Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

sábado, 6 de junio de 2009

Tutankamón, o: Caretas a 2 eurillos


Una vez más, Estatuas Verdes deudora de la realidad informativa, que deforma mis sueños hasta límites insospechadamente grotescos. En esta ocasión, diversas son las fuentes de las que me nutro, igual que el Padre Nilo se nutre de varias fuentes antes de donarnos Egipto (ya sabéis: Herodoto, etc). De un lado el telediario de Telecinco (se consolida día a día como una poderosa fuerza de la naturaleza bizarra). De otro, las increíbles anécdotas escolares del buen Harvest, el profesor resignado. Por último, el mundo de los juguetes, tamizado por el blog El testigo ocular.

Hechos: En el siglo XIV a.C. Tutankamón, faraón de la XVIII Dinastía egipcia, muere “a los diecinueve años de un estacazo en la cabeza” (Espabileta, alumno de 1º de ESO, dixit). Su fastuosa tumba, encontrada en 1922 por el arqueólogo inglés Howard Carter, constituye el más perfecto y completo ejemplo de culto a los muertos que nos ha legado la egiptología. Hace poco, la buena Cuidadora –con su saber histórico-artístico- nos dejaba en su blog una reflexión sobre tumbas y monumentos funerarios, remontándose a la pirámide escalonada de Zoser. La tumba de Tutankamón, el “faraón niño”, no era una pirámide sino un hipogeo, enterramiento subterráneo a base de túneles y cámaras, encontrado en el Valle de los Reyes, frente a Luxor.


Creo que todo el mundo conoce la máscara funeraria de Tutankamón: una joya de oro y piedras preciosas (lapislázuli sobre todo) custodiada en el Museo de El Cairo. Esta pieza me cautiva desde que vi su foto de chico en un folleto sobre una exposición de reproducciones del tesoro de Tutankamón que mis padres habían visitado en Berlín. Hace dos años tuve la inmensa suerte de ver la máscara en directo, la auténtica. Es la pieza más bonita que he contemplado en mi vida, y os lo dice uno que algún que otro museo lleva a las espaldas.

Entre el desgüeve y la desesperación, el buen Harvest me cuenta que uno de sus alumnos, mirlo blanco por su interés en la cultura clásica, le preguntó por la tumba de Tutankamón.
-Espabileta: “¿Es verdad el cuento ese, maestro?”
-Harvest: “¿Te refieres a que si existió Tutankamón?”
-Espabileta: “Sí, y que hubo un viaje gente que entraron en la tumba y se murieron tos después, el Karmabobo y to los bichos”.
[TRADUCCIÓN: “¿Es acaso cierta, oh dilecto profesor, la leyenda de la maldición de Tutankamón que se dice responsable de la muerte de Lord Carnarvon y varios de sus colaboradores?”]



Lord Carnarvon fue el noble mecenas de la expedición de Carter, y murió en Egipto en extrañas circunstancias solo meses después de excavarse la tumba. Cuando Harvest les contó que sí, que eso de la maldición se comentaba y que el tesoro funerario de Tutankamón era fabuloso, otro de sus alumnos (el Zambombín) soltó: “¡Vamos! Eso vas tú ahí al Egipto ese y te compras una careta de esas de Tutankamón por un par de eurillos…”. A lo que Espabileta replicó:
-“¿Tú estás loco, illo?, ¡Si eso tiene cuatro mil años y además es de oro puro, socio!”
-Zambombín: “Bueno… pues por un millón de euros, entonces, pero eso te lo venden los moros esos, hombre, ¡si están muertos de hambre!”

Creo que en aquel preciso instante les pitaron los oídos a Tutankamón, a Howard Carter, a Karmabobo, a Hosni Mubarak y al actual director del Museo Británico.

Al día siguiente de contarme Harvest esta anécdota veo:

a) Por la mañana, en el telediario de Telecinco, que se abre en Barcelona una exposición sobre la tumba y tesoro funerario de Tuntankamón, expo que trata de recrear con la máxima fidelidad posible el estado “original” en que se los encontraron en 1922 Howard Carter y sus compinches.

b) Por la tarde, en una juguetería de la Gran Ciudad, la serie de Playmobils del Antiguo Egipto, de la que primero tuve noticia a través del blog del buen Luis Manuel Ruiz. Me consta que Luis Ruiz es un apasionado del mundo egipcio, sus novelas El ojo del halcón (2007) y Tormenta sobre Alejandría (2009) así parecen atestiguarlo.


Los juguetes egipcios de los clicks son, como todos los Playmobils, entrañables. Se me antojan una migaja menos rigurosos históricamente que sus predecesores romanos (estos de Egipto incluyen momias fosforescentes, tesoros absurdos y alacranes gigantes), y de tener yo veinte años menos se me hubiesen antojado… para jugar. Veo que en su diseño no se ha escatimado en licencias: la Esfinge de Giza presenta un “frontal extraíble” y cobija en su interior fluorescentes momias de la Universal y fabulosas riquezas. Todo sea por la diversión. El sacerdote de Anubis (¿o es Anubis en persona?) se codea con un Karmabobo de plástico, recién salido de la Universidad de Cambridge/Playmobil.

Quiera Dios (y, ejem, Osiris) que estos muñequicos sirvan para divulgar la cultura egipcia entre nuestras más jóvenes mentes, o al menos para alertarlas de su existencia. Ya de un poquitín más mayores, iniciativas como la exposición de Barcelona pueden servir para afilar su incipiente apetito por la egiptología. Y si no, por un par de eurillos, ya sabéis, por poco más de lo que cuesta un porro, los nenes siempre podrán acudir a los moros por una caretita dorada de Tutankamón.

3 comentarios:

Rukia dijo...

"veo cosas maravillosas..."

-No se si servirán para educar, pero un profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de mi facultad tiene "un viaje" de playmobils de romanos encima del monitor del ordenador del despacho xD

Rmasés II dijo...

Por favor, Tutan era un paná, un cantamañanas con un antifaz de tres al cuarto...

Y lo de la maldición, por tres fiambres de nada cómo se pone la gente, con la de muertos que matamos nosotros en aquellos años.

Luis Manuel Ruiz dijo...

¿Dónde los has visto? Llevo un mes medio loco en su persecución. Me temo que yo no los colocaré sólo encima del monitor.

Abrazos mil.

 
click here to download hit counter code
free hit counter