Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 15 de febrero de 2008

"¡Cuate, aquí hay petróleo!"


Creo que voy a comenzar esta entrada sobre la película de Paul Thomas Anderson titulada Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007) por el final. ¿Me ha gustado la peli? La respuesta es que ni sí ni no, sino todo lo contrario. Pienso seriamente que el problema es que no la he comprendido. Y por si alguien tiene la tentación de decirme que hasta un niño de cuatro años la entendería, yo, como Groucho Marx, pido que me traigan ahora mismo a un niño de cuatro años, a ver si me la explica.

Durante la carrera tenía que leerme una novela del norteamericano Upton Sinclair (La jungla, 1906), pero me escaquée. Sé que esto ya lo dije a propósito de Faulkner, y a lo mejor diréis “¿y qué demonios se leyó este hombre durante la carrera?" Pues para que lo sepáis, en esa asignatura saqué Matrícula de Honor. El problema es que “novela” y “Naturalismo” son dos conceptos que el médico me ha prohibido mezclar. Yo soy una persona del siglo XX, gracias, y no del XIX, y por tanto no necesito que nadie emplee sesenta páginas en describirme un paisaje que me pueden enseñar en el cine de un golpe de vista.

Todo esto lo digo porque Pozos de ambición está basada en otra novela de Upton Sinclair, esta vez llamada Petróleo (1927). La película nos la han vendido como una gran epopeya norteamericana, en la línea de Gigante o Ciudadano Kane. Y en cierto modo lo es (hombre de negocios hecho a sí mismo, emprendedor en la joven América, se enfrenta a todo tipo de vicisitudes, se le va agriando el carácter…). Aquí terminan los paralelismos. Antes de poner verde esta peli vaya por delante mi admiración por el trabajo interpretativo del señor Daniel Day-Lewis, pedazo de actor que borda un pedazo de papel por el que más que seguramente le darán el Oscar.

La trama (esta vez más que nunca) es simple: un señor muy ambicioso se dedica a hacer perforaciones en busca de petróleo movido por una ambición desmesurada, y como es tan ambicioso y excava pozos, voilà le titre Pozos de ambición. El título de la peli original es más problemático: “Va a haber sangre”, podríamos traducirlo, en una predicción o promesa que el espectador no verá defraudada. También hay que decir que como el señor protagonista es tan ambicioso, se llega a cegar y a corromper por su ansia de dinero de tal modo que deja de lado todo lo que de bueno podía haber tenido en su vida. Y aquí viene mi pregunta clave: ¿era necesaria una película de casi tres horas de duración para contarnos eso? En realidad lo podemos entender durante la segunda media hora de la cinta (en la primera media hora no hay diálogo).

Siendo justos tengo que admitir que la primera mitad o así de la peli me ha encantado, la manera de presentarnos a los personajes a través de sus acciones, la economía narrativa, las morisquetas del señor Day-Lewis, todo esto aliado con la temática hacía presagiar un peliculón. La primera hora y pico es emocionante, nos encontramos a principios del siglo XX, en pleno boom de la era del petróleo. Desde que en 1859 el buen Coronel Drake encontrara oro negro en Titusville, Pennsylvania, la naciente industria del petróleo (extracción, transporte, refinación, comercialización) no dejó de crecer. Pozos se desarrolla entre 1898 y 1927, con lo que presenciamos el paso de una actividad artesanal hecha “estilo compadre” a una de las más lucrativas industrias del mundo, dominada por las grandes corporaciones. La Standard Oil de Rockefeller fue la primera y la más importante, y también aparece en la peli, como competencia de la empresa que funda el protagonista.

Y no quiero decir mucho más para no destripar la película, aunque de verdad que ya os la he contado de cabo a rabo. Hay por ahí un hijo petrolífero del magnate petrolífero, un supuesto hermano… y luego está la relación de antagonismo entre el prota y un autoproclamado pastor de la iglesia del pueblo donde encuentran petróleo. Entiendo que aquí se halla una de las claves dramáticas en las que se sostiene la película, pero encuentro que esta parte de la historia está muy mal desarrollada, como con brochazos gruesos.


El niño de cuatro añitos acaba de llegar, y me comenta que el petróleo es como una metáfora de la sangre que corre por las venas (oleoductos) de una incipiente sociedad industrialel personaje de Daniel Day-Lewis es un superhombre nietzscheano, cuya “voluntad de poder” le hace despreciar y enfrentarse a la “moral de los débiles” que encarna el fanático hombre de religión y bla, bla, bla… Mejor le digo que se guarde sus profundos análisis culturales para una peli que de verdad merezca la pena, como por ejemplo Se acabó el petróleo, aquella mítica cinta que protagonizaran en 1979 los humoristas Paco Gandía, Pepe Da Rosa y Josele.

2 comentarios:

Karmen dijo...

La verdad es que yo también salí con una sensación rara del cine. No fue pasividad, desentendimiento o desasosiego, que es lo que sentí después de ver No es país para viejos. Fue eso: simplemente, una sensación rara.

Esperaba que me ocurriera con Pozos de ambición lo que me pasó con la película de los hermanos Coen: es decir, que conforme la rumiara en mi cabeza todos los detalles cobraran un sentido dentro de la historia. Sin embargo, no ha sido así. Hoy sigo tan "picueta"* como ayer.

Coincido con porerror en que la moraleja parece muy simple. No consigo ver nada más allá de lo medianamente obvio... Yo también necesitaría que me la explicaran... ¿Dónde puedo encontrar al niño de 4 añitos?

* Crédito a Chanantes y a porerror, que me lo han metido en la cabeza.

Fran G. Matute dijo...

Pienso que no es que no hayas entendido "There Will Be Blood", sino que efectivamente hay demasiado arroz para tan poco pollo.

 
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