Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

domingo, 3 de abril de 2011

Ariane: Amor por la tarde


Dice el descacharrante Daniel Ruiz García (qué os gusta un ditirambo!) que en la literatura española actual, el humor de Rafael Reig sería los hermanos Marx mientras que el de Antonio Orejudo sería Billy Wilder. Curioso, porque soy fanático de Orejudo y de los Marx, y hace un par de años me gané una –inmerecida- reputación como injuriador de Billy Wilder. Motivo? Por decir (y lo mantengo) que Irma la dulce es una mierda de película: ñoña, falsa, tramposa, de cartón piedra… ya hablé de todo aquello, y comenté que me encantó En bandeja de plata (1966). También en otra fría noche cosiquesa vi Primera plana (1974) el año pasado y me quedé flipado.

El buen Mojaquero –paladín de Wilder extraordinaire- me hace entrega por mi cumpleaños de otra comedia del maestro que no conocía. Ariane (1957) es una historia reciclada de una peli anterior a su vez basada en una novela, pero lo que importa aquí –como siempre en el cine- es el resultado. Comedia de situaciones, de enredo, con toques Lubitsch (perdónenme los entendidos en cine: a mí me lo ha recordado), en dos palabras A.L.T.A. C.O.M.E.D.I.A. Lo que me fascina es la clase de la película, lo que me lleva a recordar esa frase tan socorrida de que “Ya no se hacen pelis como las de antes.”


La historia es simple: la hija de un detective parisino “huelebraguetas” acude en ayuda de un playboy cuya vida corre peligro y cae rendida a sus pies. Fascinada, se enamora y trata de enamorar al consumado donjuán, mientras el padre intenta en vano mantener a su hija al margen de su sórdido trabajo de infidelidades y escándalos. Toda la peli gira en torno al amor ilícito, al sexo, al palotismo, pero no recibimos ni la más mínima impresión desagradable o fuera de tono, merced al refinamiento de los guionistas (el propio Wilder e I.A.L. Diamond).

Ariane, a diferencia de Irma la dulce, sí está rodada en París, lo cual confiere a la peli un aire mayor de verosimilitud, menor olor a naftalina. No estamos viendo una jodida obra de teatro rodada dentro de un estudio, o a lo mejor sí, pero al menos uno de los actores es francés (Maurice Chevalier). Otro puntazo de esta película es que está rodada “en glorioso blanco y negro”, como decía Pumares. El guión es todo lo irreal que una comedia romántica de los años 50 permitía, baste como muestra comentar que en Ariane se trata el tema del adulterio con una ligereza y superficialidad que ya no eran posible en digamos, La piel suave (1964) de Truffaut –otra peli en blanco y negro ambientada en Francia.


¿Queréis otro argumento para ir corriendo a verla? El trío actoral, prácticamente exclusivo (hay pocos secundarios, pero qué bien quedan, los jodíos) compuesto por el citado Chevalier, Gary Cooper (que estás en los cielos) y Audrey Hepburn (que estás en el merchandising). Sus actuaciones son encantadoras, aunque he admitir que la pareja Cooper-Hepburn tiene menos química que el libro de escolaridad de un estudiante de Humanidades. Pero a estas alturas, qué más da? Basta saber que el guión, sólidamente redactado y lleno de florituras verbales y de anzuelos que luego se recogen, va llevando poco a poco a los protagonistas de esta historia en volandas hasta la única conclusión posible, que no por previsible resulta menos deliciosa.

Si nos paramos a analizar la moraleja de la historia quedaremos paralizados: apología del amor limpio y casto, y de la vida conyugal (leo que Wilder se vio obligado a modificar el final para no escandalizar a los yanquis de 1957), de la obediencia debida a la figura paterna y de la honestidad. Descrédito de la frivolidad, la concupiscencia, las malas artes. Un mensaje tan conservador que en 2011 resulta subversivo. Viva Wilder!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se me habían pasado tus dos últimos post, pero ya me he puesto al día. Que siga la instrucción como Dios manda!

Un abrazo

Chema

Anónimo dijo...

A mí me parece una pequeña joya, así que me alegra que te haya gustado. Es, como Wilder, picante y pudorosa, al final lo importante siempre pasa tras las puertas, pero pasa. Gusta que nos den un portazo de vez en cuando.
Ah! entre nosotros, tampoco soy yo mucho de "Irma, la dulce".
Un simple mojaquero.

 
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