-“¡No vuelva a hablarme de tratados! Esto es una guerra, y no un partido de cricket.”
(Coronel Saito, El puente sobre el Río Kwai)
De pequeño tenía una vecina cubana que cada vez que veía algo que le fascinaba por la tele exclamaba “¡Tardarán mucho tiempo en echar una película tan bonita como esta!” Es la sensación que me ha entrado a mí hoy, con la posible excepción de que la peli que he visto la llevan echando desde 1957: El puente sobre el Río Kwai. Y no es que no la hubiera visto nunca, que va, era la sexta vez o así que me la zampaba (la primera vez tuve la suerte de que en pantalla grande –glorioso David Lean- en una especie de cine club a los 8 ó 9 años). Pero debía hacer bastante tiempo que no le hincaba el diente al Río Kwai y hay algo en ella de lo que no me había dado cuenta.
Ahora resulta que El puente sobre el Río Kwai, una de mis pelis favoritas, la que yo tenía por la mejor peli de guerra de todos los tiempos es en realidad… una peli antibélica! ¿“Ahora resulta”, Porerror? Pues sí, señora: yo no me había coscado. A la altura de Teléfono rojo (1964) o Senderos de gloria (1957), ¿eh?, solo que se vale de otros métodos para hacernos llegar su mensaje. Donde el buen Kubrick utilizaba el humor negro o el melodramatismo para hacernos repudiar las guerras, Sir David Lean utiliza la naturaleza humana, con su variedad de emociones y caracteres, la grandeza, la miseria, la nobleza, la ruindad, el sacrificio, el escaqueo…
Al final, el mensaje es inequívoco: la guerra, esa actividad netamente humana como comer, reír, llorar, amar o cagar, es una auténtica locura. Es lo que exclama por dos veces (una vez en el doblaje español) el buen comandante de Sanidad Clipton al contemplar lo que ocurre al final de la película. El puente salta por los aires, un ferrocarril se precipita al río, pero también saltan y se hunden los sueños y –en cierto modo- la dignidad de un grupo de prisioneros de guerra británicos. El esfuerzo de guerra del bando Aliado contra el miniesfuerzo de guerra del batallón prisionero del Campo 16.
A su vez, la voladura del puente sobre el Río Kwai es la obra del microesfuerzo de guerra de un comando Aliado. De la integral entre 1939 y 1945 de todos estos diferenciales de esfuerzo saldrá la Victoria Aliada en la Segunda Guerra Mundial, o eso es lo que nos han hecho creer. Conviene recordar la frase inglesa de tiempos de guerra “to do one’s bit”, “hacer lo de uno”, contribuir cada uno con la parte que le toca en el esfuerzo bélico, fuera pegando tiros, limpiando botas, cargando sacas de correos, conduciendo furgonetas de leche o diseñando puentes.
El coronel Nicholson (Alec Guinness) entiende que su deber es liderar a sus hombres de acuerdo con las ordenanzas, y pretende dar una lección de Occidentalismo a los “salvajes e incivilizados” japoneses, que entre otras cosas le han hecho huir como una rata de Singapur, a él y a todo el ejército imperial británico en 1941, pero esa es otra historia. Los japoneses, como son tan tontos, aunque han dado un pisotón en todo el Sudeste de Asia y el Pacífico, no son capaces ni de construir un puente de palos en la selva. Menos mal que llegan los ingleses, que con su espíritu deportivo se lo construyen y les dan una lección de dignidad, sacrificio y capacidad de trabajo.
Pero análisis aparte, el éxito de El puente sobre el Río Kwai radica en que es un peliculón. Que me corrijan los expertos en cine, pero me parece que estamos ante una de las cumbres del Séptimo Arte, sin duda una de las mejores pelis de los años 50. La actuación de Alec Guinness ya ha pasado a la historia, justo es recordar la de Sessue Hayakawa (el autoritario coronel Saito, jefe del campo de prisioneros japonés). Tampoco están mal William Holden (el caradura americano Shears, supuesto protagonista), Jack Hawkins (el jefe comando británico) y James Donald (el mencionado Clipton).
Lo bueno de la peli es que la crítica antibélica viene envuelta en una auténtica historia de acción y aventuras. En realidad son dos pelis de guerra en una: la primera, una historia de camaradas presos (onda La gran evasión, 1963) y la segunda es de comandos (onda Los cañones de Navarone, 1961). A partir de ese momento, cualquier película de prisioneros de guerra o de comandos tendrá que compararse con la vara de medir de El puente sobre el Río Kwai, con la ventaja de que esta última trasciende ambos subgéneros, como corresponde a una obra verdaderamente grande y universal.
Mi criterio para saber si una peli de guerra es “buena” (aparte de entretenida y con más o menos carnaza bélica) es comprobar si gusta a gente que no le interesa la guerra para nada. Una buena historia, con personajes humanos, con tensión, con un desarrollo, con algo que aprender sobre nosotros mismos… todo eso lo encontramos fácilmente en la peli del puente y los prisioneros. Si nunca la habéis visto, os recomiendo que marchéis silbando a verla; si sí, que también. Tardarán mucho tiempo en echar una película tan bonita como esta, amigos. Porque lo que es en hacer otra igual de buena...
(Coronel Saito, El puente sobre el Río Kwai)
De pequeño tenía una vecina cubana que cada vez que veía algo que le fascinaba por la tele exclamaba “¡Tardarán mucho tiempo en echar una película tan bonita como esta!” Es la sensación que me ha entrado a mí hoy, con la posible excepción de que la peli que he visto la llevan echando desde 1957: El puente sobre el Río Kwai. Y no es que no la hubiera visto nunca, que va, era la sexta vez o así que me la zampaba (la primera vez tuve la suerte de que en pantalla grande –glorioso David Lean- en una especie de cine club a los 8 ó 9 años). Pero debía hacer bastante tiempo que no le hincaba el diente al Río Kwai y hay algo en ella de lo que no me había dado cuenta.
Ahora resulta que El puente sobre el Río Kwai, una de mis pelis favoritas, la que yo tenía por la mejor peli de guerra de todos los tiempos es en realidad… una peli antibélica! ¿“Ahora resulta”, Porerror? Pues sí, señora: yo no me había coscado. A la altura de Teléfono rojo (1964) o Senderos de gloria (1957), ¿eh?, solo que se vale de otros métodos para hacernos llegar su mensaje. Donde el buen Kubrick utilizaba el humor negro o el melodramatismo para hacernos repudiar las guerras, Sir David Lean utiliza la naturaleza humana, con su variedad de emociones y caracteres, la grandeza, la miseria, la nobleza, la ruindad, el sacrificio, el escaqueo…
Al final, el mensaje es inequívoco: la guerra, esa actividad netamente humana como comer, reír, llorar, amar o cagar, es una auténtica locura. Es lo que exclama por dos veces (una vez en el doblaje español) el buen comandante de Sanidad Clipton al contemplar lo que ocurre al final de la película. El puente salta por los aires, un ferrocarril se precipita al río, pero también saltan y se hunden los sueños y –en cierto modo- la dignidad de un grupo de prisioneros de guerra británicos. El esfuerzo de guerra del bando Aliado contra el miniesfuerzo de guerra del batallón prisionero del Campo 16.
A su vez, la voladura del puente sobre el Río Kwai es la obra del microesfuerzo de guerra de un comando Aliado. De la integral entre 1939 y 1945 de todos estos diferenciales de esfuerzo saldrá la Victoria Aliada en la Segunda Guerra Mundial, o eso es lo que nos han hecho creer. Conviene recordar la frase inglesa de tiempos de guerra “to do one’s bit”, “hacer lo de uno”, contribuir cada uno con la parte que le toca en el esfuerzo bélico, fuera pegando tiros, limpiando botas, cargando sacas de correos, conduciendo furgonetas de leche o diseñando puentes.
El coronel Nicholson (Alec Guinness) entiende que su deber es liderar a sus hombres de acuerdo con las ordenanzas, y pretende dar una lección de Occidentalismo a los “salvajes e incivilizados” japoneses, que entre otras cosas le han hecho huir como una rata de Singapur, a él y a todo el ejército imperial británico en 1941, pero esa es otra historia. Los japoneses, como son tan tontos, aunque han dado un pisotón en todo el Sudeste de Asia y el Pacífico, no son capaces ni de construir un puente de palos en la selva. Menos mal que llegan los ingleses, que con su espíritu deportivo se lo construyen y les dan una lección de dignidad, sacrificio y capacidad de trabajo.
Pero análisis aparte, el éxito de El puente sobre el Río Kwai radica en que es un peliculón. Que me corrijan los expertos en cine, pero me parece que estamos ante una de las cumbres del Séptimo Arte, sin duda una de las mejores pelis de los años 50. La actuación de Alec Guinness ya ha pasado a la historia, justo es recordar la de Sessue Hayakawa (el autoritario coronel Saito, jefe del campo de prisioneros japonés). Tampoco están mal William Holden (el caradura americano Shears, supuesto protagonista), Jack Hawkins (el jefe comando británico) y James Donald (el mencionado Clipton).
Lo bueno de la peli es que la crítica antibélica viene envuelta en una auténtica historia de acción y aventuras. En realidad son dos pelis de guerra en una: la primera, una historia de camaradas presos (onda La gran evasión, 1963) y la segunda es de comandos (onda Los cañones de Navarone, 1961). A partir de ese momento, cualquier película de prisioneros de guerra o de comandos tendrá que compararse con la vara de medir de El puente sobre el Río Kwai, con la ventaja de que esta última trasciende ambos subgéneros, como corresponde a una obra verdaderamente grande y universal.
Mi criterio para saber si una peli de guerra es “buena” (aparte de entretenida y con más o menos carnaza bélica) es comprobar si gusta a gente que no le interesa la guerra para nada. Una buena historia, con personajes humanos, con tensión, con un desarrollo, con algo que aprender sobre nosotros mismos… todo eso lo encontramos fácilmente en la peli del puente y los prisioneros. Si nunca la habéis visto, os recomiendo que marchéis silbando a verla; si sí, que también. Tardarán mucho tiempo en echar una película tan bonita como esta, amigos. Porque lo que es en hacer otra igual de buena...
4 comentarios:
Siempre por detrás de la actualidad, pero mucho mejor contada. Felicidades. Migue.
Ya sabes que es una de mis pelis favoritas. Cuando tenía 14 o 15 años la grabé en VHS y tenía la cinta rayada de tanto verla.
Es maravillosa y la banda sonora, de la que me extraña que sólo menciones los silbidinos, me parece genial.
Como dices explica de forma magistral como la locura individual trasciende y empapa a la totalidad del campamento. Y como personas inicialmente ajenas a la guerra se encuentran inmersas en ella y su reacción (con esto pienso en el comandante japones, que tiene una historia magnífica detrás).
Estoy contgo en que se tardará en hacer un guión tan completo y que enseñe tantas caras de la guerra.
P.D. Me han entrado unas ganas terribles de verla.
thlons
No te quepa la menor duda que "El puente sobre el rio Kwai" es una de las mejores películas de la historia... Y encima es una película tan bien hechay tan detallista que se utiliza en MBAs para describir los distintos tipos de liderazgo y estilos de dirección...
YO CONOZCO UN BAR DONDE EL CAMARERO A LA PAR QUE TE PONE UNA TAPA ,TE VA SILBANDO EL TEMA CENTRAL DE LA PELI....
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