¿Qué tienen en común el Dalai Lama, Pilar Bardem, Evo Morales, el sexo de los ángeles, Ferrán Adrià, Carla Bruni y el lince ibérico? De momento, que todos aparecen en escena como marionetas en el último guiñol gamberro del señor Boadella, el ciutadan.
Tengo pendiente un post titulado “La realidad supera a la ficción” acerca de esas veces en que ocurren cosas que si las leyeras en una novela no te las creerías. O esas casualidades de las gordas, pero antes voy a comentar la obra teatral La cena (2008), escrita por Albert Boadella e interpretada por Els Joglars. Esto viene a cuento porque ayer vi la obra, señores, y juro que no sabía de qué iba cuando escribí hace tres días aquel post sobre el medioambiente.
Si queréis leer una interesante crítica y valoración de la obra, os remito a la que Fran G Matute ha escrito en su Almanaque de otoño. Yo voy a dar aquí una visión complementaria, centrándome en su contenido pero sin desvelarlo. La semana pasada leí en El País un par de críticas bastante malas de La cena, que si Boadella había dejado de ser relevante, que si no pasaba de ser un bufón, que si era repetitivo… Todo eso lo puse en cuarentena, pero hubo dos aspectos que sí me preocuparon: la acusación de ausencia de humor visual/plástico y la de que la obra era aburrida por ser demasiado “de tesis”.
Vista la obra, puedo decir que ambas críticas son absolutamente infundadas, pero vista la obra también, se entiende por qué las hicieron. En La cena hay no menos de tres referencias al diario El País, todas en tono despectivo al calificarlo de Biblia progre. Como bien dice un ridículo personaje, “Yo soy un intelectual progresista: leo todos los artículos de opinión de El País”. Lo del humor visual solo se explica si el crítico de este periódico asistió a la representación de La cena sin gafas (necesitándolas). He visto todas las obras de Els Joglars desde 1996 y creo que en ninguna había tenido tanto peso el componente visual como en esta.
En cuanto a lo de que la obra es pesada por lo hablada… sería como acusar a un terrón de azúcar de su dulzura… y además resulta que La cena es –comparándola por ejemplo con Don Quijote en Manhattan (2006)- bastante ligerita. Si se puede acusar de algo a la obra es de no ser concluyente, de verter una serie de burlas y críticas sobre cierto pensamiento progre (el que detenta el poder en España en la actualidad), a una velocidad endiablada pero sin más fin que la crítica en sí misma. Con todo, esto no tiene por qué ser un defecto, quiero decir que la obra no pretende adoctrinar sino solo llamar nuestra atención sobre los nuevos gurús (por algo en el programa de mano Boadella invoca a Tartufo o el impostor de Molière, 1664).
De nunca la ambigüedad ha sido un defecto en el arte, pero tal vez sí la tibieza. La obra de Boadella es afilada y si no trata de teledirigir nuestro pensamiento no puede en ningún caso ser tildada de tibia o floja. Albert Boadella es un grano en el culo que le ha salido a la izquierda española, no es de extrañar que digan que su teatro ya no es potente mientras tratan de desactivarlo.
Leyendo esta entrada podría deducirse que La cena es solo una sátira anti-progresía, pero es mucho más (la sinopsis no la incluyo por estar bien disponible en la prensa). En realidad no deja títere con cabeza: arremete contra la Iglesia católica, los políticos chorras, los ecologistas de salón, los iluminados y los papanatas en general. Establece un paralelismo entre un adelantado a su tiempo como Galileo y un chef ultramoderno adalid del Ecologismo (un “paladín del paladar”). Al final, la impresión que saco es que todas las Inquisiciones son igual de peligrosas, sea el freno católico a la ciencia o la neocorrección política progre.
Valga, pues, la advertencia de La cena para estos tiempos de mercadeo ideológico en que vivimos: “es más fácil creer que pensar”.
Si queréis leer una interesante crítica y valoración de la obra, os remito a la que Fran G Matute ha escrito en su Almanaque de otoño. Yo voy a dar aquí una visión complementaria, centrándome en su contenido pero sin desvelarlo. La semana pasada leí en El País un par de críticas bastante malas de La cena, que si Boadella había dejado de ser relevante, que si no pasaba de ser un bufón, que si era repetitivo… Todo eso lo puse en cuarentena, pero hubo dos aspectos que sí me preocuparon: la acusación de ausencia de humor visual/plástico y la de que la obra era aburrida por ser demasiado “de tesis”.
Vista la obra, puedo decir que ambas críticas son absolutamente infundadas, pero vista la obra también, se entiende por qué las hicieron. En La cena hay no menos de tres referencias al diario El País, todas en tono despectivo al calificarlo de Biblia progre. Como bien dice un ridículo personaje, “Yo soy un intelectual progresista: leo todos los artículos de opinión de El País”. Lo del humor visual solo se explica si el crítico de este periódico asistió a la representación de La cena sin gafas (necesitándolas). He visto todas las obras de Els Joglars desde 1996 y creo que en ninguna había tenido tanto peso el componente visual como en esta.
En cuanto a lo de que la obra es pesada por lo hablada… sería como acusar a un terrón de azúcar de su dulzura… y además resulta que La cena es –comparándola por ejemplo con Don Quijote en Manhattan (2006)- bastante ligerita. Si se puede acusar de algo a la obra es de no ser concluyente, de verter una serie de burlas y críticas sobre cierto pensamiento progre (el que detenta el poder en España en la actualidad), a una velocidad endiablada pero sin más fin que la crítica en sí misma. Con todo, esto no tiene por qué ser un defecto, quiero decir que la obra no pretende adoctrinar sino solo llamar nuestra atención sobre los nuevos gurús (por algo en el programa de mano Boadella invoca a Tartufo o el impostor de Molière, 1664).
De nunca la ambigüedad ha sido un defecto en el arte, pero tal vez sí la tibieza. La obra de Boadella es afilada y si no trata de teledirigir nuestro pensamiento no puede en ningún caso ser tildada de tibia o floja. Albert Boadella es un grano en el culo que le ha salido a la izquierda española, no es de extrañar que digan que su teatro ya no es potente mientras tratan de desactivarlo.
Leyendo esta entrada podría deducirse que La cena es solo una sátira anti-progresía, pero es mucho más (la sinopsis no la incluyo por estar bien disponible en la prensa). En realidad no deja títere con cabeza: arremete contra la Iglesia católica, los políticos chorras, los ecologistas de salón, los iluminados y los papanatas en general. Establece un paralelismo entre un adelantado a su tiempo como Galileo y un chef ultramoderno adalid del Ecologismo (un “paladín del paladar”). Al final, la impresión que saco es que todas las Inquisiciones son igual de peligrosas, sea el freno católico a la ciencia o la neocorrección política progre.
Valga, pues, la advertencia de La cena para estos tiempos de mercadeo ideológico en que vivimos: “es más fácil creer que pensar”.
3 comentarios:
Albert Boadella es una de las mentes más lúcidas que existen en este país. Lo curioso es que Boadella critica a la izquierda progre actual desde los postulados y los ideales de la verdadera izquierda. No deja de ser una paradoja.
Mira porerror, un tio que está censurado y perseguido por gente como Puigcercós, Benach, Jose Luís Carod Rovira (el aragonés) o por el "charnego" Montilla, merece mi más profunda admiración.
Para colmo, Boadella expresa toda su sabiduría y su lucidez a través del humor. Que más se le puede pedir a este catalán de pura cepa!!
¿qué ha pasado con este post? ¿hasta aquí ha llegado el boicot del tripartito? o ¿es que para ti, amigo lector de estatuas verdes, Boadella tambien es un grano en el culo?
Ya, Nota, esto de los posts y los comentarios es un misterio que confieso que me supera. Te aseguro que las entradas más chorras, que están escritas en media hora, son las que más comentarios han suscitado. Las más sesudas (¿aburridas?) y sobre todo, las más trabajadas, suelen pasar bastante inadvertidas.
Gracias por tus comentarios, de todas maneras.
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