“El tipo anda en el piso” –me dijo una compi argentina sobre Fito Páez en 2003. Le pedí que me lo tradujera y quería decir que estaba hecho polvo. Acababa de romper con Cecilia Roth y su peli Vidas privadas (2001) lo había dejado sin un chavo. Yo no sabía que semanas después de aquella conversación con mi amiga Fito sacaría su disco Naturaleza Sangre, donde cantaba al desamor, a la ruptura pero también al renacimiento de una nueva etapa, sirviéndose de los moldes pop-rock que en su día fraguaran los Beatles y los Rolling Stones (y un poquito también de la bossa nova).
El disco era algo nuevo, rompedor para Páez (no más grandilocuencia sino rock de guitarras –eléctricas y acústicas) pero no tuvo continuidad. Al año siguiente se editaron dos volúmenes en directo, y en 2005 Moda y pueblo, cuyas canciones eran versiones de temas antiguos -muchos ajenos- regrabadas con acompañamiento de cuerda. ¿Crisis creativa? Como a España no llegan noticias de Fito (desde que se enfadaron Sabina y él parece que el argentino está vetado), yo de todos estos lanzamientos me enteraba un año después, o directamente me encontraba con los discos en los estantes de las tiendas.
Ya conté cómo supe que habían salido El mundo cabe en una canción (2006) y Rodolfo (2007). Aquí tardé en encontrarlos, y resulta que en América han tenido un montón de éxito. Señores de la radio: ¿por qué siguen ustedes torturándonos con Maná y dejan de lado al disco ganador al Grammy Latino al “Mejor álbum vocal (solista)”? En 2007 este premio no recayó en Juanes ni en Julieta Venegas sino en Fito Páez. El mundo cabe supone una vuelta al Fito más ambicioso y grandilocuente, también Beatle pero aquí es más Magical Mystery Tour que Let It Be. Y la buena noticia es que funciona: se trata del mejor trabajo del artista en años. De hecho, me atrevería a decir que es el mejor desde Circo Beat (1994).
Fito no traiciona sus raíces: hay hasta un tema titulado “Sargent Maravilla”, que nos retrotrae al suboficial más famoso del rock, y no me estoy refiriendo al Sargento Mayor Barry Sadler (el de “La balada de los boinas verdes”). La canción que abre el disco y que se titula como él es la típica canción Páez expansiva, con estribillo pegadizo, arreglos enormes y vocación de libro de autoayuda (“aunque todo sea una farsa, el mundo cabe en una canción”). Luego están sus clásicas historias que oscilan entre el intimismo y el estudio de personajes: la chica sublime malograda por las drogas (“Entrance”), el paseo por las calles de su ciudad natal (“Caminando por Rosario”), la broma de los amigos que le metieron un travelo en su habitación de hotel (“Fue por amor”). Curiosa es “Rollinga o Miranda girl”, sobre una muchacha que encarna la dicotomía entre rock callejero (Rollinga, de Rolling Stones) y tecno-pop chochi (por Miranda!, el famoso friki-grupo argentino).
Vaya por delante que el uso de los adjetivos típico y clásico no es despectivo sino admirativo: sirve para constatar la solidez y fiabilidad de un artista que es el Toyota de los cantautores. Siempre me ha recordado Fito a otro Toyota musical, Elvis Costello. El clásico “Mariposa Tecknicolor” estaba modelado en “Oliver’s Army”, ambos cantantes despliegan una calidad literaria en sus textos muy superior a la media del rock, ambos han abordado el problema de las Malvinas en sus discos (cada uno desde el punto de vista de su país, los dos asqueados), Páez ha contado con el buen hacer de Pete Thomas (el sempiterno baterista de Costello), ninguno de los dos es –lo que se dice- guapo pero ambos van por el mundo como si fueran sex symbols…
El parecido sigue cuando se escucha el que es (creo) el último trabajo de Páez hasta la fecha: Rodolfo (2007). Este disco está grabado solo con piano y voz, pero no en directo, hay un cuidado trabajo de estudio detrás (produce el propio músico). Si ya en Moda y pueblo algunos temas sonaban a The Juliet Letters (1993) -esa versión de “Naturaleza Sangre” por ejemplo-, aquí el paralelismo sería con el disco de Elvis Costello North (2003). Pop clasicista, aunque en el caso de Rodolfito Páez haya más sangre y más vísceras (Costello en North parecía que tenía la tensión baja). Impresionante la canción que abre el disco, “Si es amor”, auténtico tratado realista sobre el amor de pareja (“cuando vos querías un abrazo yo quería emborracharme con los flacos en el bar”). Impresionante también “Sofi fue una nena de papá”, relato en forma de canción sobre una joven encarcelada que celebra un amor lésbico. Al final nos enteramos que la chica está presa por haber matado a su padre, que abusaba sexualmente de ella, con lo que el título adquiere un nuevo y macabro significado.
Y, en fin, podría seguir; ese homenaje al rock argentino (Luis Alberto Spinetta, Lito Nebbia –el de Los Gatos-, Charly García) que escuchamos en el tema “Gracias”, otra de chica-frágil-convertida-en-drogadicta (“El verdadero amar”), y más… Todo esto configura el que posiblemente sea su mejor disco desde… ¿el anterior? Ay, Fito, como dices tú sobre tus maestros, está claro que “[tus] músicas nos hacen brillar,/ [tus] músicas nos hacen cantar,/ [tus] músicas nos cuentan que algunas cosas están, están en su preciso lugar”.
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