“-A este Lopico, lo pico.”
(Luis de Góngora)
No veáis cómo estamos con Lope de Vega, amigos! Fénix de los Ingenios and all that. Un hombre de letras, de todas las letras, y si lo dejan acaba con todo el papel y la tinta de España, el hijo-de-la-gran-puta. Fama es que escribió varios cientos de obras de teatro, ya nada más eso mola, aunque sea mentira. Por no mentar las novelas, sonetos, romances, églogas, epopeyas y poemas de todos los colores. Un hombre que escribía a tope en una época tosca, en la que no había RAE ni SGAE (un poquito de demagogia dedicada al buen Migue).
Tope de Vega. Pero no hagáis caso a todo lo que oigáis por ahí, como esa leyenda urbana… de que un buen día el buen Mojaquero me invitó a su casa a cenar porque tenía una paletilla y una botella de Rioja. Y que acabamos cantando por Paco Ibáñez, Iván Ferreiro y otros los clásicos de la lírica patria. Y que aquello se coronó con Félix Lope de Vega y Carpio, el fenómeno. Eran los tiempos de la película Lope (2010), que no fui a ver, me dijeron que era maravillosa, me dijeron que era una mierda.
El Mojaquero, que sí la vio, me contaba: “La vida de Lope es flipante: primero se folla a todas esas tías y luego se hace cura, el nota.” Lo mismo hizo el poeta inglés John Donne, un coetáneo al que merece muchísimo la pena acercarse. Otro coetáneo fue Góngora, con quien mantuvo una bien documentada enemistad. En palabras de Elias L. Rivers, en Poesía lírica del Siglo de Oro (1994): “Sin las innovaciones estilísticas de un Góngora, Lope cultivó variadas tradiciones populares y cultas con mucha facilidad y con intensas emociones dulces y fuertes.” Traducción: que, a diferencia de Góngora, a Lope no hace falta que venga Dámaso Alonso detrás a traducírnoslo al español.
Lope de Vega mola, molan sus obras. Molan El caballero de Olmedo, Fuenteovejuna, Peribáñez y el comendador de Ocaña… mola su lírica, como aquel famoso “Soneto de repente”, metapoético. O aquella con que mi madre me recuerda mis procrastinations: “Mañana le abriremos –respondía-,/ para lo mismo responder mañana!” O esa “Pobre barquilla mía,/ entre peñascos rota”: el alma del poeta. En mi casa siempre se decía que si los americanos tuvieran un Lope de Vega o un Cervantes, lo habrían explotado en Hollywood hasta la saciedad. Aquí recordamos la bonita El perro del hortelano (1995), de la admirada/denostada Pilar Miró. También la adaptación de La dama boba (2006) de Manuel Iborra.
Ayer hablé de nuevo con el Mojaquero, que me contaba: “Fui a ver El castigo sin venganza de Lope. Qué regalito, tío! Estuve paladeando cada verso.” Empieza a explicarme cómo era la obra y yo lo corto: “No sigas; yo la vi el día antes.” Y la verdad es que lo primero que pensé cuando empezó fue “Cómo mola, está en verso!” Una obra de Shakespeare es una cosa de mucho gustar, pero claro, el verso nos lo perdemos. Mientras que viendo al buen Lope, en V.O., podemos paladear sus octosílabos y endecasílabos cuales caramelos. “Estás midiendo los versos!” –me dijo ilusionada mi acompañante al descubrirme tamborilear los dedos. Y así era.
Si uno va a Madrid puede visitar la Casa-Museo de Lope de Vega, qué más da que los muebles no sean los originales? Está bien ambientada y eso gusta. Debemos un respeto a nuestros clásicos, aunque sea solo porque llevaron sobre sus hombros el relevo de una lengua que hoy nos toca a nosotros, más o menos dignamente. Mucha gente escribió en español en el siglo XVII, pero solo nos acordamos de unos cuantos. Lope de Vega, ¿eh? “El secreto mejor guardado de las letras españolas.” Qué dice usted, señora? Ya, ya, ya… shshshshshsh!
(Luis de Góngora)
No veáis cómo estamos con Lope de Vega, amigos! Fénix de los Ingenios and all that. Un hombre de letras, de todas las letras, y si lo dejan acaba con todo el papel y la tinta de España, el hijo-de-la-gran-puta. Fama es que escribió varios cientos de obras de teatro, ya nada más eso mola, aunque sea mentira. Por no mentar las novelas, sonetos, romances, églogas, epopeyas y poemas de todos los colores. Un hombre que escribía a tope en una época tosca, en la que no había RAE ni SGAE (un poquito de demagogia dedicada al buen Migue).
Tope de Vega. Pero no hagáis caso a todo lo que oigáis por ahí, como esa leyenda urbana… de que un buen día el buen Mojaquero me invitó a su casa a cenar porque tenía una paletilla y una botella de Rioja. Y que acabamos cantando por Paco Ibáñez, Iván Ferreiro y otros los clásicos de la lírica patria. Y que aquello se coronó con Félix Lope de Vega y Carpio, el fenómeno. Eran los tiempos de la película Lope (2010), que no fui a ver, me dijeron que era maravillosa, me dijeron que era una mierda.
El Mojaquero, que sí la vio, me contaba: “La vida de Lope es flipante: primero se folla a todas esas tías y luego se hace cura, el nota.” Lo mismo hizo el poeta inglés John Donne, un coetáneo al que merece muchísimo la pena acercarse. Otro coetáneo fue Góngora, con quien mantuvo una bien documentada enemistad. En palabras de Elias L. Rivers, en Poesía lírica del Siglo de Oro (1994): “Sin las innovaciones estilísticas de un Góngora, Lope cultivó variadas tradiciones populares y cultas con mucha facilidad y con intensas emociones dulces y fuertes.” Traducción: que, a diferencia de Góngora, a Lope no hace falta que venga Dámaso Alonso detrás a traducírnoslo al español.
Lope de Vega mola, molan sus obras. Molan El caballero de Olmedo, Fuenteovejuna, Peribáñez y el comendador de Ocaña… mola su lírica, como aquel famoso “Soneto de repente”, metapoético. O aquella con que mi madre me recuerda mis procrastinations: “Mañana le abriremos –respondía-,/ para lo mismo responder mañana!” O esa “Pobre barquilla mía,/ entre peñascos rota”: el alma del poeta. En mi casa siempre se decía que si los americanos tuvieran un Lope de Vega o un Cervantes, lo habrían explotado en Hollywood hasta la saciedad. Aquí recordamos la bonita El perro del hortelano (1995), de la admirada/denostada Pilar Miró. También la adaptación de La dama boba (2006) de Manuel Iborra.
Ayer hablé de nuevo con el Mojaquero, que me contaba: “Fui a ver El castigo sin venganza de Lope. Qué regalito, tío! Estuve paladeando cada verso.” Empieza a explicarme cómo era la obra y yo lo corto: “No sigas; yo la vi el día antes.” Y la verdad es que lo primero que pensé cuando empezó fue “Cómo mola, está en verso!” Una obra de Shakespeare es una cosa de mucho gustar, pero claro, el verso nos lo perdemos. Mientras que viendo al buen Lope, en V.O., podemos paladear sus octosílabos y endecasílabos cuales caramelos. “Estás midiendo los versos!” –me dijo ilusionada mi acompañante al descubrirme tamborilear los dedos. Y así era.
Si uno va a Madrid puede visitar la Casa-Museo de Lope de Vega, qué más da que los muebles no sean los originales? Está bien ambientada y eso gusta. Debemos un respeto a nuestros clásicos, aunque sea solo porque llevaron sobre sus hombros el relevo de una lengua que hoy nos toca a nosotros, más o menos dignamente. Mucha gente escribió en español en el siglo XVII, pero solo nos acordamos de unos cuantos. Lope de Vega, ¿eh? “El secreto mejor guardado de las letras españolas.” Qué dice usted, señora? Ya, ya, ya… shshshshshsh!
5 comentarios:
A mí también me pillaron en plena obra contando los versos con los dedos. ¿Cuánto daño nos ha hecho nuestra formación de filólogos?
Un simple mojaquero.
Los versos hay que contarlos sin los dedos. Un poco de demagogia. Migue.
Ya veo que en tu casa las conversaciones son de nivel. Eso mola. Lope me pareció un rollo cuando lo "estudié". Habrá que leerlo.
Shhhhhhhhh. Migue.
“Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota”, Ayyy.
Sab.
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