Hablar el otro día del anuncio de TDK de Blade Runner (ver entrada del 24/11/07) me dio que pensar. Me acordé de la infinidad de veces en que había abierto el plastiquito rojo y negro con esas tres letras para sacar una cinta de cassette. ¿Os acordáis? Había otras marcas, sobre todo Sony, Maxell, Fuji, de vez en cuando BASF, y algunas más misteriosas que se compraban en grandes superficies. Pero, en mi casa por lo menos, las reinas eran las TDK.
Las había de diferentes tipos, para mí inescrutables: “normales”, “de hierro”, “de cromo”… lo siento pero jamás logré distinguirlas. Yo, entre los trece y los veintiocho años solo me fijaba en un criterio: su duración. Lo más extendido eran 60 o 90 minutos, pero ¿cómo olvidar aquellas de 46’, de 100’ o incluso de 120’? La leyenda urbana era que mientras más duraran eran de peor calidad, porque debían ser más finas y se rompían antes. Capaz de ser verdad, pero yo tenía una cinta de 120’ con el Mellon Collie and the Infinite Sadness de Smashing Pumpkins que lo flipabas...
En una cinta de 90’ cabían normalmente dos discos enteros, las de 60’ eran una mierda porque, o había que buscar dos discos de menos de 30 minutos o te sobraba ahí un cuarto de hora para rellenar con canciones inconexas. Pero la razón de ser de las cintas de cassette vírgenes, el motivo por el que Dios (y Philips) las trajeron al mundo fue para recopilar cintas de varios. Las cintas de varios eran fantásticas, infinitamente mejor que los CDs de varios. ¡Nada que ver! Los que no las hayáis conocido os habéis privado de algunas de las mejores experiencias que un fan de la música pueda tener.
Si las escogías con cabeza, en tu cinta de 90’ de varios te podían caber más de treinta canciones (según un amigo mío, nunca más de treinta y siete, aunque inmediatamente otro amigo común hizo una cinta con treinta y nueve, solo para fastidiarle). Traían sus etiquetitas de identificación, que había que poner rectas, y además las TDK incluían una tarjeta con unas absurdas pegatinas de adorno en plan un corazón, una estrellita, una tacita de café, un coche deportivo o una guitarra eléctrica. Y luego estaba la carátula, ese inmenso lienzo en blanco o pautado para apuntar los títulos de las canciones intentando, primero, que cupiesen y, segundo, que no se corriese la tinta. ¡Cuántas dioptrías no les deberé a los centenares de cintas de varios que grabé y decoré en mi juventud!
Por no hablar de las horas y horas empleadas para su grabación. Había que seleccionar las canciones, que normalmente se sacaban de otras cintas (originales o no, incluso grabadas de la radio), de discos de vinilo y ya modernamente de CDs. Había que estar atento a darle a grabar antes de que empezara cada canción, a que sonara la canción entera y a parar la grabación cuando acabara, y cuidadito con los errores. Si todo esto suena tedioso, es que lo era. El proceso para una cinta de 90’ solía durar una dos horas, y eso si se tenían localizadas las canciones.
Quizás alguien, leyendo esto se haya sonreído y pensado “¡qué tontería!”. Pues sabed que había hasta sus reglas para realizar una buena cinta de varios. Sin ir más lejos, el escritor inglés Nick Hornby pone en boca del narrador de su fantástica novela friki-musical Alta fidelidad (1995) que “no se puede poner música blanca y música negra juntas”, o que “no se pueden poner dos canciones del mismo artista seguidas”. Esas reglas siempre me han parecido exageradas y abiertas al gusto personal (yo, que grababa a Concha Piquer con Crowded House). Sin embargo, no podría estar más de acuerdo con Rob, el protagonista de Alta Fidelidad, cuando parafraseaba a Neil Sedaka y decía que “una buena cinta de varios, igual que romper con alguien, es difícil de hacer”.
Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.
martes, 27 de noviembre de 2007
Nostalgia de otros formatos (I)
Etiquetas:
cintas de varios,
música,
Nick Hornby,
Piquer,
Sedaka,
Smashing Pumpkins,
TDK
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
¡Qué recuerdos, madre mía! La primera cinta que tuve (y que me grabó mi madre...) contenía el Grandes Éxitos de Mecano, el de 1987. Y yo también era de las que echaba horas y horas delante de la minicadena para que la cinta quedara perfecta... ¡Qué tiempos!
ANDA, DI QUÉ AMIGOS FUERON LOS DE LA TEORÍA DE LAS 37 CANCIONES, Y EL QUE JODIÓ LA MARRANA... :-P
no le tires de la lengua, grillo... que todos sabemos de quién estamos hablando...
Publicar un comentario