Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 26 de julio de 2011

Lecturas veraniegas 2011 (II)


Juventud: continúan las lecturas veraniegas. A la espera de escribir sobre otros (tristes) temas de actualidad y en el tiempo libre que me dejan libre los anuncios publicitarios y las siestas… aquí os comento otro pokercito de libros para el verano.


Deseo de ser punk (2009), de Belén Gopegui. En la gran tradición de mis confusiones (G. Arriaga por J. J. Arreola, etc.) sueño que alguien me había recomendado leer algo de Belén Gopegui. Luego ha resultado que lo que me habían recomendado era una novela de Dulce Chacón, en fin, el daño ya estaba hecho. Por otro lado, es un hecho universalmente aceptado etc., que cualquier novela que incluya en su título la palabra “punk” y en su portada una foto de Iggy Pop es obligatorio leerla, no?

Veredicto: el libro hace gracia, si os gustan los libros sobre adolescentes y sobre rock. Pensad El guardián entre el centeno (1951), pensad Alta fidelidad (1995)… y os llevaréis un buen chasco. Pensad más bien Héroes (1993) de Ray Loriga. Y lo demás, ya sabéis: adolescente empanada, con rico-pero-problemático mundo interior, discusión sobre la letra de “All the Young Dudes”… exaltación de Guns N’ Roses… Iggy Pop, AC/DC et al. elevados a la categoría de rock gods… injuria a La Oreja de Van Gogh… Mi libro favorito si tuviera 17 años.


La caída (1956), de Albert Camus. Recomendación directa de la buena Natalia. Una obra de Camus que ni recordaba que existía, de un autor que ya me había dado varias otras satisfacciones. Ambientada en Amsterdam y escrita como un monólogo en primera y segunda persona, esta novelita de poco más de 100 páginas es un artefacto literario perfectamente calculado para dejarte el cuerpo malo (puro Camus).

Ya nada volverá a ser igual después de leer la soflama del “juez-penitente”, personaje protagonista y auténtico azote de nuestras conciencias occidentales pequeñoburguesas, etc. No sé si el adjetivo “filosófico” aplicado a este librito suena a tópico, pero vaya: quede claro que La caída tiene menos anécdota que un anuncio de La Mutua; aquí lo de menos es lo que pasa, lo verdaderamente importante es cómo se dicen las cosas, las ideas, las reflexiones, el abismo interior al que el hijoputa de Camus nos enfrenta. Im-pres-cin-di-ble.


Tres dictadores: Hitler, Mussolini y Stalin. Y un cuarto: Prusia (1939), de Emil Ludwig. Este lo encontré recomendado en el blog del buen Fran Nixon, apasionado de todo lo entreguerras. Se trata de ni más ni menos lo que promete: minibiografías (yo diría semblanzas) de estos tres famosísimos dictadores, escritas por un avispado periodista alemán judío, exiliado, claro. El libro cuenta con el bonus de haber sido traducido al español en su momento por Francisco Ayala, con lo que la legibilidad y aun la calidad literaria de la traducción están aseguradas.

Otro atractivo es que el autor conoció y entrevistó tanto a Mussolini como a Stalin, por los que deja traslucir cierta fascinación (que no admiración), no así a Hitler, al que sistemáticamente pone a caldo. Divertido también pensar que el libro apareció en noviembre de 1939, podemos decir que la 2ª Guerra Mundial no había empezado de verdad, y ver las predicciones que Ludwig hace sobre la guerra… podremos reírnos cuanto queramos de las cosas en que yerra, pero el tipo despliega una presciencia en ocasiones acojonante. Una falla: el cuarto capítulo, un aburrido ensayo dedicado a exponer la tesis del autor de que todos los males provenientes del Reich alemán y que este ha infligido al mundo en realidad son culpa de Prusia.


La verdadera vida de Sebastian Knight (1941), de Vladimir Nabokov. Ante mis frecuentes injurias al engreído emigré ruso (al que-tras leer tres de sus libros más famosos- me une una larga relación amor-odio), el buen Fritanga sentencia que debo leer esta, su primera novela en inglés. Resultado? Bingo! Titular: POR FIN UNA NOVELA DE VLADIMIR NABOKOV DIVERTIDA, INTERESANTE DE LEER Y QUE NO DA CORAJE. Los demás atributos… los sospechosos habituales: hiperculturetismo, oscuras referencias literarias, juegos estructurales, onanismo intelectualoide, ditirambo a Rusia, falaces ataques a la lengua inglesa, desprecio de la época en que le ha tocado vivir.

Pero todo ello hecho con mucho arte y salero, el humor dosificado en su justa medida, sin caer en el frikismo –del todo- ni por supuesto en obviedades (Dios libre a Nabokov de semejante vulgaridad). La historia es simple: el hermanastro de un recién fallecido escritor modernista sigue su rastro para escribir su biografía y conocer de verdad al personaje, onda Ciudadano Kane. Por el camino nos vamos encontrando con las típicas paradojas de ajedrez, las identidades falsas, las bromitas que el autor le gasta al lector cual pellizquitos de monja y el apabullante vocabulario políglota del buen Vladimir. “Una auténtica obra maestra”, como decía el Pumares.


Seguiré leyendo, por parafrasear a vuestra admirada Amparo de Amparanoia.

3 comentarios:

patricia dijo...

pues,el primer libro,lo descarto,ya que mi etapa de adolecente díscola quedo un pelín atrás,pero el de Camus se ve muy pintón! ahora estoy con Anna Karenina de Tolstoi que me tiene intrigadísima,y despues me espera la pintura de Rembrandt,tengo poco tiempo y taaaanto que leer
saludosss

Riggy dijo...

Cuando yo era joven, me quedé tan alucinado con la lectura de "El extranjero" que recorrí afanosamente las estanterías de mi casa en busca de otro libro de Camus. Di con "La caída" y no entendí nada, no sé ni si lo acabé. Quizá debería intentarlo de nuevo, para remediar la cara de pánfilo que se me quedó en su momento.

Tusquete dijo...

¡Vaya chute que te has dado, que diría Jean Baptiste! Yo de Nabokov recomendaría Lolita y, en ¿tu gusto? por la novela con humor (casi todas las suyas lo tienen) La defensa, Pnin y Pálido fuego.Por cierto, ¿te gusta Paul Auster?

 
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