mayor poeta de la Democracia (¿o era que leía a poetas?).

La Oposición en aquellos tiempos tampoco anduvo mal, ¿eh? Manuel Fraga de por sí es un espectáculo con solo abrir la boca: hoy día se le entiende menos que a Darth Vader comiendo polvorones, ¡pero es que ya era sí hace veinte años! Santiago Carrillo, con su peluca y su comunismo (entrañable), hasta de Adolfo Suárez me acuerdo (“el traidor”, como le llamaban los fachas). El fin de Fraga y el paso de AP a PP no fue fácil: ahí quedaron en el camino Jorge Vestringe o Hernández-Mancha, líderes del partido que solo sirvieron para que Pedrito Ruiz los imitara.

Hubo por aquella época solo una persona que brilló con luz propia y aquí no hay ironía: me refiero a Julio Anguita, un hombre que levantaba mucha admiración y respeto por su talante y su integridad. Sé de mucha gente que lo votaba a pesar de ser comunista, y también sé de otros no lo votaban exclusivamente por serlo. Anguita, hoy retirado, no ha tenido un digno sucesor en la siempre divertida extrema izquierda: ¿Llamazares? No me hagan reír. A Anguita muchos lo temían como adversario, hasta el punto de llegar a decir tonterías sobre él.


Y aquí quiero traer a la memoria un antológico artículo de Juan Manuel De Prada, de hace una pila de años. Por aquella época, Felipe González arremetía contra sus dos mayores contrincantes, diciendo “Aznar y Anguita es la misma mierda”. “Felipe: ese poeta” se titulaba el artículo, y es que he dejado para el final a la mayor figura de todas las de la política-humor. El que dio nombre a toda una era. Entró como un currante andaluz, guapete, con habla grasiosa, con chaqueta de pana, y salió como una especie de gurú internacional y bajo la sombra del terrorismo de Estado. Pero sin él y sus coetáneos ya nada ha vuelto a ser igual, por eso quiero acabar con el desgarrado grito que vi en una pintada cerca de mi casa hace ocho años: “FELIPE, VUELVE”.

martes, 28 de octubre de 2008

Barack Obama: Extraño fruto


“Los árboles del sur dan un extraño fruto”
-Billie Holiday


Hay una canción que siempre que la escucho me emociona, a veces me hace llorar. Bueno, claro, hay muchas, pero me estoy refiriendo a una de ellas. El tema en cuestión se llama “Strange Fruit” y la versión más conocida y la mejor la cantó en 1939 Billie Holiday. Hoy la he escuchado en un episodio antológico de Caso abierto, que se desarrollaba en 1963, por la época en que Martin Luther King, Jr. organizó su marcha sobre Washington DC para llamar la atención sobre la falta de derechos de los negros. Sí, fue cuando dijo su discursete aquel de “He tenido un sueño” y tal.

Hasta 1965 los negros y los blancos no fueron iguales legalmente en Estados Unidos, y no pudieron votar. Y decir que ya entonces la cosa se normalizó sería decir mucho. Hoy, a finales de 2008, parece que estamos a punto de asistir a la llegada a la Casa Blanca del primer presidente negro. ¿Será posible? Con truco, lo que queráis, en realidad es mulato: lo que queda bien clarito es que blanco no es, y más importante, no es el típico espécimen de la minoría dominante blanca y protestante.

Hoy nos hemos desayunado con la noticia de un complot de opereta para matar a Barack Obama, dizque que en virtud del color de su piel. Por inútil que se haya revelado esta intentona magnicida, pone de manifiesto un problema que hay, en USA no molan los candidatos demasiado radicales (ahí están los hermanos Kennedy, no santos, desde luego, pero descansen en paz). No es que Obama sea socialista como pretende su adversario McCain, pero está claro que a muchísimos norteamericanos les tocaría las narices tener como Presidente (y Comandante en Jefe de sus Fuerzas Armadas, no lo olvidemos) a alguien de su perfil.


Mientras tanto, el resto del mundo contiene el aliento, y cruza los dedos esperando que Obama gane el próximo día las elecciones por goleada. Que si le lleva a su rival nosécuántos puntos de ventaja en las encuestas, que si su merchandising se vende más (pese a contar los republicanos en sus filas con la mediática y circense Sarah Palin), que si en caso de celebrarse estas elecciones a escala mundial Obama ganaría en 190 países… Lo cierto es que las elecciones se celebran en USA y no en otra parte, parece una perogrullada pero no conviene olvidarlo. Mientras tanto, aquí en España, el país más socialista del globo y más obamófilo, me parto el culo viendo en la tele a Ana García-Siñeriz (musa progre par excellence) anunciando las patatas fritas McCain, que adivinad a quién pertenecen.

Demagogia aparte, ¿alguien sabe si de verdad el candidato McCain está vinculado a esa marca de comida? Molaría que sí, y que se fuese al garete igual que se fue Kerry, el dueño consorte del Ketchup Heinz. Si Obama gana se va a liar parda… ¿o no? ¿De verdad pensamos que iba a cambiar tanto el mundo, es decir, los USA? Lo de un presidente negro sí que será algo digno de verse. Hace tiempo ya hablé aquí de Obama, y el otro día una lectora me recriminaba,Porerror, dijiste que era imposible un presidente americano negro”. Confieso que pensé que antes veríamos a una mujer al timón del país: si Obama gana me comeré mi sombrero, como se dice en inglés.

Complots fantoches aparte, es posible que Obama esté en peligro si gana, hay mucha peña que no puede soportar a un presidente negro. Dios no quiera que le pase nada. De momento, y tras ver el episodio de hoy de Caso abierto, en el que había disturbios raciales, asesinatos, injusticias, canciones de la Motown, me doy cuenta de que hemos recorrido un enorme trecho con el tema racial, o mejor, que los USA lo han recorrido. “Los árboles del sur dan un extraño fruto, sangre sobre las hojas y sangre sobre la raíz”. Por cierto, supongo que sabéis que el “extraño fruto” al que se refería la canción de Billie Holiday, el que colgaba de los árboles, eran los cuerpos de los negros ahorcados en linchamientos.

lunes, 27 de octubre de 2008

Flaubert, el loro, el lechoncillo, el otro loro y Julian Barnes


Parafraseo el título de una sección de El loro de Flaubert (1984) del autor inglés Julian Barnes para darle nombre a este post. Julian Barnes, ¿mejor novelista británico vivo? Contesta razonadamente. No lo sé, no soy como esos profesores que escriben exámenes en Cambridge con poemas de Amy Winehouse, esos de los que el propio Barnes se cachondea. Solo diré que Julian Barnes es un escritor de talla grande, XXL, de esos de “hondo conocimiento del alma humana”.

Conocí a Barnes en un catálogo por correo de la editorial Penguin, de donde pillé su novela Inglaterra, Inglaterra (1998), hilarante, que a todo el mundo recomiendo. Años después lo reconocí en la carrera, listado junto a los grandes de su generación (Amis, McEwan, Ishiguro, G. Swift). Su fama entre los contemporáneos se la debe a obras como Historia del mundo en 10 capítulos y medio (1989) y, sobre todo, El loro de Flaubert. La Historia del mundo me la leí con muchísimo gusto: una estupenda reflexión acerca de la Historia, el amor, el significado, los significados de las cosas.


El loro de Flaubert –dicen que su obra maestra- me ha gustado tanto que he ido por la calle gritándolo. “¡Este libro es buenísimo!” –“Como todos los que tú te lees…”, me contestaron con sorna. Ojalá. Este está muy por encima de la media, hacedme caso. Hablamos de una obra postmoderna en su forma (estructura no lineal, humor, juego, parodia, pastiche, intertextualidad, metaficción y Su Majestad la Ironía) y su contenido, que a continuación paso a comentar.

La historia de este libro no es que sea simple o complicada: es que la historia aquí es lo de menos. Un médico inglés jubilado, estudioso amateur de Flaubert, trata de dar sentido a su propia vida reconstruyendo la vida y la obra del novelista francés a través de lecturas, visitas a los lugares flaubertianos y reflexiones filológicas. ¿Rollazo, Porerror? Tranquilos. El punto de partida del narrador es la supuesta autenticidad o no de unos loros disecados que se exhiben en sendos museos, pretendiendo ser el “loro disecado original” que inspiró a Gustave Flaubert el relato “Un corazón sencillo” (incluido en Tres cuentos, 1877).


Para ello, el narrador desenmascara las fantasmadas de los críticos literarios profesionales (usando sus mismos métodos), expone la subjetividad de las biografías ofreciendo distintas versiones de la peripecia vital de Flaubert, parodia el Diccionario de lugares comunes (publicado en 1913) escribiendo el suyo propio, revela la inconsistencia de la creación literaria a propósito del color de los ojos de la protagonista de Madame Bovary (1857). Barnes es mucho de estos jueguitos postmodernos, y sin embargo creo que su fuerte son los temas llamémoslos “de siempre”.

Creo que con la excepción de Italo Calvino, ningún escritor del siglo XX me ha llegado tan hondo cuando habla del amor como este Julian Barnes. Otro de sus temas recurrentes es la Historia y su percepción. En un momento dado, el narrador de El loro de Flaubert nos dice que la Historia es como un lechoncillo untado de pringue: muchos lo intentan atrapar, agarrar, fijar, pero siempre se escapa y encima deja a todos sus perseguidores con cara de gilipollas. Me parece una buena metáfora sobre el intento de imponer sentido al pasado desde el presente. Bueno, Barnes al coleto. Ahora habrá que leer a Flaubert, ¿no?

domingo, 26 de octubre de 2008

Personaje: Ruiz Mateos


“Boyer, peleemos como machos, y como hombres”
-José María Ruiz Mateos


¡Qué Grande os traigo, hoy, amigos! Qué personaje. Un GRANDE con mayúsculas. Ayer hablaba con un amigo licenciado en Derecho, y comentábamos lo justo e injusto de algunas leyes. La de ilegalización de Batasuna, la Ley de la Memoria del Cráneo de Lorca/Hamlet y aquella vez que expropiaron a Rumasa (Decreto-Ley 2/1983). Vaya por delante que no tengo ni idea de derecho ni de economía, de modo que si digo algún disparate vosotros me perdonaréis.

Casualmente, hoy veo en una cadena pública controlada por el mismo partido político cuyo gobierno expropió a Rumasa hace 25 años un reportaje sobre la figura de Ruiz Mateos, si no laudatorio, al menos conciliador. Ruiz Mateos el venerable ancianito, Ruiz Mateos el empresario, Ruiz Mateos el incansable creador de puestos de trabajo y riqueza para todos. Ahora resulta que era un tío de puta madre. Bueno, pues no seré yo quien lo niegue. (¡Qué demagogo eres, Porerror! Claro, claro, sí queréis opiniones no sesgadas corred a leer El País y El Mundo).


Dejando a un lado el debate sobre la idoneidad o no de aquel expolio (Rumasa en 1983: 700 u 800 empresas, 65.000 trabajadores, numerosas irregularidades fiscales y financieras), está claro que Ruiz Mateos es un personaje gigante. Más o menos marrullero, el nota es un empresario de enorme talento. Después de que lo expropiaran rehizo en parte su imperio, y en la actualidad anda por ahí Nueva Rumasa, su holding del que no se saben muchos datos, a lo mejor es para que no le metan mano las autoridades.

¿De dónde viene la grandeza de Ruiz Mateos? Recordemos que cuando lo de Rumasa, el hombre se escapó a Londres, y a partir de ahí comenzaron dos décadas de circo mediático. José María Ruiz Mateos ha pasado por doce prisiones, y se ha enzarzado en una serie de juicios (a veces como demandante, a veces como demandado), hechos que han garantizado su constante presencia en los medios. Pero como, según él, “España tiene muy mala memoria”, Ruiz Mateos optó por dar el espectáculo para llamar la atención. Como se consideraba un mártir, el nota aparecía en público cargando con una cruz de penitente.


Mitológicos son ya sus disfraces de presidiario o húsar napoleónico, pero si hay uno que ha alcanzado el grado de icono en la sociedad española es el traje de Superman. Considerando a Miguel Boyer artífice y mente maestra tras el “complot” que condujo a su expropiación (era entonces ministro de Economía y Hacienda), siempre le tuvo ganas, y no paró hasta que cierto día de 1989 le dio un puñetazo ante las cámaras, legándonos esa frase que tanto os gusta a vosotros y a mí y por la que siempre será recordado: “¡Que te pego, leche!”. Qué violencia láctea, qué poesía.

Su familia, numerosa (mujer, 6 hijos, 7 hijas y cincuenta nietos), nunca le ha abandonado en su particular cruzada de agitación y desagravio. Una hija suya le propinó un tartazo en la cara a Isabel Preysler, esposa de Miguel Boyer. ¿Cabe más dulce venganza? Él mismo llegó a rodar un antológico anuncio de bombones Trappa (una de sus empresas actuales) con una doble de la Preysler, en el que la invitaba diciendo: “Tómate un Trappa, Isabel, y que no se entere Miguel”. La mujer de Ruiz Mateos, Teresa Rivero, también es una señora inteligente y activa empresaria.


Teresa sustituyó a su marido en la presidencia del equipo de fútbol Rayo Vallecano (primera presidenta de la 1ª División española, diez años estuvo), Ruiz Mateos había estado a la cabeza del club desde que lo compró en 1990 hasta 1993. Los logros de este hombre se suceden en su biografía a velocidad de vértigo: lo mejor, sin duda, su partido político. En 1989 se fundaba la “Agrupación Ruiz Mateos”, que le valió a don José María un escaño en Estrasburgo como eurodiputado, lo nunca visto. Menos mal que en aquella época yo no era mayor de edad para votar, porque si no… no lo hubiera votado, pero me hubiera reído un rato.

Con el tiempo, la figura de Ruiz Mateos se va rehabilitando (a trompicones, por ejemplo el año pasado ingresó en prisión, el reo más viejo de España, con 76 años), lo han hecho hijo predilecto de su Rota natal, le ha dado la razón el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, hay sentencia firme en España diciendo que hay que devolverle el dinero de sus empresas… Estamos hablando de un hombre que lo perdió todo, que ha llamado a los jueces de este país caraduras, desvergonzados, alimañas, que se ha vestido de Superman… me parece que es puritita carne de Estatuas Verdes.

viernes, 24 de octubre de 2008

Suelo de historias


Por sorpresa en el email me llega una invitación para pasar un fin de semana en el campo extremeño el mes que viene. ¿Irás, no Porerror? Mmmmm… hoy es uno de esos días en los que he tenido que reducir a segunda para no atropellar a una oveja, o a una cabra, como vosotros queráis. Pero sí, iré. No me gusta el campo, no es una sorpresa, y vivir en Cosica no lo está mejorando. Pero ir a Extremadura es diferente. Llevaba unos días rondándome por la cabeza el escribir sobre esta región, a cuenta de la nueva campaña para promocionar su marca que estamos viendo en los medios últimamente.

Hablemos de Extremadura. ¿Por qué está tan agraviada en el conjunto de España? Conozco todas las autonomías españolas salvo Murcia y Baleares, y esta región es de lo mejorcito que hay. ¿Qué fama tiene? Caciquismo, retraso secular, incultura, vagancia, pobreza… ¿Está usted hablando de Andalucía? No, señora, por el estilo pero casi peor. Esta leyenda negra de Extremadura es resultado del tópico, la injusticia histórica, la mala información y la pereza. Es cierto, la región es de las más débiles económicamente de España, con paro, falta de industria… pero a veces no interesa saber por qué son así las cosas. Y sobre todo, no interesa cambiar los esquemas mentales y ver qué es lo que va cambiando para mejor.


He ido bastante por allí en los tres últimos años, incluyendo dos visitas al festival ContemPOPránea, y me fascina una cosita que les tengo que reprochar a los extremeños. ¿Cómo es que teniendo los tesoros que tienen (yacimiento tartésico de Cancho Roano, la Mérida romana, Monasterios de Yuste y Guadalupe, el casco antiguo de Cáceres, Plasencia…)? ¿Los parajes naturales (dehesa, Monfragüe, la Vera…)? ¿Los productos gastronómicos (carnes y chacinas ibéricas, quesos, verduras…)? ¿Cómo es que teniendo todo eso apenas lo publicitan? Con todo el respeto, ¿cuántas veces habremos de ver en la tele anuncios sobre los campos de golf y las playas de Valencia? Pero Extremadura, cortito de anuncios.

Podrían presumir de cultura, ahora que se reivindica lo irreivindicable. Tuvieron a Arias Montano, Carolina Coronado y Espronceda. Luego Felipe Trigo, Luis Chamizo, Francisco Valdés, Delgado Valhondo… sí, señora, son nombres de segunda fila, pero eso es precisamente porque nadie se ha encargado de decirle a usted lo buenos escritores que eran. ¿A que sí se había enterado de que Josep Pla o Rosalía de Castro eran genios? Pues eso. Contemporáneamente están teniendo bastantes nombres mediáticos: Luis Landero, Dulce Chacón (RIP), Javier Cercas… y Félix Grande, uno de los mejores poetas de España, también son de allí.


Es posible seguir con Los Chunguitos, Extremoduro, el torero Talavante, la gimnasta medallista Nuria Cabanillas, con peña de siglos pretéritos… pero tampoco es cuestión de hacer aquí un Who’s Who de Extremadura. Yo no, pero a lo mejor sus autoridades sí, y parte del problema radica en que no le dan suficiente difusión a sus logros, sus hijos ilustres y su patrimonio. Ahora con el rollo de la Marca Extremadura están empezando a hacer mucha propaganda, y eso está bien. Cultura, modernidad, ciencia, ideas, solidaridad, bienestar, son algunas de las ideas-fuerza que presiden esta campaña.

En los anuncios de la tele salen extremeños y extremeñas del candelabro como el novelista Sánchez Adalid, el baloncestista Calderón, el actor Alberto Amarilla, Berta Collado (La Sexta), Raquel Sánchez Silva (Cuatro) o Soraya OT. Y dada esta nómina cabe lícitamente hacerse una pregunta: ¿son todas las mujeres extremeñas guapas, graciosas y con talento? No, amigos, ahí está la cant…, la actr…., ahí está Bebe para atestiguarlo.


Esperemos que esta campaña (exagerada, como todas las publicitarias, pero igualmente lícita) sirva para algo y que la cosa no quede en un simple reclamo turístico: sé de lo que hablo, provengo de la “otra” región pobre y cateta de España. El turismo es un gran recurso pero no la panacea. Pero por algo se empieza. Y de paso, a ver si algún señor de la Junta de Extremadura llega a leer este post y le da por mandarme un lomo ibérico, siquiera cien gramitos liados en papel de plata, hombre.

jueves, 23 de octubre de 2008

Lo estabais esperando


Por petición popular, Estatuas Verdes habla de Falete. Conste que no pensaba hacerlo, pues el buen Grillo ya nos regaló un post magistral sobre el tema hace tres días, pero es que siento que si no escribo hoy sobre este personaje, su espíritu va a estar persiguiéndome de por vida, atormentándome, cantándome al oído temas de Manuel Alejandro. Falete, Falete, Falete. Los dientes se rozan con el labio inferior al decir su nombre, para acto seguido lamernos el paladar y terminar con una explosión dental. Fa-le-te. Para ciertos periodistas era Don Rafael, para el Gran Wyoming su nombre derivaba de “falo”, para mí –con su mantón de Manila al atardecer- era simplemente “Fale”.

Falete. ¿Hombre o mujer? ¿Ángel o diablo? ¿Genio o farsante? ¿Montajista? Dios nos libre de llamárselo aquí, dice Falete que es lo peor que podría decirse de su persona. ¿Qué se esconde detrás de esta figura, cruce de María Dolores Pradera y Rocío Jurado? Falete: ¿Error de Dios? Relación, si la hubiera, con el Mani. Desde que saltó al candelabro hace cuatro años con su aclamado (y corto: solo nueve canciones) Amar duele, Falete se ha ido convirtiendo en un tópico muy socorrido para hacer chistes de gordos. Decenas de guionistas de todas las cadenas de radio y televisión deberían pagarle derechos de autor por tenerlo constantemente en la boca, hasta un punto que ya no hace gracia. Cuando algo es muy grande, “es más grande que Falete”. Cuando alguien come mucho, “come más que Falete”. JA… Ja… ja.


Más allá de haberse convertido en un personaje-pimpampúm de repertorio, comodín para los chistes fáciles (como lo es Aznar), lo cierto es que Falete es cantante. Le pega al bolero, a la copla, sospecho que al flamenco. Él desprecia el pop por parecerle una mariconada, no está a su altura. Manuel Alejandro le compuso un disco entero, igual que en su día hizo para Raphael, Rocío Jurado, la Pantoja, Julio Iglesias, Plácido Domingo o “El Puma”. ¿Está Falete a la altura de estos monstruos? No digo que sí, pero el dato no deja de ser significativo. Yo solo tengo y escuché hasta la saciedad su primer disco, que es una obra maestra.

Enseguida vi que Falete el personaje público era enorme, mayor de lo que nunca sería el artista, no digamos el cantante. Y el cantante dejó de interesarme, la verdad. Maquillaje, uñas postizas, joyas, mantoncillos, peinetas… todo en el exterior de Falete grita “femenino”, pero parece que el buen hombre viene de serie con una dotación cromosómica XY. Falete: todo un desafío para los estudios de género. Otro dato no casual. No puede olvidarse que a Falete lo apadrinó en un principio y lo lanzó Jesús Quintero, el cazador de frikis. El Quintero tiene un gran ojo para el arte verdadero, lo sublime y la poesía, pero también capta como nadie lo canalla, lo bizarro y lo circense.


Cuando Falete se lanzó al mercado, fue una fuerza de la naturaleza. Escuchar una entrevista suya era recordar las que concedía en 1973 Freddie Mercury: no era absolutamente nadie, pero hablaba como si fuese la mayor superestrella del firmamento musical. Y eso mola. Corría el tormentoso año 2004, los puestos del Top Manta en los mercadillos bullían con copias de Amar duele, que se vendían como churros. ¿Quién era esta especie de hombre epiceno (permítaseme la licencia), este nuevo hermafrodita, este Tiresias de Sófocles u Orlando de Virginia Woolf? Como reseñé en otra parte, cuenta la leyenda urbana que había profesores en Sevilla que les decían a sus alumnos que si no les gustaba Falete no podrían aprobar su asignatura.

Después de Amar duele (2004), Falete sacó Puta mentira (2006) –el de Manuel Alejandro-, luego otro disco y hoy ha editado uno nuevo (o al menos lo ha presentado ante los periodistas). Pero no es por eso por lo que Falete lleva copando las páginas de la prensa y los minutos de la tele en las últimas semanas. La historia del falso secuestro de su novio es tan grande que excede los límites de Estatuas Verdes. Bizarría, charanga, pandereta y metaficción se dan la mano en una trama costumbrista digna de los hermanos Coen. ¿Pantalones de chándal verdes? ¿Muñecos de El Fary? ¿Uñas de los pies largas? Me planto. Ahí está la hemeroteca para glosar un episodio que a buen seguro moverá a la hilaridad a la gente hasta dentro de mucho tiempo.


Como dijo el buen Cervantes ante el túmulo del rey Felipe II, “miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. ¿De verdad que Falete solo va a quedar para esto? ¿En qué momento del camino se torcieron las cosas? ¿Qué se fizo del andrógino prodigio de la canción española, del mejor intérprete de Rocío Jurado? ¿Por qué llevo cuatro días acabando los posts con una pregunta retórica?

miércoles, 22 de octubre de 2008

Anatomismo de Grey


Nunca me han gustado las series de médicos. Lo siento, los médicos cuanto más lejos mejor. Con todo el respeto, desde el año pasado por estas fechas en que tuve un esguince de tobillo y vi (o me vieron) tres médicos diferentes, cada uno con su opinión dispar, creo aún menos en ellos. Tuve un tío abuelo médico, una eminencia, hijo de médicos, padre de médicos, abuelo de médicos… y él siempre decía que el médico, mientras más lejos mejor.

En mi casa siempre escuché decir que ciertas series de médicos en los años setenta habían aumentado a tope las vocaciones de medicina en España, en concreto se citaba a Dr. Gannon, cirujano (Medical Center, 1969-1976) como serie clave facilitadora de este fenómeno. También son ganas. Menos mal que a mí no me ha dado por seguir en la vida real a mis héroes Luke Skywalker, Ignatius J. Reilly, Guillermo de Baskerville o Chris Peterson, aunque es verdad que ahora que me acuerdo, los 80 fueron mucho de niños disfrazados de Superman que se tiraban por las cornisas, creyéndose que sabían volar.

Volviendo a las series de médicos, la verdad es que no me suelen aportar nada, en cuanto a lo que mediquismo se refiere. ¿Enfermedades? ¿Pupita? Con la vida real ya tengo bastante, gracias. Un culebrón te lo tolero en un momento dado, pero una serie de médicos, sus quirófanos, sus 10 miligramos de noséqué, sus urgencias dramáticas… ¡copón, si para mí ir a hacerse una radiografía ya supone un trauma! Pero hay verdaderos fans de esto de las series de médicos, ¿eh?

No desgranaré aquí la nómina de series televisivas de tema sanitario, las conocéis mejor que yo. Hoy solo quería llamar vuestra atención sobre una en concreto que he descubierto hace muy poco y que me tiene fascinado. No es que sea nueva, ni mucho menos, fuera misterio, hablo de Anatomía de Grey (Porerror, con el título del post ya lo sabíamos). Esta serie lleva cinco temporadas, la semana que viene se estrena en España la quinta (en Cuatro). Yo hasta hora nunca jamás la había visto, pero este otoño me he quedado varios días viéndola y la verdad es que es la reoca.


Anatomía de Grey (2005- ) pertenece a esta serie de superseries yanquis de la década del 2000, estilo Perdidos, House, Prison Break y la ya nombrada. Tiene en común con House la temática medical (¿existe esta palabra en español?), pero mientras House la he visto a veces y no la aguanto –otro día diré por qué-, Anatomía de Grey me ha caído en gracia. De la serie apenas hablo porque ya es de sobra conocida: peripecias de una pandilla de médicos aspirantes a cirujano en el Hospital Seattle Grace. ¿“Peripecias”, Porerror? Estarán todo el día operando y aprendiendo medicina, ¿no?

Sí, amigos, aprendiendo medicina y follando. He ahí la clave. Jamás la medicina resultó tan sexy. Hace un par de semanas le dábamos caña a un amigo enfermero, “¿Es cierto que en el mundillo de tu profesión hay tanto movimiento de pelvis como se publicita?” Irrelevante la respuesta de mi amigo: en la ciudad de Seattle, cuna del grunge y del café Starbucks, se ve que sí. Seattle: 226 días nubosos al año, casi todos llueve. Algo tendrán que hacer cuando terminen de trabajar, ¿no? (Mojar, si no quieren mojarse). Pero lo bueno de Anatomía de Grey es que ellos no esperan a terminar el trabajo. Lo mismo echan un casquete en un quirófano que te plantifican unas bragas en un tablón de anuncios del hospital, a modo de trofeo.


El elenco es atractivo: Ellen Pompeo (Meredith Grey, que da nombre a la serie: jueguico de palabras con el clásico manual de anatomía), Kate Walsh, Katherine Heigl, Patrick Dempsey (el médico guapete), Chris O’Donnell… ah, y también sale Sandra Oh, la china de Entre copas (2004). Con la carnicería fictiva propia de las teles ahora cualquiera es el guapo que sabe de temporadas y del orden de los episodios: yo me limito a sentarme delante de la tele los martes con mi cena y a tragarme lo que me echen. Y para colmo la banda sonora es de puta madre: Ben Lee, Rilo Kiley, Tegan & Sara, Snow Patrol, The Postal Service, Duffy, Jim Noir, Peter, Bjorn & John, Feist, Paolo Nutini, y paro ya que nos va a dar jaqueca. Por ponerlo de manera resumida: Melendi no suena en esta serie. ¿Jugamos a los médicos?

martes, 21 de octubre de 2008

¿Crees en la magia?


Conozco el frenesí con dos canciones: así de fácil soy de contentar. Hoy iba a escribir sobre otra cosa, pero es imposible. Estoy tan tranquilo en mi Cosica en mi casita viendo la tele cuando me sobresaltan dos canciones. La primera se llama “Pleasant Valley Sunday”, es del matrimonio formado por Gerry Goffin y Carole King y la hicieron popular The Monkees. La escucho en la serie Padre de familia, en un montaje donde se parodiaba la serie de TV de los propios Monkees, los pre-fab four (“los cuatro prefabricados”, si los Beatles eran los “fab four” –cuatro fabuloides).

¿Por qué me llega tan hondo esta canción, si es una tontada? Para empezar, el riff está plagiado de “I Want to Tell You” de los Beatles. Ayer me decía una amiga “Cuando escuchas jazz a saco durante mucho tiempo, después la música pop te parece una simpleza que te machaquea el cerebro, pam, pam, pam…”. Exacto. Pues la otra canción me llega mucho más. Se trata de “Do You Believe In Magic”, esta escrita por John B. Sebastian para su grupo The Lovin’ Spoonful, su grupazo. “La cucharada de amor”, “de cariño”, por lo menos.


Ayer también recomendaba a esta amiga una docena de discos de pop-rock aparecidos durante el año 2008: todos los tiraría a la basura a cambio de poder escuchar una vez más el riff introductorio de “Do You Believe In Magic”, con esa infantil pero poderosa autoharpa a cargo de Sebastian. Este tema lo escucho en la serie Caso abierto, un caso ambientado en los años sesenta, Vietnam, gente en bolas, fumaban porros, ya sabéis. Y las canciones. Suenan otras luego: de The Zombies, de Mamas & the Papas, de The Doors, de Bob Dylan, de Tommy James and the Shondells, de Aretha Franklin, pero el daño ya está hecho. La que cuenta es la de Lovin’ Spoonful.

Y esto me pasa bastante a menudo, una canción, cogida por los pelos, cazada en el aire como una brizna de hierba… si la pongo yo no vale. Todas las tengo en CD cuarenta veces, en cintas, en vinilo, algunas por triplicado. Pero eso no vale. Tiene que ser que me las brinde la radio de la Vida, el shuffle de lo que conocemos diariamente. Y tiene que ser pop.

Antes os he dicho una mentira. Dije que todos los discos que me gustan de este año 2008 los cambiaba sin pestañear por una cosa de 1965, no es verdad del todo, todos no. Uno se salva del donoso escrutinio, pero es con trampa. Su autor es Brian Wilson, ¿hay que decir más? El otro día lo iba escuchando en el coche, y a medida que pasaban las canciones iba apretando los dientes de coraje. ¿Por qué me haces esto, Brian? ¿Por qué sigues haciendo música de tal calibre cuarenta años después? ¿Tenías guardado en la manga That Lucky Old Sun (2008) desde 1968? ¿Por qué no te has rendido?


That Lucky Old Sun es un disco concepto como pueda serlo SMiLE (1967/2004), más de lo que lo fue Pet Sounds (1966). Nos habla de Los Angeles y del sur de California, ahora (inmigrantes mejicanos, autopistas…) y antes (“en 1961 fuiste mi chica surfera”, “yo solía cantar con mis hermanos”). Nos habla de las playas, del sol y del Hollywood dorado, y tiene unas naranjas en la portada: ¿es posible mayor provocación?

Voy escuchando tus canciones, una a una, como cuentas de un rosario, musitándolas. Eres un puto orfebre, Brian, un terrorista de la melodía. Te odio. ¿Por qué no haces de una vez un disco ramplón para que nos relajemos? ¿No habíamos quedado en que el pop era una simpleza, a pesar de Björk y gente como ella? ¿Que si creo en la magia…?

lunes, 20 de octubre de 2008

La virgen de los sicarios


Ojo que os traigo otro libro. Es lo que tiene vivir solo, como me dice por email la lectora/no comentarista Pink Panther, se hace uno más erudito cada hora. Hace un par de semanas, cuando salí por ahí (y me sudaba el ojjj…) me recomendaron varios libros; ya me he leído dos: uno de ellos es el que os traigo.

Se llama La virgen de los sicarios (1994), obra del colombiano Fernando Vallejo. A lo mejor os suena más porque en el año 2000 fue llevada al cine por Barbet Schroeder, ese que ha estrenado ahora El abogado del terror. La novela es polémica por su temática: historias de amor y de violencia en el ambiente del Medellín de la cocaína y la pobreza. La noticia es que el amor es homosexual y pederasta, disfrazado de amor verdadero (algo tabú para nosotros, por lo menos para mí) o tal vez sea amor verdadero que simplemente aquí toma la forma de una relación de pederastia homosexual.

No hay corrupción de menores porque los menores ya están corrompidos: son sicarios, asesinos a sueldo de los capos de la droga con trece, quince o diecisiete años. Gastan pistola, fuman coca y llevan escapularios de la Virgen o el Sagrado Corazón, a quienes rezan no se sabe si para pedir perdón o para pedirles que les afinen la puntería. Ante este tremendo telón de fondo, la violencia –en realidad la Muerte, aquí con mayúscula- es un personaje más. Odio esas críticas de libros en las que se dice que tal o cual ciudad o sentimiento “es un personaje más” pero valga aquí el tópico por la personalización continua que de manos del narrador recibe “mi señora la Muerte”.


En una ciudad donde te pueden matar por encargo (más barato que llamar al fontanero), por robarte unas zapatillas deportivas (la culpa es tuya, por ir provocando con ellas) o simplemente porque sí (por no bajar la radio, por una “mala” mirada) la vida no vale nada. En los momentos y lugares en que la vida no vale nada parece ser que se acentúan las pasiones, todo se vive más a fondo. El protagonista de La virgen de los sicarios (la novela es un monólogo continuo en primera y segunda persona) vive cada minuto como si fuera el último pero paradójicamente también anda por el mundo (Medellín) como si las balas no pudiesen tocarle. ¿Motivo? Porque sus amantes (sus “niños”) son sicarios que le protegen, en principio, hasta desembocar en matanzas “de limpieza” dignas de Taxi Driver.

La trivialización de la violencia podría conducir a la insensibilización del lector, pero el narrador busca exponer su propia ética, su credo clasista, racista, elitista, descreído… ¿disoluto? El hombre es ateo, pero no para de buscar consuelo acerca de la vida y la situación de una Colombia desgarrada en las múltiples iglesias a las que acude a rezar. Medellín se nos presenta como una suerte de mezcla entre el Glasgow de Trainspotting y la Gotham City de los tebeos de Batman, la ciudad donde quiebra todo: el progreso, la honradez, la función pública, la fe, incluso la vida. Según el narrador del libro, lo único que parece triunfar es el amor, pero a uno le queda la duda de hasta qué punto es verdadero ese amor chaperil que exhibe una diferencia de edad de cuarenta años, entre un señor rico y un mozalbete sobornado con zapatos Reebok y televisores.

Una palabra más sobre el narrador. Se trata de un señor muy culto y refinado (es “gramático”) aunque de origen humilde. En su narración, que integra cultismos con lenguaje coloquial, no faltan referencias “de pasada” a la poesía de Manuel Machado, la gramática de Rufino José Cuervo, los cuentos de Borges, las novelas de Balzac, El Quijote, los Evangelios o la música de Arnold Schönberg, lo que contrasta brutalmente con la zafiedad y rudeza de la cultura popular que le rodea, ejemplificada por la ignorancia supina de sus noviecitos sicarios y por la aparición de las canciones “La gota fría” de Carlos Vives y “Senderito de amor” de Pedrito Infante.


Entonces queda una pregunta, que podéis hacerme con toda franqueza. ¿Cómo has –no ya leído- disfrutado una novela sobre una materia tan truculenta? No lo sé, dejad de gritarme. Igual que lo flipé con la novela American Psycho (1997) de Bret Easton Ellis o la peli Todo sobre mi madre (1999) de Almodóvar. ¿Qué más me da que sean truculentas? ¿Que haya asesinatos, travestis, drogas, cositas malas? El arte no se puede juzgar por lo que representa, lo siento. Y esta novela de La virgen de los sicarios es posible que te den arcadas al leerla, pero es una obra de arte como la Catedral Metropolitana de Medellín. En cuatro horas me la he leído esta tarde, de un tironazo. ¿Queréis más pruebas?

domingo, 19 de octubre de 2008

Montano Dream


El profesor de literatura francés Pierre Bayard sacó un libro titulado Cómo hablar de los libros que no se han leído (2007). Dice que es perfectamente posible opinar –y quedar bien- sobre libros sin habérselos leído, y que no es un pecado dejarse a la mitad los libros que por la razón que sea no queremos terminar. Esto ya lo dijo hace tiempo también Juan Manuel De Prada en un artículo de ABC, pero es una opinión que en ciertos círculos parecería blasfema. Un libro puede ser aburrido -aviso- o no, depende de para quién. ¿Y semejante perogrullada, Porerror?

Pues señora, esto viene a colación de libro del que quería hablar aquí hoy, que no es el de Pierre Bayard. Y no hablo sobre el de Pierre Bayard porque no me lo he leído. Pero sin comerlo ni beberlo os he plantificado un párrafo citando a dos escritores, que es lo que hace Enrique Vila-Matas a lo largo de toda su (¿novela?) El mal de Montano (2002). Aceptamos “novela” como animal acuático aunque habría bastante que discutir al respecto. De hecho, hice un poco de investigación en Internet sobre El mal de Montano, y hay tal cantidad de ensayos y artículos de Teoría de la Literatura y Crítica literaria que desisto de transplantar aquí siquiera una versión minúscula del debate.

El mal de Montano es una novela porque su autor lo dice, y eso deberá bastarnos. Me he acercado a él de la manera que más me gusta: por recomendación de un amigo con muchísimo criterio literario. De hecho, este hombre me lo regaló por mi cumple, pero hasta hace un mes no pude hincarle el diente. Mi amigo me aseguraba que le había encantado, que era una novela porque tenía una cierta trama y que era un libro muy interesante. A mi me daba miedo por varias razones. La primera porque ya había leído dos obras de Vila-Matas, Bartleby y compañía (2001) e Historia abreviada de la literatura portátil (1985). Ambas me gustaron, pero me dejaron intelectualmente hecho polvo, tal es el esfuerzo que requieren.


La segunda tiene que ver con Vicente Luis Mora (poeta, prosista, crítico) y su ensayo La luz nueva (2007). En este libro –que desde aquí recomiendo a todo el mundo- se desenmascara el lamentable panorama de las letras españolas actuales: todo novelas históricas o realistas con poca o ninguna vocación experimental. Según La luz nueva, hay autores “clásicos” modernos de probada calidad pero que también han degenerado hasta plegarse a las exigencias del mercado. Uno de estos sería Vila-Matas, antaño grande (siempre según V.L. Mora) pero que lleva escribiendo el mismo libro desde el año 2001.

Mi amigo me aseguró que El mal de Montano no merecía tan ligera clasificación (el supuesto “mismo libro” de Vila-Matas sería una historia entre la novela, el ensayo y la falsa autobiografía sobre un escritor obsesionado con otros escritores, y tan rellena de citas y alusiones literarias que a su lado las obras de Borges serían las de un iletrado). Tengo que decir que El mal de Montano es exactamente eso: una historia entre la novela, etc, etc… Ahora bien, ¿es eso un problema? El libro es lo que es, realmente no cuenta mucho, pero por el camino va desgranando auténticas perlas literarias de estilo y pensamiento, y nada más por eso ya merece la pena.

Verdad es que El mal de Montano no me ha vuelto loco, pero me ha reconciliado con Vila-Matas: él hace lo que mejor sabe hacer, si a ti te interesa o no es otra historia. Sirva esto como advertencia: yo suelo ser en Estatuas Verdes deliberadamente hiperbólico cuando recomiendo algo (“lo mejor desde el chicle”, “quien no lo lea no tiene alma”, etc). No lo seré en este caso, pero no porque el libro no me haya gustado o no sea verdaderamente bueno. Me ha gustado mucho y es muy bueno, pero, ojo, no es una lecturita para pasar el rato. En una página al azar podemos encontrar referencias a Herman Melville, John Cheever, Alejandra Pizarnik, Robert Walser, Justo Navarro, Witold Gombrovicz, Fernando Pessoa, Robert Musil y Franz Kafka. Así en cada página, una culturetada, lo que pasa es que está todo admirablemente hilado.


Lo que más me ha gustado de El mal de Montano es su cuidado estilo engañosamente fácil, y su estructura postmoderna, en la que la lectura de cada nueva parte dinamita todo lo aprehendido en la anterior. Pongo un ejemplo, burdo por lo improvisado: es como si mañana yo escribiera un nuevo post diciendo que ayer escribí un post fingiendo que me había leído El mal de Montano y pasado mañana otro post en el que revelo que ni existe Enrique Vila-Matas ni yo sé escribir (ahora que lo pienso, a lo mejor son ciertas ambas cosas).

Lo que menos me ha gustado del libro es su poética o intento de teorizar asistemáticamente sobre todo lo que significa el hecho literario, la creación, la vida del autor, la desaparición de la literatura. V.L. Mora y los Nocilla dirán que es un rollo y una paja mental. A lo mejor es que secretamente ellos envidian a Vila-Matas por escribir como escribe, yo desde luego que sí.

viernes, 17 de octubre de 2008

Coen & Coener


El título de este post quiere decir “Dos Coen muy Coen”, por recordar aquella peliculorria con Jim Carrey y Jeff Daniels, que al lado de la última de los Coen resultaba una obra maestra del séptimo arte (y graciosísima, oiga). Otro título que he barajado es “Arrancarse los ojos después de ver”. La última de los hermanos Coen se llama Quemar después de leer (2008), y digamos ya que su mejor (y única) virtud es hacer buena No es país para viejos (2007).

Quemar después de leer nos la han vendido como una reivindicación de la estulticia humana, como un canto a la estupidez. Recuerdo haber leído que la inteligencia estaba sobrevalorada y que había que reivindicar la tontería. Genial golpe maestro de los Coen: si yo tuviese un truño de película y pretendiese que el máximo número de peña fuese a verla pagando dinero, también diría esas cosas (“¡Los tontos sois unos reyes!”). Los tontos somos nosotros, que hemos picado en ir a verla, en mi caso por ser fan de estos cineastas que han hecho tantas pelis molonas y graciosas como Sangre fácil (1984), Arizona Baby (1987), Fargo (1996), El gran salto (1994), O Brother! (2000)... Y también hicieron algo llamado El gran Lebowski (1998), con eso está dicho todo.


Otro reclamo era el reparto. A pesar de la siempre estomagante Frances McDormand o como se escriba, en esta peli salen Brad Pitt –uno de mis actores favoritos-, George Clooney y John Malkovich –dos de los actores favoritos de todo el mundo. Como no, lo mejor de la película es la actuación de Brad Pitt, que hace de tontico pero “no tonto del todo” (como bien se nos recomienda en Tropic Thunder: “never go full retard”). ¿Zangolotino? Sí. ¿Acelerado? Sí. ¿Corto de léxico? Sí, pero también chantajista cuando es menester.

La trama ni paso a resumirla: baste decir que son tres historias entrelazadas con pinzas. De hecho creo que lo que me ha resultado más irritante de la película es el hecho de que la supuesta “casualidad” que pone en marcha el supuesto “gran enredo” ni siquiera está bien hilada o justificada, sino que se trata de una arbitraria y chapucera ocurrencia en plan “Coen ex machina”. Así no juego. En El gran Lebowski, un malentendido plausible desencadenaba una trama descacharrante, el Nota solo quería una alfombra para dar ambiente a su habitación. Pero en Quemar después de leer se recurre a la más burda casualidad. Dice el novelista inglés Julian Barnes que si él fuera el “dictador de la ficción” prohibiría las coincidencias como facilón recurso narrativo. Visto lo visto, empiezo a estar de acuerdo.


Y otra cosa. Prefiero ver una comediota delirante en la que un Boeing 747 aterriza dentro de una terminal de aeropuerto por un fallo en las señales del personal de tierra, u otra en que un chucho salva a su amo in extremis porque sabe hablar con los osos que van a atacarle. Al menos en estos casos no se me hace creer que se trata de comedia costumbrista o real, sino de un disparate. Lo que no soporto es que los Coen se rían de nosotros (son los únicos que se ríen) haciendo una peli mongoloide pero pensando en el fondo que es humor sutil e inteligente (¿cuántos chistes sin gracia se pueden escribir a cuenta del queso de cabra?).

Mi sensación al salir de ver esta peli es la misma que tengo al acabar muchas reuniones del trabajo: la cabeza caliente y los pies fríos. Y esta vez me niego a considerar que no me haya enterado de nada: me he enterado demasiado bien. A este ritmo, los hermanos Farrelly con un cojín de peos podrían haber montado una obra maestra digna de Lubitsch. No es que no me haya gustado Quemar después de leer, es que me ha cabreado. De hecho, os la voy a reventar. Al final, todo es un sueño del Resines (y una pesadilla para nosotros).

jueves, 16 de octubre de 2008

Attic Lights: Barbaridades pop


Es lo que tiene el Londrismo, el Londrismo y las canciones. Allí en las tiendas siguen vendiendo una especie de galletas de plástico negro con un agujero en medio, con la particularidad de que si las pone uno en una especie de plato y les hace noséqué vudú con una aguja sale sonando una música. ¡Porerror, jamás vi una definición tan oblicua de los discos de vinilo (ni un peor plagio de Les Luthiers)! Bingo, señora, añada usted un uso tan rocambolesco de la figura retórica llamada “extrañamiento”, ya tiene de lo que estoy hablando. Discos, es más, singles.

Por nada y menos puede usted pillarse un single de Oasis, o de Arctic Monkeys o de lo que le apetezca que esté de moda. Ahora bien, vaya usted a por uno del año pasado, a ver si lo encuentra. Los singles (sobre todo de vinilo) tienen en Inglaterra menos vida en tienda que la proverbial pompa de Mistol. En estas estaba yo el domingo pasado en un HMV viendo la sección de novedades cuando mi novia, que es mucho de tiendas de discos y me arrastra a ellas, me vino con un single de 7 pulgadas en la mano. Attic Lights era el nombre del grupo, “Wendy” el título de la canción. Buenísima pinta (ya solo por la portada). Lo buscamos en formato CD y vemos que aparecen cinco caras B: dos inéditas y tres remixes de “Wendy”: un auténtico EP. Los remixes eran a cargo de The Fratellis, The Vaselines y Camera Obscura, casi nadie.

¿Hay que llevárselo? Solo se puede saber escuchándolo. Voy al plato, me pongo los cascazos, empieza aquello y…¡madre! Me hago pipí encima. Mi novia (que estaba en otro plato con otro ejemplar del single) me grita “¡Es power pop!” como diciendo “A ti te va a gustar”. Nerviosísimo, levanto la aguja y no dejo que terminen ni los 3 minutos de la canción. Ya tengo el CD single en el coleto. A día de hoy, me arrepiento de no haberme llevado también el 7 pulgadas, total, por menos de tres euros.

Al día siguiente leo en el metro (tren) en el Metro (periódico) que el disco entero de Attic Lights se editaba aquel mismo 13 de octubre. Desinquieto, leo la crítica y me espanto de indignación al leer lo siguiente (más o menos): “Attic Lights son una puta mierda, suenan igual que Big Star, Teenage Fanclub y los Beach Boys”. “Hay algo que no es como me están contando” –pienso, parafraseando a ese literato nada politizado que es Juan José Millás. En mi libro, si algo suena “como Big Star, Teenage Fanclub y los Beach Boys” es automáticamente obra maestra, aunque sea un eructo. Por otro lado, pienso que si la prensa inglesa ha dicho que el disco es mediocre debe ser una maravilla, lo cual me reconforta bastante.


Voy a los almacenes Harrod’s pero nada me llama la atención, ni siquiera los carteles gigantes de Eva Mendes anunciando bragas. Yo por dentro estoy “Attic Lights, Attic Lights, Attic Lights…” Y como en realidad en Londres no me he comprado casi ningún disco (ya sabéis que no soy persona de eso) enseguida pergeño un diabólico plan: tienda HMV del aeropuerto… y libre de impuestos. Y, bueno, por acortar la historia, milagrosamente en la tiendica quedaban dos copias, una la pillé yo y la otra mi novia. Estamos salvados.

Y ahora me digo yo: ¿de dónde sale esta barbaridad melódica y guitarrera llamada Attic Lights? Ahora debutan con su álbum Friday Night Lights (2008), pero miroteando por ahí descubro que llevan desde 2006 sacando singles y EPs. También leo que en Attic Lights ha metido mano el batería Francis MacDonald, el Hal Blaine indie (ex BMX Bandits, ex Teenage Fanclub, ha tocado con Belle & Sebastian, Camera Obscura, The Pastels, Alex Chilton, Michael Shelley…). Pongo su curriculum para que veáis de dónde viene el tema. Muchas cosas se explican, pero el grupo no es él, son cinco chavales con muchísimo talento.


Vayamos pues con Friday Night Lights. ¿Disco del año? ¿Error de Dios al permitir que los meros mortales poseyeran una música tan bonita? Solo puedo decir que no me he puesto tan nervioso escuchando un disco desde 1996, cuando puse por primera vez el Grand Prix de Teenage Fanclub y con cada canción iba literalmente sufriendo, no fuese a ser mala y a joderme un “disco perfecto”. No voy ni a decir qué canciones son mejores o si el grupo suena a tal o cual cosa. Solo diré que es “power pop serio” (por usar la categoría del buen Fran G. Matute). Meted en YouTube “Attic Lights Wendy” y sufrid conmigo. Y comprároslo, o bajároslo, o haced lo que os dé la gana.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Duquesismo


Sé que le debo un post a Keira Knightley, y desde el sábado pasado lo sé más. Pero no es este. Digo lo del sábado porque fue cuando vi su última película, una cosa tan bonita y tan bien contada que no he parado de darle vueltas en cuatro días. Realmente esta película me ha impactado. Se llama The Duchess (2008), diremos aquí La duquesa, a falta de saber cuál será su título en España, pero tampoco hay que ser Sherlock Holmes para predecirlo. Duquesas hay muchas, aquí ya se habló de una. También estaba la “Duquesa roja”. Ambas tienen en común con la que interpreta Keira Knightley el ser mujeres rebeldes.

¡Uf, no sigas, Porerror, que ya sabemos lo que viene! Mujer rebelde, activa sexualmente, deslenguada, usa a los hombres, monta a caballo, va al parlamento y les saca los colores a los hombres… al final triunfa y/o muere injustamente. ¡NORL!
Craso error, amigo. Todo el que espere ver en La duquesa un panfleto feministoide (el cartel es un primer plano de la Knightley exclusivamente) se equivoca. La peli está basada en la biografía de una mujer que existió de verdad en el siglo XVIII: Georgiana, Duquesa de Devonshire. Mujer inteligente y de buen ver que supo usar para su ventaja las constricciones que la sociedad imponía en aquella época a las de su sexo. En un momento dado alguien le pregunta que por qué las mujeres utilizan esos corsés, vestidos y tocados tan bizarros, y ella argumenta, “A lo mejor es porque es nuestra única manera de hacernos notar, mientras que los hombres tenéis a vuestra disposición todas las demás”.


Georgiana/Keira se convierte en duquesa por un matrimonio concertado (esto se sabe en el minuto 1 de película) y ya no voy a contar más para no destriparla. El matrimonio sin amor es un tema de esta peli, como lo son el papel de los respectivos esposos (hombre y mujer), los deberes de la nobleza, la hipocresía de la sociedad, el mundo afectivo y familiar del siglo XVIII o los cambios políticos y sociales que se avecinaban a finales de siglo. La protagonista de la historia es ella, sin duda, en su faceta de esposa, amante, madre, hija, mujer pública (famosa, no puta) pero su interacción con los hombres y con otras mujeres no es un grueso retrato profeminista. Hay matices, contradicciones, debilidades, en suma, elementos de humanidad, más que de género o sexo.

La peli en sí está contada con una agilidad y una economía de recursos que pasma en el cine actual. No hablo de ella cinematográficamente, no me veo capacitado. Pero narrativamente es la hostia, a pesar de estar narrada a saltos (en orden cronológico, no asustarse) y de no cubrir la vida completa de la duquesa, apenas 20 años –o a lo mejor por eso. Por no hablar del trabajo de Ralph Fiennes y Charlotte Rampling. La fotografía y la ambientación también resultan superiores, con un vestuario, una banda sonora y unos detalles cuidadísimos. No recuerdo una peli tan auténtica sobre el siglo XVIII desde aquella obra maestra de Kubrick llamada Barry Lyndon (1975).


De hecho, hay muchas cosas en común entre esta película y aquella: los trajes, las escenas que parecen sacadas de cuadros de Gainsborough o Reynolds, la música clásica (Telemann, Haydn, Haendel, Mozart…), el follisqueo, los juegos de azar dieciochescos, el mundo afectivo de la infancia y sus diversiones, el telón de fondo de la política… El siglo XVIII me encanta, modestamente lo he estudiado, y el inglés ya me parece el acabóse. Mientras en España por ejemplo teníamos a Fray Gerundio de Campazas, a José Cadalso y a la Inquisición, en Inglaterra estaban Newton, el ferrocarril, la Revolución Industrial, andaban inventando la novela y, aunque perdieron las colonias de USA, ya iban conquistando media Asia y forjando su imperio del siglo posterior.

Los personajes de La duquesa están bien conectados con la cultura de su tiempo: bailan piezas de Telemann, conversan con líderes del partido Whig -liberal- como James Fox o Charles Grey (desde el episodio de las elecciones trucadas de Blackadder III no veía nada igual), o van a ver una obra de Sheridan (La escuela del escándalo, 1777). Pero es en la esfera de lo privado, de lo íntimo –frente al mundo de las apariencias- donde me parece que brilla más esta película. La condición de la mujer oprimida (mejor digamos, “puteada”) aparece de manera objetiva, sin molestos subrayados. No tiene que salir una pava diciendo lo mal que está la cosa: hay situaciones e ideas que caen por su propio peso, y el simple hecho de mostrarlas tal y como eran hace 250 años ya constituye una denuncia.

Yo he hecho trampa porque la vi el sábado pasado en un cine de Leicester Square, en España todavía no tiene título oficial ni fecha de estreno pero cuando salga, por favor no os la perdáis.

martes, 14 de octubre de 2008

Replanteamiento del canon Pupita


Hoy lo ha dicho la ministra De la Vogue, y ya sabéis que yo sigo a pies juntillas las ocurrencias, digo, afirmaciones de esta mujer. “Vivimos en un tiempo de cambios”. Hace ya un tiempecito que me venía planteando reevaluar el canon u olimpo del Orismo y el Pupiteo. ¿Por qué? Porque los tiempos cambian, lo dicen De la Vogue y Bob Dylan, entre otros.

En realidad por ese motivo abría la última encuesta celebrada en Estatuas Verdes, porque quería pulsar vuestra opinión como lectores y reírme un rato, aunque por supuesto pensaba luego poner a quien me diera a mí la gana. Pero no me habéis defraudado. La encuesta de “¿Quién merece el estatus de Personaje Pupita?” la ha ganado Melendi, ese error de Dios que algunos llaman cantante. Completamente merecido, pero no deja de ser curioso porque Melendi ya era un Personaje Pupita. Su último disco lo ha devuelto al candelabro musical, y su nuevo look de niño-bueno con el pelito corto elude mi habitualmente creativa adjetivación.

En el trabajo he encontrado a compañeros que le tienen a Melendi aún más tirria que yo, lo que no juzgaba posible. Y para colmo de males, en el sitio a donde vamos para el café de media mañana son abonados a poner la discografía del pizpireto asturiano, con la consiguiente indigestión que eso nos provoca (menos mal que yo ya voy desayunado de casa). A su mala prensa no ayudan tópicos semigraciosos como la frase que escuché un día en el programa El Hormiguero: “Tienes más peligro que Melendi en un avión”. Vaya, me parece la comparación con menos arte desde “Eres más grande que Francia”.


Pero es que la lamentable anécdota de Melendi + avión a Méjico + botella de vodka = comedia (hoy regurgitada por el cantante y reinterpretada como pecadillo de juventud) merece todo el cachondeo posible y más. Vaya por delante que los Personajes Pupita son eso, “personajes” y por tanto su vida pública y su trabajo están sujetos a este pimpampúm. Como “persona” humana no tengo nada en contra de ninguno de los Pupitas, incluido Melendi (o “Milindri”, como a él le llaman en el mundillo calé).

Dado que don Melendi ya era Personaje Pupita, no puede ser añadido a la lista. Dado que ha sido el más votado, tampoco puede salir de ella. El segundo más votado ha sido el siempre chocante Javier Bardem, ese actor oscarizado que a punto ha estado de hacerme perder la fe en los hermanos Coen (cuando vea la nueva os lo diré). Como estúpido que soy –formo parte del público español- no estoy capacitado para captar los sublimes matices de su trabajo interpretativo, por eso me veo obligado a incluirlo oficialmente en la lista del pupitismo.

Su carrera se cimentó con clásicos del calibre de Jamón jamón (1990), donde hacía de macho ibérico, y Huevos de oro (1993), donde hacía de macho ibérico. Esto, por sí solo, ya le hace merecedor del dudoso honor de ser un Personaje Pupita. Fuera de la lista se ha quedado la inclasificable Mercedes Milá, auténtica doberman televisiva. Como estoy convencido de que antes o después sí que entrará en la lista, paso de glosar su figura, lo dejo para más adelante. La lista de la Pupita, igual que la del Oro, tiene siempre un número fijo de cinco personajes. Entra uno, sale uno, así funciona (me lo acabo de inventar, pero lo vamos a hacer así).



¿Quién será redimido? Melendi no. ¿Bebe? JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA.
La cosa estaba entre Leonor Watling y Blanca Romero, actrices a cuál más lamentable. Confieso que hasta hoy mismo no lo tenía decidido del todo, pero anoche volví a ver Física o química, y se podrán decir muchas cosas sobre Blanca Romero, pero es verdad que la mujer está haciendo un enorme esfuerzo interpretativo. Lo lleva haciendo toda esta temporada de la serie, hay momentos en que casi me la llego a creer. Por otro lado, la lectura de una acertada y divertida crítica de Los crímenes de Oxford a cargo del buen Kike
en su blog me ha hecho recordar cuán infame es la Watling. Ni espaguetis, ni tetas, ni nada. Al infierno. Señoras, y señores, os doy la nueva lista de Personajes Pupita, vedla a la izquierda de vuestra pantallica.


Tú a Londres y yo a Cosica


Sí, amigos. El viernes pasado quería haber publicado un post sobre una cosa que ya tenía medio escrita y que aparecerá próximamente en Estatuas Verdes pero entre pitos y flautas no me dio tiempo. Pensaba acabar el post advirtiendo que el domingo tampoco habría post porque este era un fin de semana largo, y yo iba a pasarlo a “un sitio que empieza por L y rima con Londres”, que diría Chris Peterson.

Como cantaba Petula Clark en Adiós, Mr. Chips (1969), “Londres es Londres”. También Wendy James nos dejó cantado aquello de “Londres es estupendo cuando llueve, todo el mundo refunfuñando y quejándose”, aunque en realidad eso se lo había escrito Elvis Costello, el que no quería ir a Chelsea (a pesar de haber visto la película). Don Costello es un erudito de Londres, en “London’s Brilliant Parade” nos recuerda “el bazar occidental al que solían llamar Oxford Street”, otros sitios de turisteo (Regent’s Park, Kensington, Camden Town) y también nombra zonas más castizas como Olympia, Hammersmith o Fulham Broadway.


Si de transitar por “las calles de Londres” se trata, Ralph McTell clavó su invitación en plan cantautor folkie, parece mentira que se esté refiriendo a la misma ciudad que cantaban The Clash, diciendo eso de que “Londres se hunde y yo vivo junto al río”. Ellos titularon todo un álbum London Calling (1979), también dijeron que “Londres arde” y nos hablaron de las “Pistolas de Brixton”. Aunque la violencia de los disturbios en Brixton quien mejor la retrató fue el poeta dub inglés/jamaicano Linton Kwesi Johnson.

Hablando de calles más conocidas, ¿cómo estaba aquel Gerry Rafferty con su tema “Baker Street”? Años después hubimos de comérnoslo como sintonía de un anuncio de tabaco Fortuna, con sus sempiternos solos de saxofón y todo. De Carnaby Street hablaron The Jam en su canción homónima, por no hablar de aquel “Dedicated Follower of Fashion” de los Kinks, sobre la moda en el West End. Se ve que les iba esta parte de la ciudad, porque en “Lola” hablan del “viejo Soho” y también le cantaron a “Denmark Street”. Por otro lado, le dedicaron un disco entero al norte de Londres (Muswell Hill, Holloway…)


Pero vamos, que si hay una canción que una a Londres con los Kinks ya sabemos todos que es “Waterloo Sunset”, sobre una estación de metro. El metro de Londres da mucho juego, que se lo digan a Paul Simon y su “Poem On an Underground Wall” o a los antes mencionados The Jam, que también le cantaron al hecho de estar en una estación de metro por la noche. Los Rolling Stones también la liaron parda en la capital inglesa, como en “Street Fighting Men”, en que proclamaban que el verano había llegado y era buen momento para pelearse en la “somnolienta ciudad de Londres”. Otras veces hablaron de Stepney o de Knightsbridge, y otro que habló de sitios londinenses pero de modo más pacífico fue el cantautor Donovan.

A este, como venía de Escocia, el tiempo en Londres debió parecerle maravilloso porque tildó a dos calles de “soleadas”: “Sunny Goodge Street” y “Sunny South Kensington”. ¿Cómo olvidar aquel temazo sobre Portobello Road que sonaba en La bruja novata (1971). Infinitamente mejor que el “Portobello Belle” de Mark Knopfler (al menos, menos muermo). ¿O aquella otra canción sobre las palomicas y la Catedral de San Pablo de Mary Poppins (1964)?

Se me podría ir la cabeza y continuar horas hablando de este tema: ahí estaba David Bowie recordando a las muchachitas que trabajaban en Bond Street, “Last Train to London” de la ELO, el tema “Berkeley Mews” de los Kinks, que se me olvidó antes, y en la última década “London” de los Pet Shop Boys (este último desde la perspectiva de los inmigrantes rusos), “London Loves” de Blur, “Mile End” de Pulp, “Greater London Radio” de Hefner… ¡basta!


Los últimos en sumarse al carro han sido Estelle con su “American Boy”, en el que muestra a Kanye West las delicias de Londres, Coldplay con “Violet Hill” (una calle cerca de Abbey Road, vía pública que por cierto dio título a un disco de los Beatles) y, como no, Duffy. En “Warwick Avenue” la galesa nos cita a la entrada de la estación de metro (otra vez el metro) de la línea Bakerloo de esta calle de la Zona 2...




Cuando Porerror despertó, seguía viviendo en Cosica.
 
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