Hoy se conmemoran 20 años de la caída del Muro de Berlín, ¡cómo no acordarse! Recuerdo estar en el coche, con mi padre, escuchando Gomaespuma en Antena 3, y de pronto interrumpirse el programa para dar el notición (habíamos ido a recoger a mi madre a su trabajo; trabajaba de noche). Autoridades más doctas que yo recordarán hoy la efeméride, pero aquí no voy a hablar de eso. Os contaré un secreto: la Guerra Fría siempre me dio pereza, yo soy más de la Guerra “Caliente”, la 2ª Guerra Mundial, causa remota del propio Muro.
A propósito de la WWII, el otro día me comentaba un colega “Es curioso lo de los poetas de la Guerra del 14, ¿es que todos los ingleses que fueron al frente eran poetas?”. Algo de eso hay: todos los oficiales eran gente de clase social alta, educados en colegios privados y universidades de élite, muchos de ellos con formación en Humanidades, y, claro está, muchísimos de ellos letraheridos. Sumad 2+2 y ya tenéis el resultado. De todas formas, es verdad, hubo entre las filas británicas tres o cuatro poetas de primera fila (maravillosa casualidad), y eso ha hecho ya que se escarbe un poquito hasta encontrar decenas de segunda y tercera fila, por simpatía.
¿No ibas a hablar de la WWII, Porerror? Todo llegará, señora. En la WWI, hay una generación de poetas anacrónicos pero absolutamente conmovedores que está muy establecida en la literatura inglesa. Llega la guerra de 1939 y los antólogos británicos se frotan las manos. Papel en abundancia no había, pero se acababa de inventar el libro de bolsillo (cortesía de la editorial Penguin, 1935) y los uniformes del ejército de su Majestad tenían en la pernera un bolsillo rectangular muy a propósito para alojar libritos y cuadernos. Y sin embargo, la cosecha literaria de la 2ª Guerra Mundial no le llegó ni a la suela del zapato a la de la 1ª.
Apenas se recuerdan poetas del conflicto, y en novela, la WWI también gana por goleada. Así y todo, la peña escribió poesía, los soldados, la gente de retaguardia, y –claro- los poetas acrisolados que ya había, que no eran pocos. Por afán mimético, se ha querido unir las voces poéticas de la WWII en algunas antologías, de estas hay decenas sobre la 1ª Guerra, pero sobre la 2ª sólo he encontrado una que merezca la pena. Curiosamente, la compré hace 5 años en el Museo Imperial de la Guerra de Londres. Se llama The Terrible Rain: The War Poets 1939-1945 (originaria de 1966).
En su día, el erudito Cyril Connolly –árbitro de las letras inglesas- recomendó este libro, ¿qué más padrinazgo necesitamos? Concurren en él los sospechosos habituales de los años 30 y 40: W. H. Auden, Louis MacNeice, Alun Lewis, Cecil Day Lewis, Stephen Spender, Dylan Thomas, Dorothy L. Sayers, Edith Sitwell, Vernon Scannel… pero estos no son “poetas de la guerra” en el sentido estricto, por más que escribieran sobre su experiencia durante la misma. Del mismo modo, Virginia Woolf se quejaba en 1916 del precio de las flores por culpa del Kaiser y a nadie se le ocurriría meterla en el saco de aquella generación de vates bélicos.
No digo que para ser considerado un poeta de la guerra haya que haber sido militar o muerto en combate, pero sí que esta etiqueta les viene grande o chica a aquellos cuya fama literaria excede con mucho los límites cronológicos y mentales del conflicto. Vamos, que son famosos por escribir otras cosas. Rescato dos ejemplos de esta antología de auténticos poetas de la WWII, dos poemas que me emocionan muy especialmente siempre que los leo. Son de Henry Reed y Denys L. Jones (que sí fueron militares y sirvieron en la guerra).
El poema de Henry Reed se llama “Naming of Parts”, “El nombre de las piezas”, y trata de una sesión de instrucción sobre armas, en la que al soldado/yo poético se le va la cabeza en medio de la perorata del sargento y se pone a pensar en la maravillosa naturaleza que le rodea. Son magistrales los versos que dicen:
“(…)Y mañana por la mañana,
tocará qué hacer después del disparo. Pero hoy,
Hoy toca el nombre de las piezas. La Japonica
reluce como coral en todos los jardines circundantes,
Y hoy toca el nombre de las piezas.”
El de Dennys L. Jones se llama “Cain in the Jungle”, “Caín en la jungla”, y es una sobrecogedora reflexión en torno al terrible momento de entender que ha matado uno a otra persona. Dice así:
“He matado a mi hermano en la jungla;
Bajo el húmedo enredo de la verde liana
Yo me oculté, y apreté el gatillo, y él murió.”
Ambos poemas tienen una cosa (al menos) en común: la brutal intromisión de la Naturaleza en la materia bélica, estamos hablando de guerra, de ejércitos, y de pronto la Chaenomeles japonica o las lianas. Hay truco, claro: en realidad es el hombre malo, el hombre tecnificado, quien con sus máquinas de matar irrumpe en la Naturaleza para hacer daño. Nada menos que para causar la muerte. Idéntica idea se nos presenta en aquel prodigio de peli bélica que fue La delgada línea roja (1998) de Terrence Malick, curiosamente ambientada en el mismo teatro que los dos poemas citados: el de Asia-Pacífico.
Si tenéis ocasión, leed poesía de guerra, de cualquier guerra. Su sabéis inglés, buscad a estos poetas de ambos conflictos mundiales. Su sufrimiento parece que los hace más sabios, más verosímiles: su autoridad es mayor porque han vivido. Mentira, pero… ¿quién es el guapo que se resiste a tan urgentísima falacia?
A propósito de la WWII, el otro día me comentaba un colega “Es curioso lo de los poetas de la Guerra del 14, ¿es que todos los ingleses que fueron al frente eran poetas?”. Algo de eso hay: todos los oficiales eran gente de clase social alta, educados en colegios privados y universidades de élite, muchos de ellos con formación en Humanidades, y, claro está, muchísimos de ellos letraheridos. Sumad 2+2 y ya tenéis el resultado. De todas formas, es verdad, hubo entre las filas británicas tres o cuatro poetas de primera fila (maravillosa casualidad), y eso ha hecho ya que se escarbe un poquito hasta encontrar decenas de segunda y tercera fila, por simpatía.
¿No ibas a hablar de la WWII, Porerror? Todo llegará, señora. En la WWI, hay una generación de poetas anacrónicos pero absolutamente conmovedores que está muy establecida en la literatura inglesa. Llega la guerra de 1939 y los antólogos británicos se frotan las manos. Papel en abundancia no había, pero se acababa de inventar el libro de bolsillo (cortesía de la editorial Penguin, 1935) y los uniformes del ejército de su Majestad tenían en la pernera un bolsillo rectangular muy a propósito para alojar libritos y cuadernos. Y sin embargo, la cosecha literaria de la 2ª Guerra Mundial no le llegó ni a la suela del zapato a la de la 1ª.
Apenas se recuerdan poetas del conflicto, y en novela, la WWI también gana por goleada. Así y todo, la peña escribió poesía, los soldados, la gente de retaguardia, y –claro- los poetas acrisolados que ya había, que no eran pocos. Por afán mimético, se ha querido unir las voces poéticas de la WWII en algunas antologías, de estas hay decenas sobre la 1ª Guerra, pero sobre la 2ª sólo he encontrado una que merezca la pena. Curiosamente, la compré hace 5 años en el Museo Imperial de la Guerra de Londres. Se llama The Terrible Rain: The War Poets 1939-1945 (originaria de 1966).
En su día, el erudito Cyril Connolly –árbitro de las letras inglesas- recomendó este libro, ¿qué más padrinazgo necesitamos? Concurren en él los sospechosos habituales de los años 30 y 40: W. H. Auden, Louis MacNeice, Alun Lewis, Cecil Day Lewis, Stephen Spender, Dylan Thomas, Dorothy L. Sayers, Edith Sitwell, Vernon Scannel… pero estos no son “poetas de la guerra” en el sentido estricto, por más que escribieran sobre su experiencia durante la misma. Del mismo modo, Virginia Woolf se quejaba en 1916 del precio de las flores por culpa del Kaiser y a nadie se le ocurriría meterla en el saco de aquella generación de vates bélicos.
No digo que para ser considerado un poeta de la guerra haya que haber sido militar o muerto en combate, pero sí que esta etiqueta les viene grande o chica a aquellos cuya fama literaria excede con mucho los límites cronológicos y mentales del conflicto. Vamos, que son famosos por escribir otras cosas. Rescato dos ejemplos de esta antología de auténticos poetas de la WWII, dos poemas que me emocionan muy especialmente siempre que los leo. Son de Henry Reed y Denys L. Jones (que sí fueron militares y sirvieron en la guerra).
El poema de Henry Reed se llama “Naming of Parts”, “El nombre de las piezas”, y trata de una sesión de instrucción sobre armas, en la que al soldado/yo poético se le va la cabeza en medio de la perorata del sargento y se pone a pensar en la maravillosa naturaleza que le rodea. Son magistrales los versos que dicen:
“(…)Y mañana por la mañana,
tocará qué hacer después del disparo. Pero hoy,
Hoy toca el nombre de las piezas. La Japonica
reluce como coral en todos los jardines circundantes,
Y hoy toca el nombre de las piezas.”
El de Dennys L. Jones se llama “Cain in the Jungle”, “Caín en la jungla”, y es una sobrecogedora reflexión en torno al terrible momento de entender que ha matado uno a otra persona. Dice así:
“He matado a mi hermano en la jungla;
Bajo el húmedo enredo de la verde liana
Yo me oculté, y apreté el gatillo, y él murió.”
Ambos poemas tienen una cosa (al menos) en común: la brutal intromisión de la Naturaleza en la materia bélica, estamos hablando de guerra, de ejércitos, y de pronto la Chaenomeles japonica o las lianas. Hay truco, claro: en realidad es el hombre malo, el hombre tecnificado, quien con sus máquinas de matar irrumpe en la Naturaleza para hacer daño. Nada menos que para causar la muerte. Idéntica idea se nos presenta en aquel prodigio de peli bélica que fue La delgada línea roja (1998) de Terrence Malick, curiosamente ambientada en el mismo teatro que los dos poemas citados: el de Asia-Pacífico.
Si tenéis ocasión, leed poesía de guerra, de cualquier guerra. Su sabéis inglés, buscad a estos poetas de ambos conflictos mundiales. Su sufrimiento parece que los hace más sabios, más verosímiles: su autoridad es mayor porque han vivido. Mentira, pero… ¿quién es el guapo que se resiste a tan urgentísima falacia?
5 comentarios:
Y las letras de los himnos militares son poesía? "Prietas las filas"...
POESIA NO SE,PERO ENTRE MEMORANDUS DEL OKH,DISCURSOS DE GOEBBELS,EPISTOLAS ENTRE EL BULLDOG BRITÁNICO Y EL OSO GEORGIANO,EL PAPEL MOJADO DE CHARBELAIN Y LAS MEMORIAS DE CHURCHILL TENEMOS LITERATURA PARA ABURRIR.Y SI SABE A POCO SIEMPRE NOS QUEDARÁN LOS INFORMES DEL DOBLE AGENTE GARBO....
ME ha gustado mucho tu post y me ha dado pena no saber saborear la poesía de esa forma (amén de no tener el nivel de inglés necesario).
undsig
La poesía tiene la dificultad insalvable del idioma, que en este caso para ti no es un problema. Para mí sí (leer poesía no es lo mismo que leer letras de canciones, el idioma se vuelve mucho más sofisticado, con más matices, con más altura), y es una lástima, porque es un género, el de la poesía épica/bélica, que me interesa. Más aún después de haberme zampado "El miedo", un novelón descomunal sobre la Gran Guerra, y haber sentido un frío tremendo.
Un abrazo
Hablando de poesía (letras de canciones)... ¿qué me dices del disco "Arthur" de The Kinks? Creo que "Some Mother's Son" es uno de los alegatos antibelicistas más impactantes que he escuchado nunca...
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