-“Yo tengo unas braguitas Calvin Klein y son más monas que to las cosas”
(Saray, concursante de Gran Hermano 11)
(Saray, concursante de Gran Hermano 11)
Al principio de la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa (1982), un anciano Adso de Melk apenas acertaba a recordar las espantosas cosas que les habían sido dadas a contemplar con sus viejos, cansados y pecadores ojos. El Siglo, ya se sabe, que es muy tentador. Esta noche vuelvo de entre una bruma mezcla de estupefacción y bochorno ajeno para escribiros un post. Soy vuestro enviado especial en el infierno: yo me adentro en el corazón de las Tinieblas para que vosotros no tengáis que hollarlo.
“El infierno son los otros”, dejó dicho el fantoche de Sartre. En este caso concreto, el Infierno es un programa de televisión: Gran Hermano 11. Servidor es fan de la telebasura, de hecho me considero un auténtico connoisseur, pero tal vez por ser tan purista ya con la edad se me está poniendo la boquita muy fina. Telebasura, sí, pero con clase. Los hermanos Matamoros dizque peleando cual pareja de novios sacada de una obra de los Quintero, tiene un pase. Jimmy Arnau yendo en silla de ruedas a hablar con Jorge Javier, canela pura. Pero lo que estoy viendo ahora en la presentación de esta nueva edición de Gran Hermano es tan atroz que no tiene nombre.
No tiene Teología ni Geometría, que diría el clásico, es un atentado, no ya al buen gusto, sino a toda nuestra percepción del mundo. ¿Se trata de otra señal del Apocalipsis? Un botón de muestra, extraído del vídeo-presentación de una concursante al azar. Rubia bajita y tetona, gallega cual vaca. Ella tiene mucho pecho (lo cual en sí no es ni malo ni bueno) y atención amigos porque lo quiere enseñar. “Saray. 27 años: binguera”. Trabajo en un bingo de El Ferrol, vendiendo cartones y cantando los números. Me apasionan el fútbol y los coches tuning. Estoy soltera y entera para quien yo quiera. Por donde paso, siempre arraso. A los nueve años fui Mamachicho (sic) y hace dos quedé tercera en Miss Eurocopa (ambos méritos acompañados de sendas evidencias audiovisuales).
Soy hija única pero no soy caprichosa ni mimosa (esto lo escuchamos en off mientras le vemos prácticamente comerse la boca con su ultramaquillada me-resisto-a-envejecer-y-además-hoy-ha-venido-Telecinco-a-casa mamá). Nada intrínsecamente malo ni censurable en el currículum de esta chica, salvo que está saliendo en la cadena líder de audiencia del país, y usted, señora, y yo (y millones de españoles) la estamos viendo. En mi caso, desde la fascinación atónita.
El elenco lo completan una serie de beldades meridionales (“¿Os habéis dado cuenta? ¡Somos todos del sur!” -¿por qué será, amiga?) que no desentonarían en un videoclip de El Tito MC. Por ejemplo, una gimnasta rusa de 19 años, una malagueña con padre de Bombay (“Tengo descendencia india”, anuncia ufana a la vez que nos confirma su desconocimiento del léxico)… Hay incluso un minusválido para dar la nota de color (espero sinceramente que no la del morbo).
Y toda esta ceremonia de la confusión, conducida (valga el oxímoron) por la siempre inclasificable Mercedes Milá, sobre la que no tengo ni fuerzas para escribir esta noche.
Si me dieran un euro cada vez que me he encontrado por la calle a un ex concursante de GH… tendría cuatro euros. La primera edición del concurso la seguí como el que más: experimento sociológico, etc. Incluso recuerdo estar enganchado, y verlo religiosamente todos los miércoles junto a mi amiga yanqui. Aquella primera vez la cosa tenía cierta gracia, todo resultaba novedoso, los concursantes eran entrañables… Luego las ediciones se fueron sucediendo, y –como siempre pasa- incluso los ganadores fueron cada vez más anónimos. Últimamente, sé que han tenido que recurrir a gimmicks cada vez más bizarros, meter a los habitantes de la casa junto a animales de granja (incluida una capea), hacerles pasar penurias…
Un primo hermano trabajó en la producción de GH1 y 2, y aunque siempre discreto, dejaba insinuar muchos chanchullos… Fue él quien me anunció, en el 2001, que mientras hubiese ingresos publicitarios, por miserables que fueran, habría Gran Hermano. Y que veríamos evolucionar el perfil de los concursantes hasta hacerse cada vez más homogéneo: jóvenes musculitos y jacas petonas, bastante atractivos y con follabilidad entre sí (buscando atraer la audiencia joven, la más consumista, se entiende).
Hastiado por tamañas barbaridades, aparto la vista del programa, cambio de tercio. Pero –voyeur impenitente- no puedo resistirme a mirar una vez más, pasadas dos horas. En la pantalla, el logo de Telecinco y un par de jembras en biquini pavoneándose ante los desnudos y tatuados torsos de sus compañeros de casa de Guadalix de la Sierra. El concurso no lleva ni dos horas y ya están semidesnudos en el jacuzzi. La guerra ha comenzado: ay, si George Orwell levantara la cabeza!!!
“El infierno son los otros”, dejó dicho el fantoche de Sartre. En este caso concreto, el Infierno es un programa de televisión: Gran Hermano 11. Servidor es fan de la telebasura, de hecho me considero un auténtico connoisseur, pero tal vez por ser tan purista ya con la edad se me está poniendo la boquita muy fina. Telebasura, sí, pero con clase. Los hermanos Matamoros dizque peleando cual pareja de novios sacada de una obra de los Quintero, tiene un pase. Jimmy Arnau yendo en silla de ruedas a hablar con Jorge Javier, canela pura. Pero lo que estoy viendo ahora en la presentación de esta nueva edición de Gran Hermano es tan atroz que no tiene nombre.
No tiene Teología ni Geometría, que diría el clásico, es un atentado, no ya al buen gusto, sino a toda nuestra percepción del mundo. ¿Se trata de otra señal del Apocalipsis? Un botón de muestra, extraído del vídeo-presentación de una concursante al azar. Rubia bajita y tetona, gallega cual vaca. Ella tiene mucho pecho (lo cual en sí no es ni malo ni bueno) y atención amigos porque lo quiere enseñar. “Saray. 27 años: binguera”. Trabajo en un bingo de El Ferrol, vendiendo cartones y cantando los números. Me apasionan el fútbol y los coches tuning. Estoy soltera y entera para quien yo quiera. Por donde paso, siempre arraso. A los nueve años fui Mamachicho (sic) y hace dos quedé tercera en Miss Eurocopa (ambos méritos acompañados de sendas evidencias audiovisuales).
Soy hija única pero no soy caprichosa ni mimosa (esto lo escuchamos en off mientras le vemos prácticamente comerse la boca con su ultramaquillada me-resisto-a-envejecer-y-además-hoy-ha-venido-Telecinco-a-casa mamá). Nada intrínsecamente malo ni censurable en el currículum de esta chica, salvo que está saliendo en la cadena líder de audiencia del país, y usted, señora, y yo (y millones de españoles) la estamos viendo. En mi caso, desde la fascinación atónita.
El elenco lo completan una serie de beldades meridionales (“¿Os habéis dado cuenta? ¡Somos todos del sur!” -¿por qué será, amiga?) que no desentonarían en un videoclip de El Tito MC. Por ejemplo, una gimnasta rusa de 19 años, una malagueña con padre de Bombay (“Tengo descendencia india”, anuncia ufana a la vez que nos confirma su desconocimiento del léxico)… Hay incluso un minusválido para dar la nota de color (espero sinceramente que no la del morbo).
Y toda esta ceremonia de la confusión, conducida (valga el oxímoron) por la siempre inclasificable Mercedes Milá, sobre la que no tengo ni fuerzas para escribir esta noche.
Si me dieran un euro cada vez que me he encontrado por la calle a un ex concursante de GH… tendría cuatro euros. La primera edición del concurso la seguí como el que más: experimento sociológico, etc. Incluso recuerdo estar enganchado, y verlo religiosamente todos los miércoles junto a mi amiga yanqui. Aquella primera vez la cosa tenía cierta gracia, todo resultaba novedoso, los concursantes eran entrañables… Luego las ediciones se fueron sucediendo, y –como siempre pasa- incluso los ganadores fueron cada vez más anónimos. Últimamente, sé que han tenido que recurrir a gimmicks cada vez más bizarros, meter a los habitantes de la casa junto a animales de granja (incluida una capea), hacerles pasar penurias…
Un primo hermano trabajó en la producción de GH1 y 2, y aunque siempre discreto, dejaba insinuar muchos chanchullos… Fue él quien me anunció, en el 2001, que mientras hubiese ingresos publicitarios, por miserables que fueran, habría Gran Hermano. Y que veríamos evolucionar el perfil de los concursantes hasta hacerse cada vez más homogéneo: jóvenes musculitos y jacas petonas, bastante atractivos y con follabilidad entre sí (buscando atraer la audiencia joven, la más consumista, se entiende).
Hastiado por tamañas barbaridades, aparto la vista del programa, cambio de tercio. Pero –voyeur impenitente- no puedo resistirme a mirar una vez más, pasadas dos horas. En la pantalla, el logo de Telecinco y un par de jembras en biquini pavoneándose ante los desnudos y tatuados torsos de sus compañeros de casa de Guadalix de la Sierra. El concurso no lleva ni dos horas y ya están semidesnudos en el jacuzzi. La guerra ha comenzado: ay, si George Orwell levantara la cabeza!!!
6 comentarios:
SI ES QUE TE VA LA MARCHA ABUELO!!!
El que no recuerde al menos cinco concursantes del primer GH no tiene corazón. Hace siglos que no veo ni un poquito, pero no creo que pudiera aunque lo intentase porque ver a Mercedes Milá, aunque sea de refilón, me parece una tortura.
La presentación de Saray es magnífica.
Una pequeña corrección, gracias a estas barbaridades y a Belén Esteban, para la que no tengo calificativos, Tele 5 ya no es lider en audiencia.
rectifico sobre la marcha. Parece ser que Gran Hermano fue lider en audiencia, aunque menos que otros años. Horrorrrrrr
JAJA tremendo el bizarrismo de gran hermano....a mi,sinceramente,me agota.
Hoy en día no sería posible una cancion como señora azul,simplemente por lo que la misma letra comenta "la mediocridad esta en tu corazon" y cada día creo que en el de más gente. Un saludito amiwi !
Hace unas cuatro o cinco ediciones que me cansé, pero he de admitir que hasta entonces me entretenía como a la que más. Habré madurado? Habrá desfasado el programa demasiado incluso para mí??
SNQEV
P.D.: Ya estoy en tiempo de descuento...
He leído que en esta edición ya ha salido un transexual!! puro morbo de mal gusto.
CLP
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