Dylan, Dylan, Dylan. ¡Madre mía! Cantautor meteorológico, ningún otro artista le ha prestado tanta atención en sus letras a las inundaciones (Before the Flood, “Down In the Flood”, “The Times They Are A-Changin’”), la lluvia (“Buckets of Rain”, “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”), el viento (“Blowin’ In the Wind”, “Idiot Wind”), los huracanes (“Hurricane”) y demás. Todo esto, que viene muy bien en épocas de cambio climaticlo y Expo de Zaragoza, nos sirve además como un soplo de aire fresco ahora que empieza la canícula. Meteorológico, sí, por lo natural, por lo que el tiempo afecta a las personas.
A Dylan nos lo trae el verano a España, y yo ya tengo mi entradita comprada para ir a verlo. Bendita sea la jubilación que le estamos sufragando los fans, porque la entrada me ha salido por más de 50 pavos. Pero concierto a la vista, en el mes de julio, nos remite forzosamente a una revisión del catálogo del artista. Y no es que haya hecho falta que me obliguen, ¿eh? Curiosamente ya venía teniendo un año bastante dylaniano muchísimo antes de pensar siquiera en ir a verlo en concierto.
Vengo escuchando discos de Dylan desde hace meses –no diré compulsivamente pero sí con bastante consistencia. Yo era mucho del Dylan sesentero, ya conté aquí como lo (re)descubrí un día escuchando Radio 3. Mucho antes, por mi casa ya rulaba un EP de vinilo con “Blowin’ In the Wind” y otros tres temas, y es uno de los discos que más he escuchado en toda mi vida. Pero tengo que admitir que la obra de Dylan a partir de 1970 (igual que la de los Rolling Stones o la de los Kinks en su momento) me daba bastante miedito. Igual que en los dos casos citados, una vez vencida la aprensión inicial descubro que mi miedo era completamente injustificado.
Mi problema es que me gustan tanto los años 60 puros que a partir de 1969 la música me parece ya demasiado progresiva o complicada. Escucho el Nashville Skyline (1969) con la orejitas tiesas (y el hecho de que sea medio country tampoco es ajeno a esta circunstancia). Escucho el New Morning (1970) con bastante más apetito, cómo olvidar aquel “The Man In Me” que inmortalizaron los Hermanos Coen en la secuencia onírica de El gran Lebowski (1998). Desgraciadamente, el otro vinilo de Dylan que había en mi casa de toda la vida era el infumable Self Portrait (1970), y ese mejor nos lo saltamos.
La banda sonora de Pat Garrett & Billy the Kid (1973) nos legó el historiquérrimo hit “Knockin’ On Heaven’s Door”, de dulce versionado por Guns N’ Roses y por cualquiera que aprendiera a tocar la guitarra entre 1992 y 1995. Pero para mi gusto, el mejor Dylan de la década viaja en dos magníficos álbumes, dos trabajos que bien pueden competir con cualquiera de los que el cantautor de Minnesotta facturó a mediados de los sesenta (¡Toma frase tópica!). Blood On the Tracks (1975) nos dejó “Tangled Up In Blue”, “Idiot Wind” y “Lily, Rosemary and the Jack of Hearts”. El cantautor melódico, el enamorado, volvía a ser el cronista de las jóvenes insatisfacciones de América.
El otro obrón de esta época es Desire (1976), cuyo tema central “Hurricane” bien podría pasar por ser la mejor canción de Dylan de todas las épocas. O a lo mejor no, da igual. Su historia –real- es tan urgente y tan conmovedora (la injusticia de un boxeador negro condenado por unos asesinatos que no cometió) que décadas después fue llevada al cine como Huracán Carter (1999), con resultado de nominación al Oscar para Denzel Washington. Además, el disco contenía otros buenos cortes como “Isis”, “Mozambique” o “Sara”, y estaba salpimentado por un omnipresente violín y por la voz de Emmylou Harris en los coros.
Lo flipo yo solo escuchando a Dylan, se ha notado, ¿no? Pues no es del todo cierto. Es verdad que para escuchadas solitarias pocos artistas tan completos y tan profundos (valga la cursilada) como el señor Robert A. Zimmerman. Pero también es verdad que su música se presta a la comunión y al jolgorio colectivo. Mañana hablaré de ese Dylan, hoy me conformo con el de la soledad y el recogimiento, el de las largas horas de escucha reflexiva -la boca abierta, la babita caída-, el que se quita el sombrerico para saludarnos mientras nos mira a los ojos.
A Dylan nos lo trae el verano a España, y yo ya tengo mi entradita comprada para ir a verlo. Bendita sea la jubilación que le estamos sufragando los fans, porque la entrada me ha salido por más de 50 pavos. Pero concierto a la vista, en el mes de julio, nos remite forzosamente a una revisión del catálogo del artista. Y no es que haya hecho falta que me obliguen, ¿eh? Curiosamente ya venía teniendo un año bastante dylaniano muchísimo antes de pensar siquiera en ir a verlo en concierto.
Vengo escuchando discos de Dylan desde hace meses –no diré compulsivamente pero sí con bastante consistencia. Yo era mucho del Dylan sesentero, ya conté aquí como lo (re)descubrí un día escuchando Radio 3. Mucho antes, por mi casa ya rulaba un EP de vinilo con “Blowin’ In the Wind” y otros tres temas, y es uno de los discos que más he escuchado en toda mi vida. Pero tengo que admitir que la obra de Dylan a partir de 1970 (igual que la de los Rolling Stones o la de los Kinks en su momento) me daba bastante miedito. Igual que en los dos casos citados, una vez vencida la aprensión inicial descubro que mi miedo era completamente injustificado.
Mi problema es que me gustan tanto los años 60 puros que a partir de 1969 la música me parece ya demasiado progresiva o complicada. Escucho el Nashville Skyline (1969) con la orejitas tiesas (y el hecho de que sea medio country tampoco es ajeno a esta circunstancia). Escucho el New Morning (1970) con bastante más apetito, cómo olvidar aquel “The Man In Me” que inmortalizaron los Hermanos Coen en la secuencia onírica de El gran Lebowski (1998). Desgraciadamente, el otro vinilo de Dylan que había en mi casa de toda la vida era el infumable Self Portrait (1970), y ese mejor nos lo saltamos.
La banda sonora de Pat Garrett & Billy the Kid (1973) nos legó el historiquérrimo hit “Knockin’ On Heaven’s Door”, de dulce versionado por Guns N’ Roses y por cualquiera que aprendiera a tocar la guitarra entre 1992 y 1995. Pero para mi gusto, el mejor Dylan de la década viaja en dos magníficos álbumes, dos trabajos que bien pueden competir con cualquiera de los que el cantautor de Minnesotta facturó a mediados de los sesenta (¡Toma frase tópica!). Blood On the Tracks (1975) nos dejó “Tangled Up In Blue”, “Idiot Wind” y “Lily, Rosemary and the Jack of Hearts”. El cantautor melódico, el enamorado, volvía a ser el cronista de las jóvenes insatisfacciones de América.
El otro obrón de esta época es Desire (1976), cuyo tema central “Hurricane” bien podría pasar por ser la mejor canción de Dylan de todas las épocas. O a lo mejor no, da igual. Su historia –real- es tan urgente y tan conmovedora (la injusticia de un boxeador negro condenado por unos asesinatos que no cometió) que décadas después fue llevada al cine como Huracán Carter (1999), con resultado de nominación al Oscar para Denzel Washington. Además, el disco contenía otros buenos cortes como “Isis”, “Mozambique” o “Sara”, y estaba salpimentado por un omnipresente violín y por la voz de Emmylou Harris en los coros.
Lo flipo yo solo escuchando a Dylan, se ha notado, ¿no? Pues no es del todo cierto. Es verdad que para escuchadas solitarias pocos artistas tan completos y tan profundos (valga la cursilada) como el señor Robert A. Zimmerman. Pero también es verdad que su música se presta a la comunión y al jolgorio colectivo. Mañana hablaré de ese Dylan, hoy me conformo con el de la soledad y el recogimiento, el de las largas horas de escucha reflexiva -la boca abierta, la babita caída-, el que se quita el sombrerico para saludarnos mientras nos mira a los ojos.
7 comentarios:
PUES NO TE QUIERO QUITAR LA ILUSIÓN, PERO YO LO VI HACE UNOS AÑOS EN CÓRDOBA, Y SI ANTES ME CAÍA MAL, DESPUÉS NI TE CUENTO. EL CONCIERTO EN SÍ ESTUVO BIEN. LA BANDA QUE LLEVABA ERA LA LECHE, TOCÓ CLÁSICOS... LO MALO ERA ÉL. SE PUSO AHÍ MEDIO ESCONDIDO CON LOS TECLADOS, CANTANDO MAL, Y CON UNA DESGANA HORROROSA. EL AMIGO CON EL QUE FUI ME PROPUSO VAGAMENTE REPETIR, Y LE DIJE QUE NI HABLAR.
NUNCA ME HA LLAMADO LA ATENCIÓN, Y CREO QUE SUS LETRAS, LAS QUE HE LEÍDO AL MENOS, ESTÁN MUY SOBREVALORADAS.
DE TODAS MANERAS SIGUE SIENDO UNA LEYENDA, Y ME ALEGRO DE HABERLO VISTO, AUNQUE SEA POR ENGROSE DE MI CURRÍCULO. ESPERO QUE TENGAS MÁS SUERTE QUE YO Y QUE HAGA UN BUEN CONCIERTO.
recuerdo que en una clase me trajiste la de "Blowin' in the Wind", y la verdad es que me gustó mucho. No obstante, he intentado escuchar más de Dylan y me ha costado... una canción pase pero más... sinceramente me aburre un poco. Eso si, el documental de No Direction Home sobre Dylan (creo que el título era ese, no) me lo tragué enterito.
Tengo una foto enorme del joven Dylan en mi cuarto.
Dicho lo cual te advierto, si no le has visto nunca en directo, rebaja tus expectativas hasta casi tocar el suelo antes de entrar al concierto o te irás muy decepcionado. Ojalá me equivoque pero es lo que hay.
Por cierto que ya que hablas de meteorología, el mejor verso de Dylan al respecto es "You don't need a weatherman to know which way the wind blows" (en Subterranean homesick blues). De hecho es uno de mis versos favoritos de Dylan y no es tontería eso. Mola tanto que hasta dio lugar a una organización radical y violenta.
Hablando de ese Dylan íntimo... nada mejor que escuchar "Desolation Row" tumbado en la cama...
De Desire, Oh, sister. Migue.
-¿Sabéis? Yo no tenía ganas de ver a Dylan en directo, me da bastante miedo. De hecho, ya me daba miedo escuchar su Unplugged, y aquello era de 1994...
Pero (en el post de hoy lo contaré) la recomendación entusiasta de varias personas me ha hecho dar el salto (y el desembolso).
En cuanto a su música grabada hace décadas... lo bueno es que cada uno tiene su opinión. Gracias por compartir las vuestras, Grillo, Rukia, Riggy, Fran Matute y Migue.
-Riggy: Genial la frase, también es mi favorita, de una de sus mejores canciones.
-Grillo: Decir que las letras de Dylan están sobrevaloradas es como decir que está sobrevalorado cagar, respirar o tener el pulgar oponible. Nos vemos en los tribunales porque te voy a poner una querella por "injurias graves", en plan Gallardón vs. Federico.
Como siempre... Ya vengo tarde.
Yo también voy a ver a Dylan en su gira española, y me apetece un montón. ;-) Hace bien poquito que empecé a escuchar a este Señor (compré el Blonde on Blonde solo dos añitos atrás), pero... la verdad es que, en todo este tiempo, mi interés no ha dejado de crecer (y más después de "aprender" que es el pionero del Country-rock por antonomasia).
Esta mañana he venido al trabajo escuchando "Desolation Row". ¡Qué buena recomendación, Fran G. Matute! Ahora (de vuelta) la voy a escuchar otra vez. Y, después, le daré a Replay para que suene "Like a Rolling Stone" de seguido. ;-)
Gracias por el consejo, Riggy. Todo el mundo dice que es mejor no hacerse ilusiones. Por algo será.
Gran post, Porerror. Espero la continuación.
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