Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 13 de mayo de 2008

Oda al fla'


Lo he conocido por infinitos nombres, igual que vosotros. Se le ha dicho flag, flas, flash, flan, flax… pero es una de esas palabras que nunca deberíamos ver por escrito. Me estoy refiriendo a la “golosina líquida para congelar”, amigos, pues ese parece ser su nombre técnico. Por estos motivos me he decidido a llamarlo aquí fla’, -fla’ golosina, para más señas-, cada uno sabrá pensar el suyo.

Aparece cuando ya se presagia el verano, en mi vida este año lo ha hecho esta semana, con los calores espurios que nos asolan. Para el verano faltan aún un par de meses, pero ya lo es un poco más en nuestros paladares. Ya ha abierto la heladería de nuestro barrio, ya se han visto las tirantas, la manga corta y las sandalias (como bien reseñó el buen Migue en Baile Cadera). Ya han llegado al quiosco los fla’ golosina. Seguiremos comiendo puchero y potajes de legumbres porque somos muy brutos, pero lo alternaremos con el gazpacho y las ensaladitas. Y de postre, ese placer culpable, esa chuchería que tan buena transición hace al mundo de los mayores.

Modernamente lo compramos en un supermercado o gran superficie, en bolsas de a quilo o Dios sabrá, pero todo el mundo sabe que el fla’ hay que comprarlo en un quiosco de chucherías para que sepa auténtico. Nos tiene que quemar en los dedos (paradójicamente, pues está congelado). El fla’ fláccido de la macrobolsa de súper simplemente no vale. Está líquido, calentón, si lo abriéramos lo consumiríamos en un segundo, trae muy pocos centímetros cúbicos. Esto sería hacer trampa, igual que comer pipas peladas o sandía sin pepitas. No vale. El fla’ hay que trabajárselo, sufrirlo, esperar a que se derrita lo justo para poder pegarle un sorbito. Solo así la dulce recompensa merecerá la pena.

El fla’ se compra en quiosco, igual que se compraba en la niñez. Entonces costaban un duro (5 pesetas, ¿las recordáis?) y luego pasaron a costar dos. También había unos fla’s absurdos, de tres duracos, más grandes y con forma de rectángulo. Estos eran más grandes y más golosos, pero a la larga constituían una aberración. El buen fla’ es alargado, fino, una especie de fusta o de varilla de color cubierta de escarcha. Derretirlo con los dedos, con un masaje, y esperar a que se pueda beber un poquito. Repetir la operación hasta que irremediablemente quedaba el residuo: el esqueleto de fla’. Esa especie de bloque incoloro de solo agua ya, una vez sorbidos los colorantes y los sabores, auténticos vampiros del fla’.

Primero darle un bocado al plastiquito (otra aberración: cortarlo con tijeras; pierde el encanto y además de chupar te salían cortes a ambos lados de la boca en plan Joker o La ciudad de la alegría), luego, notar el sabor. Hablando de sabores, en mi época los fla’s los había de fresa, naranja, limón y coca-cola. Cada uno teníamos nuestro favorito, que nunca resultaba ser el de limón. ¿Por qué lo seguían fabricando? Cuando el quiosquero tenía mucha faena no se podía escoger sabor, había que aguantarse con el primero que te tocaba. A mí siempre me salían de naranja o de limón, los menos preferidos.

Con el tiempo aparecieron nuevos sabores: piña, melocotón (sospecho que en realidad eran el mismo, los dos tenían igual aspecto), cereza, lima, un dudoso sabor de color azul… Pienso que el fla’ era más informal que el polo, y también más coqueto. Gustaba de vestirse de más vivos colores (el polo, ya se sabe… salvo el Twister de Frigo). Su hermano mayor el Calippo envidiaba al fla’ su flexibilidad, las gominolas su frescura. Las pipas y los quicos jamás pudieron competir contra el rey del quiosco en verano.

Veo que los niños de ahora siguen consumiendo fla’s, y eso me tranquiliza. Sin embargo no he tenido cojones de encontrar una foto de un fla’ golosina para ilustrar este post. Han aparecido en el mercado nuevos productos en plan porqueriíta líquida, como esos botellines o cantimploras misteriosos. La verdad es que no me decido a probarlos, y eso que sigo siendo bastante de chuches. Pero el fla’ siempre tendrá un lugar en mi nevera, o más exactamente, entre mis dedos congelados.

12 comentarios:

Karmen dijo...

¡Ooh! ¡Qué post más grande...! Mi favorito era el flash (siempre pensé que se escribía así) de fresa (y de KELIA, por supuesto). Podía tomarme dos seguidos sin pestañear. Lo comprábamos en el quiosco de la Plaza de mi pueblo (ejem... ciudad).

Siempre que alguna golosina hace trigger de mis recuerdos de infancia pienso en Blake y sus "Songs of Innocence and Experience"...

When the voices of children are heard on the green,
And whisperings are in the dale,
The days of my youth rise fresh in my mind,
My face turns green and pale.


¡Vale, Fran G. Matute, ya me dejo de cursiladas! ;-)

Anónimo dijo...

QUÉ RECUERDOS...CERCA DE MI COLEGIO HABIA UNA SEÑORA ALEMANA QUE LOS VENDÍA QUE DABA GUSTO.ES MÁS ,CORRÍA UNA LEYENDA URBANA DE DICHA SEÑORA Y UN OSCURO PASADO NAZILOFILO...INQUIENTANTE CONEXIÓN HITLER-FLASH.

Anónimo dijo...

Yo me cortaba en la boca con los de tres duros. Recuerdo también haberles pegado porrazos y sacar una variante de granizado. Migue.

Sam dijo...

Ahhh, el flá de fresa...que buenos recuerdos, estoy deseando pillar la bolsa de a kilo y volver a los cortes en la boca y a esos colorantes tan fuertes que les echan, que si te pone la lengua roja no pasa nada, pero el azul pitufo no es nada sexy, jejeje

Seño Ana dijo...

Karmen tiene razon: el de fresa y de kelia era el mejor. A mi me gustaba, el segundo o tercero de la tarde, derretirlo un poco y abrir solo un pikito del plástico pa que saliera en plan "churrito". Dios! que me gustaba!!

Por cierto, no se puede dejar pasar a esa madre (al menos la mia) protestando de que comprara esa "fuchina", en vez de un helado en condiciones.

Anónimo dijo...

ooo!!! que gran post!!!
yo les decia poli-flá...la verdad es que no se a quien se lo oí, pero el caso es que los llamaba así.
Mi favorito también era el de fresa, y el que menos me gustaba era el de naranja. Ahora los hacen de dos sabores, o sea, un fla trae dos "compartimentos" rellenos cada uno de un sabor. (*Nota: estos fla, al ser más grandes, son más caros y tambien lo son las llagas tipo "joker" que producen)
Yo recuerdo que todos los veranos mi abuela compra bolsas de flas para todos...podemos zamparnos una solo entre tres nietos...
aaaa...que buenos recuerdos los flas...tan fresquitos y con ese color que te dejan en la lengua...^^...

Anónimo dijo...

Si no es de kelia...qué coraje me daba gastarme los dos duros.

¡A mí me gustaban los de naranja y limón!

Mi madre me tuvo que comparar una cremita para las boqueras-rajitas de los labios un verano...jejee.SAB

Anónimo dijo...

Oda al Fla'
y desde aquí quitarme la careta y decir que yo "sólo" los comía de limón, pasando a la fresa cuando no quedaba mas remedio.
Supongo que eso explica muchas cosas....

Unknown dijo...

Karmen.....¡que recuerdos!: esos niños despues de la merienda,en un dia de playa,alberca o piscina,recien duchados y repeinaditos, con sus flas en la manos,despues de comprarlos en el kiosko de enfrente de Vosa en la playa,la furgoneta del SR. Fernando en el campo y el kiosko de Las Arenas.
¡No sabiamos que hacer!.....si comernos el flas.....,los niños ..... o todo a la vez.
Porerror .... ¡gracias por despertar tan buenas sensaciones!

Anónimo dijo...

Nada, nada, los buenos en mi cole (con la tienda de chuches al lado)
eran los de limón y cola. Qué horror cuando te tocaba el de naranja --pero te lo comías con la misma pasión! En Palma, donde me crié, se llamaban burmarflax, y cuando me fui a vivir a Granada,descubrí que allí se llamaban poloflás. Y no recuerdo dónde, fragolosina... Ah, mi primer año en la facu, de abril a junio todo el día dándole al de fresa (es donde descubrí el sabor)...
Le sacabas todo el color a la golosina y luego te comías a bocaos el hielo, y si lo habías hecho bien, allá al final del plástico, te quedaba un poco del jarabe colorao!

Gran post!

Jota dijo...

Enorme entrada, compañero! Hacía mucho que tenía la lectura de tu blog apartada para mejores momentos y me estoy pegando un apretón de verdes estatuas... Grandísimo recuerdo el del fláh (yo crecí en Cáceres) y a esa litugia de su ingesta, desde el mordisqueo previo del plastiquete a la compresión compulsiva del cacho hielo al final, arañando una gota más de aromático y lejanamente frutal sabor.

Eres un crack!

Cristina M. Ch. dijo...

Qué recuerdos!! Bueno, yo aún los sigo comiendo aunque el verano pasado estuve fuera y los eché mucho de menos.
Mis favoritos eran fresa y limón, el de dos duros :D sí, señor. El de 3 me hacía boqueras y me daban coraje. ¿y te acuerdas el flash que venía de dos sabores? Si al quiosquero lo volvía loco cuando era de un sabor, imagínate cuando era de dos :D

Me ha encantado, así que te voy a grabar en favoritos para pasar de vez en cuando a seguir leyendo.

Y yo que había llegado aquí atraida por esa foto de las chuches!!

Saludos desde el sur.

 
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