Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 29 de octubre de 2010

Política esaboría (II)

(La última vez que titulé un post con esta cita de Carlos Cano me gané duras palabras de mis lectores. Que Dios me coja confesado esta vez…)



-“Si lo llego a saber, lo insulto antes”.

(Arturo Pérez-Reverte)



El lunes por la noche venía escuchando en el co
che una de esas tertulias políticas tan nutritivas y, entre el sexo de los ángeles, las churras (no de los ángeles) y las merinas, sacaron a relucir las recientes declaraciones bizarras de dos de nuestros políticos: el alcalde de Valladolid y Pepiño Blanco. Estos escandalillos de poca monta son la salsa de la actualidad, y –perdonadme la frivolidad y hasta el cinismo- ya que nuestros políticos son tan zopencos, lo mínimo que se les pide es que nos entretengan.

Se habéis enterado, ¿no? La semana pasada, Javier León de la Riva (alcalde pepero de Valladolid) se permitió decir que cada vez que veía los morritos de la nueva ministra de Sanidad Leire Pajín pensaba en… de todo menos cosas buenas y respetuosas. El nota se ha sobrado un número de pueblos que es difícil de precisar, por las indudables connotaciones sexuales de esta declaración y el insulto que suponen.



El bando contrario no se ha quedado a la zaga: el buen Rubalcaba, doberman extraordinaire, ha dicho que lo de este señor se explica por el “machismo genético” de los miembros del PP. Cositas sórdidas, mmm… aunque no dejan de tener cierta gracia. Durante el fin de semana, el buen Pepiño Blanco aliña el debate de ideas políticas con otra nueva aportación: a Rajoy se le ve el plumero, en el sentido de que es mariquita.

Ja, ja, jajota. Leire Pajín tiene boca de muñeca hinchable y Rajoy es maricón (o “mariposón”, como ya le llamó Alfonso Guerra). Lo que me interesa no son estos insultos de índole sexual sino las reacciones que han suscitado. Tertulianos enfurecidos defendiendo la hombría de Rajoy, la ministra de cultura preservando la pureza del boquino de Pajín en un festival de cine, Rubalcaba, Soraya, Intereconomía, Cuatro… el circo de siempre.



En estas andábamos cuando ha entrado en escena un verdadero grande de la injuria, a dejarnos a todos boquiabiertos y culiabiertos (desde el respeto a Pajín y a Rajoy). Arturo Pérez-Reverte, personaje problemático para Estatuas Verdes, colgó el sábado en su Twitter sus comentarios a la salida del ministro Moratinos:

“Es un auténtico mierda”.

“No ha tenido huevos ni para irse”.

“A la política se viene llorado”.

Chapeau, amigo! Así se insulta! Si te vas a meter con alguien, has de cumplir (idealmente) tres condiciones: 1) ofender, 2) ser creativo y 3) ser gracioso, y aquí Pérez-Reverte se lleva el osito de peluche por triunfar holgadamente en las tres. No me extraña haber visto el martes a una tertuliana de Cuatro cajándose en Pérez-Reverte por permitirse estas injurias tras la “patente de corso” de su estilo literario. Y lo mismo en Canal Sur, La Ser y Onda Cero. ¿Meterse con la gente? Está mal. ¿Insultar a un ministro? Pupita. ¿Llamar a alguien “un mierda”? Caca.

Pero si vais a armarla en política, amigos, hacedlo con clase: dejad paso a un profesional de la lengua (viperina).

domingo, 24 de octubre de 2010

Redes sociales


En esta época de redes sociales es harto reconfortante saber que además de las virtuales uno cuenta con las de carne y hueso, las de verdad, las que se tejen a mano y hacen que te salgan callos, claro: pero también te sujetan si te caes. Casualidades de la vida hacen que este fin de semana haya tenido dos reuniones muy distintas pero las dos muy satisfactorias. A saber, la celebración de una boda civil y una Feria del Jamón (sí, esto existe, e ignoro por qué las cámaras de Antena 3 no estaban allí).

Que me lo he pasado muy bien en ambas citas no sorprenderá a nadie, la verdad es que nada supera la buena compañía, más aún si esta viene envuelta en buen comercio y bebercio. Más vale solo que mal acompañado, desde luego, pero desde luego también que vale mil veces más bien acompañado que solo. El sábado estuve en el almuerzo de boda en una posición anfótera: yo era un invitado in my own right, pero en principio no conocía a casi nadie, aparte de los contrayentes. El tejido de la fiesta pronto nos envolvió a mi acompañante y a mí y al rato nos sentimos perfectamente integrados.



Así y todo pude ver en acción a un enorme grupo de amigos desde fuera. Y a ratos me sentí como un observador neutral. Agradecido también de poder formar parte de aquel trocito de felicidad. Pese a conocer a mucha de la gente solo desde hacía minutos, fui invitado a sus confidencias en forma de anécdotas, y tuve ocasión de comprobar cómo la familia del novio (por parte de quien yo estaba invitado) lo arropaba y compartía la alegría que rebosaban por las costuras. Me fui reconfortado, ya lo he dicho, y desde luego con envidia sana.

El domingo tocaba acudir a un pueblecito serrano al llamado de una amiga, ir también en pareja y comprobar cómo se refuerzan viejos lazos de amistad en varias direcciones. Sentirse bienvenido en una casa, en un pueblo, comer productos ibéricos como un descosido, hacerse fotos, decir chorradas, tomar café, reírse a chorros, ver a viejas amigas cotilleando… todo tan agradable que les perdono que no me dejaran llevar a cabo mi viejo y quimérico proyecto de comprar una paletilla y comérnosla allí mismo a pellizcos.



Porerror nos cuenta su fin de semana”: el superpost, ¿eh, amigos? No se trataba de eso, sino de compartir con vosotros esta reflexión. Viendo (y viviendo) escenas como las de este fin de semana, siendo protagonista del estrechamiento de lazos de pareja, de amistad, de compañerismo, pero sobre todo siendo testigo de sutiles dinámicas de cariño entre hermanos, padres e hijos, esposos, amigas, compañeros de trabajo, vecinos, me doy cuenta de que todo este mundo virtual que se nos viene encima, que ya está encima, jamás podrá suplir al mundo auténtico. Lo siento muchísimo pero es así.

Dos niños podrán estar como locos jugando con un teléfono hecho a base de vasitos de yogur, y hablar durante horas, pero al final correrán a estar juntos para “comentar la jugada”. A lo mejor os parece un pensamiento de Perogrullo, no seré yo el que lo niegue; pero es solo que vengo de tener una especie de epifanía o rêverie, si preferís, (como dicen los entusiastas de Joyce) al respecto. Os lo dice uno que tiene 147 amigos en Facebook, y subiendo.

viernes, 22 de octubre de 2010

El pisito: Novela de amor e inquilinato


Irrespective of anything, leo El pisito de Azcona. El pisito: Novela de amor e inquilinato, pues ese es su certero título completo. Llego al libro en su edición de Cátedra Letras Hispánicas, lo cual me causa una satisfacción enorme, el hecho de que el logroñés Rafael Azcona comparta nómina en este canon extraoficial de nuestra literatura con nombres como Lope de Vega, Cervantes o Cortázar. El texto presenta un problema; por todos es conocida la versión cinematográfica de la historia, dirigida por Marco Ferreri y cuyo guión fue co-escrito por el italiano junto con Azcona.

La película, starring José Luis López Vázquez y Mary Carrillo, es una adaptación de 1958 de la novela original de 1957. Lo que Cátedra publica en 2005 es una reescritura que Azcona hizo en 1999 de la novela, basándose en la película. ¿Se entiende? Es una novela de 1999 basada en una peli de 1958 basada en una novela de 1957. Valga esta pedantería filológica para aclarar posibles malentendidos. Azcona reescribió hace poco pero no perdió sus precisas coordenadas espaciotemporales: el Madrid (y por extensión la España) cutre y bárbaro de los años 50. Para más información, véase Amar en tiempos revueltos.



Lo primero que me llama la atención del texto es que no se trata en absoluto de una novela de humor. La película tampoco lo era, pieza agridulce de un supuesto neorrealismo español, aunque confieso que la vi hace tantos años que ya no la recuerdo. Pero sí vi hace un año en Madrid una versión teatral starring Pepe Viyuela y Teté Delgado (función a la que me acompañaron dos clásicos lectores de Estatuas Verdes cuyo nombre no divulgaré, que se quedaron dormidos) y aquello quedaba claro que no era una comedia bajo ningún punto de vista. Nadie dijo que lo fuera, el que andaba confundido era yo.

Hay humor, negro, gris, y de todos los colores de la mala leche. Pero el asunto, al parecer sacado de una noticia real de prensa, es crudelísimo. La historia es simple: una pareja de clase trabajadora que frisa los cuarenta es incapaz de acceder a un piso para poder casarse, salvo que él, que vive de pensión en casa de una anciana, se case con la anciana con la esperanza de quedarse viudo pronto y así heredar el piso (ni siquiera el piso, sino el derecho a habitarlo como inquilino de renta antigua). La novia del prota se aviene al enjuague, y con la ayuda de varios secundarios para echarse a llorar se completa el costumbrista (¿o esperpéntico?) cuadro.


El estilo, con ser de un humorismo recatado, no dispendia florituras ni grandes hazañas técnicas. La estructura es lógica y cronológica, dividida en escenas con un probable tufillo a guión de cine. La lectura del libro es pues, facilísima, pues apenas engorda 112 páginas. Y sin embargo no lo digo para restarle mérito alguno, estamos ante una obra-testimonio, cuyo valor reside en lo que se cuenta más que en cómo, y aquí cobran fuerza las escenas dramáticas y los bien apuntalados (por numerosos tics y detallitos) personajes. Si se me permite el término, yo catalogaría El pisito como “tragedia de situación”.

En estos tiempos de crisis económica y de zozobras inmobiliarias la lectura de la novela de Azcona se hace –si no imprescindible- sí altamente ilustrativa y nutritiva. Y además que viene bien, qué caramba, recordar esa época no tan lejana en la que mucha gente (no percibidos como pobres) andaba con los zapatos agujereados o se lo pensaba dos veces antes de tomarse una cerveza en un bar. Más allá de lo patético de la anécdota El pisito tiene otra lectura, esta sentimental. Es la tragedia de un hombre castrado o calzonazos, incapaz de reaccionar ante los embates que le pone por delante la vida, y los trapos rojos que le presenta su novia, su jefe o su compañero de piso desaprensivo.



Conocemos a Rodolfo ya derrotado de antemano, no sabemos en qué momento perdió el empuje, pero se nos dan algunos inklings de otra época en que era capaz de ilusionarse o de tener una erección bailando con su novia Petrita. Al abúlico Rodolfo Petrita lo caza y su casera Doña Martina lo casa. Él se deja hacer, por mor de la comodidad, por no dar conflicto, y acaba así firmando su propia sentencia de… boda. Por dos veces. Las mujeres que lo manejan no son más culpables que él, que se deja hacer.

Puede por tanto este libro leerse como una cautionary tale moderna (para ellos y para ellas), y no solo como una pieza de época con olor a naftalina de pisito de realquilado. Sea como sea, lo recomiendo a todo el mundo. Y si no, ved la peli, cojones, yo a ver si vuelvo a revisitarla. Ya sabeís, los yankis tienen El apartamento (1960) de Billy Wilders, y nosotros El pisito: distinto contexto, distintas preocupaciones.

martes, 19 de octubre de 2010

¿Quién es el mayor terrorista lírico del pop español?


Muchos son los llamados y pocos los elegidos, igual que para la Gloria. Ya se ha hablado aquí de las singulares dotes líricas de autores como Alejandro Sanz o Macaco (cada uno da nombre a un nada desdeñable efecto). Hoy estaba tentado de bautizar un nuevo "efecto", y ha sido en la duda de cómo darle nombre cuando me he dado cuenta de que el asunto requería un post. También me he dado cuenta de que hay que ser sensatos: el fenómeno sobre el que yo quería llamar vuestra atención ya tiene nombre en español. Se trata del ripio, vulgo: rima facilona.

A mi modesto entender, dos son sobre todos los autores de canciones en español que han sobresalido en su uso (
y abuso), a saber: José María Cano y Ariel Rot.Vaya por delante que a los dos los admiro por diferentísimas razones, Mecano me encantan, con su tecnopop "para adultos"... y Rot ha escrito una imprescindible página del rock estoniano en España, en solitario y con las bandas en que ha militado. Pero los dos exhiben una enfermiza tendencia a la rima consonante, al ripio, a esa rima fácil que da vergüencita ajena. ¿A que "gato" rima con "zapato"? La mayoría de autores no lo incluiría en sus canciones, pero ellos sí.


Empecemos al azar por la obra de Cano. Uno de sus clásicos reza: "Cuando tomo una decisión/ soy peor que Napoleón/ y aunque no me gusta el avión/ soy un hombre de acción". Dejando aparte la pseudorreferencia histórica, podría tacharse la estrofa de simple, pero es que en la misma copla encontramos "Un fundido en negro y después/ plano picado al revés de rascacielos/ y yo allí dispuesto a triunfar/ como San Juan de la Cruz en el Carmelo". (¿He oído "el colmo del rebuscamiento?" Bingo, señora!)

El estribillo de "No hay marcha en Nueva York" no deja lugar a dudas: nos encontramos ante una cumbre del ripio. No cualquiera sería capaz de rimar "Nueva York" con "jamón de York" (
¿rimar no era poner algunos sonidos parecidos?) con "explorador" con "Fundador" con "Henry Ford" con "actor". Vaya! Ya he expuesto el caso de José María Cano y solo he hablado de una de sus canciones. Pero habría tantas... Solo os dejo con dos perlas más: "O hay un Espartaco/ que entre a saco/ y esto cambia/ o tos pa Gambia" y "En tu paleta mezclas/ místicos ascetas/ con bayonetas y con tetas".


Ariel Rot tampoco es inocente en este carnaval de rimas fáciles. Pese a su postura auténtica, el argentino ha mantenido siempre un lado lúdico que ha resultado su perdición. Paladeemos esta golosina extraída de la primera canción de su último disco: "Yo no tengo secretarios/ ni contrato mercenarios/ ni abogados desalmados/ ni una corte de pescados/ a mi lado". Quizás la cima de la rima en Rot se encuentre en su clásico tema "Bruma en La Castellana". Oigámoslo:

"Con la gasolina justa/ la ciudad siempre te asusta/ y la aguja en la raya/ ya te avisa que algo falla". O bien "Del Bernabeu vas derecho,/ vas derecho hasta tu lecho/ y en la torpe madrugada/ ladra un perro en la Vaguada". Vamos a ver, soy consciente de que muchas de estas rimas darían el pego tomadas individualmente, lo que asusta (y lo que causa el "efecto") es su acumulación. Y su gratuidad. Soy consciente también de que rimar hay que rimar y de que la consonancia es un recurso bien lícito para los poetas. Pero sucede que a veces la rima aparece forzada, como si el autor no hubiera sabido qué poner y resolviera el tema con calzador. Por ejemplo, Rot nos comenta que hay "un anónimo asesino/ que ametralla a todo chino". Y por si quedaba algún género de duda, se nos aclara que "la ciudad se desparrama/ desde Chueca hasta El Jarama"...


A medida que releo el post me invade una sensación, no sé si la misma que a vosotros... ¿No parece que la contienda se dirime sola? Diríase que no hay competencia, de hecho. Diríase que José María Cano es el rey indiscutible del ripio... Ja, ja, ja, JA, JA!!! Lo supe desde un principio, solo pretendía embromaros. Es solo que esta mañana camino del trabajo he ido escuchando a Rot y algunas de sus rimas me han dado bocaítos en las orejas. Pero no hay color: larga vida al "Efecto José María Cano"! Y otro día hablaré sobre su hermano.

domingo, 17 de octubre de 2010

La bondad de los extraños, o: La jodida Blanche DuBois sin un portátil


-“Siempre he contado con la bondad de los desconocidos.”
(Arthur Miller)






Me había jurado que no iba a hablar del tema, pero al final me veo que están corriendo los días y no puedo publicar, y vaya, que esta vez no se trata de sequía, falta de ganas o bloqueo del escritor: escribo poco desde el mes de julio porque se me ha roto el portátil. Lo llevé a que me lo arreglaran, pareció que sí, y de ahí la sarta de posts que hubo a finales de septiembre. Pero… ¿a qué hacerse ilusiones? Se me ha vuelto a romper, y de lo mismo.

No quiero que el post de hoy vaya de eso, ni de un planto en plan “Mis problemas con los ordenadores”. No iba a contarlo porque no me parecía interesante y tampoco quería hacer un post pidiendo perdón. Ahora me doy cuenta de que mi acceso a Internet se va a ver restringido de nuevo, y que puede que no escriba en el blog con la regularidad que me apetecería, así que voy avisando. Cuando estoy sin portátil solo me queda la opción de confiar en la bondad ajena… pero en la de los seres queridos, no la de los extraños.


Aun así, la frase que Arthur Miller hace decir a Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo (1947) siempre me ha parecido absolutamente genial. Si no recuerdo mal, tuvo su eco (como tantas otras cosas de la obra) en la almodovariana Todo sobre mi madre, unos 50 años más tarde. La verdad es que nunca he confiado en la bondad de los extraños, por más que el concepto sea atractivo. Pero sí en la de los conocidos, casi siempre con estupendos resultados.

Restarle valor a la ayuda de los familiares y amigos por el simple hecho de que lo son me parece absurdo: vale que a lo mejor están en cierto modo obligados a socorrerte en los momentos difíciles, pero a mí nunca deja de admirarme y de hacerme sentir gratitud, porque en este dichoso mundo hay tantas cosas que deberían ser de una manera y luego no lo son… Tampoco me parece bien la postura radi de no esperar nunca absolutamente de nadie, “Soy una roca”, etc.. etc.. Con permiso de Paul Simon, yo soy más de John Donne: “Ningún hombre es una isla” (y lo tengo comprobado).


Hay veces en que la gente hace cosas buenas por los demás, sin esperar nada a cambio. O por el puro placer de ayudar o por sentirse bien, de acuerdo, pero si eso puede ser tachado de egoísmo, pues ¡bendito egoísmo! A mí este verano un amigo de un amigo -que apenas me conocía- me socorrió dándome un techo cuando me encontraba tirado en la calle en Edimburgo, algo que jamás le podré devolver. A diario la gente que me quiere y/o aprecia hacen cosas por mí o me hacen favores, y yo procuro portarme bien también con ellos.

Lo de la bondad de los seres queridos venía a cuento porque solo gracias a ellos puedo moverme por Internet en estos días. Descontando el trabajo, donde no tengo tiempo para escribir el blog (y además estaría feo), he de depender de que un amigo me deje mirar el email en su casa o de que mi madre o mi tía me presten su portátil durante una horita para estos menesteres. Solo un ejemplo tonto, pero a mí me da la vida. Últimamente estoy recibiendo muchísima ayuda –en diferentes formas- de parte de amigos, tíos, mi novia y mis padres. Ellos no lo saben, claro, pero me están llevando en volandas.

domingo, 3 de octubre de 2010

V3


-“Gracias sean dadas al Hacedor.”
(C-3PO, androide de protocolo)





Vinieron de los cinco continentes, amigos (los cuales Bono ama todos por igual), para presenciar el prodigio. Una nave espacial aterrizó en Sevilla el pasado día 30 de septiembre con el objetivo de acolapsar Sevilla. Sus tripulantes: The Edge, Adam Clayton, Larry Mullen, Jr. y Bono, ese alienígena peludo con un humor cáustico (como Alf o Ray Walston). No fue en la Palmera, no fueron fans del Betis, fueron 80.000 criaturitas fans de U2 los que acudieron a rendir pleitesía al grupo irlandés.

B.O.N.O. (el mejor acrónimo desde V.O.M.I.T.Ó.N., ¿eh?) vino a nuestro planeta con un firme propósito, el de enseñarnos a amar. No faltaron sus gafas oscuras, sus chaquetas de cuero… lo que gracias a Dios sí faltaron fueron sus llamadas por teléfono a Helmut Kohl. Si de verdad queréis una crónica del concierto, yo no puedo hacerlo mejor que este periodista, a excepción de que equivoca los nombres de los futbolistas. Lo que ocurrió de verdad fue que Bono presentó a The Edge como “Iker Casillas”, a Larry Mullen como “Fernando Torres”, a Adam Clayton como “Xavi Hernández o Iniesta” (a elegir) y él se pidió ser Sergio Ramos.


Lo demás, fue como estar viendo la MTV a toda potencia en una tele de 40 pulgadas: y eso, salvo que seas mis padres, mola cantidad. Mi asiento estaba en una grada, no muy cerca pero sí lo bastante como para ver perfectamente a esos muñequitos que decían ser U2 evolucionar por el escenario, y también para que una especie de segurata zangolotino nos acosara a mi acompañante y a mí por ponernos de pie cuando había otras 78.998 personas que también estaban de pie y a ellos no les decía nada.

Al final opté por ponerme de rodillas, sobre todo en las dos canciones que me emocionaron: “Sunday Bloody Sunday” (brutal interpretación, aunque Daniel Ruiz ha comentado con acierto que su dedicación a Irán la desvirtuó) y “One” (pastel sucré por excelencia que apetecía dedicar a tu chica especial). La pantalla gigante de nosécuantosmil LEDs se movía, lo que resultaba guay, sobre todo porque permitía ver con detalle lo que hacían los U2, las caricas que ponían… eso cuando no se estaban proyectando absurdas –bien que espectaculares- imágenes de mapamundis, Teherán, Aung San Suu Kyi o Desmond Tutu.


La verdad es que ver el careto gigante de Desmond Tutu presentando “One” fue lo más estupefaciente desde que Miliki anunciaba Micromachines en Antena 3 (y juro que ocurrió, no fue efecto de los gin-tonics de Gordon’s con tónica Hacendado, como insinúan las malas lenguas…) Qué ilusión me hizo escuchar “Miss Sarajevo”, “Until the End of the World”, “Mysterious Ways”, “Beautiful Day”, “Elevation”, “With Or Without You”, “I Still Haven’t Found What I’m Looking For” y “Where the Streets Have No Name”, además de las dos ya citadas. Y varias del nuevo que me gustaron mucho, como “I'll Go Crazy If I Don't Go Crazy Tonight”, “Get On Your Boots” o “Magnificent”.

Del repertorio no me puedo quejar, si hasta subieron al escenario al son de Bowie y se bajaron al de Elton John! (También hicieron una versión de Frankie Goes to Hollywood, pero esto mejor me lo callo.) Por cierto, que el escenario era muy espectacular: redondo –de ahí el ingenioso nombre la de la gira “360º Tour”, una estupenda estratagema para vender más entradas. U2! ¿Eh, amigos? Los Beatles de ahora… bueno, los Beatles molaban más, claro. Pero sus conciertos se escuchaban peor.
 
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