
"Cuando empezó El Hormiguero no había nadie en el mundo que odiara a Pablo Motos más que yo."
(Migue, lector de Estatuas Verdes)
Volviendo a ver esa divertida película que es Hitch (2005) -ligar, ¿eh? nuestro tema favorito (¿y el de quién no?)- reflexiono sobre Will Smith y recuerdo el siguiente titular de prensa:
"Will Smith pulveriza la audiencia en El Hormiguero" (encontrado en diferentes medios con parecida redacción)
Pienso entonces en la conjunción planetaria de buen rollo que tal aparición en tal programa debió suponer. Me niego a ver los vídeos del evento (aunque al parecer también baten récords en YouTube), pero no por odio a Will Smith o a El Hormiguero, sino porque me he prometido a mí mismo no saber nada acerca de esa supuesta peli que están promocionando intitulada The Karate Kid (2010). Efectivamente, amigos: para mí (lo mismo que para vosotros) solo existe un Karate Kid: el que emitió TVE1 el sábado a mediodía ("¿Cuál es el problema, Sr. Lawrence?").

Pero volvamos al tema. Will Smith (rapero buenrrollista-cum-actor comicoide) + su hijo + Pablo Motos + la maquinaria de El Hormiguero = habría que ver el programa con chubasquero, para que no nos salpicara el almíbar. Ya sé lo que estáis pensando, Si no viste el pograma, ¿pa qué hablas? Porque no vi ese programa, no, pero he visto otros muchos cientos.
En realidad, dejé de ver El Hormiguero la noche que entrevistaron a Matt Dallas, el chaval que protagonizaba en Cuatro la serie Kyle XY (2006-2009). "Entrevistaron" ha sido una piadosa forma de decirlo. El día en que desencadenaron a su alrededor un incomprensible (para el invitado) torbellino de ocurrencias, chocarrerías y hormigas de felpa, para descojone de la plantilla del programa y estrés del pobre actor yanqui. Claaaaro. Como el que viene es de fuera, unas hormigas le pueden preguntar por Belén Esteban, él no se enterará de nada y nosotros nos partiremos el pecho. Si es que los americanos son más tontos... ponedme otro Sol y Sombra, Ortega y Pacheco!

A Stallone le hicieron tres cuartos de la même chose, pero a Sly le daba igual, él ponía cara de Rocky Balboa o de John Rambo, no me acuerdo qué andaba promocionando en esos momentos, y con eso lo salvaba todo. El conductor de todo este despropósito no es otro que Pablo Motos, el amigo de los niños. El hombre que sabe reírse de sí mismo (y de Rajoy), el monologuista, qué bien. El inventor del chicle, el adalid del humor blanco, el de los abdominales de plata. El que nos hace distinguir entre culos y codos... ja, ja, jajota.
Al contrario que mucha gente, que no lo soportaba en la radio y en su nueva etapa lo adora, yo admiraba a Pablo Motos cuando lo escuchaba por las mañanas en M80. Era igual de opinativo que Fede Losantos, y te reías igual, pero este tenía más registro. Traía invitados interesantes, hacía volar tu imaginación mientras estudiabas en la biblioteca... Será que me he vuelto más cínico con la edad y la posición social, pero amigos, yo prefería a aquel de la radio que hacía alarde de su enciclopédico conocimiento de pelis guarras, aquel que babeaba por Nuria Roca (nunca comprendí su pose de tía buena, y ahora va de escritora... merecería otro post) y resultaba tan entrañable y tan patético...

Y no ahora, con sus absurdas frases de niños, que cualquier día parece que nos va a contar el chiste del hachazo, deshaciéndose en merengue para hacerles la rosca y promocionar a todos sus invitados, metido a científico o invitando al plató a absurdos combos de percusión. Diguem no, amigos (como dijo Raimon). No me extrañaría que pronto Pablo Motos mutara y nos lo viéramos dirigiendo una orquesta -sería la Orquesta Multicultural del Buen Rollazo, o algo así- o que acabara de directivo de alguna cadena televisiva. Por acabar citando a la chirigota del Yuyu: Temblaaaaaaad!!!