Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 1 de febrero de 2008

¡Canta, oh musa, la cólera de Rambo!


"Luché en Vietnam". Hoy, 1 de febrero de 2008, se ha estrenado la cuarta parte de la trilogía fílmica de Rambo. Hoy, 1 de febrero de 2008, he ido a verla a la primera sesión: ¿qué objeto tiene demorar lo inevitable? Este podría ser en cierto modo el tema de la película. Lo inevitable en John Rambo (2007) es que el personaje homónimo se liara a tiros y mamporros con todo quisque… al comienzo se muestra tímido, pero enseguida se da cuenta de que no luchar es tontería.

Soy consciente de que para mucha gente las pelis de Rambo son un bodrio, anoche mismo tuve un episodio à la Fernán-Gómez, con una amiga que, al enterarse de que hoy iba a ver John Rambo, me soltó un “Hasta hoy te admiraba” (luego caí aún más ante sus ojos cuando se enteró de que también soy fan de Hombres G y de Iron Maiden). Me da exactamente igual: la peli es magnífica y al que diga lo contrario le desafío a verla y a explicarme por qué le parece mala. Rambo (cuyos orígenes se intuyen en la fundamental AcorraladoFirst Blood, 1982) crece, cierra su círculo personal de pesadillas y malos rollos, pero para poder alcanzar este nirvana debe primero purificarse mediante la sangre. Y a fe mía que hay sangre en esta película: ¡a cubos!

En esta ocasión, Rambo tiene (como Buda) diferentes representaciones o bodhisattvas: es un Madelman postmoderno que se nos presenta como pescador, herrero, mecánico de barcos o encantador de serpientes. A las mencionadas facetas cabe añadir la de Caronte (el barquero mitológico que lleva a las almas al infierno) y la de Hefesto, no en vano es trabajando en la fragua cuando Rambo se decide a abandonar su existencia pacífica para abrazar su auténtica naturaleza de “soldado universal”.

Al principio, Rambo está en plena armonía con la naturaleza, no hace daño a los animales, reparte comida entre los pobres, conoce la jungla y el río… y aunque su vida no es ideal (dista mucho de estar en paz consigo mismo) lleva una existencia apacible. Este equilibrio se ve turbado por la aparición de un grupo de misioneros/cooperantes que le piden ayuda para remontar un río y llevar ayuda humanitaria a Birmania en nombre de la “Iglesia Panasiática de Colorado” (sí, yo también me reí).


Obviamente, todo se complica debido a la terrible situación política de Birmania, con su terrorífico régimen dictatorial. La peli se encarga de mostrar con saña (¿más de lo necesario?) las atrocidades de los birmanos, supongo que para justificar que, haga lo que haga Rambo luego, se lo van a tener merecido. Aquí John Rambo deriva hacia una orgía de ultraviolencia que no me atrevería a calificar de gratuita, pero que ciertamente bordea lo gore. Gracias a Dios las escenas más fuertes están montadas a cámara rápida y apenas da tiempo a atisbar tantísimos miembros amputados y cuerpos como saltan por los aires. ¿Las motivaciones para tanta muerte? Esta parte mejor nos la saltamos, porque es lo más flojito de la peli.

Lo que empieza como una especie de reverso del viaje de El corazón de las tinieblas (hay un recorrido por río en una chalupa que hace que la patrullera de Apocalypse Now parezca a su lado el Queen Elizabeth 2) pronto se convierte en una ensalada de tiros seguida de un consomé de explosiones. Rambo comprende que nunca ha luchado por su país, sino para satisfacer su propia ansia de sangre porque lleva la guerra en su interior. Esta revelación no le pone orgulloso pero sí le hace más sabio. Al final, tras unas matanzas del copón vemos el rostro de Rambo ante la muerte que ha causado, y os aseguro que su expresión no es la de la alegría ni la satisfacción.


Me resulta curiosísima la escala de horrores que se establece en este tipo de pelis. Stallone no tiene reparos en mostrarnos cómo Rambo le arranca la cabeza (literalmente) con las manos a un nota, pero jamás llegaremos a contemplar a la chica protagonista violada por ese mismo nota, eso sería tabú. Luego parece que el valor supremo es la vida humana, pero para salvar la de seis cooperantes es necesario matar a unas ochocientas mil personas (tal vez John Rambo tenga razón al decir que “unas vidas son más especiales que otras”).


El veterano de Vietnam se convierte así en un estajanovista del combate: lo mismo bate el récord mundial de tiro con arco (fabricando brochetas de birmanos) que provoca un terremoto detonando una antigua bomba Tallboy de la 2ª Guerra Mundial, o directamente se lía a cañonazos con todo bicho viviente. En última instancia, hasta el propio misionero meapilas arrima el hombro en la matanza machacando cráneos con un pedrusco. Y es que ya se sabe, “cuando te empujan, matar es tan fácil como respirar”.

3 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

Obra Maestra! Sangre, explosiones, disparos... y encima te hace pensar... ¿Qué más se puede pedir?

Anónimo dijo...

Usted me va a perdonar pero ni he ido ni pienso ir. A mi la filosofía condimentada con sangre a chorreones me la tiene prohibida el médico. Amén de mi dificultad para entender al susodicho en V.O.
De todas formas creo que con ver 300 en dvd este finde llevo ración de casquería para 1 mes.

Kike dijo...

Pues hoy he ido a verla... La verdad que obra maestra, que graciosa!

Al principio cuando nos presentan al hombre ilustrado autosuficiente en paz con el medioambiente te partes! Rambo pescando con arco y flechas, haciendo helices de barcos con sus propias manos...

Menos mal que un grupo de piratas birmanos vienen para devolvernos el Rambo que conocimos... Y a partir de ahi, la locura!

Lo dicho, una pelicula muy recomendable, y subscribo tu post enteramente.

 
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