Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

sábado, 29 de agosto de 2009

The soul of man under capitalism


-“Un fantasma recorre Europa…”
(Karl Marx y Friedrich Engels)




Estoy tomando café en la planta 36 del edificio Citigroup, en el distrito de Canary Wharf (en Londres), cuando me sobreviene una revelación. Yo nunca formaré parte de ese otro mundo. Hay otro mundo, se yuxtapone a este pero no es este, del cual no formo y nunca llegaré a formar parte. Pese a que hoy lo tengo al alcance de la punta de mis dedos, puedo tocarlo, el vidrio, el acero, los grabados abstractos de edición limitada que cuelgan hasta de las paredes de los cagaderos del Capital.

Había oído hablar del “Cuarto Mundo”, una suerte de submundo de pobreza y necesidad que se abre aquí delante de nosotros, en nuestras ciudades desarrolladas, no hace falta irse a África… Pero lo que hoy os presento es algo nuevo, yo lo bautizo como Mundo Cero, ya que se encuentra más allá del Primer Mundo, aun estando contenido en él. Los bancos de inversión, las aseguradoras, los mercados de valores: para esto es para lo que se han construido los rascacielos en Canary Wharf, en La Défense, las Torres de Madrid, el Bajo Manhattan…


Entonces, desde lo alto del rascacielos, la Ciudad me revela sus tripas, deja entrever un poco su secreto: Londres, que si en tiempos de Borges parecía un laberinto hoy puede contener y contiene al Mundo entero: un nuevo Aleph. Allí, junto a un ejecutivo de Citigroup, me siento un poco como un Rorschach de la vida, como el Diablo Cojuelo, como Batman. Desde arriba se ven las costuras de Matrix, se ve un mundo hecho a base de unos y ceros, de billetes de libras esterlinas, de euros, de dólares.

Pestañeo y la Ciudad me regala otra faceta de sus entrañas: el mudo y laborioso collage del tráfico, de los bloques de viviendas sociales, las torres de las iglesias de Christopher Wren, los muelles con sus mástiles, nervaduras de ferrocarriles, y el Río: una herida abierta y supurante que parte a Londres en dos, pese a la sutura infructuosa de sus treinta y cuatro puentes. Otro secretazo me es revelado: en Londres ya no quedan indigentes, todos han cogido el Eurostar para marcharse a Bruselas. A cambio, todas las putas de lujo de Europa han abierto consulta al norte del Padre Támesis: otra vez el dinero.


Esa misma noche escucharé hablar a gente con éxito, que sí pertenece a este Mundo Cero. Su alquiler en Londres les cuesta diez veces lo que el mío en Cosica. Dos veces lo que yo gano en un mes. Charlaré trivialmente sobre cosas que no comprendo con personas amables que sí saben del tema: la banca JP Morgan, fusiones de empresas, la “Crisis del 90”, el mercado americano… Pero antes la Ciudad me tiene reservada una ordalía. Abandono el distrito financiero de Canary Wharf en un ferrocarril urbano de superficie, próxima parada el Hades. Me bajo en una estación del East End rodeada de gente pobre, que viste pobre, con tiendas pobres, con viviendas pobres. Y sucias. También esto es Londres, y no se comprende una parte sin la otra.

(Si me tomo un gin tonic a lo mejor caigo en la demagogia de exclamar que ambas mitades se necesitan mutuamente para temerse y odiarse).


La mañana anterior había sido soleada, un domingo de agosto que arrastra a oradores y curiosos a cierto rincón de Hyde Park. A sólo unos metros, “el bazar occidental que solían llamar Oxford Street” (Costello dixit). En el parque, un hombre mayor, enrojecido, con fuerte acento cockney, habla desde una tribuna endeble en la que puede leerse “PARTIDO SOCIALISTA”. “Para que el Socialismo pueda llegar a implantarse” –dice- “son necesarias tres condiciones. Uno: contar con los medios técnicos y materiales para erradicar la pobreza. Los tenemos. Dos: una fluida comunicación entre los seres humanos. La tenemos. Y tres: concienciación y voluntad de cambiar la sociedad”. ¿He dicho ya que lucía un sol espléndido en Hyde Park?

Amigo socialista (de los de Marx, no de los de Gordon Brown y ZP), tú y yo sabemos que lo que predicas en el tiempo libre que te deja tu profesión de albañil nunca va a llegar. “Todos los hombres somos hermanos: lo demuestra el Proyecto Genoma. Tú rechazas ser comparado con un sacerdote, pero en el fondo prometéis lo mismo. Y a los dos os hacen el mismo caso: poquito. “¿No os dais cuenta? El 70 u 80% de nuestros recursos económicos no se emplean en producir riqueza, bienes o comida, sino en perpetuar y proteger nuestro sistema financiero: banca, impuestos, seguros, aduanas, jueces, policía, ejércitos…”

* * * * *


“Aquel es el rascacielos de Lehman Brothers –me dice mi contacto en Canary Wharf, la joven y exitosa persona que me ha abierto esta puerta interdimensional. “Cuando quebraron, íbamos todos a la hora del almuerzo a verlos salir con las cajas de la mudanza y a descojonarnos de ellos”. No soy tan iluso de pensar que viviríamos mejor bajo el auspicio del Socialismo, pero hay días en que…

Amigo ejecutivo y amigo socialista, mi trabajo tampoco produce riqueza directamente, ni comida, pero al menos produce algo. Y aunque sé que nunca me haré rico también sé a ciencia cierta que nunca seré el responsable de la explotación de nadie, ni de que engorden mes a mes las hermosas filas del paro. Dormid en paz los dos.

8 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

Comprendo perfectamente de lo que hablas. Lo vivo en mis carnes a diario. A veces me convenzo de que es bueno vivir dentro de la ballena porque así se comprende el mundo de verdad... Pero puede que tengas razón cuando hablas de distintos mundos superpuestos que no se encontrarán jamás... Al amigo socialista le diría que esas mismas tres reglas que predica también las aplicaron los defensores del capitalismo y mira dónde estamos... Casi parece más lógico que cada uno siga viviendo en su mundo y tan contentos...

GRILLO SOLITARIO dijo...

LOS MEJORES DE TODOS SON LOS MARXISTAS CATÓLICOS. CRÉEME. AL MENOS, LOS MÁS CONSECUENTES.

José Ignacio Lara García-Junco dijo...

Porerror, te veo más chomskiano y anarcosindicalista que nunca...

Yo me tuve que conformar hace dos años con ver los rascacielos desde el cesped de una plaza del mencionado distrito mientras leía El País (edición internacional), pero deseaba con toda mi alma subir a la Canada Tower.

Hace unos años, también tuve la oportunidad de conocer una zona paupérrima de Londres: me equivoqué de double-decker bus (por cierto, ¡cómo se echan de menos los Routemasters!).

Efectivamente, el contraste es brutal.

Yo también le he dado algunas vueltas al tema del capitalismo. Me compré La Riqueza de las Naciones, pero nunca lo llegué a leer. Las ciencias sociales me apasionan. ¿Quién sabe? Quizá debería haber estudiado Ciencias Económicas.

Con respecto a Fran G. Matute: tío, has pasado de escuchar Rock alrededor de FM, ver Búscate la Vida y adorar a "The Dude" a ser un vil tiburón capitalista, He-Man Master del Universoooorl, je, je, je. ¡Eres mi ídolo!

José Ignacio Lara García-Junco dijo...

Hablando de Chomsky, ayer fui a ver el estreno Mapa de los Sonidos de Tokio (en mi opinion, horrenda excepto para quienes quieran aprender a practicar un cunnilingus a una japonesa) al Avenida 5 Cines y tuve la oportunidad de codearme con los gafipastosos de más alta alcurnia de Sevilla. Entre ellos, figuraba el Señor Pérez Royo, que vestía, caminaba y se comportaba -creedme- de forma calcada a la del famoso profesor del MIT (versión Universidad de Sevilla).

Ver para creer.

Susu dijo...

No podría estar más de acuerdo con tus aseveraciones político-sociales.

Además, acabo de estar en Londres, (como verás dentro de poco en El Perro Lunar), por lo que comprendo más todavía el origen de tu desazón.

Anónimo dijo...

Los olores en el metro
vuelan desde mi recuerdo,si....
Lo que yo daria por estar
tumbado en la hierba de Hide Park...Josemari.

Fran G. Matute dijo...

¿Has leído la noticia de hoy del Campamento por el cambio climático? Jejeje... Me están entrando ganas de...

Riggy dijo...

A mí tampoco me gusta el capitalismo, pero no lo digo muy alto porque temo que aparezca la mano invisible de Adam Smith y me golpee.

Siempre me ha parecido muy inquietante esa mano.

 
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