En días como los de hoy conviene hacer memoria (histórica) y brindar por una efemérides. Vosotros os reís ahora, pero hasta hace más bien poco, todos los varones españoles tenían por güevos que pasar un año plus ou moins trabajando de soldados. Pensadlo y os caerán chorreones de sudor por la espalda.
Para un adolescente como yo, a los 14 años no había mayor terror (revisiones médicas del colegio exceptuadas) que la perspectiva de tener que hacer la mili. De nada servía que todo el mundo sobreviviera (bueno, casi todo: algunos morían), que fuera un mal de muchos. Menuda gilipollez! La ablación de clítoris también es una práctica muy extendida y muy antigua y a nadie en su sano juicio ilustrado y occidental le parece bien.
Antiguamente molaba que todos los hombres supieran hacer sus cositas militares por si acaso (las mujeres “no podían”, ha dicho hoy vuestra ministra de Defensa, Carmen Chacón: ¡qué gran discriminación para ellas, eh?). Por si acaso había que defender a la patria de los moros, de los rojos, de un general golpista o lo que fuera. O del turco. Pero en la actualidad, cuando en Europa nos burlamos de que los USA consagren el derecho a portar armas tildándoles de anacrónicos… ¿Qué sentido tenía un servicio militar obligatorio?
A mí mi padre me decía que todo el mundo la había hecho y no pasaba nada: G.R.A.C.I.A.S.! No cabe concebir argumento más absurdo para perpetuar una abusiva y obsoleta práctica. Otro argumento “maravilloso” era que la mili servía “para hacerse un hombre” -whatever that means! Gracias pero, no, gracias: que yo sepa ya nací hombre y no me ha hecho falta vestirme de caqui. Nadie debe pasar casi un año haciendo de profesor o de taxidermista, ¿por qué si de soldado? Yo se lo decía a todo el mundo: si invaden España no queréis que sea yo el que la defienda: no sirvo. Para librarse de la mili había que estar muy contrahecho: tener tres testículos, faltarle a uno miembros, no ver prácticamente nada… os lo digo yo, que navegué por Boletines Oficiales del Estado en bibliotecas de facultades de Derecho en busca de argumentos.
Yo me sentía identificado con el protagonista de la peli Soldadito español (1988) de Antonio Giménez-Rico, escuchaba electrizado la canción “Uno, dos, tres, cuatro” de Javier Álvarez y leía con fruición y terror la revista Puta Mili (a escondidas, porque salía tías en tetas y chistes de follar), basada en las famosas Historias de la puta mili de Ivà, anticipando mis periodos de instrucción y campamento. Tenía pesadillas. No visualizaba ninguna novatada en concreto, pero la idea de la mili era mi cruz. Con los años, el miedo a que me hicieran algo fue trocándose en simple y puro fastidio y rabia ante la perspectiva de tener que perder tiempo y someterme a una ridícula disciplina militar (yo, que había salido escopetado de un colegio de curas con 17 años).
Los que me conocéis sabéis que he aquí una gran paradoja: me encanta la historia militar, ya habéis visto los posts que escribo aquí sobre la guerra. Me encanta el tema, desde chico jugaba con muñequitos o en persona a los combates y a todo tipo de acciones militares, pero –mire usted por dónde- no me apetecía un carajo tener que vivir la fantasía, no quería hacer la mili. Ser objetor no molaba, mi familia me advertía de terribles represalias, la insumisión ni me la planteaba y como nunca me consideré con el gracejo de un Lytton Strachey, no podía pensar en respuestas ingeniosas que soltarle al chusquero de turno en el centro de reclutamiento (Él, que era pacifista y gay, preguntado que qué pensaba hacer si venía un soldado alemán a violar a su hermana, contestó que ponerse en medio).
Sé que en Suiza todos los hombres sanos tienen que estar haciendo una especie de eterno retorno de la mili una vez al año entre los 18 y los 34, y que Suiza es un país avanzado, pero me da igual. También recuerdo con envidia cómo mi primera profesora de inglés me contaba que los chavales británicos no tenían que hacer el servicio militar obligatorio. Por todas estas razones, no puedo dejar pasar la fecha de hoy, la mili duró desde el siglo XVIII hasta hace exactamente diez años: el 9 de marzo de 2001. Los responsables de quitar la mili –esto no admite discusión- fueron los gobernantes de entonces, los denostados Aznar y Trillo, que serán todo lo diabólicos que queráis, pero a los varones españoles nos libraron de una cabronada buena.
5 comentarios:
NUESTRA JUVENTUD LO QUE NECESTITA ES UNA BUENA MILI!!!DONDE LE ENSEÑEN RESPETO A LA AUTORIDAD,AMOR A SU PATRIA Y DISCIPLINA...Y DEJARSE DE TANTO GOLFEO,PORRITO Y MARICO..EO!!!!MILI POR DECRETO A MACACO&MELENDI,YA!!!
De mis amigos, entre lisiadillos y afeminados, no hemos hecho la mili ninguno. Yo iba a ser objetor, pero no hizo falta al final. Recuerdo el día que tuve que ir a "tallarme": ¡eso sí que lo vi anacrónico! Migue.
El pupita de Falete contó en el programa de Quintero una cosa que me encantó sobre la mili.A saber: que les tocaba tallarse a él y a un amigo, también maricón (palabra que él mismo usó). Que los dos se colocaron los tacones, las perlas, las pulseras de latón, las pelucas y las medias de rejilla y se fueron pa capitanía. Al llegar les pregunta el oficial de turno: ¿argo que alegá? Los dos se miran extrañados y Falete le suelta "Coño, qué más quieres, maricón?.
FALETE ESO NO TE LO CREE NI TU ,NI EL QUINTERO!SÓLO FALTA QUE NOS CONTARAS QUE TAMBIEN CORRISTE DELANTE DE LOS GRISES....ENGA YA!!!
Yo sólo sé que lo contó, porque lo vi, como veo siempre a Quintero. Me moría de la risa. Sea verdad o no, me parece que la historia tiene tela de arte. En fin.
Publicar un comentario