Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

El paranoyarrio del Dr. Gilliam


Amigos, vengo de ver El imaginario del Doctor Parnassus (2009) de Terry Gilliam, y os confieso que me ha dado vergüenza decir el título para pedirle la entrada al taquillero (cómo será que me dieron una entrada para Julie & Julia, y no es broma). Recordamos quién es Terry Gilliam: un americano que estaba en los Monty Python, que lleva gafas y que dice que le gusta mucho El Quijote. Ah, y un director de cine que hace unas pelis rraras, rraras, rraras.

Esta del Dr. Parnassus (diré “Parny”, que me da menos vergüenza) no es una excepción. Lluvia de ideas: Lady Di, Heath Ledger con acento de Londres, bares en forma de sombrero que estallan por los aires, el pesado de Tom Waits haciendo de Diablo… El primer adjetivo que se le viene uno a la mente antes, durante y después de ver esta peli podría ser nuestro querido “bizarro”, pocas veces utilizado con más propiedad semántica. Y sin embargo, El imaginario no es un cúmulo sin ton ni son de paranoias, es un conjunto muy bien articulado de paranoias.


Gracias a esto, se salva el despropósito, la peli nos cuenta una historia con sentido (casi) completo y nos mantiene en suspense hasta la ultimísima escena. Otra cosa son los ingredientes que escoge Gilliam para narrarnos su cátedra: visualmente suponen un carnaval de rarezas a medio camino entre Tim Burton y El mago de Oz (1939). Pero ya digo, Gilliam hasta cuando rueda una peli “normal” se va de bizarro, véase si no su particular traslación visual del universo Hunter S. Thompson en aquella mítica Miedo y asco en Las Vegas (1998).

El que haya visto otras de Gilliam no se sentirá tan fuera de lugar viendo El imaginario, yo mismo tuve flashbacks de Los héroes del tiempo (1981), Las aventuras del barón Munchausen (1988), El secreto de los hermanos Grimm (2005), El rey pescador (1991) y la citada Miedo y asco. De hecho, el director de fotografía N. Pecorini ha dicho “[l]eí el guión sintiendo que se trataba de la suma de toda la carrera artística de Terry. Todos los elementos con los que cuenta, de una manera u otra, (…) vienen de anteriores trabajos”. O sea, que no estoy loco. ¿Lo está Terry Gilliam? Veamos.


La historia de esta película es simple (jí jí jí jí jí jí jí jí jí…): un tal Dr. Parny, señor eterno, filosófico y -hasta no se sabe qué punto- trascendente, tiene el defecto de que no puede resistirse a una buena apuesta, condición que aprovecha el Diablo (o Tom Waits con bombín) para retarse con él, hacer apuestas y poner en peligro su salud y la de los que le rodean. Ah, y además, el Dr. Parny en la actualidad dirige una cochambrosa troupe de cómicos en la onda de los de Hamlet o la peli de El barón de Munchausen, en la que militan su hija (la modelo de Rimmel London que no es Kate Moss) y el enano de Austin Powers (en lo que constituye su mejor papel desde… Austin Powers 3).

Una de las mayores sorpresas que me llevé al ver El imaginario -no quise saber casi nada antes de ir- es que se desarrolla íntegramente en Londres (dejando a un lado el Mundo Sublunar del Dr. Parny). Otra, que Johhny Depp aparece durante solo 4 ó 5 minutos (Colin Farrell también, gracias sean dadas). La segunda sorpresa es mala, pero la primera es buenísima. La policía metropolitana de Londres apalizando borrachos a la salida de un pub, working class people en lugar de negratas y hasta el difunto y oscarizado Heath Ledger bajándose los pantuquis y hablando con acento londinense, muy bien por cierto.


Con estas extrañas premisas la cosa podría haber sido un engendro infumable o una barroca y magistral extravaganza, y me inclino más bien hacia lo segundo. Lo que más me fascina de la película (casi más que su pretendida y lograda poesía visual) es cómo, pese a su complejidad, se mantiene en pie y no hace aguas en ningún momento. Tenía todas las papeletas para no entenderse (recuerdo a unos señores que al salir dijeron “Ahora solo falta que nos la expliquen”: yo no me sentí así).

La peli no es perfecta, ni “redonda” (copio la distinción a Fran G.), ni cuadrada, ni octogonal… es un icosaedro que en cada faceta tiene un retrato de Terry Gilliam riéndose del espectador, lo único que falta es estar a la altura y saber devolverle la sonrisa.

1 comentario:

Fran G. Matute dijo...

Sin duda tu reseña me anima más si cabe a ver esta película... Yo, que tengo la desgracia de ser fan de este hombre, me echo temblar con cada nuevo estreno... pero sobre todo por la crítica (porque la peli seguro que me gusta) que SIEMPRE es negativa y dañina... Sigo sin comprender qué pecado capital ha cometido este señor (al margen de decir en una rueda de prensa que el público que va a ver sus películas es imbécil) para que no se le tome en serio... Creo que ha hecho algunas de las películas más originales de las últimas décadas("Brazil", "El rey pescador"...) y siempre ha sido fiel a su estilo, esto es, no pretende engañar a nadie... el que vaya a ver una peli suya ya sabe lo que se va a encontrar...

 
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