Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

domingo, 22 de abril de 2012

Wish You Were Here


Si nos dieran un céntimo por cada vez que leemos en una novela algo así…

“Parecía increíble, pero a pesar de que [INSERTE NOMBRE O PARENTESCO] hubiera muerto, la gente por la calle seguía a sus quehaceres como si nada; yo estaba destrozado/a, pero el mundo cruel no se había parado.”

… seríamos millonarios.

Y es que está claro que cuando muere alguien querido el mundo no se para, y esto no es especialmente cruel (aunque vivir esa experiencia pueda serlo) sino que las cosas son así y conviene aceptarlo lo antes posible. Dicho esto, una vez que uno se ha armado de valor, resignación, serenidad, aceptación, llamadlo como queráis… una vez que uno lo ha hecho y continúa la vida “como si nada” a veces resulta espantoso comprobar lo fácil que se puede continuar adelante con un jugador menos en nuestro equipo. José Agustín Goytisolo lo plasmó muy bien: “Un hombre solo, una mujer,/ así tomados de uno en uno/ son como polvo en el camino;/ no son nada.” Somos las putas hormigas que ayer mi sobrino de cinco años pisoteaba en el parque –Dios caprichoso- para evitar que se le colaran por los zapatos. Polvo, hormigas, nada… la idea es de sobra conocida y constituye ya un tópico.

Tal vez por eso me fascinen las diferentes soluciones que el Hombre ha dado a este problema a través del tiempo y del espacio: las tumbas egipcias o aztecas, los cementerios romanos, las lápidas cristianas… e incluso esos que dicen que después no hay nada (si ponéis la radio a cualquier hora siempre hay algún tertuliano diciendo algo parecido) y que por tanto conviene carpear el diem. El pasado tiene la bromista tendencia a reaparecer tras mucho tiempo de andar agazapado, cuando menos te lo esperas, o será que yo (os confieso un defecto) no soy mucho de hacer limpia en los cajones. Personas importantes del pasado pueden saltarte al cuello en cualquier momento: cartas de ex novias, fotos de amigos de hace 20 años, a los que hace 10 que no ves, el problema surge cuando los recuerdos son de personas ya fallecidas, a las que por mucho que quieras ya no podrás volver a ver porque no se las puede contactar por Facebook.

¿Por qué será que es precisamente con ellos con los que más falta te haría reconectar? Siempre me he preguntado qué pasará después de la muerte, como todo el mundo, y como católico tengo una respuesta estándar altamente conveniente a mano: el Cielo, el Reino de Dios, etc. Vaya sin ironía, podemos creer en ello de manera más o menos metafórica o literal y seguir viviendo. Pero qué es el Más Allá? No será una viñeta de Mingote con peña tocando la lira o una de esas interpolaciones de Padre de Familia en las que un famoso llega al Cielo. No me da miedo mi propia muerte ni lo que pueda haber después, espero ser todavía demasiado joven para eso. Sin embargo, admito que a veces sufro por el destino de mis seres queridos que ya no están entre nosotros: qué habrá sido de ellos? Mis abuelos, mis abuelas, mi hermanita, no pueden estar solo en esos huesos tan deteriorados o ese polvo que salió del crematorio.

Aun a riesgo de parecer retórico o sentimentaloide, cuando estoy con personas que han sufrido pérdidas importantes hace poco tiempo siento una conexión especial, un temblor o un asombro si queréis, como si todos anduviésemos buscando las mismas respuestas. Perder a padres, madres o hermanas y hermanos demasiado pronto es una experiencia dura, y por desgracia tengo a bastantes amigos a los que les ha pasado en los últimos 6 años. Mantener vivo el recuerdo de alguien es difícil, porque aunque siempre anide ahí una llamita piloto de cariño en nuestro corazón (vamos a decirlo así) nunca podremos equiparar la sensación a cuando estaban vivos, a cuando estaban con nosotros, cuando los teníamos delante y su presencia nos llenaba de carne y hueso y sonrisas. Pero hay que seguir intentándolo.

Nada me produce más horror que el pensar que voy a olvidarme de las vivencias con mi hermana o de su papel central en mi vida durante mis primeros 31 años. Yo lo comparo al horror que sentía Marty McFly al comprobar que su foto de familia se iba borrando en Regreso al futuro, es como si estas cosas nunca hubieran ocurrido, se perderán como lágrimas en la lluvia, etc. La semana pasada, una compañera de trabajo me dio un retrato a boli de mi hermana y mío, basado en una foto en la que salimos los dos de chicos. Los que la han visto y conocen el paño han coincidido en el asombroso parecido y en lo bien que están captadas las miradas. No cuelgo el dibujo ni la foto porque tengo como regla no divulgar aquí ese tipo de imágenes, pero tengo que dar las gracias a mi compi y alegrarme de que le hayamos ganado una batalla al olvido, al tiempo malo que borra las imágenes de nuestra filmoteca mental y que atenúa las intensidades.

Algunos sabéis que Julio Iglesias era el artista favorito de mi hermana, y recordaréis que en su afamado tema “La vida sigue igual”, con el que ganó el Festival de Benidorm de 1968, decía “al final, las obras quedan, las gentes se van (…) la vida sigue igual”. Pero la vida, con seguir exactamente igual, no puede seguir igual ya nunca nunca nunca.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón,la vida ya nunca será igual, sino un recuerdo constante de lo que fue y que nunca fuiste capaz de apreciar en el momento adecuado...

Anónimo dijo...

Querido Porerror:

Post emocionante y, seguramente, portavoz de los pensamientos de casi todas las personas. Me ha gustado mucho. Yo también me hago las mismas preguntas que tú.

Don CalcetínRelleno

Anónimo dijo...

Impresionante post.
Por desgracia estoy pasando en mi familia una situación dramática por la salud de mi padre y muchas de las ideas que planteas me están viniendo estos días a la mente. Lo describes como nadie. Chapeau.

Un abrazo artista
Silvia

Anónimo dijo...

Al dia siguiente de mi comentario anterior, mi padre falleció. He vuelto a leer el post y me ha estremecido cada palabra.
Un abrazo
silvia

 
click here to download hit counter code
free hit counter