Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 30 de septiembre de 2008

Vuelve Nena Daconte


“Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando”.
-Gabriel García Márquez



Tenía ganas ya de que llegara el día 30 de septiembre porque hoy se pone a la venta el segundo disco de un excelente grupo de pop español: Nena Daconte. La historia de este grupo (en realidad un dúo) mola porque contiene un poquitín de justicia poética, ella (Mai Meneses) fue concursante de la segunda edición de OT, de donde salió expulsada a las primeras de cambio. Él (Kim Fanlo) también proviene de la órbita de OT, al parecer fue músico de estudio o de la gira. Además de compañeros profesionales, parece que eran pareja –lo que siempre añade cierto morbo-, o no, o sí, no se sabe.

Lo de la justicia poética viene porque esta chica Mai, que según la leyenda urbana iba para registradora de la propiedad, como cantautora no tuvo mucho éxito. Hay una especie de maldición para los concursantes de OT, ni los que ganan se comen nada. Excepciones: Bisbal, Chenoa y Bustamante, y ya es mucho decir. Los que se van pronto… ni hablamos. Pero hete aquí que un par de años después Mai Meneses –cuyo nombre era un chiste para indicar el fracaso: lo juro, lo escuché en la tele- volvió con su nuevo proyecto para tapar bocas y darle en la cabeza a todo el mundo.

“Idiota” molaba, y más todavía “En qué estrella estará”. El resto es historia, este tema fue número uno de Los 40 durante cinco semanas, lo escogieron como sintonía de la Vuelta Ciclista a España 2006, Nena Daconte ganó un premio Ondas y muchos otros… El disco He perdido los zapatos (2006) debió venderse bastante, máxime porque se reeditó, incluyendo un remix de “Idiota” a cargo de Carlos Jean y una versión del tema de Dylan “The Mighty Quinn (Quinn the Eskimo)”, que pudimos escuchar también en un anuncio de Codorniú.


De repente Nena Daconte fue un éxito, y se codeaban con La Oreja de Van Gogh y El Canto del Loco. Y aunque su éxito ha sido mainstream, el que ha sabido verlo ha encontrado en su música un puntillo indie la mar de interesante. Nunca olvidaré el día en que vi el monólogo de un cómico de Paramount Comedy con una camiseta que decía: “Me gustan los Strokes pero más Nena Daconte” (versión castiza del eslogan “Me gustan los Strokes pero más Franz Ferdinand”).

Nena Daconte podían fácilmente haber caído del lado indie de la red, y sonar en Radio 3, tocar en el ContemPOPránea… solo les falta un hervor indie. Pero no me estoy quejando. Me alegro de su éxito, y admiro su gusto musical. A Mai Meneses, cada vez que la entrevistan no se le cae Elvis Costello de la boca (el mayor Personaje Oro de Estatuas Verdes), y en su Myspace, el dúo cita como influencias aparte de a Costello, a Radiohead, Weezer, Ella Fitzgerald, Metallica, Daft Punk, Los Rodríguez, Antonio Vega y Kiss.


Como el disco nuevo sale hoy (se titula Retales de carnaval -2008), no lo he podido escuchar. Pero sí que me he puesto hasta la saciedad en YouTube el nuevo vídeo del single adelanto “Tenía tanto que darte”. La canción me parece un acierto, un temazo de pop redondo. De nuevo, montando a caballo entre el mainstream y el indie, son los hermanos pequeños de Amaral (esto es un elogio): me atrevería a llamarlo power pop. El vídeo tiene la cantidad justa de paranoias, parece digno de Beck (esto también es un elogio, malpensados). Si no la habéis escuchado –aunque ya está hasta en los politonos de Cuatro-, dadle una oportunidad.

Habrá que ver cómo está el disco nuevo, y ver por dónde sale musicalmente. En Estatuas Verdes nunca hablamos de lo que no conocemos, así que no puedo opinar. Pero ya digo, el single promete bastante, y si lo que he leído en Internet es cierto, ha sido número uno en ventas de singles en España. Y, en fin, a falta de que Nena Daconte suenen en Los conciertos de Radio 3 los escucharemos en Cadena 100, y como me mole el Retales de carnaval, capaz soy de mandarme estampar una camiseta en la que ponga: “Nena Daconte me gustan más que la cadera de Bob Dylan”.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Concursismo ilustrado


Hubo una época en que ir a participar en un concurso de la tele era signo de poseer cierta cultura. Rectifico: participar en ciertos concursos era signo de cierta cultura. Luego había otros concursos, igualmente divertidos (o más), en los que no hacía falta saber mucho para triunfar, bastaba con poder inflar un montón de globos en un determinado espacio de tiempo, andar descalzo y con los ojos vendados sobre miel llevando dos cubos de agua o comerse un bocadillo de pelos.

Entre los primeros concursos se contaba Cifras y letras, El tiempo es oro o Saber y ganar. Todos se caracterizaban por ser muy difíciles y dar unos premios irrisorios, monetariamente hablando. Entre los del segundo tipo podemos remontarnos a Si lo sé no vengo, El precio justo o el mitiquérrimo Un, dos, tres. Tenían en común que te podías ganar millones, viajazos, coches, e incluso viviendas. Estas cosas han evolucionado, como toda la tele, y no es que vaya yo a hacer aquí la añoranza de los concursos antiguos pero me gustaría constatar algo.

Los concursos de cultura general o habilidad están siendo progresivamente sustituidos por otros donde el azar o la pura suerte cobra cada vez más protagonismo, supongo que es para enmascarar que la gente cada vez tiene menos cultura. De acuerdo, ahora hay más titulados universitarios que nunca, y Zapatero dijo que esta era “la generación de españoles mejor preparada de la historia” (y él nunca miente, ¿verdad?). Lo que ustedes quieran. Mis lectores y yo sabemos que la juventud española está cada vez más zopenca, y eso es así.


Nada tengo contra Silvia Jato, a la que seguía en Pasapalabra, y por eso me gustaba ver ese programilla que le han endilgado este verano en Cuatro, concurso por nombre Fifty-Fifty. Es una versión más fácil de 50x15 (a su vez un concurso de culturilla light). Este es lo mismo, salvo que aquí ya directamente le dan a todo el mundo de entrada el comodín del 50%. Como no quería ser cruel, he esperado a que quitaran el programa para criticarlo pero investigando para este post me doy cuenta de que -de diario- lo han pasado a los sábados. Pues tanto da.

Hablemos de Fifty-Fifty, nuevo reino donde la incultura campa a sus anchas. Se supone que el concurso lo ganan los que más sepan pero en realidad acertar más preguntas de las que te esperas (irte de listo) puede mandarte al garete. O sea, que igual mola fallar e irse de inculto, atentos al dato. Acertar pocas preguntas es pupita pero acertar muchas te puede salir caro, te puedes acabar yendo sin un duro. Uno declara cuántas se cree capacitado para acertar y si se pasa…

Hasta aquí todo medio normal, había programas donde para ganar “bastaba” meter la mano en una caja de alacranes. Pero lo que más me ha fascinado es el tratamiento tan trivialoide que de la cultura se hace en Fifty-Fifty, ni siquiera es “todo vale” sino más bien “me importa una mierda”. Entonces, ¿por qué va usted a un concurso de la tele, oiga? Y la presentadora (doña Jato) no es ajena a este despropósito, más bien lo alienta.


Me han pitado los oídos escuchando decir “Así se las ponían a Felipe II” (en lugar de a Fernando VII), que León Felipe perteneció a la Generación del 27, que Napoleón no se lavaba mucho porque la higiene en la Edad Media estaba fatal (gracias, Rocío por esta)… Acto seguido se califica a Kiko Ledgard (presentador del Un, dos, tres) de “gran genio”. O se dice, como quien no quiere la cosa, que “a Kant lo leímos todos en nuestra infancia”, o que “Hemingway enseñó a fumar en puro a Sara Montiel porque es muy mediático”. Lo mejor/peor que ha soltado por esa boquita madame Jato ha sido que “Lorca no se casó, sino todo lo contrario. ?????????? A lo mejor por eso es que van a abrir la fosa ahora, donde está enterrado.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Tropic Thunder: Incorrección política


Señores, vengo de ver Tropic Thunder (2008), la esperadísima (por mí) nueva película de Ben Stiller. Veredicto: es la auténtica risión. No recuerdo haberme reído más viendo una película, no sé, tal vez desde Viaje a Darjeeling (2007), y tal vez aquello fuera más de sonrisilla y carcajeo mediano. Con Tropic Thunder… baste citar a un amigo que ha salido del cine diciendo “Me duele el pecho de tanto reírme”.

Y no es para menos. Mucho se ha hablado en Estatuas Verdes de las comedias, y la verdad es que Ben Stiller capta el espíritu de esta época, como ya demostrara con Zoolander (2001), otro desgüeve de principio a fin. Como actor, la carrera de Ben Stiller es tal que sería tedioso ahora glosarla. Como director se está cubriendo de gloria cómica. Pero he aquí el primer caveat o advertencia: si usted es persona biempensante o fácilmente ofendible tal vez no le hará gracia Tropic Thunder. Antes bien, le parecerá grosera, zafia, irresponsable, dañina.

La peli es de humor que podríamos calificar de “sal gorda” pero también hay que decir que resulta de todo menos descerebrada. Y es que se trata de una parodia del cine bélico, también una sátira del star system hollywoodiense, pero va más allá. Tal y como yo lo veo su mayor mérito consiste en denunciar la mentalidad de una sociedad demasiado “políticamente correcta” burlándose de todo. Y recurre al humor más ofensivo, pero siempre con la pretensión de hacer pasar al espectador un buen rato (en otras palabras: no es mal gusto por el mal gusto).


Temas tabú de la sociedad actual -sobre todo la yanqui- son aquí puestos en solfa: la etnicidad, la orientación sexual, las drogas, el falocentrismo, el heroísmo/patriotismo de las guerras, el culto amoral al dinero… Hay chistes de negros, de chinorris, de maricones, de retrasados mentales, de culos… pero te da la sensación de que detrás de todo eso están personas inteligentísimas que simplemente han decidido reírse y pasarlo bien. ¿Hay algo de malo en ello? Ahora se dice “Siempre que no hagan daño a nadie…”. Me temo que Tropic Thunder va a ofender a más de uno, pero entonces yo aplicaría otro dicho: “Quien se pica ajos come”.

La historia de la peli es simple: durante el desastroso rodaje de una película sobre Vietnam, un variopinto grupo de actores son abandonados a su suerte en la jungla y deben enfrentarse a una guerrilla de verdad. Hay la típica estrella de cine de acción –ahora en declive- (Ben Stiller), el rapero negro metido a actor, el cómico gordo que lucha por hacer un papel serio (Jack Black), el jovencito de estrella ascendente… y lo mejor de la peli. El papel de Robert Downey, Jr.: Kirk Lazarus, multipremiado actor australiano que encarna al Sargento Osiris, un soldado negro.

Desgraciadamente no he podido ver Tropic Thunder en inglés, con lo que me he perdido el juego de acentos con el australiano haciendo de negro, metiéndose en el papel, y toda la pléyade de barbaridades y palabrotas que se dicen, sobre todo a cargo de Jack Black y de Tom Cruise. ¿Ha dicho Tom Cruise? Sí, señora, aparece un Tom Cruise engordado cuyo papel no desvelo pero es muy cómico y en USA le traído muchísimo éxito de crítica y público. Jack Black, favorito de Estatuas Verdes, no brilla todo lo que podría. Digamos que su personaje empieza a destacar tarde, pero hay que tener en cuenta que esta película es un poco coral.


Downey, Jr. ha incurrido en el gran tabú de, siendo blanco, pintarse de negro para hacer de negro (lo que en inglés se llama blackface) algo que se considera el súmmum de la injuria al bello pueblo afroamericano. En realidad él hace de un blanco que se somete a este proceso para hacer la peli, en plan De Niro engordando y adelgazando para Toro Salvaje (1980). Con la corrección política nunca se puede acertar, siempre va a salir alguien (colectivo o minoría) tocando las narices acusándote precisamente de haberle tocado las narices: ¿pues no ha habido negros en USA que han denunciado que Huckleberry Finn (1885) de Mark Twain sea lectura obligatoria en los colegios, cuando fue uno de los libros que más criticó la esclavitud?

Si lo más políticamente incorrecto de la peli es el supuesto racismo, lo más gamberro es el retrato de un retrasado mental que hace el personaje de Ben Stiller (el actor Tugg Speedman), al interpretar a “Jack el simple”. Soy de la opinión de que si no somos capaces de reírnos de todo, la cosa va mal. Lo fácil aquí era hacer parodias de pelis de Vietnam conocidas, y están todas: Acorralado (1982), Rambo (1985), Apocalypse Now (1979), Platoon (1986), la banda sonora con los Temptations, la Creedence, los Rolling Stones, Buffalo Springfield, Steppenwolf…, diálogos grandilocuentes… Lo que mola es que en Tropic Thunder al disparate se le suma otro disparate todavía mayor, de manera que la peli se hace inmune a una supuesta censura. Los autores son conscientes de que están perpetrando una barbaridad. Y, amigos, qué queréis que os diga: ya iba haciendo falta.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Homenaje a Bisojo


Homenaje a Bisojo es decir homenaje a un grande. Probablemente la entrada más friki hasta ahora de las que llevamos en Estatuas Verdes, pero –he aquí la sorpresa- no se me ha ocurrido a mí sino que la idea me ha llegado por petición popular (más de una persona). Los caminos del frikismo son inescrutables.

Todo empezó en un restaurante de Taormina, frente a un pez espada siciliano. Las paredes del local estaban repletas de las fotos de famosos que habían comido allí, entre la nómina Tarantino, Woody Allen, Robert Duvall, Eddie Murphy, Jamiroquai… y una famosa actriz italiana llamada… ??? Exacto: el síndrome de “El malo de Willy Fog”. Datos de la pava: actuaba en Hot Shots (1991) & Hot Shots 2 (1993) y en Rain Man (1988). Imposible acordarse, hicieron falta dos días de infierno mental y un sms a España para recordar cómo se llamaba: Valeria Golino.

Yo me acordaba muy bien de ella (menos de su nombre): de las escenas de Hot Shots en que parodiaba a Michelle Pfeiffer en Los fabulosos Baker Boys (1989), a Kim Basinger en Nueve semanas y media (1986), a Dama en La dama y el vagabundo (1955)… y recordándola a ella se nos vino a la cabeza qué enormísima película fue Hot Shots (la uno y la dos), cómo es que eso no se ha reivindicado más. Mi análisis al borde de la madrugada me lleva a pensar que el mundo ha girado y la ha dejado atrás (parafraseando la canción de Weezer). Simplemente que su tipo de humor ya no funciona hoy día.


Hot Shots es tan buena –es una obra maestra del humor- que sus gags hacen gracia aun vista hoy, pero el tipo de chistes y situaciones que hacían reír hace 15 años ya no es el que impera ahora. Es una parodia dirigida por Jim Abrahams que hace sangre de muchas pelis, pero sobre todo de Top Gun (1986). Pasa lo mismo con Aterriza como puedas (1980), Top Secret (1984) -las dos también de Abrahams- y este tipo de pelis, hoy nos parecen ingenuas (aunque nos partamos el ojete viéndolas), igual que nos parece ingenuo el humor de Sucedió una noche (1934).

En Hot Shots Valeria Golino hacía mucha gracia, Charlie Sheen estaba sobrado, Lloyd Bridges para qué contaros y el petimetre Cary Elwes (el de La princesa prometida -1987- o Las locas locas aventuras de Robin Hood -1993) también tenía momentos memorables. Pero si en aquella peli había una estrella este era el personaje de Bisojo: auténtica creación. A Bisojo (alias de Jim Pfaffenbach) lo interpretaba Jon Cryer, que alcanzó la fama en La chica de rosa (1986) y ahora está precisamente junto a Charlie Sheen en la telecomedia Dos hombres y medio (2003-).

“Bisojo” es el apodo de un piloto que ve menos que un gato de escayola, con unas gafotas que ya ya. Lo bueno es que el nota no se da cuenta, y todavía se apena cuando lo relevan como piloto de combate. En Hot Shots hacían mofa de los típicos apodos chulescos de los pilotos yanquis (en plan “Maverick”, el de Top Gun), uno era Bisojo, otro había llamado Fiambre (adivinad quién la palma en la peli). En versión original, Bisojo se llamaba “Wash Out”, lo que equivale a “pérdida de control a los mandos de un vehículo”: como veis, un nombre muy apropiado para un piloto cegarruto. Pero Bisojo mola más.


Y sobre todo que es hilarante. ¿Por qué? Hay que ver al tipo para entenderlo. Mi novia, desplegando una crueldad cuasi-japonesa, me animaba el otro día a realizar un post-estudio sobre la figura de “El bizco” en las comedias americanas, y ciertamente no faltarían ejemplos. Pero Bisojo es algo más, es un personaje superentrañable que mueve a la hilaridad más allá de su defecto físico. Él mismo abraza su condición, rechaza operarse de la vista (una multi-opti-pupiloptomía: aunque es verdad que dice que se niega porque habrían de intervenirle por el recto). Es un valiente. Como amigo no tiene rival: se hace pasar por un compañero para evitar que al otro le caiga un paquete.

Aquella noche en Sicilia, el vino y el recuerdo de Bisojo hizo que a más de uno se nos aflojara la risa tonta. Su espíritu me ha acompañado durante más de un mes hasta que anoche volví a ver Hot Shots. Ignoro si a partir de ahora me dejará en paz o si, cual padre de Hamlet, exigirá de mí venganza, que reivindique el espíritu de la comedia ochentera.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Cuenta cuervos...


¡Uuuuuuuuhhhhhhh! Niños, hubo un tiempo mágico llamado “los años 90” en el que toda la música era buena, menos la de Dover. En aquellos tiempos había grupos de guitarras que eran famosos, sin necesidad de que ninguno de sus componentes sonriera nunca. 1994: recuerdo estar en el Virgin Megastore de Miciudad escuchando “Mr. Jones” y decirle a un colega, muy musical, “¿No conoces a esta gente?”. “Yo soy más del programa de Ramón Trecet” –me contestó.

Recuerdo que durante el mismo año 94 mis compañeros de clase me llamaban excitados si en alguna emisora de radio estaban echando una entrevista a Adam Duritz, esa especie de cantautorzuelo eléctrico con gafas y rastas, de quien se decía que imitaba a Van Morrison. Yo entonces no había escuchado a Van Morrison (pensaba que sería primo de Jim), luego lo he escuchado bastante mucho y la imitación no la veo por ningún sitio (por “imitadores de Van Morrison” solo me viene “Mick Jagger en los 70”).

Sí, amigos, estoy hablando de Counting Crows, aquel grupo californiano que debutó con August and Everything After (1993), discazo producido por T-Bone Burnett que vendió seis millones de copias, los catapultó al estrellato y luego… Como bien recuerda el folleto interior de un recopilatorio de 2003, diez años antes los Counting Crows vendían más discos que Nirvana o Guns N’ Roses, por citar solo a dos compañeros del sello discográfico Geffen. Pero cada nuevo disco suyo (el segundo: Recovering the Satellites, se demoró hasta otoño de 1996) vendió cada vez menos que el anterior.


¿Fracaso? ¿Lento declive? El citado folleto comenta que, nada más lejos, lo que Counting Crows hicieron fue huir del estrellato, cimentando una sólida carrera basada en la honestidad y la insobornabilidad artística, lo que les alejó de los números uno pero les ganó el respeto de la crítica y unos fans incondicionales (aunque fueran menos). Sus modelos, R.E.M., Bruce Springsteen y –otra vez-Van Morrison. Y Dylan, al que tanto admiraban que durante un tiempo dejaron de tocar su exitazo “Mr. Jones” en directo, solo para joder al público que había ido a verles.

Lo cierto es que cuando salió “A Long December”, el primer single de Recovering the Satellites, a mí no me impresionó mucho, tal vez porque por aquella época servidor andaba inmerso en la vorágine britpop, adorando a Oasis, Blur, Elastica, Supergrass o Teenage Fanclub. Y les perdí la pista a Counting Crows. Resurgieron con otro hit ¿inesperado?, un número uno en singles sacado de la BSO de Shrek 2 (2004), el irresistible “Accidentally in Love”. Les perdí la pista, hasta el sábado, que –llevado por la nostalgia -me pillé el recopilatorio del que hablo: Films About Ghosts (2003).

El cuentito que se monta el pavo que redacta lo del folleto está muy bien, casi me lo creo entero. Creámonoslo en un 75%, mejor. Se dice que Counting Crows evitó la comercialidad, y como prueba nunca editaron “Mr. Jones” como sencillo. Pues sería en USA, oiga, porque yo me compré ese single en marzo de 1994. Como insobornables que fueron, se negaron a recortar la duración de un tema para la radio (“Mrs. Potter’s Lullaby”), pero luego no le hicieron ascos a ceder otra canción para un anuncio de Coca-Cola (“American Girls”).


¡Pues claro que sí! Hay que vender, leches. Bromas aparte, y admitiendo que el único clásico que facturaron esta gente fue su disco de debut, tras escuchar el recopilatorio me encuentro con la agradable sorpresa de un grupo increíblemente bueno. Sin paliativos. Antes que toda esa peña con las que se les ha comparado, a mí Counting Crows me recuerdan automáticamente a The Band, por la riqueza y variedad de estilos que controlan; van del rock con raíces al power pop, del rhythm & blues al country-rock, del cantautorismo al rock alternativo. Y van con autoridad, con facilidad y con brillantez.

Verdaderamente esta gente merece que se les dé otra oportunidad. Yo de momento me he propuesto hacerme con todos sus discos, porque seguro que sus album tracks son tan buenos o mejores que sus singles. El talento de Adam Duritz necesita ser reivindicado, aunque es cierto que la crítica nunca les ha dado la espalda. Como producto de una época bien pueden estar pasados, pero vayamos más allá y veámoslos como lo que son: un grupazo de rock. Y punto.

martes, 23 de septiembre de 2008

Preñadismo, o: Deconstruyendo a Apatow


Hoy vengo a hablaros de una comedia que he visto en DVD, comedia = risa = Ja, Jo, JAJOTA. Por si no lo sabíais. Siento empezar así, pero ya me entenderéis. Y lo malo es que la película me ha gustado.

Espoleado por un comentario del buen Fran G. Matute, me doy cuenta de que no había visto ninguna película de Judd Apatow, este supuesto nuevo renovador de la comediota juveniloide. El máximo logro de este hombre y de las producciones que se están haciendo bajo su ala es el de hacer reír (gracias) y concitar el aplauso unánime de la crítica seria –o al menos cool-, en el sentido de que sus pelis están siendo consideradas objetos indies como pudieron serlo en su día las de Steven Soderbergh.

Este hombre es una especie de factótum cinematográfico, siendo a la vez director, productor y guionista. ¿De qué pelis estoy hablando? Por ejemplo Virgen a los 40 (2005) o Lío embarazoso (2007), en las que hizo las tres cosas, y luego ha escrito Zohan: Licencia para peinar (2008) y producido El reportero (2004), Pasado de vueltas (2006) o Supersalidos (2007). Otro de sus talentos más fascinantes es el de encontrar gracioso a Will Ferrell, hazaña que tiene verdadero mérito.

Supersalidos –que no he visto- llegó a España aclamada como la nueva vuelta de tuerca a la comedia descerebrada, el equivalente 2000 a lo que en los 80 fue Porky’s (1982) y en los 90 American Pie (1999). A falta de verla y comprobar tan interesante aseveración, es de constatar que la recepción crítica ha sido impresionante (IMDB le da 7,9 sobre 10; Rotten Tomatoes un 87%). Al éxito de Supersalidos le precedió en USA el año pasado otro bombazo, Lío embarazoso (Knocked Up), y el otro día mire usted por donde pillé esta última baratita en el FNAC de Miciudad (a ver si os ibais a creer que los fines de semana también me quedo en Cosica).

Puse la peli el domingo y, la verdad, no sabía bien que esperar. ¿Sería una comedia alocada y tronchante en plan hermanos Farrelly cuando eran graciosos? ¿Sería algo más sofisticado en plan Kevin Smith cuando era gracioso? La historia es simple: un pavo impresentable (vago, porreta, desempleado) deja preñada a una pava que en condiciones normales no le daría ni la hora (potente, lista, profesional de éxito). El cómo y por qué ocurre el embarazo no lo cuento para no aguar la fiesta (aunque no hace falta ser Sherlock Holmes), baste decir que la peli te la va colando doblada de un modo que hace que todo parezca sorprendentemente natural.


La premisa, con no ser el invento de la pólvora, tiene cierta gracia, sobre todo en lo que a reivindicar que los losers pueden ligar con tías buenas se refiere (¡ah, la magia del cine!). El resto de la peli resulta diría que ligeramente gracioso, vale, muy gracioso, si no se nos hubiese vendido esta cinta como “la gran cosa”. ¿Comedia delirante? A lo mejor porque el protagonista y sus compis de casa se la pasan fumando en un bong. Los diálogos están muy bien, pero lo que se nos presentaba como una comedia rompedora no deja de ser la historia de amor más convencional del mundo. Lo del embarazo, en fin, nada que no hayamos visto en Juno (2007) o Nueve meses (1995).

De hecho, Juno sí que tenía un puntito de riesgo, y por muy ñoña que fuese al final, no dejaba de ser semivaliente. Pero Lío embarazoso… lo siento, no me la trago. Me ha gustado, una comedia más, pero nada del otro jueves, la verdad. No quiero destripar la trama, pero baste decir que todo lo guay que pueda tener es más propio de un episodio de la serie Cómo conocí a vuestra madre (2005-?) que de un American Pie. Más John Hughes que John Landis, por decirlo de otra manera. Esto, en sí, no es malo, pero lo que más me fascina es que un producto supuestamente rompedor acabe siendo un exponente más de la mentalidad conservadora.


Decían los apóstoles de la Deconstrucción (Derrida, Paul de Man) que todas las ideas llevan dentro –sin quererlo- su contrario, de manera implícita. De hecho, “deconstruir” no significa hacer una tortilla de gazpacho sino aplicar un método mediante el cual se desenmascaran estas contradicciones, de modo que las dicotomías (hombre/mujer, bueno/malo, natural/cultural, etc) se revelan falsas. Con Lío embarazoso podemos encontrar un buen ejemplo de esto: una historia que se anuncia anticonvencional (embarazos extramatrimoniales, drogas, hedonismo, sexo sin amor) acaba siendo un típico canto a lo de siempre (matrimonios felices, familias, paternidad responsable, vida sana).

La sorpresa


¡Cómo mola una sorpresa bien dada! Qué bien entra. Hay gente que no sabe dar sorpresas, suelen ser los mismos incapaces de guardar un secreto. Yo mismo soy bastante malo sorprendiendo a otros, la verdad es que como me haya currado algo que sepa que a otra persona le va a hacer mucha ilusión o simplemente basta que me haya enterado de que hay algo por ahí… lo paso fatal hasta que llega el momento preciso. Llamadlo impaciencia si queréis.

Hay sorpresas chapuzi, la verdad, esta semana hemos tenido dos ejemplos desenmascarados por el programa Sé lo que hicisteis… Una era del programa Territorio Comanche de Telemadrid, presentado por Cristina Tárrega, y consistía en que había un pavo escondido detrás de la mesa de la presentadora. El nota estaba ahí, agazapado, y figuraba que en un momento dado surgía de la nada. Pero ni la Tárrega ni su invitada se inmutaban demasiado cuando salía el tío: el visionado con detalle del programa revelaba que al “escondido” se le veía perfectamente desde minutos antes de aparecer.

La otra sorpresa fallida era mejor por ser más chusca: se trataba de que el programa Gran Hermano, en su décima edición, había previsto que Ismael –ganador de la mítica primera- se infiltrara en la casa de Guadalix de la Sierra. Lo iba a hacer caracterizado de otro personaje, con gafas de culo-botella, pelo largo negro a lo Bardem y otros afeites enmascaradores. La idea era hacerse pasar por un tal Paco, supuesto concursante, tomarles el pelo a todos y al final revelar su identidad en una apoteosis de fantasía y sorpresismo. Como bien dijo Patricia Conde, “horas para pensar la idea, horas de maquillaje y ocho segundos duró la sorpresa”.


En efecto, nada más entrar Ismael/Paco en la casa, una de las concursantes va y le espeta: “Anda, pero si tú eres el Pisha, ¿de qué vas disfrazado?”. Apoteosis, pero del descojone. Y, ¿a qué viene esta paranoia de las sorpresas, Porerror? Pues viene, señora, a que esta noche yo he sido el incauto destinatario de una fantastiquísima sorpresa.

Hoy ya tenía pensado -y semiescrito en mi cabeza- un post diferente, sobre otra temática, pero como dicen en los telediarios, la actualidad manda y el curso de los acontecimientos ha sido otro. Pues como iba diciendo, esta tarde salgo de mi casa y voy, por decir un sitio, al gimnasio, y no me llevo móvil ni nada porque para qué, quién necesita un teléfono móvil en Cosica y menos a las siete de la tarde y menos en un día de lluvia. Vuelvo a mi casa de noche ya, la noche en Cosica es oscura (algún día os hablaré de ella), me había equivocado de camino. Mira que el pueblo es chico, pero para mí su callejero es todavía tan complejo como el de la antigua Nápoles. Durante unos minutos me pierdo (y andar “unos minutos” en Cosica puede significar acabar en un cercado de ovejas), voy empanado, pensando en mis cosas y escuchando a Rockpile en el iPod.


Llego a mi casa sosegada y a lo lejos en la calle húmeda distingo tres figuras, no hay duda, están en la puerta de mi casa, y lo primero que pienso es “ya está aquí la de la inmobiliaria para tocarme las narices, o un comité de vecinos reivindicativos con alguna fábula”. ¿Me habré dejado un grifo abierto? ¿Se habrán comido las hormiguitas de mi cocina a alguno de sus insomnes y ladradores perros? Pero no, cuál no será mi sopresa al acercarme y distinguir que quienes me estaban esperando eran mi novia y un matrimonio amigo.

Solo alcanzo a decir “hostia”, y me quedo sin palabras. ¡Se habían plantado en Cosica viniendo en coche desde Miciudad! Lo máximo. Me habían alegrado la noche, el día, la semana, el mes, ¡yo qué sé! Les hago entrar y entablamos animada charla, hacemos una cena, risoteamos, mis amigos cuentan de su vida en Méjico, comentamos su reciente boda… Y de la alegría de ver a mi novia ni hablo. Al final, se tienen que ir, no consigo convencerlos de quedarse a pasar la noche. Pero no importa mucho. La alegría ya me la han dado, la sorpresa había sido perpetrada con éxito.

Ojalá os caigan muchas como esas a vosotros, lectores, ya veréis lo bien que se queda uno.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Semos todos


Muchos grandes tuvieron problemas con Hacienda: Arancha Sánchez Vicario, Robin Hood, PG Wodehouse, Ray Davies, Pedrito Ruiz… Humildemente, hoy me sumo a esta lista de egregios. ¿Motivo? Mis tribulaciones con el fisco, que a continuación paso a relataros.

Yo no le llego ni a la suela del zapato a los personajes mencionados, pero por algún motivo, la Agencia Tributaria española la ha tomado conmigo y le ha dado por perseguirme. Muchos profesionales del gremio (entre ellos, varios inspectores de Hacienda) me comentan siempre que sería tan facilísimo recaudar trillones de las antiguas pesetas más de lo que actualmente se recauda. Bastaría con ponerse. Pero como bien me dijo otra persona, a Hacienda no le compensa pagarle el sueldo a un tío para que te persiga.

Porque van a sacar cuatro duros. Pero al parecer, hay montones de empresas y particulares de los que facturan dinerales, que defraudan lo indefraudable y que son dejados medio tranquilos. ¿Mantenimiento del status quo?


Yo solo soy un miserable asalariado, que cobra por hora menos de un tercio de lo que te lleva un mecánico del coche, y además tengo las cuentas muy claritas: ni propiedades, ni terrenos, ni dinero invertido. Bueno, pues no sé bien por qué arte de birlibirloque los señores del fisco se la pasan asaeteándome a cartitas y tocándome las narices. Y lo más bonito es que, tras el susto, el disgusto, el trastorno, la reunión del papeleo, la pérdida de horas de trabajo y todo lo que haga falta, acaban dándome la razón.

“Uy, perdón, era un error nuestro: jí, jí, jí, jí…” Este verano llego yo tan pancho de un estupendo viajito relajante y me encuentro en el buzón otra cartaza de Hacienda, que si requerimiento, que si patatín y patatán… que si no será usted enviado a galeras… Adiós relax y adiós tranquilidad otorgada por las vacaciones. No me extraña que en los tebeos de Mortadelo y Filemón presentar la Declaración del IRPF fuese pintado como un trauma, o que los Beatles cantaran “Taxman” (F. Ibáñez y George Harrison, otros grandes damnificados por el tema).


Luego, mis dos Ángeles de la Guarda de los impuestos (un familiar Inspector de Hacienda y un amigo asesor fiscal) siempre me sacan del apuro. Ya digo, todo se soluciona sin problema, porque yo no defraudo y lo hago todo bien, pero el disgusto que me llevo es siempre morrocotudo. Joder, en Estados Unidos presenté la Declaración de la Renta durante dos ejercicios y no tuve ningún tipo de problema. Pero aquí… ¿tendré que mudarme a Andorra para que me dejen en paz?

Para acabar no me remonto a los Beatles ni a Cheap Trick (que también cantaron aquello de “Taxman, Mr. Thief”). Decía Mecano en un tema suyo, “y en el año que viene, a ver si en vez de un millón pueden ser dos”. Yo simplemente quiero decir, “señores del fisco, en el año que viene a ver si en vez de tocarme las narices a mí otra vez se las tocáis a otro”. Porque Hacienda somos todos. ¿O sí?

jueves, 18 de septiembre de 2008

Watchmen: La gran cosa (y II)


Vuelvo a la carga con Watchmen porque verdaderamente merece la pena. No sé si lo he dicho ya pero la lectura de este cómic ha cambiado incluso mi concepción del medio mismo de la historieta. Si formalmente el tebeo es una obra maestra no lo es menos en el plano del contenido. Sí, pero, ¿de qué trata? No pienso aquí dar ningún spoiler, pero sí voy a esbozar la temática. Superhéroes, eso seguro, pero si solo fuera eso…

La primera página de Watchmen es la mejor página de cómic que he leído en mi vida, tan fácil como eso. Muy deudora de la técnica cinematográfica, tiene la ventaja de que en ella se explica la misteriosa portada (¿qué coño es ese fondo amarillo con manchas negras y rojas?) Cuando me di cuenta de lo que era me di cuenta también de que no estaba leyendo un tebeito cualquiera. Otra característica de la primera página es que marca el tono de la historia, a ratos sombrío, a veces cómico, casi siempre descreído.

La “voz en off” (por llamarla así) nos abofetea con una soflama carca y ultraderechona que nos descoloca un poco, y no será la única voz que se haga escuchar. A lo largo de Watchmen encontramos ejemplos de muy diversas ideologías y corrientes filosóficas: objetivismo, fascismo, feminismo radical, movimiento gay, y las citas que salpimentan el cómic a modo de epígrafe u otro están tomadas de, por ejemplo, Bob Dylan, Elvis Costello, John Cale, la Biblia, Albert Einstein, William Blake (¡ese tigre!), Nietzsche, Carl Jung o P.B. Shelley. El título, sin ir más lejos (que en inglés quiere decir “Los vigilantes”) está sacado de una sátira de Juvenal.


Lejos de ser pesada, la lectura de Watchmen es puro entretenimiento, se trata de una historia más de suspense que otra cosa. Si hay filosofía –o más bien reflexión- es siempre en su justa medida, viniendo a cuento y enlazando con la trama. Nunca tuve la sensación de hallarme abrumado en un mar de citas culturetoides puestas ahí porque sí, si sabéis a lo que me refiero. Para colmo está el telón de fondo de la Historia, motor último de la historia de Watchmen. Hay referencias a la Historia/mitología griega y egipcia, y el simple hecho de que se desarrolle en unos años 80 paralelos hace que para nosotros ya sea una época muy pasada.

Supongo que en su día daba mucho morbo leer algo contemporáneo pero distinto (como si hoy se hace un cómic con la premisa de que los USA barrieron en Irak y Al Gore es el actual presidente), pero hoy el morbo está en que los 80 se nos fueron hace tiempo. Y en que la Guerra Fría para nosotros es una curiosidad, mientras que los personajes de Watchmen viven en el mismo mundo geopolítico que los de la peli Teléfono rojo: ¿Volamos hacia Moscú? (1964).

Se habló del fin de la Historia al superarse la época de los Bloques, al aparecer la amenaza que desembocó en el 11-S… en Watchmen también se abordan estos temas, solo que el tebeico fue escrito hace más de veinte años y, leído hoy día, acojona. A nosotros ya no nos asusta que Rusia vaya a dar un pepinazo (¿o sí?), pero hay por ahí amenazas peores. En Watchmen hay un personaje que se la pasa anunciando la llegada del Fin del Mundo, y no acaba uno por saber si anda loco o es el único que se ha enterado de la movida.


Ufffff… quería hablar de tantos temas a propósito de Watchmen: de política sexual, de psicología, de ciencia… no puede ser: LEEDLO. ¿Y la diversión, Porerror? ¿Y los superhéroes? Bueeeeno, tranquilos, que también salen mamporros, explosiones, naves voladoras, viajes espaciales, gente follando, peleas, alguien con el pene azul… como en cualquier tebeo de superhéroes. Solo que estos héroes son especialitos, algunos lo son -héroes- a pesar suyo (una lo es porque lo fue su madre; otro porque admiraba a alguien), y tienen problemas prosaicos.

No estoy hablando de Spiderman haciéndonos creer que está atormentado porque a su Tía May le pica la oreja, hablo de superhéroes con ganas de mear mientras salvan al mundo, gente que se da cuenta del ridículo que hace yendo por la calle en mallas, y así. De hecho, la incomodidad, las dudas sobre el papel de los superhéroes son unos de los temas centrales de Watchmen, por eso dije ayer que era un Quijote, porque al final acabas pensando “ya no puede haber más historias de superhéroes, son absurdas”.

De hecho, en Watchmen sale un superhéroe destinado a dejar en el paro a todos los demás, en realidad a toda la raza humana. Ha sido la primera vez en mi vida que al toparme con un personaje de ficción me he dicho “Menos mal que no existe en la realidad”. Es solo un cómic, ¿no?

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Watchmen: La gran cosa (I)


Cuando el 29 de agosto empecé a leerme la novela gráfica Watchmen (1986-87, de Alan Moore y Dave Gibbons) tenía superclaro que quería terminármela pronto por un motivo: escribir este post. ¿Cómo así, Porerror? Señora, porque es lo mejor desde el chicle. ¿No quedamos en que lo mejor era la serie Perdidos? Pues, en cierto, modo, podría decirse que Perdidos es lo mejor desde Watchmen (y por cierto, que tienen cosillas en común).

Meses ha que el buen Grillo Solitario me daba la tabarra (en el buen sentido) para que me leyera yo Watchmen, sabiendo como sabía, el mamón, que me iba a encantar. Ahora comprendo por qué me sacaba a relucir este cómic cada vez que en Estatuas Verdes se hablaba de superhéroes, sea Batman, Iron Man o La Patrulla-X. Ahora comprendo tantas cosas… Lo que más me ha impresionado de esta obra es su talla, a continuación paso a explicarme.

Los tebeos molan, pero sinceramente, nunca he pensado que pudiesen ser fuente de conocimiento. En otras palabras, entretenimiento sí, pero no alta cultura. Hay cómics megasesudos, y sí, muy vanguardistas estéticamente, todo lo que ustedes quieran. Hay intentos muy buenos, como ese Maus (1980-1991), preciosa fábula ratonil sobre el Holocausto, pero por lo general me pasaba que los tebeos de contenido ideológico me solían parecer groseros (por ejemplo, Paracuellos de Carlos Giménez o V de Vendetta de Alan Moore). Hasta ahora.


Con Watchmen asisto a un fenómeno acojonante: la lectura de una auténtica novela gráfica, contada con el lenguaje del cómic pero que, en la mejor tradición del arte postmoderno, no le hace ascos al pastiche, al humor, al juego, a la parodia, y que toma prestado de las formas de narrar del cine, la literatura o el ensayo. Y todo esto –oh, milagro- con un dibujo puro de superhéroes, pues Watchmen es un cómic de superhéroes. No hay aquí histrionismos manga, ni vanguardias paranoico-metafóricas. Son viñetas rectangulares de colorido convencional, con un dibujo semirrealista que bien podría haber firmado Jack Kirby, Michael Golden o John Romita.

De hecho, si uno pasa rápido las páginas (muchas: la novela gráfica se ensambla con doce episodios bastante jugosos) de Watchmen, se encontrará con algo muy similar al típico cómic de superhéroes ochentero de Marvel o DC. ¿El prodigio, pues? La combinación de este artwork con el guión, magistral guión y diálogos de Alan Moore. Sobre el contenido de esta obra hablaré más bien mañana (hoy me estoy centrando en la forma), pero me atrevería a decir que Watchmen es a las historietas de superhéroes lo que en su día El Quijote fue para las novelas de caballería.


La concepción de la obra es monumental, al tratarse de una serie limitada, la historia tiene sentido completo, y aunque la narración es –más o menos- lineal, asistimos a numerosas analepsis y prolepsis (saltos atrás y adelante) y a un uso portentoso del cinematográfico “montaje en paralelo”. Al final, todo cobra sentido como en una complicadísima obra de relojería, pero durante la lectura del tebeo en más de una ocasión me entró el complejo de no saber qué demonios estaba pasando. Pero todo se explica, y el final, con ser fantástico (en el doble sentido del término) no es una mera patochada ex machina.

Creo que, estructuralmente, el mayor logro de Watchmen consiste en la creación de una distopía, un mundo paralelo con sentido completo, en el que Robert Redford se presenta a la Casa Blanca en 1988, Richard Nixon es el vencedor de Vietnam y la comida rápida predominante en USA es la india. La publicidad, los eslóganes, los pequeños detalles que se repiten continuamente dan cohesión (de hecho, los fondos de las viñetas son importantísimos), y aunque este mundo es propio (los superhéroes que aparecen en Watchmen no salen en ninguna otra obra) se parece demasiado al nuestro.

La historia, por una vez, no es simple. El punto de partida es que aparece un superhéroe muerto, lo que motiva que sus antiguos compañeros de capa y gayumbos vuelvan a ponerse en contacto, y de ahí se deriva una trama de suspense y aventuras al nivel de un Blade Runner (1982) o un Matrix (1998). La peli ya la están haciendo. Estáis avisados.

martes, 16 de septiembre de 2008

Madonna/Maradona


Hoy que actúa en Sevilla Madonna, voy a hablar de Maradona. Aparte de rimar, ambos nombres se parecen mucho, tanto que el personaje Ali G (interpretado por Sacha Baron Cohen, el mismo que hace de Borat) hizo un chiste a su costa en el videoclip de Madonna “Music” (2000), llamando a la rubia Ciccone con el nombre del Pelusa. Ali G tuvo en Gran Bretaña una fama y una repercusión lingüística comparables a las que tuvo aquí Chiquito de la Calzada a mediados de los noventa. No he visto su peli Ali G anda suelto (2002) pero seguro que es peor que Aquí llega Condemor (1996).

Más allá de modas y de personajes del momento, Madonna y Maradona han demostrado su capacidad para durar en lo más alto del candelabro, lo que en inglés se conoce como “staying power”. Ambos saltaron a la fama en los primeros ochenta, tuvieron altibajos en los noventa, a mediados (a lo mejor fue porque Chiquito y Ali G les restaron protagonismo) y ambos han resurgido en el presente siglo con el estatus de dioses.

Hay que decir que Madonna sigue siendo una número uno en lo suyo, mientras que Maradona es un dios (eso es incuestionable) pero vive más bien de las rentas de glorias pasadas y si es un asiduo de la prensa últimamente lo es por motivos extradeportivos: sus problemones de salud, sus estancias en Cuba, su programa de televisión (E-NOR-ME: con sintonía de los Fabulosos Cadillacs), sus tatuajes del Che…


Madonna –digámolso- aunque lo ha petado con sus dos últimos discos, tampoco es ajena a las páginas del colorín, ¿eh? y ha tenido también más que su ración de frikadas: sus infumables libros infantiles, sus conversiones al judaismo y la cábala, su matrimonio-o-no con Guy Ritchie, su adopción en Mali (¿o era Bali?). Más paralelismos entre el Diego y la cantante: aquel jugó en el Sevilla F.C. mientras que “la ambición rubia” (¡qué me gustan los clichés!) está ahora mismo actuando en el Estadio Olímpico de Sevilla, con un lleno de menos de dos tercios, por cierto.

Si cuando se anunció que iba a actuar en Sevilla no faltaron frikis en los telediarios proclamando que Madonna era “más grande que la Virgen del Rocío”, o remedando a su remedo chanante, Maradona, el Diego, el Dies, directamente es Dios. Para algunos, claro. No hay más que ver la de libros y películas que se siguen haciendo sobre su figura, si hasta Calamaro le dedicó una canción, copón. E hizo con él un dueto en otra, una espantosa ranchera (ambas en Honestidad Brutal, 1999).


A mí, que no me gusta nada el fútbol y me chifla la música, tengo que decir que por una curiosa paradoja odio a Madonna pero Maradona me cae fenomenal. Hablo de los personajes, ojito, no de sus respectivos trabajos. La música de Madonna me encanta, me parece la última estrella del pop, que ha llegado donde otros solo soñaron, mientras que el juego futbolístico de Maradona me provoca unos bostezos comparables en extensión a la Bahía de Nápoles.

Distinto es el visionado de ciertas jugadas memorables del Diego convenientemente retransmitidas por comentaristas argentinos, como aquel estupendo gol con “la mano de Dios”. Pocas cosas audiovisuales me producen más placer que cuando narrando otro gol el pavo suelta aquello de “¿De qué planeta viniste, Diego, para dejar por el camino a tantos ingleses?” Sublime. Lo de los argentinos con Maradona es chochera pura, eso está claro, pero, jo, no hacen daño a nadie, y mola tanto…


Curiosamente, otro sitio donde el culto a Maradona raya la chochera es el antes mencionado Nápoles, nada que ver con Barcelona o Sevilla, donde también jugó el hombre y apenas se le recuerda. Es comprensible: a ver, en Barna se hizo drojadicto y cuando fue a Sevilla era un chiste, pero con el Nápoles ganó la UEFA, la Copa de Italia y las dos únicas ligas que tiene el club. Como para no acordarse de él.

Madonna no es tan molona, hay que decirlo, aunque también haya hecho cosas cool como salir en una peli de James Bond (Muere otro día, 2003) o fingir que es inglesa (con esto se equilibra el universo, porque los Rolling Stones llevan fingiendo ser yanquis desde 1964). En cualquier caso, la mujer sigue ahí a sus 50 años, dando caña con sus bailes y sus muslos que son, en palabras de su alterego chanante, “acero pa los barcos”. Seguro que tanto ella como el Pelusa nos deparan todavía fortísimas diversiones.

Absurdo como... por soleares


“Deja que adivine en qué ciudad de Bélgica vivías: en Brujas, ¿a que sí?”
-Ana Corbalán en Física o química


Ahora que estoy en “todo lo contrario a Bélgica” voy a hablar de Bélgica, mire usted por donde. Habría tanto que decir… para empezar, yo siempre voy ahí comentando la leyenda urbana de que Bélgica (lo que es el país) es más pequeño que la provincia de Badajoz, cosa que no es cierta pero que sirve para dejar callado a cualquiera. Ojito, Badajoz es como más de dos tercios de Bélgica, con lo que si alguien os lo refuta pues decís que “es más pequeño que Extremadura” y entonces ya ganáis por goleada.

¿A qué viene esto, Porerror? ¿Te está afectando el siempre adocenante aire de Cosica? No, señora, viene a que yo soy mucho de Bélgica, me declaro fan de este país, y recientemente este sentimiento se ha actualizado al haber coincidido el sábado con varios residentes de la patria de Tintín y las papas fritas. Primer detallazo: ser la cuna de Tintín o las papas fritas ya sería, en solitario, motivo para encumbrar a una patria al rango de “cultura superior”. Pues bien, en Bélgica no solo crearon estas dos cosas sino que también inventaron los bombones. Y más cositas…



Pero vayamos por partes. El sábado pasado estuve en la boda de unos amigos, ocasión siempre agradable hasta que no se demuestre lo contrario (os debo un post revolucionario: a favor de las bodas), y resulta que uno de mis mejores amigos –invitado también-lleva varios años viviendo en Bruselas. Había en la cena otra chavala que también estaba viviendo allí, luego mi novia estuvo de Erasmus en Gante y yo he ido de viaje a Bélgica en varias ocasiones, igual que otros amigos… total, que ya la teníamos liada.

Bélgica mola, yo ya le pedí fecha a mi colega para volver a ir a visitarlo en primavera. ¿Y qué tiene Bélgica? Tintín es impalpable, y sus tebeos se pueden leer en tu casa, ídem comerte unos bombones o unas patatas fritas. Hablemos de una cosa belga que, si bien también la hay fuera en pequeñas dosis tiene allí sus mejores expresiones: el arte flamenco. La historia belga mola mogollón. Como país, son un invento revolucionario liberal del siglo XIX, pero llevaban dando caña desde hace siglos. Quien no me crea, que lea Astérix en Bélgica. Su Edad Media es chulísima, ese Franconato de Brujas, esos duques de Borgoña, y culmina con Caiser Karel (o sea, Carlos V), que nació allí.

Yo lo siento mucho, pero a mí me pone un montón ir a Yuste y ver retratos de Carlos V, ir a Gante y también, ir a Palermo y tres cuartos de lo mismo. Además, el arte flamenco medieval y renacentista es uno de mis favoritos, en concreto me chiflan los pintores llamados “Primitivos”, como los Van Eyck, Van der Weyden, Hans Memling, Dirk Bouts, sus cuadritos así, chicos, quiero decir, muy detallados, pintados al óleo, me parecen una perfecta expresión de su sociedad. Siempre andan llenos de objetos de lujo: ahí, joyazas, ricas telas, objetos suntuarios, que se vea bien que aquí estamos forradísimos. Y además rezamos, claro, a tope.


Mi cuadro favorito es la Adoración del Cordero Místico de los Van Eyck, que está en la iglesia de San Bavón en Gante (por eso se le llama también el Políptico de San Bavón). El matrimonio Arnolfini (National Gallery) o la Virgen del Canciller Rolin (Louvre) tampoco son mancos. Pero el Cordero Místico… para cajarse en las brajas. Cada vez que tengo la suerte de contemplarlo me paso más de una hora delante, y no es exageración (hay que decir que la audioguía se tarda casi tres cuartos de hora en explicarlo, tampoco tengo tanto mérito).

Me se va la olla hablando de los Primitivos Flamencos. En Gante, Ypres, Brujas, Bruselas, tenemos ejemplos de este arte a punta pala. Pero Bélgica también ofrece otros atractivos: un clima idéntico al de Gran Bretaña, numerosos locales turcos de kebab… es broma. Otro supuesto atractivo es el de ser centro político y administrativo de la Unión Europea, y otro más su bilingüismo beligerante, con el bello francés y la siempre divertida e ininteligible lengua flamenca (dizque “neerlandés”).

Como Bélgica es tan chica y tan modernota, se encuentra muy bien comunicada con autopistas alumbradas con dinero público, puntuales y frecuentes trenes de cercanías… Yo ya lo he dicho: he puesto plan de volver antes de que el país se desintegre, ahora que las comunidades flamenca y valona andan a la gresca.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Oda a la ensalada caprese


¿Cuántas veces más estimará necesario el telediario de Antena 3 enseñarnos el culo en pompa de Freddie Mercury enfundado en unas mallas de licra? Cada vez que veo el clip, extraído del vídeo musical no sé si de “Radio Ga Ga” o “Don’t Stop Me Now”, la contemplación de tan rojo y musical trasero me recuerda indefectiblemente a las formas de un tomate, y he aquí que ya nos vamos acercando al temita que os traigo esta noche.

El tomate, amigos, es uno de los ingredientes principales del plato cuyas alabanzas hoy me he propuesto cantar: la ensalada italiana llamada caprese. Los ingredientes indispensables son dos: el tomate y la mozzarella. Luego, lo más extendido es añadirle albahaca, aunque también se ha visto con orégano. Y la sal y el aceite, claro. Investigando en Internet leo que hay quien le ha echado pimienta de varias clases, aceitunas negras, queso rallado, ba ba ba ba! Lo que ustedes quieran. Pero lo básico es tomate, mozzarella y albahaca.

El nombre de caprese viene de la isla de Capri, y con esto se explica el origen de los ingredientes. El aceite de oliva dicen los italianos que es cosa italiana, y, bueno, esta absurda pretensión monopolizadora del oro líquido acaso constituya el único defecto del país transalpino (como lo llama Antena 3). Capri es una isla que está enfrente de Nápoles, en la región que se llama Campania. Los tomates de la Campania tienen muchísima fama, los paisanos se encuentran muy orgullosos de ellos, y con razón.


En una frutería de Meta di Sorrento (Campania) vi por ejemplo un cartel junto a hermosos tomates gigantes que decía “Los famosos tomates sorrentinos, originales de mi huerto, no temen a la competencia, pero cuidado con las imitaciones”. Lo de la mozzarella ya es para echarle de comer aparte.

Dejando a un lado el debate sobre si se trata o no de queso (dadle a un italiano alcohol y tiempo para charlar y veréis), la mozzarella es ese riquísimo producto lácteo blanco que se pone (o se debería poner) en las pizzas, otro inventazo napolitano. Pues la mejor mozzarella se fabrica con leche de búfala, algo que yo pensaba la primera vez que lo oí que era una broma, pero resulta de que no. Y las mejores búfalas lecheras pasan por ser –otra vez- las de Campania. Os aseguro que allí la mozzarella en las tiendas es como aquí los yogures: está por todas partes. Luego la albahaca, pues también es un producto mediterráneo, y además añade un gracioso colorido verde.


Tomate rojo, mozzarella blanca y verde albahaca, y ya tenemos los colores de la bandera italiana. Mola, ¿eh? Volviendo a la caprese, es lo más fácil de preparar del globo. Basta con cortar la mozzarella en rodajas (viene en unas pellas -que parecen otra cosa- dentro de bolsas con suero), el tomate también en rodajas y ponerle trozacos de albahaca. También trozos pequeños, o si no, orégano, que está muy rico. Me gusta valorar los platos que pruebo por ahí según su capacidad para ser reproducidos en casa fácilmente, y este la verdad es que es imbatible.

Y de sano y ligero, ni hablamos. Además, la mozzarella hoy día ya se puede conseguir hasta en el Mercadona (los que viváis en una localidad donde haya este supermercado). Hacedme caso, con queso fresco tipo Burgos o Filadelfia no sale igual de rico: directamente es otra cosa. Yo llevo comiendo caprese tres días seguidos para almorzar y preveo que va a ser uno de mis platos estrellas en los próximos meses, aunque claro está que la idea es eminentemente veraniega (pero, hey!, estáis leyendo el blog del tipo que le rogaba a su madre que en invierno pusiera de comer gazpacho).

No suelo poner links en mis entradas, como bien sabéis, para no distraeros. Pero hoy os voy a dejar con una perla que me he encontrado en Wikipedia cuando he ido a mirar la caprese. Ojito al dato, porque no sé yo si esto va a durar así, sin modificaciones, mucho tiempo. Más bien me ha parecido propio de la descojonante Uncyclopedia. En fin, yo a lo mío: ¡viva la insalata caprese!

viernes, 12 de septiembre de 2008

¿Qué fue del siglo XX?


“Bienvenido al siglo XXI: es igual que el XX, salvo que la gente tiene miedo y la bolsa está mucho más baja”.
-Lisa Simpson


A menudo la juventud me pregunta: “Porerror, ¿cómo es que te gusta tanto el siglo XX?”. “¡Copón, porque es mi siglo!” –suelo responder. Y es que, sí amigos, ahora estaremos viviendo en el siglo XXI (por cierto, qué debate más bonico y estéril sobre si empezaba en el 2000 o el 2001, ¿os acordáis?) pero yo cada vez que tengo que hablar de Napoleón, las Cortes de Cádiz o la reina Victoria de Inglaterra todavía me refiero al XIX como “el siglo pasado”. Mi cerebro vive en el XX, será porque se creó (y formateó) en aquel siglo.

Recuerdo haber hecho un trabajo en el cole sobre Antonio Machado (1875-1939), leer su biografía y pensar “jo, nosotros lo estudiamos como alguien del siglo XX, pero para cuando empezó el siglo él ya tenía los 25 años cumplidos”. Cuando empezó el XXI, servidor tenía 22 (¿ó 23?), y desde entonces la mente se me ha parado siempre en los asuntos del siglo XX. Lo siento, pero el tema de Bin Laden, Internet 2 (¿o van ya por la 3?), la Globalización, no digamos el Cambio Climático… me dan un poquete igual, la verdad.


A mí lo que me pone es la Segunda Guerra Mundial, el crack del 29, los totalitarismos, el cine, la Descolonización, las Vanguardias artísticas (las de los años 10 y 20), la lucha por la igualdad de la mujer, el Modernismo y el Postmodernismo… Se decía hace unos años que tras la caída del Muro de Berlín había llegado el “fin de la Historia” (Fukuyama y compañía). Tampoco es eso, simplemente es que yo me quedé anclado en aquella época. Y luego lo pienso y es fuerte, no sé si será siempre así, porque por descontado que la mayor parte de mi vida va a transcurrir en este siglo XXI.

Más señales. Es lo que tienen los gin tonics y la conversación entre amigos, que se habla de libros y se acaban recomendando. A mí el otro día gente de muchísimo criterio me recomendaba leer Naná (1879) de Zola y también algo de Stendhal. Ayer fui a una librería dispuesto a llevármelos pero cuando los vi: madre mía, todos tenían más de 600 páginas, y como sabéis, a mí eso me lo tiene prohibido el médico. Me salió del alma, le dije al amigo que venía conmigo: “Yo soy del siglo XX, gracias, no del XIX, no tengo tiempo para leer esos novelones”. No es que tenga nada contra ellos, es solo que yo no tengo espíritu para eso ahora mismo.

Afortunadamente, también me habían recomendado la obra de teatro Calígula (1944) de Albert Camus, que sí me llevé, y de propina cogí La condena, colección de cuentos de Franz Kafka de entre 1909 y 1919. Dos libritos cortos, de bolsillo, de primerísima calidad, cada uno por el precio de un gin tonic. Desde luego, aquí el que no lee es porque no quiere (o porque se está emborrachando). Si queréis otro librito de bolsillo que cuesta na y menos, os recomiendo Breve historia del siglo XX (2005), de Massimo L. Salvadori.

Al ir a pagar, junto a la caja vi un álbum de chistes de Jordi Labanda, en cuya portada un par de estilosas charlaban, una con mascarilla que decía “Soy alérgica al siglo XXI”. Mmhhh… Labanda se va de radical, pero sí acabaré citando a José Ignacio Lapido, quien en un tema del extinto grupo granadino 091 recordaba: “¿Qué fue de King Kong, de los psicoanalistas, del jazz?, ¿Qué fue del siglo XX? ¿Qué fue del Dadá, del Big Bang y del ‘No pasarán’? Ya se han quedado atrás”. Va por ustedes.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Miedo me dan


“Los nacionalismos qué miedo me dan”.
-Enrique Bunbury


Me despierta un buen amigo de la siesta con un anuncio inquietante: “¿Estás escuchando Radio 3? En un programa están contando que han acusado a Bunbury de plagiar a Benedetti, a Neruda y al sum sum corda”. Demasiado bueno para ser cierto. A mí Bunbury no es que me caiga mal, de hecho cada vez me mola más con los años, pero siempre me ha parecido sospechosa su calidad literaria (por no hablar de su gramática: “blanca esperma resbalando por tu espina dorsal”). ¿Bunbury plagiando a Benedetti, el apóstol del buenrrollismo? Demasiado jugoso para ser cierto.

Entonces busco la noticia y no hay vuelta de hoja: Bunbury ha copieteado a varios poetas como un cosaco, sin ningún miramiento. En cierto blog le echan en cara que no haya admitido sus influencias de antemano, como hicieron el Sabina o Jaime Urrutia. La revista La Clave (dirigida por José Luis Balbín) aporta pruebas demoledoras: plagiazos a caraperro. Botón de muestra: “Las cosas más triviales / se vuelven fundamentales” (“Todavía”, Mario Benedetti). En la canción “Opio” de Héroes del Silencio: “Las cosas más triviales se vuelven fundamentales”.


Bunbury, rey de la intertextualidad, dirán algunos, un cantautor cuyo nombre artístico está sacado del de un personaje de una obra de Oscar Wilde. Cuando la crítica feminista y postestructuralista Julia Kristeva acuñó el término en 1966 no creo que se estuviese refiriendo a poner en tus canciones versos de otros sin decir de dónde habían salido. En otro blog se defiende a Bunbury con denuedo: lo que pasa es que el pavo es tan leído que se le viene a la mente todo su bagaje literario a la hora de componer. Lo mismo alegó George Harrison cuando le acusaron de plagiar el “He’s So Fine” de las Chiffons con su tema “My Sweet Lord” (“Es una canción que me ha calado tan hondo que voy y la compongo otra vez”).

Con misericordia, pienso que la mejor frase de Bunbury es aquella que le dedicó al nacionalismo en su tema en solitario “El extranjero”. Los nacionalismos son pupita, ¡qué gran verdad! Yo mismo he buscado este verano infructuosamente en Irlanda el libro que desenmascara los nacionalismos: La invención de la tradición del prestigioso historiador británico marxista Eric Hobsbawm (1983). No lo encontré. ¿Será porque en Irlanda el nacionalismo (la fábula) alcanza el grado supremo de historia oficial? No lo creo, porque los anaqueles de las librerías irlandesas sí que exhiben otras obras de Hobsbawm.


Irlanda es un país joven que como todos necesita sus héroes. Lástima que ellos los saquen de entre terroristas y gente de la más dudosa ralea. Cada país necesita sus héroes, preguntadle a un uruguayo por Mario Benedetti, o a un argentino por… Carlos Gardel. Bunbury, el aragonés con nombre de personaje inglés escrito por un irlandés plagió a un uruguayo.

Costa Amalfitana, agosto de 2008. Dentro de un Seat León negro que circula a 50 km/h por la traidora carretera italiana, un amigo me espeta: “¿No has oído la última de Gardel? Que por lo visto el pavo no era argentino sino uruguayo, y él mismo en su lecho de muerte ratificó emotivamente su uruguayidad”. Impresionado, guardo silencio. Yo siempre había pensado que Carlos Gardel había nacido en Francia.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Frases míticas


Me suena de un anuncio. Reconozco en los anuncios un par de canciones chulas que les sirven de banda sonora. Una es “Colillas en el suelo” de Deluxe, en los avances de “Territorio Champions” de Antena 3 y la otra “All These Things That I’ve Done” de The Killers, en un anuncio de Nike. Ya en su recordado programa Rock alrededor de la FM, el gran Carlos Finaly se burlaba de un técnico que al escuchar “A Whiter Shade of Pale” de Procol Harum exclamó “Me suena de un anuncio”. Ya conté que mi profe de música se ponía a llorar cada vez que le decíamos que cierta aria de La flauta mágica era la música de un anuncio del Marca.

Pues lo siento, pero los anuncios son una estupenda manera de conocer canciones y grupos. Yo Buffalo Springfield me enteré de que existían por uno de Renault, y no me avergüenzo en absoluto. ¿Qué sería de los coches sin la música? The Knack, The Kinks, James Brown, Sly & the Family Stone, la lista es larga.


Disco nuevo de Queen. Hablando del cole y música, recuerdo a Queen como uno de los puntales de mi adolescencia; ese día que murió Freddie Mercury, que yo estaba en 7º de EGB, y todos los años por el aniversario de su muerte cantábamos “Bohemian Rhapsody” en el patio. Un amigo vino un día de 1993 con una noticia sorprendente. “Primicia” –dijo- “Queen van a sacar disco nuevo”. “Será en el cielo”-nos descojonamos. “Sí, con John Lennon, Jimi Hendrix y Camarón”. Mi colega juraba y perjuraba que había visto una rueda de prensa en la que se realizaba tan sorprendente anuncio, y hasta nos la describía con pelos y señales (“…y Roger Taylor llevaba unas gafas de sol…”).

Luego, claro, cada vez que salía un recopilatorio, reedición o lo que fuera de Queen, el pavo nos soltaba “¡Victoria moral! Yo tenía razón”. Hoy veo con regocijo que Queen van a sacar un nuevo disco, con Paul Rogers de cantante. No puedo evitar sonreír, y casi espero que mi amigo va a salir de detrás del sofá para echarme en cara que él tenía razón.


Haberme avisao. Tenía en el cole otro amigo muy bueno llamado Tote, fan de Hombres G, pareja mía en campeonatos de dominó, compañero en batallas de globos de agua… de lo mejorcito. Hoy día es un hombre hecho y derecho, se casó y sacó unas oposiciones de las que meten miedo. Con todo, su legado puede reducirse a dos frases, normales pero dichas con mucha gracia en el momento justo. La primera: nos lo encontramos de botellona (lo que el periódico llama “botellón”) hará unos seis años, nos hicimos una foto para conmemorar el encuentro y en el momento del disparo, en lugar de “patata” o “güisqui” al nota no se le ocurre otra cosa que exclamar “¡Durruti vive!”

Cinco años antes de eso ya hacía tiempo que nos habíamos perdido la pista. Mis amigos y yo nos fuimos de Interail un verano y a la vuelta, nos encontramos a Tote en otra botellona. Le contamos que habíamos estado en Francia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y al hombre se le pusieron los ojos de bolitas. Entonces fue cuando soltó su mejor frase: “Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiillo, ¡haberme avisao!”

Ayer me planté en Cosica tras un arduo viaje en coche (me tuve que poner un CD de chistes para animarme), mi primer día de trabajo, y cuando llego me sueltan mis jefes: “No tenías que haber venido hasta dentro de dos días, ¿no te lo dijeron?” Me acordé de Tote (y de los muertos de alguno): “¡Haberme avisao!”
 
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