Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.
martes, 23 de febrero de 2010
I'm Not There (...and neither was Bob)
"Mi música es caos, relojes, sandías."
-Bob Dylan
Desde los tiempos de Velvet Goldmine (1998: estrenada aquí en 2000) no se trataba tan mal en España una peli de corte musical. Por fin se estrenó el viernes pasado I'm Not There (2007), esa peli de Todd Haynes sobre Bob Dylan, que tan comentada y galardonada fue. La premisa de la peli es la siguiente: "basada en la música y las vidas de Bob Dylan". No es la biografía de Bob Dylan, no es un biopic. Tampoco es un documental.
La peli es la descomposición de Dylan en facetas, en plan cubista, y los diferentes Dylanes que surgen no son cronológicos sino temáticos. La bofetada llega pronto: la peli hablará de un poeta (Arthur Rimbaud), de un cantautor protesta (Jack Rollins), de una estrella mediática (Jude Quinn), de un famoso del corazón (Robbie Clark), de un forajido (Richard Gere) y de un folkie-bluesman (Woody Guthrie). Oiga, pero si ninguno de esos es Bob Dylan...
Ninguno lo es pero lo son todos, pero no es ninguno pero lo son todos... ¡socorro! Me va a explotar la cabeza. La historia supongo que es celebrar que Dylan tiene muchas facetas, su vida, carrera y obra son tan ricas que podía haber dado para varios artistas: o podría tratarse de varios personajes amalgamados en uno. I'm Not There opta por el enfoque analítico, ya digo, y para cada "trasunto" de Dylan coge un actor distinto, cuyas historias se suceden, pero entrelazadas, solapadas, en un juego de constantes paralelismos y referencias.
La idea en sí no me parece mal, y me gusta como forma de homenajear la riqueza del personaje. Lo que no entiendo es por qué ha habido que recurrir a absurdos nombres simbólicos. Por ejemplo, el llamado Woody Guthrie es un niño negro con gorra, que admira el blues hablado y el folk de los años 30. Arthur Rimbaud es un poeta simboloide y despeinado que va lanzando perlas de saber. Y Billy el Niño es Richard Gere con gafas (G.R.A.C.I.A.S.)
De este modo, ante nuestros ojos se van sucediendo todos los episodios conocidos de la biografía de Dylan, actuados por sus heterónimos: su visita al Woody Guthrie real, sus líos con Joan Baez (que tampoco se llama Joan Baez), su electrificación en Newport (que tampoco se llama Newport), su gira inglesa donde le llaman "Judas", sus fumadas de porros con los Beatles, su accidente de moto, su conversión al cristianismo... Y ante nuestros oídos se va sucediendo la canela.
No voy a hacer aquí el catálogo de las canciones de Dylan que aparecen en la banda sonora, interpretadas por él o por gente como Calexico o Eddie Vedder... baste decir que tuve varios momentos "pelos de punta", que el repertorio no es obvio, y que queda bien claro que su disco bueno era el Blonde On Blonde (1966).
Por lo experimental, la peli puede llegar a intimidar, de todas las historias me centro en 3: la mejor, la peor y la más interesante. La peor es la de Richard Gere (sus mejores escenas con perro desde Siempre a tu lado, 2009), una fantasía onírica y cowboy que hubiera firmado Tim Burton, y cuya función la verdad no termino de encajar en la biografía de Dylan (¿Dylan el forajido?). La más interesante quizás sea la que interpreta Heath Ledger (estamos viendo más pelis suyas de muerto que de vivo, ¿eh?).
El segmento de Heath Ledger (Robbie Clark) cuenta su noviazgo, matrimonio y divorcio con Sara (que tampoco se llama Sara), interpretada por la siempre fea Charlotte Gainsbourg. Una tormentosa relación enmarcada por la alargada sombra de la Guerra de Vietnam, en la que asistimos a la mutación de una estrellita en ciernes comprometida convertida en una estrellona setentera, cínica y despótica.
Y la mejor versión de Dylan es la de Jude Quinn, el Dylan genio, el que pone a las mujeres (les he preguntado a 4!), el Dylan eléctrico, el que fue profeta y mártir muy a su pesar, el despeinado, el de las Wayfarer, el intocable, el icono de los 60, el Dios. Este personaje lo encarna nada menos que Cate Blanchett, quien imita su voz y sus gestos a la perfección. Este segmento de la peli, en ByN, por su frescura y su humor resulta digno del mismísimo Richard Lester.
Como habréis visto, cinematográficamente no digo nada sobre I'm Not There: no entiendo lo bastante. Pero como artefacto cultural, si os interesa Dylan no podéis dejar de verla. Ahora, preparaos para presenciar algo rraro, rraro, rraro...
jueves, 18 de febrero de 2010
Umberto ha llegado
ADVERTENCIA: Si tenéis una carrera que sirve para algo, a lo mejor no acabáis de entender el contenido de este post.
¿Y el contenido? Según Eco, la lista homérica pretendía ser exhaustiva porque su mundo agrícola y guerrero estaba perfectamente definido y confinado en límites. Casi lo mismo es verdad hasta el mundo medieval, pero claro, si leemos hoy las absurdas listas medievales por ejemplo de monstruos, que entonces pretendían ser informativas, hoy se nos antojan fantásticas. Entonces Eco distingue entre lista práctica (real, exhaustiva, cerrada), como un listín telefónico y lista poética (imaginaria, sorprendente, inagotable).
Lo bueno del postmodernismo-ya quedó establecido- es la mezcla, que desafía antiguas explicaciones totalizadoras del mundo, antiguos órdenes. Esto para el cerebro poco entrenado puede desembocar en la falacia del "todo vale", pero no vale todo. La mezcla, la fragmentación y posterior selección y recombinación de elementos dispares puede no ser completa o exhaustiva (ya no nos creemos los metarrelatos) pero si está bien hecha es altamente útil. O en palabras del suegro de Hamlet: "Si esto es locura, hay método en ella".
Otra consecuencia de la mezcla entre Alta y Baja cultura , etc. es que un catedrático de Semiótica puede alcanzar la categoría de una estrella de rock, y viceversa (piénsese en Bono o en John Lennon). Para el primer caso, piénsese en Umberto Eco. Hace meses llegó a mis oídos que la Uni Hispalense nombraba al piamontés Doctor Honoris Causa, y que por la tarde daría una conferencia. Como soy "lo más rock and roll de Cosica", no pude privarme y -pese a las supuestas alertas meteorológicas- ayer hice un viaje relámpago a Sevilla y me planté a escuchar a Umberto Eco.
Tenía entendido que los fans de Eco son gente bastante impresentable y peligrosa, y la verdad es que entre el público estaba lo peorcito de mis profesores de la facultad... La conferencia iba del palo "entrada libre hasta completar aforo", así que por miedo a quedarme fuera tras el viaje me presenté en el sitio dos horas antes. Excuso decir que llegué el primero: no habían puesto ni las paredes. Mientras hubo luz en la calle me entretuve leyendo (no a Eco, aunque en la cola había peña que hacía ostentación de sus libros), a la espera de que llegaran mis acompañantes. Vinieron Harvest y otra amiga que prefiere permanecer en el anonimato.
El acto se celebró en una iglesia barroca (¡qué simbolismo, no?), y se palpaba un fervor cuasirreligioso entre la audiencia. Eco, que llegó 20 minutos tarde (como buena rock star, aunque más bien parecía un cardenal) debió sonreírse al comprobar que la media de edad entre asistentes rondaba los 25 años. "Tengo aseguradas las ventas de mis libros durante al menos otra generación" -debió pensar. Mucho estudiante universitario, entre ellos una entusiasta que cogió a Harvest por banda y señalando a Eco dijo: "A este señor lo estudiamos en mi carrera". "¿Qué estudias, amiga?" "Filología Inglesa". "¿Y en qué asignatura estudiáis a Eco?". "En Lengua Española". "Me alegra saber que ya se han enterado de quién es en aquel departamento".
Bromas aparte -Harvest es muy cabrón-, la conferencia llevaba por título "El vértigo de las listas". La telonera de Eco decepcionó, como no podía ser de otra manera. A la decimoctava vez que pronunció las palabras "signo" y "significado" mi amiga me suelta: "Cualquiera le dice a esta pava que no hemos venido a escucharla a ella". Acabada la laudatio de rigor, tomó la palabra el Maestro y dijo la señora de mi derecha: "¡Anda, pero si Umberto Eco era el del sombrero!"... la mayor revelación desde que mi colega Ale descubrió que Jimi Hendrix era negro...
Entonces Eco se lanzó a disertar sobre el concepto de "lista", "elenco" o "catálogo", sobre las listas, las enumeraciones como recurso literario y su razón de ser. Se remontó a los catálogos homéricos de guerreros y naves, a los de ángeles de Dante, a los de seres imaginarios de Borges, al contenido de un cajón según Joyce, a los de tipos de testículos según Rabelais (sinceramente, jamás pensé que viviría para ver y escuchar a Umberto Eco decir en voz alta dentro de una iglesia "el cojón arabesco, el cojón melodioso..."). Para deleite del respetable nos recitó una lista propia: la de herejes y falsos mendicantes conjurada por Adso en El nombre de la rosa (1980).
Pero el Maestro no había acabado con Borges, nos soltó otras dos enumeraciones del argentino, luego lo trufó con una de Cole Porter, otra de Neruda... El punto fuerte de la conferencia fue su apoyo en imágenes: fotografías de escaparates, de museos, pinturas, grabados, viñetas de cómic... todo esto salpimentado con referencias a Russell, a Frege, a W. Benjamin, a Foucault (no el del péndulo sino el otro, el calvo)... El sueño de un cultureta, if I ever did see one.
¿Y el contenido? Según Eco, la lista homérica pretendía ser exhaustiva porque su mundo agrícola y guerrero estaba perfectamente definido y confinado en límites. Casi lo mismo es verdad hasta el mundo medieval, pero claro, si leemos hoy las absurdas listas medievales por ejemplo de monstruos, que entonces pretendían ser informativas, hoy se nos antojan fantásticas. Entonces Eco distingue entre lista práctica (real, exhaustiva, cerrada), como un listín telefónico y lista poética (imaginaria, sorprendente, inagotable).
No es cuestión de resumir aquí la conferencia entera: sería un rollazo (aunque la exposición de Eco resultó superamena), pero he querido contar lo anterior para daros fogonazos de la manera de razonar de este hombre. Lo que pasa con estos Popes de las Letras, a esta altura de sus carreras, es que se te pueden pasar dos horas disertando solo con ver una chapa de Nueva Rumasa. Y dar el pego. (Más o menos).
Por eso es de agradecer que la conferencia de ayer de Eco, sin descubrir la pólvora, fuera rigurosa a la par que entretenida, y no sonara a tomadura de pelo (el hombre dista mucho de estar gaga). Que la trajera escrita, con imágenes de apoyo preparadas. Y que no se extendiera más de una hora, sin enrollarse en ningún momento. Porque Umberto Eco, amén de literato, erudito, semiótico, profesor, teórico, crítico, inventor del chicle, es un estudioso y un conocedor formidable de los mass media, como él los llama. Y él es sabio, ¿no?
martes, 16 de febrero de 2010
Las guerras de las estrellas
Hoy os traigo un post para disfrutar, a ser posible comiendo palomitas…
Una persona muy querida me pregunta si la frase inglesa “start work” se pronuncia igual que el título Star Wars de La guerra de las galaxias. Le explico la diferencia y reflexiono cómo esta puñetera película forma parte de mi vida desde la infancia, hasta niveles subcutáneos que sería sonrojante describir aquí. Si eso es ser friki, yo lo soy y gordo, yes sir! Pero friki es solo una palabra que utilizan los que desconocen la ilusión de las pequeñas alegrías.
Cada vez que veo en una peli un pisito de soltero con algo de memorabilia Star Wars me burlo –porque es lo aceptado socialmente- pero en el fondo rabio de envidia secreta. Las dos últimas veces ha sido viendo 17 otra vez (2009), en la que el amigo del prota tiene una cama en forma del aerodeslizador de Luke en Tatooine y un episodio de la 2ª temporada de Cómo conocí a vuestra madre: Barney tiene en su apartamento nada menos que el maniquí de un stormtrooper clon de tamaño natural.
Releyendo el párrafo anterior me he dado cuenta de que a lo mejor sí soy un friki, pero me da exactamente igual. Continúo. Esta mañana en el trabajo una compañera detecta que dos estamos hablando de Star Wars y me dice: “¿Tú sabes que esa es la peli favorita de tu interlocutor?”- “Y la mía también!”: qué cara no se le habrá puesto a la pobre mujer. Y es que mi “interlocutor” me estaba contando que se acaba de comprar el Halcón Milenario de Hasbro (sí, es un juguete y sí, esta persona tiene más de 30 años, igual que servidor de ustedes).
Pero yo me he sentido identificado con él, porque se sabe de memoria las frases que Han Solo le dice a Luke Skywalker y eso, amigos, en alguna parte, tiene que valer algo. Me encuentro inmerso en un revival de Star Wars por culpa del buen Harvest, quien me ha pedido prestada la peli en DVD para ponerla a sus alumnos en clase. ¿Cuál de las pelis, Porerror, si hay seis! JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA!!! Señora… cómo se nota que usted no es fan de la saga. Para empezar hay tres, tres son las auténticas, y la 1ª (G.R.A.C.I.A.S.) se titula Star Wars o La guerra de las galaxias, de 1977.
Luego si usted quiere, hay otra trilogía relacionada, etc, etc… como vaya por ahí diciendo que Star Wars es en realidad la IV entrega y que se titula Una nueva esperanza, ya puede ir borrándome de su lista de amigos (y no me refiero al Facebook). Coja usted el Delorean de Michael J. Fox, viaje en el tiempo hasta 1977, vaya a las marquesinas de los cines en USA y compruebe usted cómo se titulaba la película (desde que veo Perdidos tengo muy presente Regreso al futuro, vous comprenez…).
Decía que Harvest me la había pedido para ponérsela a sus alumnos: “Aprovechando que sale una cosa sobre la película en el libro de 1º de ESO, les hice a todos copiar en la pizarra el nombre de los personajes principales. Resultado: los varones se volvieron locos de alegría, excitadísimos participando en la lluvia de ideas “¿No vamos a poner al Conde Dooku, maestro?” Las niñas, en cambio, se quedaron mustias, o protestaban. En acto de desinjuria, hice que al día siguiente toda la clase escribiera una descripción de Hello Kitty”. También les explicó que ambos tenemos amigas a las que les encantan estas pelis.
Le tengo que preguntar qué tal les fue el visionado, y es que estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Harvest: no es de recibo que una persona termine la educación obligatoria pública en España (ni en ningún país del mundo) sin haber visto, por lo menos, la primera parte de la trilogía de Star Wars. Con la de chorradas que se estudian hoy día, por Dios! Y que no sirven para nada, además… Antes de prestarla, no tuve más remedio que volverla a ver yo (he perdido la cuenta de las veces) y en fin, os ahorraré los momentos de mi solitario gozo al visionarla. Que la Fuerza os acompañe.
Una persona muy querida me pregunta si la frase inglesa “start work” se pronuncia igual que el título Star Wars de La guerra de las galaxias. Le explico la diferencia y reflexiono cómo esta puñetera película forma parte de mi vida desde la infancia, hasta niveles subcutáneos que sería sonrojante describir aquí. Si eso es ser friki, yo lo soy y gordo, yes sir! Pero friki es solo una palabra que utilizan los que desconocen la ilusión de las pequeñas alegrías.
Cada vez que veo en una peli un pisito de soltero con algo de memorabilia Star Wars me burlo –porque es lo aceptado socialmente- pero en el fondo rabio de envidia secreta. Las dos últimas veces ha sido viendo 17 otra vez (2009), en la que el amigo del prota tiene una cama en forma del aerodeslizador de Luke en Tatooine y un episodio de la 2ª temporada de Cómo conocí a vuestra madre: Barney tiene en su apartamento nada menos que el maniquí de un stormtrooper clon de tamaño natural.
Releyendo el párrafo anterior me he dado cuenta de que a lo mejor sí soy un friki, pero me da exactamente igual. Continúo. Esta mañana en el trabajo una compañera detecta que dos estamos hablando de Star Wars y me dice: “¿Tú sabes que esa es la peli favorita de tu interlocutor?”- “Y la mía también!”: qué cara no se le habrá puesto a la pobre mujer. Y es que mi “interlocutor” me estaba contando que se acaba de comprar el Halcón Milenario de Hasbro (sí, es un juguete y sí, esta persona tiene más de 30 años, igual que servidor de ustedes).
Pero yo me he sentido identificado con él, porque se sabe de memoria las frases que Han Solo le dice a Luke Skywalker y eso, amigos, en alguna parte, tiene que valer algo. Me encuentro inmerso en un revival de Star Wars por culpa del buen Harvest, quien me ha pedido prestada la peli en DVD para ponerla a sus alumnos en clase. ¿Cuál de las pelis, Porerror, si hay seis! JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA!!! Señora… cómo se nota que usted no es fan de la saga. Para empezar hay tres, tres son las auténticas, y la 1ª (G.R.A.C.I.A.S.) se titula Star Wars o La guerra de las galaxias, de 1977.
Luego si usted quiere, hay otra trilogía relacionada, etc, etc… como vaya por ahí diciendo que Star Wars es en realidad la IV entrega y que se titula Una nueva esperanza, ya puede ir borrándome de su lista de amigos (y no me refiero al Facebook). Coja usted el Delorean de Michael J. Fox, viaje en el tiempo hasta 1977, vaya a las marquesinas de los cines en USA y compruebe usted cómo se titulaba la película (desde que veo Perdidos tengo muy presente Regreso al futuro, vous comprenez…).
Decía que Harvest me la había pedido para ponérsela a sus alumnos: “Aprovechando que sale una cosa sobre la película en el libro de 1º de ESO, les hice a todos copiar en la pizarra el nombre de los personajes principales. Resultado: los varones se volvieron locos de alegría, excitadísimos participando en la lluvia de ideas “¿No vamos a poner al Conde Dooku, maestro?” Las niñas, en cambio, se quedaron mustias, o protestaban. En acto de desinjuria, hice que al día siguiente toda la clase escribiera una descripción de Hello Kitty”. También les explicó que ambos tenemos amigas a las que les encantan estas pelis.
Le tengo que preguntar qué tal les fue el visionado, y es que estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Harvest: no es de recibo que una persona termine la educación obligatoria pública en España (ni en ningún país del mundo) sin haber visto, por lo menos, la primera parte de la trilogía de Star Wars. Con la de chorradas que se estudian hoy día, por Dios! Y que no sirven para nada, además… Antes de prestarla, no tuve más remedio que volverla a ver yo (he perdido la cuenta de las veces) y en fin, os ahorraré los momentos de mi solitario gozo al visionarla. Que la Fuerza os acompañe.
lunes, 15 de febrero de 2010
Precious: Exceso de tragedia...
-“A todo el mundo le gusta un final feliz.”
(Elvis Costello)
Si un desconocido te regala flores, eso es Impulso. Si en una peli seria alguien dice “Soy seropositiva” y nos da la risa, eso es que algo anda mal. Y es que ya lo dijo el sabio Chris Peterson (o su casero Gus): “Exceso de tragedia, igual a comedia”. Hoy vengo a hablaros de la última que he visto en el cine, la de Precious (2009), y la voy a despellejar. Empezamos.
Sabéis que no suelo spoilear más de lo necesario estas que critico aquí, más que nada para que os entren ganas y vayáis a verla, pero el caso de hoy es distinto: NO VAYÁIS a ver Precious (está pa los Oscars, es buena, ¿no?). Poco o nada sabía antes de meterme a verla, solo el título, que está pa los Oscars, y que el título es irónico ya que trata sobre una chica que no resulta guapa bajo ningún canon de belleza de este planeta. Claro, resulta que Precious (“preciosa”) es su nombre de pila... qué simbolismo, ¿no?
La historia es simple: una adolescente negra elefantiaca malcrece en Harlem en un ambiente brutal: su padre drogadicto la viola y le ha hecho dos hijos (uno de ellos mongólico), su madre la explota y abusa de ella física, verbal y sexualmente… su vida en el instituto es un infierno… hasta que se le presenta la oportunidad de acudir a una “escuela alternativa” (especie de clases preparatorias del graduado) y cambiar su vida.
¿Cabe mayor cúmulo de desgracias? Pues sí: que su madre odia al bebé recién nacido y lo intenta matar, que a la familia le quitan el cheque del subsidio, que Precious coge el SIDA… todo esto adobado con un lenguaje de negros chungos que ríase usted de la imitación chanante de Whitney Houston. El lado bueno es que en la vida de Precious se abren ventanas de esperanza: en principio ella se evade con absurdas fantasías escapistas, y mientras la violan, pegan o humillan ella se imagina divina de la muerte sobre una alfombra roja, protagonizando un videoclip de música disco o teniendo el aspecto de Madonna/Cindy Lauper (la peli se desarrolla en los 80).
Pero esto, que no la lleva a nada, pronto se sustituye por esperanzas reales y realistas. En la nueva escuela la aceptan, apoyan y reconstruyen su autoestima, le enseñan a ser una orgullosa joven negra llena de potencial, a no temer a la vida, a distinguir el amor de las relaciones dañinas, etc. Todo esto lo logra su clase de amigos rufianes, liderados por una profe muy molona (también negra, of course!)
Precious descubre que hay más gente dispuesta a ayudarle: un enfermero que es Lenny Kravitz, una trabajadora social que es Mariah Carey… y al final se supone que ella recobra su dignidad y logra plantarle cara a su inicua madre, pero qué queréis, como final feliz a mí me sabe a poco: ella acaba digna pero con dos críos problemáticos y con el virus VIH a los 17 años. Entiendo que la peli es un mensaje positivo, “inspiracional”, como dicen en USA, pero sinceramente, creo que este tipo de historias tan solo ayudan al que las escribe, que le sirven como terapia.
Y sin embargo, por lo visto esta historia está basada en un libro que escribió la profe en la vida real, no la niña (la novela Push, 1996, de Sapphire: si queréis saber más créditos de la peli miradlo vosotros; yo ya os he dado la clave del elenco). La educación, ¿eh? Sirve para tantas cosas… “¿Qué hemos aprendido hoy, niños?”- “¡¡¡Que no hay que ir al cine a gastarse el dinero en ver Precious!!!” Pues eso.
(Elvis Costello)
Si un desconocido te regala flores, eso es Impulso. Si en una peli seria alguien dice “Soy seropositiva” y nos da la risa, eso es que algo anda mal. Y es que ya lo dijo el sabio Chris Peterson (o su casero Gus): “Exceso de tragedia, igual a comedia”. Hoy vengo a hablaros de la última que he visto en el cine, la de Precious (2009), y la voy a despellejar. Empezamos.
Sabéis que no suelo spoilear más de lo necesario estas que critico aquí, más que nada para que os entren ganas y vayáis a verla, pero el caso de hoy es distinto: NO VAYÁIS a ver Precious (está pa los Oscars, es buena, ¿no?). Poco o nada sabía antes de meterme a verla, solo el título, que está pa los Oscars, y que el título es irónico ya que trata sobre una chica que no resulta guapa bajo ningún canon de belleza de este planeta. Claro, resulta que Precious (“preciosa”) es su nombre de pila... qué simbolismo, ¿no?
La historia es simple: una adolescente negra elefantiaca malcrece en Harlem en un ambiente brutal: su padre drogadicto la viola y le ha hecho dos hijos (uno de ellos mongólico), su madre la explota y abusa de ella física, verbal y sexualmente… su vida en el instituto es un infierno… hasta que se le presenta la oportunidad de acudir a una “escuela alternativa” (especie de clases preparatorias del graduado) y cambiar su vida.
¿Cabe mayor cúmulo de desgracias? Pues sí: que su madre odia al bebé recién nacido y lo intenta matar, que a la familia le quitan el cheque del subsidio, que Precious coge el SIDA… todo esto adobado con un lenguaje de negros chungos que ríase usted de la imitación chanante de Whitney Houston. El lado bueno es que en la vida de Precious se abren ventanas de esperanza: en principio ella se evade con absurdas fantasías escapistas, y mientras la violan, pegan o humillan ella se imagina divina de la muerte sobre una alfombra roja, protagonizando un videoclip de música disco o teniendo el aspecto de Madonna/Cindy Lauper (la peli se desarrolla en los 80).
Pero esto, que no la lleva a nada, pronto se sustituye por esperanzas reales y realistas. En la nueva escuela la aceptan, apoyan y reconstruyen su autoestima, le enseñan a ser una orgullosa joven negra llena de potencial, a no temer a la vida, a distinguir el amor de las relaciones dañinas, etc. Todo esto lo logra su clase de amigos rufianes, liderados por una profe muy molona (también negra, of course!)
Precious descubre que hay más gente dispuesta a ayudarle: un enfermero que es Lenny Kravitz, una trabajadora social que es Mariah Carey… y al final se supone que ella recobra su dignidad y logra plantarle cara a su inicua madre, pero qué queréis, como final feliz a mí me sabe a poco: ella acaba digna pero con dos críos problemáticos y con el virus VIH a los 17 años. Entiendo que la peli es un mensaje positivo, “inspiracional”, como dicen en USA, pero sinceramente, creo que este tipo de historias tan solo ayudan al que las escribe, que le sirven como terapia.
Y sin embargo, por lo visto esta historia está basada en un libro que escribió la profe en la vida real, no la niña (la novela Push, 1996, de Sapphire: si queréis saber más créditos de la peli miradlo vosotros; yo ya os he dado la clave del elenco). La educación, ¿eh? Sirve para tantas cosas… “¿Qué hemos aprendido hoy, niños?”- “¡¡¡Que no hay que ir al cine a gastarse el dinero en ver Precious!!!” Pues eso.
viernes, 12 de febrero de 2010
Canción-pelos de punta
(Dedicado a la persona que más se ha reído y ha disfrutado con mis canciones)
Hace un año que hablé por aquí de las canciones-obsesión. Pues bien, os traigo el concepto de canción-pelos de punta. Existe, ¿eh? ¿A vosotros no os pasa? ¿Habéis doblechequeado últimamente si tenéis alma? Canción-pelos de punta es la que literalmente hace que se te pongan los vellos como escarpias.
No tiene que ser una de tus favoritas, aunque indudablemente te tiene que gustar, si no, difícil una reacción emocional. El truco está en que cada vez que escuches la canción, indefectiblemente tenga sobre ti el efecto de ponerte los pelitos de punta. Es la emoción pura, y eso se gasta. Confieso que me ha pasado que, tras comprobar lo que me hacía sentir una determinada canción, me he privado de escucharla, me la he racionado para que no se perdiera la magia.
Esto es como disfrutar un buen vino oloroso, un sabor fuerte de queso viejo, algo que apabulla por su intensidad, no es para andarlo tomando con hielo o en bocadillos, vosotros me entendéis. Lo más guay es cuando la canción te asalta por sorpresa, en un anuncio por ejemplo o por la radio. Siempre sin esperarlo. Si lo dosificas tú, pues como que no mola tanto. ¿Privarte de escuchar una canción para no desperdiciar su efecto? Sí, soy un friki de la música, espero que no os estéis enterando ahora. Como le dijo el otro día a Harvest uno de sus alumnos: “¡Estás tol día diciendo canciones!”
Si pensáis en el primer trago de cerveza, en la primera patata frita de la bolsa, en cosas que dan mucho gustico… la primera o el primero te dejan como un rey, si viene detrás una repetición mola pero menos. Y ya la reiteración va molando sucesivamente cada vez menos: provoca menos placer. Entonces, si uno escucha una canción-pelitos de punta varias veces seguidas el efecto emoción se acaba desvaneciendo. Da mucha pena, pero en ocasiones resulta imprescindible que así sea.
Lo digo por experiencia, a mí me ha pasado, varias de esas canciones que hace 5 ó 10 años me producían estas emociones ya han perdido su efecto mágico a nivel subcutáneo: y no quiere decir que me gusten menos, pero es que a todo se acaba acostumbrando uno. Lo bueno del asunto es que siempre surgen otras nuevas, joyas desconocidas, emocionantes hallazgos.
¿Que cuáles son estas canciones-pelos de punta a las que dedico el post? Ahora voy con los ejemplos, cada uno tendrá las suyas. Yo podría hablaros de “For What It’s Worth” de Buffalo Springfield, si me coge en un día bueno todavía lo logra. Otra gorda era “The Girl From Ipanema” de Antonio Carlos Jobim, versión Stan Getz, João Gilberto y Astrud Gilberto. La bilingüe, sabéis. Un clásico pasteloso pero igualmente efectivo siempre fue “Without You” cantada por Harry Nilsson, no por Badfinger o Mariah Carey, ja ja! Y Nilsson hace doblete con aquel clásico "Everybody's Talkin'".
También me estoy acordando de “Girl” de los Beatles, de “Married With Children” de Oasis, o de “Russians” de Sting. Obrones todos, como veis. La última con la que me ha pasado (y todavía el efecto dura) es la interpretación que Fito Páez grabó del lorquiano “Romance de la pena negra”. Seguro que se gasta, como las otras, pero seguro también que vendrán más (por ejemplo, la de Páez la descubrí en 2006).
No tiene que ver con la letra, ni con su significado. No tiene que ver con que te guste más o menos el artista: a lo mejor resulta que te da coraje y todo. Tiene que ver con una cosa que no se explica con palabras, en las que cada día confío menos. ¿A vosotros no os ha pasado nunca? Canción-pelos de punta!!!
Hace un año que hablé por aquí de las canciones-obsesión. Pues bien, os traigo el concepto de canción-pelos de punta. Existe, ¿eh? ¿A vosotros no os pasa? ¿Habéis doblechequeado últimamente si tenéis alma? Canción-pelos de punta es la que literalmente hace que se te pongan los vellos como escarpias.
No tiene que ser una de tus favoritas, aunque indudablemente te tiene que gustar, si no, difícil una reacción emocional. El truco está en que cada vez que escuches la canción, indefectiblemente tenga sobre ti el efecto de ponerte los pelitos de punta. Es la emoción pura, y eso se gasta. Confieso que me ha pasado que, tras comprobar lo que me hacía sentir una determinada canción, me he privado de escucharla, me la he racionado para que no se perdiera la magia.
Esto es como disfrutar un buen vino oloroso, un sabor fuerte de queso viejo, algo que apabulla por su intensidad, no es para andarlo tomando con hielo o en bocadillos, vosotros me entendéis. Lo más guay es cuando la canción te asalta por sorpresa, en un anuncio por ejemplo o por la radio. Siempre sin esperarlo. Si lo dosificas tú, pues como que no mola tanto. ¿Privarte de escuchar una canción para no desperdiciar su efecto? Sí, soy un friki de la música, espero que no os estéis enterando ahora. Como le dijo el otro día a Harvest uno de sus alumnos: “¡Estás tol día diciendo canciones!”
Si pensáis en el primer trago de cerveza, en la primera patata frita de la bolsa, en cosas que dan mucho gustico… la primera o el primero te dejan como un rey, si viene detrás una repetición mola pero menos. Y ya la reiteración va molando sucesivamente cada vez menos: provoca menos placer. Entonces, si uno escucha una canción-pelitos de punta varias veces seguidas el efecto emoción se acaba desvaneciendo. Da mucha pena, pero en ocasiones resulta imprescindible que así sea.
Lo digo por experiencia, a mí me ha pasado, varias de esas canciones que hace 5 ó 10 años me producían estas emociones ya han perdido su efecto mágico a nivel subcutáneo: y no quiere decir que me gusten menos, pero es que a todo se acaba acostumbrando uno. Lo bueno del asunto es que siempre surgen otras nuevas, joyas desconocidas, emocionantes hallazgos.
¿Que cuáles son estas canciones-pelos de punta a las que dedico el post? Ahora voy con los ejemplos, cada uno tendrá las suyas. Yo podría hablaros de “For What It’s Worth” de Buffalo Springfield, si me coge en un día bueno todavía lo logra. Otra gorda era “The Girl From Ipanema” de Antonio Carlos Jobim, versión Stan Getz, João Gilberto y Astrud Gilberto. La bilingüe, sabéis. Un clásico pasteloso pero igualmente efectivo siempre fue “Without You” cantada por Harry Nilsson, no por Badfinger o Mariah Carey, ja ja! Y Nilsson hace doblete con aquel clásico "Everybody's Talkin'".
También me estoy acordando de “Girl” de los Beatles, de “Married With Children” de Oasis, o de “Russians” de Sting. Obrones todos, como veis. La última con la que me ha pasado (y todavía el efecto dura) es la interpretación que Fito Páez grabó del lorquiano “Romance de la pena negra”. Seguro que se gasta, como las otras, pero seguro también que vendrán más (por ejemplo, la de Páez la descubrí en 2006).
No tiene que ver con la letra, ni con su significado. No tiene que ver con que te guste más o menos el artista: a lo mejor resulta que te da coraje y todo. Tiene que ver con una cosa que no se explica con palabras, en las que cada día confío menos. ¿A vosotros no os ha pasado nunca? Canción-pelos de punta!!!
jueves, 11 de febrero de 2010
Anti
(Contiene megaspoilers de Perdidos, así que si no habéis visto hasta el episodio "LAX" de la Temporada Final, no sigáis leyendo. Si sois personas normales y no FREAKS de Lost podéis leer sin problema.)
¡Bueno, bueno, bueno! No veas cómo estamos con el Anti-Jacob... De todas las fantasmadas, fantochadas y espantajerías a las que nos han sometido los guionistas de Perdidos (me refiero a los twists o giros inesperados), ninguna me ha sastisfecho tanto como el del Anti-Jacob. El comienzo del episodio final ("El incidente") de la 5ª temporada, los tres primeros minutos, han sido probablemente los más satisfactorios que he visto en mi dilatada vida televisiva (con la posible excepción de la revisión médica de Chris Peterson en Búscate la vida.)
No quiere decir que sean los 3 minutos mejores, ni los más sorprendentes, pero una vez más nos proporcionan otro giro de manivela (valga la metáfora) que hace girar toda la serie sobre sus goznes. De acuerdo, el comienzo de la 3ª temporada sigue siendo lo más imaginativo de la serie, ríase usted de El sexto sentido (1999) o de Los otros (2001). Pero la sorpresona aquella, desasosegante, queda en mi cabeza igualada por el final de la 5ª, que viéndola me hice pipí encima.
Quitémonos las caretas: ya he avisado de que en este post iba a spoilear a modo. Esa conversación en esa playa, con ese velero en lontananza, entre un hombre de blanco y otro de negro, el Bien contra el Mal, partida sempiterna de backgammon (por no decir de ajedrez o de go). Solo al final de la escena descubrimos que el hombre de blanco es Jacob, el hombre de negro es... (¡ejem!) y que la conversación tiene lugar "a la sombra de la estatua".
Confieso sin pudor mi fascinación por el interlocutor de Jacob, así como su encarnación por el actor Titus Welliver. Confieso sin pudor que me cae bien el personaje, que lo admiro. ¿Motivo? Porque todo su afán consiste en matar a Jacob. Jacob el buenrollista, Jacob el que mueve los hilos detrás de la Isla, Jacob el inventor del chicle... Jacob, esa presencia problemática cuya existencia misma es puesta en duda por todos los habitantes de la Isla. Jacob el pesadilla, el que mandaba resulta que no era Jack, ni Locke, ni Ben, ni los del barco, ni Widmore... siempre Jacob ¿Sí? Po te joes.
Por esa razón mola que su presencia evanescente y buenrollista, de superego o padre avizor que planeaba sobre todas las acciones de los isleños, mola que esa autoridad se vea equilibrada por otra oscura de un ser maligno. Y tiempo al tiempo, todavía nos colarán el gol de que Jacob es en realidad el malo de la película y el bueno el otro (no queráis leer en esto una Teoría, por favor...)
¿Y quién es, prithee, ese Otro? (Demasiados "otros" ya en Perdidos, gracias!) Su nombre es un misterio: fans, frikis, páginas web, blogs, el Facebook, todos se han apresurado a bautizarlo de las más descacharrantes formas (y en eso encuentro parte de su encanto). Así, lo hemos conocido como el Hombre de Negro, la Némesis de Jacob, Anti-Jacob, Esaú (por la pareja de hermanos bíblicos), Samuel (por una supuesta indicación en los guiones), Un-Locke (en juego de palabras con su posesión de Locke), Flocke (blending de "fake Locke", el falso Locke), Smocke (juego de palabras porque se encarna en Locke y es el Humo Negro)...
De entre todas sus nominaciones prefiero y me quedo con la de Anti-Jacob. El prefijo "anti" ha tenido una importante presencia en mi vida, y no puedo dejar la oportunidad de usarlo en este contexto. Todos los otros nombres me parecen demasiado cómicos o ridículos. Anti-Jacob es el equilibrio perfecto, el Lado Oscuro de la Fuerza, Darth Vader. ¡Larga vida al Anti-Jacob! Los malos molan.... Esperemos que los guionistas de Perdidos nos tengan reservadas más apariciones estelares de este fundamental personaje.
¡Bueno, bueno, bueno! No veas cómo estamos con el Anti-Jacob... De todas las fantasmadas, fantochadas y espantajerías a las que nos han sometido los guionistas de Perdidos (me refiero a los twists o giros inesperados), ninguna me ha sastisfecho tanto como el del Anti-Jacob. El comienzo del episodio final ("El incidente") de la 5ª temporada, los tres primeros minutos, han sido probablemente los más satisfactorios que he visto en mi dilatada vida televisiva (con la posible excepción de la revisión médica de Chris Peterson en Búscate la vida.)
No quiere decir que sean los 3 minutos mejores, ni los más sorprendentes, pero una vez más nos proporcionan otro giro de manivela (valga la metáfora) que hace girar toda la serie sobre sus goznes. De acuerdo, el comienzo de la 3ª temporada sigue siendo lo más imaginativo de la serie, ríase usted de El sexto sentido (1999) o de Los otros (2001). Pero la sorpresona aquella, desasosegante, queda en mi cabeza igualada por el final de la 5ª, que viéndola me hice pipí encima.
Quitémonos las caretas: ya he avisado de que en este post iba a spoilear a modo. Esa conversación en esa playa, con ese velero en lontananza, entre un hombre de blanco y otro de negro, el Bien contra el Mal, partida sempiterna de backgammon (por no decir de ajedrez o de go). Solo al final de la escena descubrimos que el hombre de blanco es Jacob, el hombre de negro es... (¡ejem!) y que la conversación tiene lugar "a la sombra de la estatua".
Confieso sin pudor mi fascinación por el interlocutor de Jacob, así como su encarnación por el actor Titus Welliver. Confieso sin pudor que me cae bien el personaje, que lo admiro. ¿Motivo? Porque todo su afán consiste en matar a Jacob. Jacob el buenrollista, Jacob el que mueve los hilos detrás de la Isla, Jacob el inventor del chicle... Jacob, esa presencia problemática cuya existencia misma es puesta en duda por todos los habitantes de la Isla. Jacob el pesadilla, el que mandaba resulta que no era Jack, ni Locke, ni Ben, ni los del barco, ni Widmore... siempre Jacob ¿Sí? Po te joes.
Por esa razón mola que su presencia evanescente y buenrollista, de superego o padre avizor que planeaba sobre todas las acciones de los isleños, mola que esa autoridad se vea equilibrada por otra oscura de un ser maligno. Y tiempo al tiempo, todavía nos colarán el gol de que Jacob es en realidad el malo de la película y el bueno el otro (no queráis leer en esto una Teoría, por favor...)
¿Y quién es, prithee, ese Otro? (Demasiados "otros" ya en Perdidos, gracias!) Su nombre es un misterio: fans, frikis, páginas web, blogs, el Facebook, todos se han apresurado a bautizarlo de las más descacharrantes formas (y en eso encuentro parte de su encanto). Así, lo hemos conocido como el Hombre de Negro, la Némesis de Jacob, Anti-Jacob, Esaú (por la pareja de hermanos bíblicos), Samuel (por una supuesta indicación en los guiones), Un-Locke (en juego de palabras con su posesión de Locke), Flocke (blending de "fake Locke", el falso Locke), Smocke (juego de palabras porque se encarna en Locke y es el Humo Negro)...
De entre todas sus nominaciones prefiero y me quedo con la de Anti-Jacob. El prefijo "anti" ha tenido una importante presencia en mi vida, y no puedo dejar la oportunidad de usarlo en este contexto. Todos los otros nombres me parecen demasiado cómicos o ridículos. Anti-Jacob es el equilibrio perfecto, el Lado Oscuro de la Fuerza, Darth Vader. ¡Larga vida al Anti-Jacob! Los malos molan.... Esperemos que los guionistas de Perdidos nos tengan reservadas más apariciones estelares de este fundamental personaje.
martes, 9 de febrero de 2010
Los peces de la amargura
Literatura con "L" mayúscula, amigos. Y en mi idioma, como decía aquel cowboy misterioso de El gran Lebowski (1998). El libro que hoy os traigo me ha sacudido tanto que todavía estoy por calcular su impacto en mi imaginario personal. Sé que soy dado a la hipérbole, conque tenedme paciencia, pero hacedme caso también: este es un libro importante. Los peces de la amargura (2006) es una colección de diez relatos a cargo del donostiarra Fernando Aramburu (1959- ).
Fernando Aramburu: un nombre que va sonando cada vez en la narrativa española, un cuentista que aparece en todas las quinielas o antologías de maestros del relato español contemporáneo. Por esa razón me decidí a comprar el libro, por 8 pavos, cuando lo vi como novedad editorial de bolsillo hace dos semanas. A posteriori he sabido que ha ganado varios premios, uno de ellos de la Real Academia (y vosotros decís que la RAE es importante, ¿no?).
Lo que tiene de especial este libro es que me ha reconciliado con la noción de "escritor comprometido", que siempre contemplé con suspicacia. De acuerdo, me encantan Alberti o Neruda, pero más bien pese a ser comunistas, no por serlo. Fernando Aramburu es un escritor comprometido con la sociedad vasca, con su patria chica, y qué queréis que os diga, su literatura me ha caído bien. Claro, Porerror, como estás de acuerdo con sus ideas, ahora justificas el compromiso literario, ¿no? Pues sí, y al que no le guste que se joda.
Ideología aparte, si una obra de arte no tiene calidad estética y técnica ya puedo estar muy de acuerdo con ella que me parecerá una mierda. Pero lo prodigioso de Fernando Aramburu es que no se trata de una soflama política disfrazada de literatura, sino de relatos de un altísimo nivel, de estructura perfecta, variedad narratológica, sutil caracterización psicológica de personajes y un agudísimo oído para el diálogo (hay además constantes cambios de registro lingüístico).
La anécdota de los relatos, claro, es lo que apela a nuestros corazones, y a nuestro sentido moral. Lo más importante es cómo se cuenta, y eso ya digo que es obra maestra, pero fijémonos un poco en qué se cuenta. Todos y cada uno de los cuentos tienen el tema común de la ETA y la violencia nacionalista en el País Vasco. Historias de atentados, de víctimas humilladas, de manifestaciones abertzales, de denuncias, de visitas a prisiones lejanas a ver a hijos encarcelados. Historias de madres que se tienen que tomar un lingotazo de coñac para explicarle a su hijo que se tienen que marchar de su pueblo porque la ETA ha asesinado a su padre, policía.
Historias de niños de nueve años que ven cómo a su padre le meten un tiro en pleno centro de San Sebastián. O de un etarra en su celda recordando sus juegos infantiles con un compañero de cole que luego sería conmilitón en la banda armada. O de un chaval de 14 años ligoteando (sin saberlo) con la hermana menor de la terrorista que mató a su padre. Antes de que arqueéis las cejas, resopléis y os vayáis corriendo a escuchar la SER o la COPE, atendedme. Atended a Fernando Aramburu. No voy a decir que ha retratado la auténtica sociedad vasca porque no tengo ni idea de cómo es esta, pero sí os diré que me ha interesado muchísimo lo que en el libro aparece, algo muy distinto de los telediarios y las ruedas de prensa del lehendakari.
Y nada de patetismo o de recursos facilones, aquí. Toda la violencia tiene un papel central pero no necesariamente explícito. Si uno quiere condenar a la ETA y pensar que son unos hijos de puta que sea porque al leer los cuentos se espeluzna. Ídem si uno piensa que el estado español opresor tiene bajo un yugo a Euskal Herria. Que cada uno saque sus propias conclusiones. (Aramburu ya las ha sacado, y por eso escribió el libro, y en lugar de un discurso de brocha gorda nos ha dejado una obra de arte.)
Tengo dos amigas de igual nombre que tienen una fuerte aunque no tan aparente conexión vasca: la una tiene sus raíces allí, la otra va camino de poner allí el huevo. Mientras leía Los peces de la amargura me moría de ganas de hablarles sobre el libro, porque estoy casi seguro de que no lo conocen: hoy va dedicado a ellas este post.
lunes, 8 de febrero de 2010
En tierra hostil: El armario de la pupita
-"No a la guerra"
(Eslogan titiritero)
El 20 de marzo de 2003 me encontraba viviendo en Carolina del Norte. Las cosas de la vida, daba clase de español allí en una universidad, me dirigí al aula con toda normalidad pero me encontré una escena que no era la de siempre. En vez de chiquillos ruidosos, estaban todos callados y con la mirada pegada a la pizarra. Esto me forzó a mirar a mí, claro, y sobre el encerado alguien había escrito: "Por favor, profesor, no demos clase hoy porque no hemos dormido nada. Nos hemos pasado toda la noche viendo la CNN." Aquella madrugada, los USA acababan de invadir Irak.
Y es que ya lo dijo Fito Páez: "La última guerra fue con mando a distancia, el dormitorio era un vagón de soldados". Los medios nos saturan con imágenes bélicas, casi de combate mismo. Hiperrealidad. Y sin embargo, lo mismo que la fotografía no terminó con la pintura pese a retratar más fielmente la naturaleza, el cine bélico no se ha acabado en la era de los informativos, y a juzgar por la película En tierra hostil (2009), goza de excelente salud. Ya el buen Fran G. Matute nos dio hace un mes y medio el primición de hablar sobre esta peli, pero hoy quería traeros mi visión particular.
¿Peli del año? ¡Y de todos los años! Su tema es la guerra y más concretamente el efecto que la guerra tiene sobre el ser humano, o al menos esa ha sido mi interpretación. ¿Y cuál es el efecto? Deshumanizarlo, por usar una metáfora, ya que en realidad los soldados digeridos por la guerra continúan siendo humanos, solo que exhiben unas partes de la humanidad muy feas, que nunca queremos ver. La guerra hace mella en las personas de diferentes maneras: obvio, las mata, mutila o deja sin pertenencias materiales. A los combatientes les crea traumas, fobias, tendencias suicidas (el famoso estrés post traumático).
Pero también hay otros efectos más sutiles, que a simple vista no se notan, y que siempre me ha gustado describir como el efecto cáscara vacía. Es como si dejaran al hombre hueco por dentro, como esos aliens o zombis invasores de cuerpos. la persona sigue viva, por fuera, su fisiología funciona, pero en el fondo ya está muerta, es como una cáscara de un fruto vacía por dentro: es un humano defectuoso. Este es precisamente el caso del prota de la película, el temerario Sargento James.
La historia de En tierra hostil es simple: un mes en la vida de un equipo de artificieros militares USA en la guerra de Irak. Ellos son los que se juegan la vida dentro de los que se juegan la vida (todos los militares y casi los civiles del Irak ocupado). El foco está puesto en el citado sargento: un valiente extraordinario que bascula entre el heroísmo y la temeridad. También conocemos al Sargento Sanborn, un hombre con más apego a la vida, que sirve de contrapeso para James. Y al Especialista Eldridge, que sufre de pupitismo bélico diagnosticado.
Dicho esto, me tengo que quitar la careta: el prodigio de En tierra hostil radica en su tono y en su aspecto externo. La trama es episódica, no estoy de acuerdo con Fran G. Matute en que no conduzca a nada, sí tiene un fin claro, pero nunca obvio. La comparación se hace cómica si se piensa en Avatar (por el morbo de que la directora Kathryn Bigelow estaba casada con James Cameron). Si aquello era Disneyworld, esto es la GUERRA. Si aquella peli era patriotera o gung-ho, en esta no encontramos atisbo de eso, si acaso crítica.
Y la crítica es siempre oblicua, el expectador se horroriza por agotamiento, ¿es posible que la guerra sea así?... ¿que la gente cometa esos desmanes? Es lo que nadie quiere ver: hacen falta soldados, alguien tiene que hacerlo, pero que no me lo cuenten. Y esto enlaza con lo que hablaba al principio sobre la guerra transmitida por televisión. El tono de En tierra hostil es falsamente objetivo, la música no es muy épica, la cámara se mueve, los diálogos intentan ser "naturales": no es una peli de factura bonita, ni intenta serlo. El resultado es que te crees que estás metido en la guerra, y eso, amigos míos, da pupita.
Entonces resulta guay que no tenga que venir una voz en off a subrayarnos "Chiquitinos, la guerra es mala". Ya con ver a un señor saltando por los aires (y no de alegría) me quedo enterado. La guerra de Irak es mala y también lo son todas las guerras, pienso que el mensaje de esta peli es universal. De todas maneras, me alegra que ya se esté codificando una imagen de Irak icónica, como se hizo de Vietnam o de la 2ª Mundial. Me refiero a que si Vietnam fue una guerra de helicópteros esta lo es de Humvees, y así sucesivamente.
La verdad es que con En tierra hostil he visto las mejores escenas de chalados de uniforme desde Apocalypse Now (1979), y no sé si esta peli quedará tanto como la otra, pero quiero ver en ambas la primera peli que le sacó las tripas a su respectiva guerra. Espero sinceramente que perdure, puesto que pienso que puede llegar a ser tan importante como la mencionada de Coppola o Platoon (1986), con la ventaja de que no ha habido que esperar 20 años para rodarla (en algo América va mejorando, mira).
Un último apunte sobre el título original, que tantos quebraderos de cabeza ha dado a mis amigos filólogos ingleses. The Hurt Locker quiere decir literalmente "el armario del dolor", es ese rincón donde ponemos lo más doloroso, un mundo de sufrimiento, en este caso mental, que es el que aflige a los soldados en las guerras. También he leído por ahí que se identifica con cierto baúl de pertenencias que el Sargento James esconde debajo de su cama, y bien podría ser. De lo que no cabe duda es de que TENÉIS QUE IR A VERLA.
miércoles, 3 de febrero de 2010
La burocracia te seca el celebro
“… quien lo probó lo sabe”
(Lope de Vega)
(Lope de Vega)
Os habréis dado cuenta de que últimamente ando algo perro en cuanto a la frecuencia de mis posts, amigos. Bloguear, como se sabe, tiene estas cosas: hay periodos de más o menos actividad dependiendo de muchos factores, ganas, ilusión, disponibilidad de tiempo o medios informáticos…. Mi excusa favorita para no publicar (me la enseñó el buen Migue) es que uno está “demasiado ocupado viviendo” como para escribir. Me encanta porque es una falacia, claro, pero resulta elegantísima.
En mi caso –quién lo iba a decir- creo que la falta de periodicidad en los posts es causa de una apatía general que a su vez es causa del trabajo. Estoy atravesando una etapa no oscura sino gris, que es casi peor: anodina. En el trabajo me encuentro especialmente desmotivado, especialmente rodeado de chorradas (y mi trabajo podría definirse ya de por sí en cierto modo como “gestor de chorradas”). La vida real tampoco me está tratando como yo quisiera, en fin, no me voy a ir de quejica, sobre todo por respeto a todos esos lectores que son a la vez amigos y conocidos y con los que paso momentos tan agradables los fines de semana. Gracias a ellos sobrevivo.
Mi trabajo tiene dos facetas, una cara al público y otra de burocracia. Ya adelanté hace unos meses la profunda emoción (parezco Aznavour!) que me produce tener que leer normativas y Boletiones Oficiales. Estos días me encuentro inmerso de nuevo en su lectura, digamos que la faceta del papeleo se ha incrementado sensiblemente. Pero no solo es eso: no contento con tenerme en el receiving end de la burocracia, el cruel Destino me tenía reservada otra chacota: ahora soy yo el que tengo que producirla.
Si ya es penoso leer papeles oficiales, amigos, os aseguro que peor es tener que redactarlos. Y a raíz de esto, yo que soy de pluma fácil he descubierto otra cosa: que la burocracia te seca el celebro. Así de fuerte. No he tenido problema estas dos últimas semanas en redactar las más floreadas páginas de informes, memorandos, memorias, actas de reuniones… pero amigos, tras la árida tarea me he quedado más lelo que un concursante de Gran Hermano. Y ya comprenderéis con qué espíritu y por supuesto con qué celebro iba yo a acometer después una tarea que se supone grata, chispeante, creativa, como es la de escribir un post. Aplatanado en el sofá, y gracias.
Mentir por escrito es una de mis actividades favoritas, por eso tengo este blog, por eso escribo lo que voy pudiendo por ahí, y así trato de minimizar la actividad de mentir oralmente, que no me mola nada. Yo solo me regocijo en la húmeda y fría soledad de mi mansión cosiquesa ideando giros de frases, vocablos imposibles, piruetas inesperadas que alegren la mañana del chupatintas de turno destinado a leer mis escritos. ¿De verdad crees que eso que escribes, que te hacen escribir, lo va a leer alguien, Porerror? Touché, Señora, pero no añada insulto a la injuria (parafraseando el refrán inglés).
Demasiado bien sé que todo lo que escribo no lo va a leer nadie, que su destino final es una especie de archivo burocrático estilo Terry Gilliam o Futurama, y que todos los papeles al final se arrumban como el trineo de Orson Welles o el Arca Perdida. Pero yo soy feliz dejando Easter eggs, es decir, pequeñas sorpresas escondidas que florecerán el día que alguien pegue sus ojos a la página. En serio, me cuesta entender a gigantes de la talla de Franz Kafka y otros, que por pereza no voy a mirar en Google, capaces de dar al mundo una apabullante obra literaria surgida de la misma mente que por el día trabajaba en un cuerpo de oficinista chungo.
El buen Harvest, que a diferencia de mí es muy poeta, me autoriza a enseñaros una cosa que escribió el año pasado. Creo que viene a cuento con todo este rollo de la creatividad vs. la burocracia, y con el poemilla me despido:
SUBCOMISIÓN
El revoloteo de carpetas marrones exige
los aspectos esenciales y nucleares.
El burócrata marca los plazos
con sensatez prescriptiva.
Como un reloj, puntualiza:
“No debemos ser relojes”.
No se preocupen la tórtola ni la flor:
el acta se levanta con tiempo suficiente.
En mi caso –quién lo iba a decir- creo que la falta de periodicidad en los posts es causa de una apatía general que a su vez es causa del trabajo. Estoy atravesando una etapa no oscura sino gris, que es casi peor: anodina. En el trabajo me encuentro especialmente desmotivado, especialmente rodeado de chorradas (y mi trabajo podría definirse ya de por sí en cierto modo como “gestor de chorradas”). La vida real tampoco me está tratando como yo quisiera, en fin, no me voy a ir de quejica, sobre todo por respeto a todos esos lectores que son a la vez amigos y conocidos y con los que paso momentos tan agradables los fines de semana. Gracias a ellos sobrevivo.
Mi trabajo tiene dos facetas, una cara al público y otra de burocracia. Ya adelanté hace unos meses la profunda emoción (parezco Aznavour!) que me produce tener que leer normativas y Boletiones Oficiales. Estos días me encuentro inmerso de nuevo en su lectura, digamos que la faceta del papeleo se ha incrementado sensiblemente. Pero no solo es eso: no contento con tenerme en el receiving end de la burocracia, el cruel Destino me tenía reservada otra chacota: ahora soy yo el que tengo que producirla.
Si ya es penoso leer papeles oficiales, amigos, os aseguro que peor es tener que redactarlos. Y a raíz de esto, yo que soy de pluma fácil he descubierto otra cosa: que la burocracia te seca el celebro. Así de fuerte. No he tenido problema estas dos últimas semanas en redactar las más floreadas páginas de informes, memorandos, memorias, actas de reuniones… pero amigos, tras la árida tarea me he quedado más lelo que un concursante de Gran Hermano. Y ya comprenderéis con qué espíritu y por supuesto con qué celebro iba yo a acometer después una tarea que se supone grata, chispeante, creativa, como es la de escribir un post. Aplatanado en el sofá, y gracias.
Mentir por escrito es una de mis actividades favoritas, por eso tengo este blog, por eso escribo lo que voy pudiendo por ahí, y así trato de minimizar la actividad de mentir oralmente, que no me mola nada. Yo solo me regocijo en la húmeda y fría soledad de mi mansión cosiquesa ideando giros de frases, vocablos imposibles, piruetas inesperadas que alegren la mañana del chupatintas de turno destinado a leer mis escritos. ¿De verdad crees que eso que escribes, que te hacen escribir, lo va a leer alguien, Porerror? Touché, Señora, pero no añada insulto a la injuria (parafraseando el refrán inglés).
Demasiado bien sé que todo lo que escribo no lo va a leer nadie, que su destino final es una especie de archivo burocrático estilo Terry Gilliam o Futurama, y que todos los papeles al final se arrumban como el trineo de Orson Welles o el Arca Perdida. Pero yo soy feliz dejando Easter eggs, es decir, pequeñas sorpresas escondidas que florecerán el día que alguien pegue sus ojos a la página. En serio, me cuesta entender a gigantes de la talla de Franz Kafka y otros, que por pereza no voy a mirar en Google, capaces de dar al mundo una apabullante obra literaria surgida de la misma mente que por el día trabajaba en un cuerpo de oficinista chungo.
El buen Harvest, que a diferencia de mí es muy poeta, me autoriza a enseñaros una cosa que escribió el año pasado. Creo que viene a cuento con todo este rollo de la creatividad vs. la burocracia, y con el poemilla me despido:
SUBCOMISIÓN
El revoloteo de carpetas marrones exige
los aspectos esenciales y nucleares.
El burócrata marca los plazos
con sensatez prescriptiva.
Como un reloj, puntualiza:
“No debemos ser relojes”.
No se preocupen la tórtola ni la flor:
el acta se levanta con tiempo suficiente.
lunes, 1 de febrero de 2010
Genios del bien al servicio de la Humanidad
Se me ha debido pasar -¡soy tan despistado!-, pero en algún momento de la semana pasada debió proclamarse la Porerror Injuriechon Week, y pareció buena idea volcar sobre este que escribe todos los epítetos que a la mente se vinieran. Los he tenido desde la amistad, desde el cariño, desde el respeto, desde la hijoputez, desde la ignorancia... me han llamado, chulo, pedante, creído, obeso, embaucador, y lo que más me ha dolido: "Tu blog es tan dulce que agradaría al mismísimo Zapatero". Y por ahí sí que no paso, como podréis comprender.
Aun a riesgo de provocar a algún lector que se las da de vanguardista (pero que en el fondo es más dulce que yo) un coma diabético, hoy he querido hablaros de las chucherías. Mucha gente se fascina y se escandaliza de que se vendan chuches en las facultades como medio para sufragar los viajes de estudios. Y es que se supone que las chucherías son cosas de niños, como los dibujos animados y los videojuegos. A fe mía que lo son, pero no en exclusividad, al menos ya no. Muchos adultos, entre los que no me incluyo, consumen videojuegos en cantidades inmoderadas, y yo mismo consumo dibujitos y por supuestísimo chuches.
Si no las como más es porque se supone que no son "sanas", pero la verdad es que me encantan. Lo que más me gustan son las esponjitas, o nubes, o jamones: los marshmallows de toda la vida. Después vienen en mi sueño esos paquetes de cereales extrusionados que genéricamente denominaré gusanitos, aunque en los últimos años su diseño y producción haya alcanzado cotas mareantes de sofisticación y creatividad.
Hoy, en la pausa del café me he permitido caer en la tentación del chucherismo: me he comprado dos cosas nuevas y riquísimas que no había en mis tiempos mozos. La primera, unos gusanoides con sabor a ketchup, pero a lo que sabían en realidad era a umami. ¿A qué? Correcto! Yo tampoco sabía lo que era el umami hasta que la semana pasada tuvieron a bien explicármelo mis amigos los científicos.
Usted y yo, señora, conocíamos de toda la vida los 4 sabores básicos: dulce, salado, aćido y amargo. Pero resulta que desde principios del siglo XX se conoce un quinto sabor, descubierto en Japón, llamado umami. Sus receptores especializados están en el centro de la lengua, y si ya está acrisolado como un sabor básico quiere decir que no se puede descomponer en otros. ¿Y qué sabor es ese? El del glutamato monosódico, me aseguran, el de los restaurantes chinos, el de las sopas de sobre, el de todas estas chuches guarronas que son así entre dulces, saladas y picantes. ¿A que ya lo identificáis?
La otra golosina que me he trincado son unos pequeños ositos de esponjita recubiertos de chocolate. Amigos, cuando he tenido la suerte de estar en Suiza o en Bélgica he tenido la suerte de degustar cacaos, chocolates y pralines exquisitérrimos, pero también os digo que el chocolate de kiosco tiene un encanto increíble. Tras probar esta imposible mezcla de esponjita y chocolatucio me he dicho a mí mismo que así, sí: que la Postmodernidad había llegado a los kioscos.
Semejante creación no la realizara ni el siempre chocante Adrià en un día lúcido, y algo parecido podría decirse de los gusanitos (o "Manchitos" previos). Y he comprendido por fin que quedaba lavada definitivamente la injuria que me causó aquella horrenda manguera gigante rellena de chicle. Esto es alta golmajería, amigos, estrellas Michelín ya para esta gente! Para estos creadores. Y mi febril imaginación ha vislumbrado a esos esforzados químicos o tecnólogos de los alimentos de UCLA, o el MIT o el CERN o donde sea investigando sabores para alegría de la Humanidad. Son genios del bien, amigos.
Francisco Nixon se preguntaba el otro día por la gente que compone los chistes, creadores, benefactores grises y anónimos, pero... ¿y los tipos que diseñan las chucherías?
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