(Dedicado a la buena Silvia, proveedora de la nueva foto oficial del blog, tomada in situ, bien sure!)
A estas alturas de la película, creo que resultará de todo punto innecesario demostrar que las sardinas son el mejor pescado y el más rico que se puede comer, y si no estáis de acuerdo no sigáis leyendo Estatuas Verdes. Ayer, este axioma volvió a actualizarse en mi paladar en la forma que más me gusta con diferencia: sardinas asadas sobre pan de leña. ¡La de Dios! Gracias sean dadas al hacedor por estos peces de plata.
No sé si estaréis familiarizados con el concepto “barbacoa de gimnasio” (¿oxímoron? ¿error de Dios? ¿ideea geniaal? Comente en 500 palabras), pero os aseguro que en Cosica es un must. Una mesa de ping pong (pongamos por caso) puede ser en un momento dado una estupenda mesa de banquetes. En un banco de abdominales se te puede acostar un tío a dormir la mona, y así sucesivamente. Pero volvamos a las sardinas. Pocas veces se da la conjunción mágica de que algo de comer nos digan que está rico y además es sano.
¿Qué pasa aquí? Ya sabemos que las sardinas engordan, que tienen grasa, pero resulta que el pescado azul tiene ese halo de prestigio en la lucha contra el colesterol, Omega 3, etc, etc. Conclusión: comamos sardinas como descosidos. Desde Santurce a Bilbao, desde Mojácar hasta Isla Cristina: a tope con el sardinismo. Durante el invierno no se le debe hacer ascos a una de esas latas de conserva tan ricas, hay auténticas maravillas. Pero en llegando el verano… ¡amigos! Nada mejor que una sardinaza asada. Se pueden hacer a la plancha, o mejor aún al fuego… qué prestigio gustativo.
Yo no creáis que las como tan a menudo como quisiera, es cierto que su preparación resulta un engorro. Mi buena madre, cada vez que se las demandaba me decía lo mismo: ve tú a comprarlas frescas a la plaza, límpialas y hablamos. Y es verdad también que sueltan un olor de mil demonios que se pega a la ropa y a las manos, pero todo compensa con creces comparado con su saborcete. En mi mundo, donde se ponga una buena carne que le den una patada al mejor pescado, pero en el caso de las sardinas (y si acaso el atún fresco), su textura y gusto son palabras mayores.
Y el juego que dan, las jodías. Que si el “entierro de la sardina”, que si la Playa del Sardinero, que si zurrarse la sardina, que si No pidas sardina fuera de temporada (1986), que si la isla de Sardinia, “como sardinas en lata”… Sin embargo, y para que veáis que soy objetivo y no todo en este blog son absurdas hipérboles, os contaré un caso en el que las sardinas fueron cómplices de una atrocidad palatointestinal.
La gastronomía siciliana es my rica y variada, se trata de una joya dentro de la italiana, que ya de por sí es la hostia. Uno de los platos estrella se llama pasta con le sarde: adivinad sus dos ingredientes principales. Lo que no adivinaréis son los otros. Mirad que había platos ricos de pasta en Sicilia, todo buenísimo y riquísimo. Pues el agosto pasado en Palermo, un colega y yo nos “atrevimos” con esta supuesta exquisitez en un buen restaurante: a priori todo jugaba a nuestro favor…
Pedimos pasta con le sarde y aquello resultó ser un engrudo secote a base de unas tuberías gigantes de sémola de trigo, pan rallado y sardinas migadas. Ah, y también tenía pasas, piñones y cebolla. Resultado: vasos de agua de seis en seis y en la boca el efecto “bocadillo de escombros” durante toda la noche. Cómo sería el tema que mi amigo festoneó el borde de su plato con la palabra INJURIA (escrita en mayúsculas) a base de pan rallado. Hoy quiero irme de cateto y proclamar que prefiero mil veces una humilde sardinita asada sobre una rebanada de pan. Estatuas Verdes, amigos, siempre con los placeres simples de la vida.
A estas alturas de la película, creo que resultará de todo punto innecesario demostrar que las sardinas son el mejor pescado y el más rico que se puede comer, y si no estáis de acuerdo no sigáis leyendo Estatuas Verdes. Ayer, este axioma volvió a actualizarse en mi paladar en la forma que más me gusta con diferencia: sardinas asadas sobre pan de leña. ¡La de Dios! Gracias sean dadas al hacedor por estos peces de plata.
No sé si estaréis familiarizados con el concepto “barbacoa de gimnasio” (¿oxímoron? ¿error de Dios? ¿ideea geniaal? Comente en 500 palabras), pero os aseguro que en Cosica es un must. Una mesa de ping pong (pongamos por caso) puede ser en un momento dado una estupenda mesa de banquetes. En un banco de abdominales se te puede acostar un tío a dormir la mona, y así sucesivamente. Pero volvamos a las sardinas. Pocas veces se da la conjunción mágica de que algo de comer nos digan que está rico y además es sano.
¿Qué pasa aquí? Ya sabemos que las sardinas engordan, que tienen grasa, pero resulta que el pescado azul tiene ese halo de prestigio en la lucha contra el colesterol, Omega 3, etc, etc. Conclusión: comamos sardinas como descosidos. Desde Santurce a Bilbao, desde Mojácar hasta Isla Cristina: a tope con el sardinismo. Durante el invierno no se le debe hacer ascos a una de esas latas de conserva tan ricas, hay auténticas maravillas. Pero en llegando el verano… ¡amigos! Nada mejor que una sardinaza asada. Se pueden hacer a la plancha, o mejor aún al fuego… qué prestigio gustativo.
Yo no creáis que las como tan a menudo como quisiera, es cierto que su preparación resulta un engorro. Mi buena madre, cada vez que se las demandaba me decía lo mismo: ve tú a comprarlas frescas a la plaza, límpialas y hablamos. Y es verdad también que sueltan un olor de mil demonios que se pega a la ropa y a las manos, pero todo compensa con creces comparado con su saborcete. En mi mundo, donde se ponga una buena carne que le den una patada al mejor pescado, pero en el caso de las sardinas (y si acaso el atún fresco), su textura y gusto son palabras mayores.
Y el juego que dan, las jodías. Que si el “entierro de la sardina”, que si la Playa del Sardinero, que si zurrarse la sardina, que si No pidas sardina fuera de temporada (1986), que si la isla de Sardinia, “como sardinas en lata”… Sin embargo, y para que veáis que soy objetivo y no todo en este blog son absurdas hipérboles, os contaré un caso en el que las sardinas fueron cómplices de una atrocidad palatointestinal.
La gastronomía siciliana es my rica y variada, se trata de una joya dentro de la italiana, que ya de por sí es la hostia. Uno de los platos estrella se llama pasta con le sarde: adivinad sus dos ingredientes principales. Lo que no adivinaréis son los otros. Mirad que había platos ricos de pasta en Sicilia, todo buenísimo y riquísimo. Pues el agosto pasado en Palermo, un colega y yo nos “atrevimos” con esta supuesta exquisitez en un buen restaurante: a priori todo jugaba a nuestro favor…
Pedimos pasta con le sarde y aquello resultó ser un engrudo secote a base de unas tuberías gigantes de sémola de trigo, pan rallado y sardinas migadas. Ah, y también tenía pasas, piñones y cebolla. Resultado: vasos de agua de seis en seis y en la boca el efecto “bocadillo de escombros” durante toda la noche. Cómo sería el tema que mi amigo festoneó el borde de su plato con la palabra INJURIA (escrita en mayúsculas) a base de pan rallado. Hoy quiero irme de cateto y proclamar que prefiero mil veces una humilde sardinita asada sobre una rebanada de pan. Estatuas Verdes, amigos, siempre con los placeres simples de la vida.
9 comentarios:
cuanta razón tienes porerror, yo siempre he sido de la carne, y pocos pescados me gustan lo suficiente como para repetir, pero el verano pasado probé las sardinas asadas por primera vez, con su pan y su aceite... dios, eso es un manjar y lo demás son tonterías!!
respecto al plato siciliano, me lo apunto para no probarlo...
...Y cuando te comes esa rebanada de pan a la que previamente le has posado apretaitas 4 ó 5 sardinas que han soltao tol aceitito,mu salaito...
Pero hay que estar atento, porque tu madre,temerosa de las moscas,empieza a echar to los des perdicios a la bolsa del carrefour previamente colgada en el picaporte de la cancela del patio perdiendo, entonces ese esperado trozo de pan...
Las mellis mordo-madrileñas...
Que yo soy mas de carne q de pescao lo sabe hasta el tato, pero aun a riesgo de ponerme regulera no puedo eviatr comer sardinitas asadas con su rebanaita de pan. Además las tengo asociadas a las barbacoas, a la playa y a una tia mia. Total q todo es positivo.
Este verano me pienso poner pua, con el rollo de que son buenas pa la leche o no sé que...
Por cierto, creo q hay fotos que no necesitamos ver, Dios que asco el plato ese de vómito de sardinas con gusanos que has puesto!!!!!!
SNQEV
¿Y no sería que lo que tu colega estaba intentando escribir era "INJURIA A ENEAS" pero se quedó sin pan rallado?
Refriégale al pan ajo y echa un poco de aceite. Migue.
PORERROR DICHO POPULAR; "LOS MESES CON ERRE LA SARDINA PARA EL SARDINERO"
Las sardinas son un pescado popular, proletario, masivo y delicioso. En mi caso, las sardinas asadas son indispensables para un buen día de playa. En ningún sitio saben igual como en un chiringo de playa, por supuesto con el acompañamiento de una buena cruzcampo. Y encima, si en el hilo musical suena Bob Marley, ya ni te cuento. Pero que conste que hay que comerlas con la piel: qué es eso de quitarle las escamas. Una vulgaridad aristocrática, incongruente con su propia condición de plato proletario.
Muerte a los espeteros de sardinas de Malaga...Josemari.
Merci, Porerror...la photo: magnifique sur ton blog! ;-)
...y qué ricas las sardinas!
Silvia
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