Foto #1. La vida me pone por delante una escena despiadada, de esas que uno no querría tener jamás que contemplar. El tema de la instantánea es la Familia, según la misma acepción de la palabra que posibilita que se llamen “de familia” los juzgados donde se cuecen los divorcios. Vemos a un hombre roto, destrozado, el pudor me impide mirar a comprobar si al borde de las lágrimas.
El motivo no es que quiera otro coche o más dinero, ni que su equipo de fúbol no le gane, el motivo es que su ex mujer no le deja ver a sus hijos. Adelante el proceso abrasivo: abogados, jueces, convenios, crujir de dientes. Vemos a un hombre adulto, un profesional, un divorciado, al que al parecer aún le queda bastante que pagar por sus culpas.
Foto #2. Pero yo he visto de cerca el revés de aquella foto, no salgo en ella pero podría decir que la he tomado yo. La foto de una mujer aficionada a las fotos a la que razones inexplicables –o demasiado dolorosas para explicar- le han arrebatado su matrimonio y lo que es peor: su familia, suponíamos que feliz. En la foto salen también sus dos hijos, uno es capaz de valerse por sí mismo, pero arrastra desde entonces una incurable cojera. El otro retoño era el más indefenso del mundo, ese al que nadie jamás querría abandonar.
Quien no sale en la foto es el padre de las criaturas, cuyo contacto con su prole se reducirá a partir de ese momento al mínimo estricto que el juez impone.
Antes pensaba que la Familia era un valor absoluto, un invariante como el sol o la tierra, la lluvia o la Ley de la Gravitación Universal. Antes pensaba que la Familia era lo más verdadero, y esa falla congénita (“A los familiares no se los puede elegir, a los amigos sí”) me parecía una gran virtud más que defecto alguno. Ahora me he dado cuenta de que no es así, de que la Familia es una commodity más en el parqué de nuestra sociedad. Así, constantemente se escriben leyes para regularla, se la define desde los más rocambolescos púlpitos, religiosos y laicos, se hacen espléndidas obras como la peli Familia (1996), que yo pensaba una sátira y resulta que es hiperrealista.
Foto #3. Pese a todo, me he prometido acabar con una nota positiva (no diré “amable” porque amable es como se pone la gente cuando se emborracha). A mi alrededor se suceden frenéticos preparativos para homenajear a una persona de familia, homenaje que se centrará en su faceta profesional pero en el que han de tener un destacado papel los descendientes de esa persona.
Esta foto es antigua, muy antigua, en blanco y negro, fue tomada en el primer tercio del siglo XX. El interés de los descendientes por el homenajeado (que tuvo cuatro hijos varones y cuatro hembras, como se decía antes) es un reflejo del que tuvo en vida este hombre por todos sus familiares, algo que se puede inculcar pero no se puede fingir, y que desde luego, no todas las familias tienen.
Indagando en la vida del homenajeado surge la figura de su padre (la de su madre, es una pena, queda en la sombra, lo mismo que la de su esposa: el signo de los tiempos). Surgen las figuras de sus hermanos, también profesionales de renombre en sus respectivos campos, las de sus hijos, sobrinos y nietos. Creo que sus bisnietos todavía no han llegado a nada. Se puede ver la fuerza de una familia, lo más positivo que podemos encontrar en esta institución, los lazos, el cariño, lo bueno y lo malo también, que nunca se soslaya.
A través de imágenes así –pueden ser fotos, cartas, papeles oficiales, recuerdos- se puede reconstruir una vida al modo en que lo hacen los museos y ciertas biografías. Es necesario agarrarse a estos ejemplos, no ignorar que nos precedieron, si como yo, se quiere continuar mirando a la Familia con algún tipo de esperanza.
El motivo no es que quiera otro coche o más dinero, ni que su equipo de fúbol no le gane, el motivo es que su ex mujer no le deja ver a sus hijos. Adelante el proceso abrasivo: abogados, jueces, convenios, crujir de dientes. Vemos a un hombre adulto, un profesional, un divorciado, al que al parecer aún le queda bastante que pagar por sus culpas.
Foto #2. Pero yo he visto de cerca el revés de aquella foto, no salgo en ella pero podría decir que la he tomado yo. La foto de una mujer aficionada a las fotos a la que razones inexplicables –o demasiado dolorosas para explicar- le han arrebatado su matrimonio y lo que es peor: su familia, suponíamos que feliz. En la foto salen también sus dos hijos, uno es capaz de valerse por sí mismo, pero arrastra desde entonces una incurable cojera. El otro retoño era el más indefenso del mundo, ese al que nadie jamás querría abandonar.
Quien no sale en la foto es el padre de las criaturas, cuyo contacto con su prole se reducirá a partir de ese momento al mínimo estricto que el juez impone.
Antes pensaba que la Familia era un valor absoluto, un invariante como el sol o la tierra, la lluvia o la Ley de la Gravitación Universal. Antes pensaba que la Familia era lo más verdadero, y esa falla congénita (“A los familiares no se los puede elegir, a los amigos sí”) me parecía una gran virtud más que defecto alguno. Ahora me he dado cuenta de que no es así, de que la Familia es una commodity más en el parqué de nuestra sociedad. Así, constantemente se escriben leyes para regularla, se la define desde los más rocambolescos púlpitos, religiosos y laicos, se hacen espléndidas obras como la peli Familia (1996), que yo pensaba una sátira y resulta que es hiperrealista.
Foto #3. Pese a todo, me he prometido acabar con una nota positiva (no diré “amable” porque amable es como se pone la gente cuando se emborracha). A mi alrededor se suceden frenéticos preparativos para homenajear a una persona de familia, homenaje que se centrará en su faceta profesional pero en el que han de tener un destacado papel los descendientes de esa persona.
Esta foto es antigua, muy antigua, en blanco y negro, fue tomada en el primer tercio del siglo XX. El interés de los descendientes por el homenajeado (que tuvo cuatro hijos varones y cuatro hembras, como se decía antes) es un reflejo del que tuvo en vida este hombre por todos sus familiares, algo que se puede inculcar pero no se puede fingir, y que desde luego, no todas las familias tienen.
Indagando en la vida del homenajeado surge la figura de su padre (la de su madre, es una pena, queda en la sombra, lo mismo que la de su esposa: el signo de los tiempos). Surgen las figuras de sus hermanos, también profesionales de renombre en sus respectivos campos, las de sus hijos, sobrinos y nietos. Creo que sus bisnietos todavía no han llegado a nada. Se puede ver la fuerza de una familia, lo más positivo que podemos encontrar en esta institución, los lazos, el cariño, lo bueno y lo malo también, que nunca se soslaya.
A través de imágenes así –pueden ser fotos, cartas, papeles oficiales, recuerdos- se puede reconstruir una vida al modo en que lo hacen los museos y ciertas biografías. Es necesario agarrarse a estos ejemplos, no ignorar que nos precedieron, si como yo, se quiere continuar mirando a la Familia con algún tipo de esperanza.
3 comentarios:
"Esta canción se la dedico a las familias que hay ahí al fondo"
Algo así oí ayer en un concierto en un bar. Tenía que haberle sacado una foto y mandártela. Pero no lo hice.
"la Familia..." ya lo dijo el Padrino...
Dos frases, y ninguna es mía:
"Es que hoy no aguantamos nada"
Un hombre, triste ante la separación inminente de su hijo.
"Ojo, que al marido lo encontramos en la calle. La madre, el padre y los hermanos nos vienen dados, pero el marido es de la calle".
Una mujer casada, en una charla sobre las personas dependientes, sus cuidadores, y quiénes nos van a cuidar cuando seamos viejos.
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