“A veces siento que no tengo compañeros. A veces siento que mi única amiga es la ciudad en la que vivo…”
(Red Hot Chili Peppers)
Amigos, creo que ya en cierta ocasión, hablando de mis escapadas a la Gran Ciudad, expresé aquí mi aversión al campo. Ahora trabajo en un pueblito a escasa media hora en coche de Miciudad, no sabría deciros cómo es la vida allí y, con un poco de suerte, seguiré sin saberlo. Pero día tras día que pasa sí constato un claro fenómeno: soy un animal de ciudad.
¿Quién (que tenga un alma) no recuerda aquella seminal película con Paquito Martínez Soria intitulada La ciudad no es para mí (1965)? Pues yo lo digo al revés: LA CIUDAD ES PARA MÍ (GRACIAS). No me voy a poner a enumerar los múltiples defectos y carencias que la vida rural/de pueblo presenta para mi estilo de vida, sería ocioso –además de poco ético- y fácilmente rebatible. Allá “los pocos sabios que en el mundo han sido” y su “descansada vida” lejos del “mundanal ruïdo”. Pero sí voy a remachar las ventajas de la vida en ciudad.
Igual que esas personas que se llenan de energía y salud paseando por el campo, oliendo una flor o viendo un pino (o levantando una piedra y sacando a la luz un gallipato –existen, os lo juro), yo revivo y me fortalezco entre edificios y asfalto. A lo mejor espero inconscientemente toparme a la vuelta de la esquina con Sterling Hayden y Marilyn Monroe, no lo sé. Pero hay algo en esa mezcla de semáforos, contenedores, gente con prisa y pasos de cebra que decididamente me pone.
Yo, al contrario que esos clásicos, reniego del “menosprecio de corte, alabanza de aldea”. Lo noto cuando estoy en Madrid o Londres, vaya, pero esto podría achacarse a un embelesamiento transitorio. También me molaron las cataratas del Niágara y por nada del mundo viviría allí. En las ciudades sí me mola vivir, y no me hace falta una superoseamegalópolis, cualquier cosa con catedral me vale. :) Estos días paseo por Miciudad, o no paseo, simplemente voy de un punto a otro, andando, en coche, en autobús o en metro y me doy cuenta de cómo la iba necesitando.
Dejad de gritarme: estos dos años pasados me venía los fines de semana pero no es lo mismo. Ahora sé que lo tengo a mano, entre semana, un cine, una exposición, un policía nacional, un Opencor. Ahora me cruzo con presentadoras del telediario regional y con famosos raperos. Y es la gloria. Mi buena madre se horroriza cuando le digo estas cosas, ella que es muy de naturaleza y se pirra por el campo, las flores, los paisajes… francamente no me dicen nada. Está claro que a uno le gusta lo que conoce y en mi caso me pesa el haberme criado entre coches, comercios y vallas publicitarias.
No conocer a los vecinos no ya de tu calle sino de tu edificio, ¡qué maravilla! Ser un ciudadano anónimo más, maltratado por el alcalde… En la ciudad también se usan la solidaridad, la buena amistad, el amor. Solo que no ocurren necesariamente entre personas que viven a cinco minutos andando. En la ciudad el Hombre le ha ganado la partida a la Naturaleza, la ha domesticado. En una palabra, amigos, en la ciudad ya no me siento un bicho raro.
(Red Hot Chili Peppers)
Amigos, creo que ya en cierta ocasión, hablando de mis escapadas a la Gran Ciudad, expresé aquí mi aversión al campo. Ahora trabajo en un pueblito a escasa media hora en coche de Miciudad, no sabría deciros cómo es la vida allí y, con un poco de suerte, seguiré sin saberlo. Pero día tras día que pasa sí constato un claro fenómeno: soy un animal de ciudad.
¿Quién (que tenga un alma) no recuerda aquella seminal película con Paquito Martínez Soria intitulada La ciudad no es para mí (1965)? Pues yo lo digo al revés: LA CIUDAD ES PARA MÍ (GRACIAS). No me voy a poner a enumerar los múltiples defectos y carencias que la vida rural/de pueblo presenta para mi estilo de vida, sería ocioso –además de poco ético- y fácilmente rebatible. Allá “los pocos sabios que en el mundo han sido” y su “descansada vida” lejos del “mundanal ruïdo”. Pero sí voy a remachar las ventajas de la vida en ciudad.
Igual que esas personas que se llenan de energía y salud paseando por el campo, oliendo una flor o viendo un pino (o levantando una piedra y sacando a la luz un gallipato –existen, os lo juro), yo revivo y me fortalezco entre edificios y asfalto. A lo mejor espero inconscientemente toparme a la vuelta de la esquina con Sterling Hayden y Marilyn Monroe, no lo sé. Pero hay algo en esa mezcla de semáforos, contenedores, gente con prisa y pasos de cebra que decididamente me pone.
Yo, al contrario que esos clásicos, reniego del “menosprecio de corte, alabanza de aldea”. Lo noto cuando estoy en Madrid o Londres, vaya, pero esto podría achacarse a un embelesamiento transitorio. También me molaron las cataratas del Niágara y por nada del mundo viviría allí. En las ciudades sí me mola vivir, y no me hace falta una superoseamegalópolis, cualquier cosa con catedral me vale. :) Estos días paseo por Miciudad, o no paseo, simplemente voy de un punto a otro, andando, en coche, en autobús o en metro y me doy cuenta de cómo la iba necesitando.
Dejad de gritarme: estos dos años pasados me venía los fines de semana pero no es lo mismo. Ahora sé que lo tengo a mano, entre semana, un cine, una exposición, un policía nacional, un Opencor. Ahora me cruzo con presentadoras del telediario regional y con famosos raperos. Y es la gloria. Mi buena madre se horroriza cuando le digo estas cosas, ella que es muy de naturaleza y se pirra por el campo, las flores, los paisajes… francamente no me dicen nada. Está claro que a uno le gusta lo que conoce y en mi caso me pesa el haberme criado entre coches, comercios y vallas publicitarias.
No conocer a los vecinos no ya de tu calle sino de tu edificio, ¡qué maravilla! Ser un ciudadano anónimo más, maltratado por el alcalde… En la ciudad también se usan la solidaridad, la buena amistad, el amor. Solo que no ocurren necesariamente entre personas que viven a cinco minutos andando. En la ciudad el Hombre le ha ganado la partida a la Naturaleza, la ha domesticado. En una palabra, amigos, en la ciudad ya no me siento un bicho raro.
8 comentarios:
pero... desde cuando Jaen tiene catedral?
me alegro por tu vuelta a la ciudad. Coincido contigo en todo!
AMÉN A TODO.
Algunas ventajas de la ciudad, que describes, me ponen los dientes largos. Que no te conozcan en el super, que la clientela no te pregunte ¿estás enferma? es que....como es hora del cole y estás aquí...en fin la tranquilidad que se respira por estos lares puede ser muchas veces inquietante.
Ya sabes, este y el de Ikea son los que me gustan.
Un beso. M.P.
QUERIDO KIKE...YO LA RESPETO!!!!
Una niña (se llama Triana), respondíó en la segunda clase a un ejercicio: ¿dónde te gustaría vivir? "Maestro, en mi pueblo, si no hubiera tantas viejas que criticaran". No sé. La ciudad, en sí, no justifica nada. Responde a nuestros miedos. Migue.
Yo pensaba como tú Porerror, hasta este verano. He sido 100% urbanita hasta pasar dos meses enteros en un pueblo de 50 habitantes del prepirineo catalan. Echaba de menos algunas cosillas de la civilización, sí, pero es incríble lo querida que me he sentido por gente que no me conoce de casi nada y a la que probablemente no vea en mucho tiempo. Lo cierto es que ahora lo echo de menos.
Yo paso 3'5 horas en el coche haciendome 220 kms al día, con tal de pasar la tarde en mi ciudad, estar en mi casa y ver a mi maridito y a los amigos.
inis.
Yo odio la vida en los pueblos, el retraso en la mentalidad de la gente, que todo el mundo te conozca, sepa dónde estás con quién y qué haces... Lo odio tremendamente...
No hay ningún lugar donde la gente joven pueda ir...
Sí, vivo en un pueblo... Está muy cerca de la ciudad, pero no la frecuento tanto como me gustaría... Según mi madre, "aún soy muy joven y no sabe qué se me ha perdido allí..." Y yo me pregunto... Tal vez, ¿la diversión...la intimidad? En fin...
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