Disclaimer: …que no digo yo que no haya que tener libros electrónicos, que sin duda son maravillosos (ya me lo contaréis vosotros), pero atended…
Aunque varios grandes de las letras me la aconsejan a todas horas, la verdad es que no conozco mucho sobre la ciencia-ficción. Los géneros, en general, me dan pupita. Seguro que la literatura fantástica, policiaca o de marcianos han dado inmortales páginas, pero de entre todas solo me acerco a aquellas que se han considerado clásicas. Ya se sabe que las obras de arte segundonas son las que marcan el tono, pero también se sabe que las de primera fila trascienden géneros, épocas, contextos…
El domingo completé mi trilogía imaginaria de ciencia-ficción con la lectura de Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury. Llevaba siguiéndole la pista mucho tiempo (traducción: la tenía comprada hace 6 años), y debo decir que se me ha antojado una obra fun-da-men-tal. Las otras dos obras científico-fictivas de esta trilogía arbitraria serían Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y 1984 (1949) de George Orwell.
Un mundo feliz me pareció una fantochada, aunque a lo mejor es porque me lo leí con 15 años. Así y todo, me alegré mucho de leerlo, porque te proporciona un gran crédito cultural, con eso del “Mundo feliz”, el soma, el adoctrinamiento en sueños, etc. Más crédito aún proporciona 1984 (el Gran Hermano, el Ministerio del Amor, la habitación 101…), novela que sí que me impactó y ocupa un lugar muy caro entre mis favoritas. Digamos que estaría entre los 2000 libros que me llevaría a una isla desierta (aproximadamente en el puesto 1984).
Ahora, Fahrenheit 451 me ha parecido de una vigencia y una clarividencia que no tienen los otros dos. De acuerdo, tomamos droga (“soma”) y hay un programa que se llama Gran Hermano. Sin embargo, las distopías que Huxley y Orwell idearon se alejan bastante de la marca: afortunadamente, el futuro no se parece nada a aquello (si bien es verdad que como advertencia y como mito ambas fábulas han resultado cojonudas). Pero hay muchos elementos de Fahrenheit 451 que me parecen completamente reales, vigentes, incluso urgentes, diría yo. Vale, los bomberos no van por ahí con lanzallamas quemando libros, pero estamos asistiendo a una persecución de la palabra impresa que a mí personalmente me deprime bastante.
¿A cuántos funerales del libro habremos de asistir antes de que los gurús 2.0 (y sus corifeos, los periodistas 2.0) se conciencien de que los libros no van a desaparecer? Los libros –tal y como los conocemos- molan. ¿Cuántos gadgets chiripitifláuticos onda e-book, kindle, Google book o como se llamen habrán de ser presentados por millonarios en mangas de camisa antes de que se den cuenta de que lo que mola de un libro no es solo lo que pone dentro (a veces ni eso)?
Ayer me comentaba una compi de trabajo: “Yo a mis hijos los llevo a la biblioteca municipal, sacamos libros, los leemos juntos, se los regalo por su cumple y ellos me dicen: “Mamá, qué bien huelen!” ”. Curiosamente, Bradbury hace decir a uno de sus personajes lo peculiarmente bien que huelen los libros. No quiero ser elitista ni esnob, pero el que no entienda esto seguramente será de los que acercarían una cerilla a una estantería Billy. Por todas partes debo aguantar absurdas claims de que “Los libros son absurdos”, “Los libros están obsoletos”, “Los libros ocupan mucho espacio”, “Los libros bla bla bla…”, “Los libros muerte”.
Uno se reconcilia con la cultura en que nació cuando ve cosas como la librería donde trabaja el protagonista de Todas las canciones hablan de mí. A todo esto, estoy dando por sentado que todos conocéis de qué va la novela de Ray Bradbury. La historia es simple: en un futuro cercano de sociedad del espectáculo y felicidad obligatoria, los libros son perseguidos como algo turbador y subversivo, hasta el punto de que el cuerpo de bomberos se encarga de quemarlos. Todo marcha bien hasta que a uno de los bomberos le da por echar un ojo a lo que está quemando…
¡Leed Fahrenheit 451, todavía estáis a tiempo! Habla de gente sin alma que ve la tele a todas horas, de hipnotizantes espectáculos sin sentido, de publicidad taladracerebros, del desprecio por la reflexión. Habla de lo peligroso que resulta informarse y empezar a pensar por uno mismo. Habla de elecciones inútiles con candidatos cual detergentes. Recordadlo la próxima vez que alguien os anuncie “la muerte del libro”.
Aunque varios grandes de las letras me la aconsejan a todas horas, la verdad es que no conozco mucho sobre la ciencia-ficción. Los géneros, en general, me dan pupita. Seguro que la literatura fantástica, policiaca o de marcianos han dado inmortales páginas, pero de entre todas solo me acerco a aquellas que se han considerado clásicas. Ya se sabe que las obras de arte segundonas son las que marcan el tono, pero también se sabe que las de primera fila trascienden géneros, épocas, contextos…
El domingo completé mi trilogía imaginaria de ciencia-ficción con la lectura de Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury. Llevaba siguiéndole la pista mucho tiempo (traducción: la tenía comprada hace 6 años), y debo decir que se me ha antojado una obra fun-da-men-tal. Las otras dos obras científico-fictivas de esta trilogía arbitraria serían Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y 1984 (1949) de George Orwell.
Un mundo feliz me pareció una fantochada, aunque a lo mejor es porque me lo leí con 15 años. Así y todo, me alegré mucho de leerlo, porque te proporciona un gran crédito cultural, con eso del “Mundo feliz”, el soma, el adoctrinamiento en sueños, etc. Más crédito aún proporciona 1984 (el Gran Hermano, el Ministerio del Amor, la habitación 101…), novela que sí que me impactó y ocupa un lugar muy caro entre mis favoritas. Digamos que estaría entre los 2000 libros que me llevaría a una isla desierta (aproximadamente en el puesto 1984).
Ahora, Fahrenheit 451 me ha parecido de una vigencia y una clarividencia que no tienen los otros dos. De acuerdo, tomamos droga (“soma”) y hay un programa que se llama Gran Hermano. Sin embargo, las distopías que Huxley y Orwell idearon se alejan bastante de la marca: afortunadamente, el futuro no se parece nada a aquello (si bien es verdad que como advertencia y como mito ambas fábulas han resultado cojonudas). Pero hay muchos elementos de Fahrenheit 451 que me parecen completamente reales, vigentes, incluso urgentes, diría yo. Vale, los bomberos no van por ahí con lanzallamas quemando libros, pero estamos asistiendo a una persecución de la palabra impresa que a mí personalmente me deprime bastante.
¿A cuántos funerales del libro habremos de asistir antes de que los gurús 2.0 (y sus corifeos, los periodistas 2.0) se conciencien de que los libros no van a desaparecer? Los libros –tal y como los conocemos- molan. ¿Cuántos gadgets chiripitifláuticos onda e-book, kindle, Google book o como se llamen habrán de ser presentados por millonarios en mangas de camisa antes de que se den cuenta de que lo que mola de un libro no es solo lo que pone dentro (a veces ni eso)?
Ayer me comentaba una compi de trabajo: “Yo a mis hijos los llevo a la biblioteca municipal, sacamos libros, los leemos juntos, se los regalo por su cumple y ellos me dicen: “Mamá, qué bien huelen!” ”. Curiosamente, Bradbury hace decir a uno de sus personajes lo peculiarmente bien que huelen los libros. No quiero ser elitista ni esnob, pero el que no entienda esto seguramente será de los que acercarían una cerilla a una estantería Billy. Por todas partes debo aguantar absurdas claims de que “Los libros son absurdos”, “Los libros están obsoletos”, “Los libros ocupan mucho espacio”, “Los libros bla bla bla…”, “Los libros muerte”.
Uno se reconcilia con la cultura en que nació cuando ve cosas como la librería donde trabaja el protagonista de Todas las canciones hablan de mí. A todo esto, estoy dando por sentado que todos conocéis de qué va la novela de Ray Bradbury. La historia es simple: en un futuro cercano de sociedad del espectáculo y felicidad obligatoria, los libros son perseguidos como algo turbador y subversivo, hasta el punto de que el cuerpo de bomberos se encarga de quemarlos. Todo marcha bien hasta que a uno de los bomberos le da por echar un ojo a lo que está quemando…
¡Leed Fahrenheit 451, todavía estáis a tiempo! Habla de gente sin alma que ve la tele a todas horas, de hipnotizantes espectáculos sin sentido, de publicidad taladracerebros, del desprecio por la reflexión. Habla de lo peligroso que resulta informarse y empezar a pensar por uno mismo. Habla de elecciones inútiles con candidatos cual detergentes. Recordadlo la próxima vez que alguien os anuncie “la muerte del libro”.
8 comentarios:
"No está bien que una mujer lea, enseguida empieza a tener ideas y a pensar..." (Gastón en La Bella y la Bestia)
Vale, es mi peli favorita y la he vuelto a ver en pantalla grande, qué pasa? =D
Y sí porerror, apunto Fahrenheit 451 a mi larga lista de lecturas pendientes...;)
Que sea una tetralogía, Poerror... Yo añadiría, siguiendo con los programas de Tele 5, "Crónicas marcianas" (1950), también de Ray Bradbury... Te la recomiendo...
Que si los marcianos son absurdos, que si los marcianos están obsoletos, que si los marcianos ocupan mucho espacio, que si los marcianos bla bla bla…, los marcianos muerte...
MIRA QUE HE LEÍDO POCO, PERO LLEVO UNOS LIBROS MÁS QUE TÚ EN ESE GÉNERO, AUNQUE NO FARENHEIT. "¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?" ME ENCANTÓ. EL DE 2001 TAMBIÉN, POR EJEMPLO.
POR CIERTO ¿CÓMO QUE NO HAY NADA VIGENTE DE 1984 SALVO ELO PROGRAMA? LO DE LOS NOMBRES, DIGAMOS, "PARADÓJICOS" SIGUE MÁS QUE VIGENTE, COMO LAS "MISIONES HUMANITARIAS" QUE HACE NUESTRO "MINISTERIO DE LA PAZ", DIGOOOO, DE DEFENSA.
Yo te recomendaria de ciencia ficcion (aunque esta es mas bien del genero cienciaficcion meets espacio meets humor absurdo) la trilogia (en 5 libros) de Douglas Adams de El autoestopista galactico.
En otro orden de cosas, coincido contigo en que el libro no va a desaparecer (y el periodico, tampoco). Sin embargo, si va a desaparecer (ha desaparecido ya) el vinilo, el CD, el casette, etc
Un abrazo y nos vemos este lunes que viene!
DOS PALABRAS;"BOLSILLO PINGU"
Yo también te envío dos recomendaciones no exentas de mala idea (ya que sé que las dos te "harán pupita", pero que se me vienen a la cabeza):
- La peli que hizo Truffaut del libro de Bradbury, con un final bellísimo donde cada persona recita en voz alta un libro para qu este nunca se pierda
- El último libro de Vila Matas,Dublinesca, sobre la desapaaición del libro escrito.
Un simple mojacaquero.
A añadir a la biblioteca distópica:
"Nosotros" de Yevgueni Zamiatin. Clara precursora de 1984.
Me la leo fijo! No coincidimos mucho, pero me fio de tí totalmente. Y sí, aquella peli de los hombres-libro, la vi siendo muy pequeña, pero nunca la he olvidado. Era opresiva y agobiante, pero interesante. ME ENCANTA comprar libros, anotar en el final de cada uno la fecha en que termino de leerlos, ojearlos y hojearlos, pasado el tiempo, meterme en la camita recien duchada, todo suavidad, y coger mi libro, leer, leer, y zzzz.
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