Este mediodía alguien me contaba su problema, y –qué queréis que os diga, amigos- me gusta hablar, me encanta hablar, hablo por los codos. Pero creo que por ese defecto no iré al infierno (acaso por otros) porque lo compenso con una cualidad, también sé escuchar. Esto no lo digo yo, que estaría muy feo, sino que es algo que mis amigos me repiten una y otra vez, y por eso me permitirlo traerlo aquí.
Pero no es para hablar sobre mis defectos y virtudes que escribo el post, hoy quería reflexionar sobre la importancia de escuchar a los demás. La verdad es que escuchando se aprende tela, y aunque a los que somos de natural impaciente y parlanchín nos cueste un poco al principio, se pone uno a escuchar y resulta un ejercicio de lo más estimulante. Se lo recomiendo a todo el mundo. Siempre he desconfiado de la gente que no habla, solo escucha: tampoco es eso. En cualquier caso, quería llamar vuestra atención sobre la escucha privada, la empatía ante el interlocutor, saber escuchar.
A lo largo del día oímos muchas cosas, escuchamos algunas menos, pero realmente prestar atención a lo que nos dicen no es solo excitar nuestros oídos con cambios de presión del aire y absurdos impulsos eléctricos, supone un ejercicio mental muy cercano a la empatía, supone hasta cierto punto ponerse en la piel del interlocutor. Y hay gente que no te escucha. Mucha gente. Mi madre dice que son como paraguas, que les resbala todo lo que les digas, y es un símil apto para reflejar una realidad lamentable.
En esto de escuchar a los demás mi referencia es la “Parábola del sembrador” del Evangelio de San Lucas. Ya sabéis, un sembrador fue a un terreno y de todas las semillas que echó una parte fue pisada o se la comieron los pájaros, otra se secó, otra cayó en las zarzas y solo una pequeña parte floreció y dio su fruto. En la vida real no se trata de la Palabra de Dios, sino de lo que una persona le dice a otra: hay veces que le entra por un oído y le sale por otro, hay veces que el escuchante es impermeable a los problemas ajenos, otras veces parece que hay verdadera empatía cuando se trata solo de quedar bien, y las menos ocurre que la persona que escucha se haga cargo realmente del problema y lo haga suyo.
También es que hay gente muy burra que se empeña en hablarle a quien no tiene que hablar, o se busca interlocutores nefastos. Pero si todo marcha bien, si están hablando dos amigos o personas entre las que hay confianza, nada de lo negativo del párrafo anterior tendría que pasar.
Una vez en la carrera hicimos un ejercicio en clase de inglés. Nos ponían por parejas, uno hablaba y contaba dos problemas que le angustiaban, y el otro era instruido para que la primera vez fingiera aburrimiento, se mirara las uñas, bostezara, etc, mientras que la segunda vez mirara fijamente al del problema, asintiera, mostrara una postura alerta, atenta en general. El resultado es inequívoco (y hay estudios científicos): en el primer caso el atribulado se queda hecho polvo, porque siente que no está sirviendo para nada contar su tema, mientras que la segunda vez se sentía realmente comprendido, en conexión con el otro.
Esto ilustra a la perfección lo que os quería hacer pensar hoy, escuchad a los demás, escuchadlos de verdad prestándoles vuestro apoyo porque eso es lo que hay que hacer y porque –de cabrón- a lo mejor sois vosotros los que mañana demandáis un oído amigo. Este mediodía alguien me contaba su problema y yo me daba cuenta de que contarlo no era fácil, que le estaba costando, pero que a la vez le estaba viniendo bien. Luego esta persona me admitió esto último (se lo pregunté expresamente), y es que no hay nada mejor que sentirse escuchados, y por ende comprendidos, por nuestros semejantes.
Pero no es para hablar sobre mis defectos y virtudes que escribo el post, hoy quería reflexionar sobre la importancia de escuchar a los demás. La verdad es que escuchando se aprende tela, y aunque a los que somos de natural impaciente y parlanchín nos cueste un poco al principio, se pone uno a escuchar y resulta un ejercicio de lo más estimulante. Se lo recomiendo a todo el mundo. Siempre he desconfiado de la gente que no habla, solo escucha: tampoco es eso. En cualquier caso, quería llamar vuestra atención sobre la escucha privada, la empatía ante el interlocutor, saber escuchar.
A lo largo del día oímos muchas cosas, escuchamos algunas menos, pero realmente prestar atención a lo que nos dicen no es solo excitar nuestros oídos con cambios de presión del aire y absurdos impulsos eléctricos, supone un ejercicio mental muy cercano a la empatía, supone hasta cierto punto ponerse en la piel del interlocutor. Y hay gente que no te escucha. Mucha gente. Mi madre dice que son como paraguas, que les resbala todo lo que les digas, y es un símil apto para reflejar una realidad lamentable.
En esto de escuchar a los demás mi referencia es la “Parábola del sembrador” del Evangelio de San Lucas. Ya sabéis, un sembrador fue a un terreno y de todas las semillas que echó una parte fue pisada o se la comieron los pájaros, otra se secó, otra cayó en las zarzas y solo una pequeña parte floreció y dio su fruto. En la vida real no se trata de la Palabra de Dios, sino de lo que una persona le dice a otra: hay veces que le entra por un oído y le sale por otro, hay veces que el escuchante es impermeable a los problemas ajenos, otras veces parece que hay verdadera empatía cuando se trata solo de quedar bien, y las menos ocurre que la persona que escucha se haga cargo realmente del problema y lo haga suyo.
También es que hay gente muy burra que se empeña en hablarle a quien no tiene que hablar, o se busca interlocutores nefastos. Pero si todo marcha bien, si están hablando dos amigos o personas entre las que hay confianza, nada de lo negativo del párrafo anterior tendría que pasar.
Una vez en la carrera hicimos un ejercicio en clase de inglés. Nos ponían por parejas, uno hablaba y contaba dos problemas que le angustiaban, y el otro era instruido para que la primera vez fingiera aburrimiento, se mirara las uñas, bostezara, etc, mientras que la segunda vez mirara fijamente al del problema, asintiera, mostrara una postura alerta, atenta en general. El resultado es inequívoco (y hay estudios científicos): en el primer caso el atribulado se queda hecho polvo, porque siente que no está sirviendo para nada contar su tema, mientras que la segunda vez se sentía realmente comprendido, en conexión con el otro.
Esto ilustra a la perfección lo que os quería hacer pensar hoy, escuchad a los demás, escuchadlos de verdad prestándoles vuestro apoyo porque eso es lo que hay que hacer y porque –de cabrón- a lo mejor sois vosotros los que mañana demandáis un oído amigo. Este mediodía alguien me contaba su problema y yo me daba cuenta de que contarlo no era fácil, que le estaba costando, pero que a la vez le estaba viniendo bien. Luego esta persona me admitió esto último (se lo pregunté expresamente), y es que no hay nada mejor que sentirse escuchados, y por ende comprendidos, por nuestros semejantes.
7 comentarios:
Se te ha olvidado decir que los buenos amigos escuchan sin juzgar. Y sé que en eso también eres bueno.
houshrop
Blablablabla, yo también soy de las que hablo por los codos, y escucho y con atención, y comparto contigo que a veces hasta interrumpo por mi impaciencia...
La gente que sólo escucha la veo extraña, como con tara y hasta a veces dudo si realmente me escuchan o asienten educadamente cuando mi voz hace un parón para coger aire....seguiré observando
"Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros". Martin Luther King
El reverso tenebroso a lo que comentas en tu post son aquéllas personas que te cuentan sus problemas, tú los escuchas y cuando les intentas ayudar o dar un consejo o algo son precisamente ellos los que no te escuchan...
Son personas que te cuentan sus cosas pero que en verdad no quieren que tú las escuches y al final lo que consiguen es hacer perder el tiempo del querido amigo que escucha... Creo que conocemos a gente así, ¿verdad?
Como decía Pumares para catalogar a sus oyentes de "Polvo de estrellas"... "no son oyentes, son llamantes!!!!, no quieren preguntar nada, sólo quieren escucharse por la radio!!!!"... Pues eso, letras extranjeras...
Cuántas verdades hay por aquí!
Yo también animo a que la gente sepa escuchar como Porerror comenta, tanto al que recurre a un amigo para decirle sus problemas como al que los cuenta.Porque si abrimos ese pedacito interior a otro, le damos "autoridad" para que opine sobre ello, como apuntaba Fran. Hay que elegir al buen interlocutor al que contarle tus cosas (mi principal fallo a veces), y hay que saber quien merece o quiere que se le ayude con consejos y ánimos.
Yo por suerte, aunque a veces me equivoque de interlocutor, he tenido algunos realmente buenos que saben escuchar y ayudar. Eso no tiene precio ...
UNA DE LAS COSAS QUE MÁS ME LLAMÓ LA ATENCIÓN CUANDO EMPECÉ A LEER "MOMO" ES QUE A LA PROTAGONISTA LA DEFINÍAN PRECISAMENTE COMO "ALGUIEN QUE SABÍA ESCUCHAR". GENIAL. POR CIERTO, MUY DE ACUERDO CON EL POST Y CON EL COMENTARIO DEL SEÑOR MATUTE.
Por lo poco que he leído del post, parece que va de "saber escuchar". Yo soy de los que escucha atentamente a los demás. Me encanta. Y siendo medio ciego como soy, más todavía, que es lo que me queda, jeje.
PD: Me vas a permitir, Porerror, un recuerdo desde aquí a los mineros atrapados en Chile.
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