Recuerdo con envidia que en los años de facultad mis colegas de la ídem de Derecho tenían a principio de curso una especie de sarao, barrilada o lo que fuese ingeniosamente intitulado “Bienvenida por lo legal”. En mi facultad te daban la bienvenida con una patada en el culo, y eso si había suerte. Siempre he pensado que dar la bienvenida a alguien (lo mismo que despedirle with grace, como dicen en USA) es un paso fundamental en las dinámicas de los grupos. Fundamental, sí, pero a menudo pasado por alto –será que la gente no lo ve tan importante-.
Mañana tengo en mi nueva oficina una “copa de bienvenida”, un invento que tendrá lugar en el bar de enfrente y que, independientemente de en lo que consista, me parece una espléndida idea. Sé que va a estar de puta madre, además, porque percibo un clima grato de trabajo entre compañeros. A lo mejor me estoy precipitando y luego resulta que aquello es un avispero, pero por lo poco que llevo en el nuevo sitio ya podía haber sido testigo de bastantes bastedades, y hasta el momento todo ha sido cortesía y buen rollo para conmigo.
Esto que os cuento no es moco de pavo, porque conozco a varias personas que han cambiado de trabajo este verano/otoño y no a todos les ha ido tan bien ni han tenido tan buena acogida por parte de sus compañeros. Me dicen varias amigas “A ver si cuentas algo de tu nuevo trabajo, mamón!”, y tienen razón, apenas cuento nada, ni por el Facebook ni aquí en Estatuas Verdes. Como dice el proverbio inglés, “No news is good news” y en mi caso es verdad: si no cuento nada podéis estar tranquilos de que no estoy teniendo sobresaltos.
Hasta ahora me he ido con pena de todos los sitios donde he trabajado, y creo que eso es una bendición. Pero queramos o no hay que adaptarse a lo nuevo, los cambios son buenos, ¿no?: lo explicaba un libro con la palabra “queso” en el título y eso por fuerza debía ser verdad. Una máxima de mi educación ha sido que hay que marcharse de los sitios siempre “dejando las puertas abiertas”, porque “la vida da muchas vueltas y uno nunca sabe cuándo se va a volver a encontrar con las mismas personas” (otra máxima de mi educación). Y es que mejor irse con y dejar un buen sabor de boca, ¿no creéis?
Aparte de que me encanta jalar, beber y festejar (siempre desde el respeto), invariablemente hago un esfuerzo extra por integrarme en las reuniones de compañeros, porque las considero inmejorables oportunidades de fortalecer unos lazos como mínimo profesionales, que con suerte devienen en lo personal, y tengo comprobado que si las cosas van bien en este plano el trabajo resulta muchísimo más fácil y gratificante. De Cosica me fui de buen rollo, con pena (sí, sí… shshshshshhsshh!), y lo mismo de las tres anteriores oficinas.
Los comienzos siempre son difíciles, pero las reuniones de bienvenida (siempre copas, barbacoas o similar: bendita España!) los convierten en más llevaderos. Mañana ya digo, tengo este copetín con los nuevos compis de trabajo, empiezo una nueva andadura llena de ilusiones. De momento los clientes parecen razonables, entendidos e interesados por los productos que vendemos. A ver que tal se da la cosa y tal, ya os iré contando.
Mañana tengo en mi nueva oficina una “copa de bienvenida”, un invento que tendrá lugar en el bar de enfrente y que, independientemente de en lo que consista, me parece una espléndida idea. Sé que va a estar de puta madre, además, porque percibo un clima grato de trabajo entre compañeros. A lo mejor me estoy precipitando y luego resulta que aquello es un avispero, pero por lo poco que llevo en el nuevo sitio ya podía haber sido testigo de bastantes bastedades, y hasta el momento todo ha sido cortesía y buen rollo para conmigo.
Esto que os cuento no es moco de pavo, porque conozco a varias personas que han cambiado de trabajo este verano/otoño y no a todos les ha ido tan bien ni han tenido tan buena acogida por parte de sus compañeros. Me dicen varias amigas “A ver si cuentas algo de tu nuevo trabajo, mamón!”, y tienen razón, apenas cuento nada, ni por el Facebook ni aquí en Estatuas Verdes. Como dice el proverbio inglés, “No news is good news” y en mi caso es verdad: si no cuento nada podéis estar tranquilos de que no estoy teniendo sobresaltos.
Hasta ahora me he ido con pena de todos los sitios donde he trabajado, y creo que eso es una bendición. Pero queramos o no hay que adaptarse a lo nuevo, los cambios son buenos, ¿no?: lo explicaba un libro con la palabra “queso” en el título y eso por fuerza debía ser verdad. Una máxima de mi educación ha sido que hay que marcharse de los sitios siempre “dejando las puertas abiertas”, porque “la vida da muchas vueltas y uno nunca sabe cuándo se va a volver a encontrar con las mismas personas” (otra máxima de mi educación). Y es que mejor irse con y dejar un buen sabor de boca, ¿no creéis?
Aparte de que me encanta jalar, beber y festejar (siempre desde el respeto), invariablemente hago un esfuerzo extra por integrarme en las reuniones de compañeros, porque las considero inmejorables oportunidades de fortalecer unos lazos como mínimo profesionales, que con suerte devienen en lo personal, y tengo comprobado que si las cosas van bien en este plano el trabajo resulta muchísimo más fácil y gratificante. De Cosica me fui de buen rollo, con pena (sí, sí… shshshshshhsshh!), y lo mismo de las tres anteriores oficinas.
Los comienzos siempre son difíciles, pero las reuniones de bienvenida (siempre copas, barbacoas o similar: bendita España!) los convierten en más llevaderos. Mañana ya digo, tengo este copetín con los nuevos compis de trabajo, empiezo una nueva andadura llena de ilusiones. De momento los clientes parecen razonables, entendidos e interesados por los productos que vendemos. A ver que tal se da la cosa y tal, ya os iré contando.
4 comentarios:
Cuando te vea te comento lo que pienso yo de esto. Algo he escrito en mi blog, aunque demasiado críptico y borracho. Mientras, se me ha aflojado la barriga con lo de tu penita de la última oficina. Migue.
Me alegra de que el ambiente sea bueno porque voy a pedir traslado a tu oficina para un siglo de estos,que ya sabes que mi cargo no está fácil jajaja.
Cuidadito con la gente vestida de verde.
En mi oficina también se está de lujo. Pero recuerdo aquella en la que coincidí contigo y aún me dan ganas de vomitar, jajaja. Y allí sí que no vuelvo ni amarrá. Vaya pandillón de zumbaos...
Aida
que bien ke te guste franky! (perdon por los efectos retardados) en mi facultad el dia de mi graduacion nos pusieron vino don simón y jamón rancio( y soy vegetariana) un lujazo vamos!!
Mua
Pues con la que está cayendo y "lo malitas que están las ventas por todos lados" a esa clientela hay que mimarla y cuidarla como oro en paño porque "de esos cocos, pocos"
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