Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 8 de noviembre de 2011

Appeasement


-“Era el amanecer, las blindadas vanguardias del Tercer Reich entraban en Praga.”
(Jorge Luis Borges)




Gente de la caterva de Joaquín Sabina, Estopa, Roberto Álamo y vuestro admirado Willy Toledo hicieron que hace 10 ó 15 años se pusiera de moda la palabra “canalla” en una acepción benigna, un canalla (porque “una canalla” no, verdad? si acaso una loba) era alguien caradura pero simpático, un truhán encantador, como esos crápulas de anuncio de Rives, con barba de tres días. Un asiduo a los bares, un ligón que no se casa con nadie, sospecho que no se bate en duelos porque quedaron proscritos en la Constitución de 1978.

Sin embargo, si acudís al DRAE o a cualquier diccionario veréis que en origen “canalla” tiene un sentido muy distinto. De hecho, creo que servidor aprendió la palabra de niño, al escuchársela a mi tío utilizada para calificar al dictador paraguayo Stroessner (“Para qué? –Paraguayo”). En estos días, conviene estar muy atentos a los grandes canallas de nuestra época, que hay muchos, y no me estoy refiriendo a los media sonrisa que te entran en un discopub con un cubata en la mano…


Una cosa son Personajes Pupita y otra los canallas: los etarras (en estos días se está juzgando a Txapote, por ejemplo), los violadores y asesinos de niñas (ver el juicio sobre Marta del Castillo basta para deprimirlo a uno), esos que maltratan e incluso matan a sus parejas cada dos telediarios, los terroristas islámicos que ya son parte de nuestro paisaje, dictadores como el sirio Al Assad o el libio Gaddafi (y la turba que lo linchó)… como veis, no andamos escasos de ejemplos.

Hace tiempo quedó establecido en el imaginario colectivo (incluso aquí) que el mayor canalla que los siglos han contemplado fue Adolph Hitler, algo que por sabido puede quedar amortizado hasta el punto de insensibilizarnos. A menudo se citan el Holocausto y el comportamiento de las Fuerzas Armadas alemanas en el frente ruso como los peores exponentes de la infamia nazi; sin duda lo son, pero no está de más de vez en cuando fijar la lupa sobre otros episodios más o menos siniestros y altamente ilustrativos. Con ser lo peor del nazismo, la Solución Final y la criminalización de la Wehrmacht no fueron obra exclusiva de Hitler, necesitaron del concurso de muchísima gente.


Otras maquinaciones, sin embargo, parecen llevar más claramente el sello personal de hijoputismo del Führer, coadyuvado por su camarilla más fiel (Goering, Himmler, Heydrich…). Lo que me ha sugerido el post de hoy es la lectura de la novela HHhH (2010), de Laurent Binet, que narra –entre otras cosas- el atentado que en 1942 acabó con Reinhard Heydrich, jefe del espionaje nazi, nº 2 de las SS, ideador de “genialidades” como el distintivo-estrella obligatorio para los judíos o la propia Solución Final. A la sazón gobernador militar en Praga, Heydrich fue liquidado por un comando checoslovaco patrocinado por los británicos.

El libro de Binet cuenta esta historia, yo no llevo ni la mitad (me lo estoy leyendo en francés, vous comprenez) pero hoy se me ha revuelto el estómago al leer los pasajes sobre la conquista de Checoslovaquia por parte de la Gran Alemania, y ver cómo actuó la canallesca maquinaria diplomática del III Reich. Desmembrada, objeto de bullying primero, abandonada a su suerte por las democracias occidentales, invadida sin pegar un solo tiro, Checoslovaquia simplemente dejó de existir en 1939. Tras apenas 20 años de invento (era un producto post Imperio Austrohúngaro de la 1ª Guerra), en 1938-39 fue el títere en manos de Hitler, para después de 1945 caer en la órbita soviética (sobre esto recomiendo la peli Un mundo azul oscuro, 2001).


Hitler, Goering, Himmler, Heydrich, von Ribbentrop, Keitel… a cual más canalla, el traidor presidente checo Hácha (cuya posición tampoco era envidiable, desde luego), los pusilánimes Chamberlain y Daladier… Actualmente es posible ver en la ciudad de Praga algunas huellas de la ocupación nazi, y en el Imperial War Museum se conserva la famosa papela con los bochornosos acuerdos que agitó Chamberlain al regresar de Múnich en 1938, cuando creía haber apaciguado a la bestia nazi, que se rió de todo el mundo. Es lo que suelen hacer los canallas, llámense Hitler, Carcaño u Otegui: mucho cuidadito con el apaciguamiento, pues.

6 comentarios:

tirso malatesta dijo...

La he tenido en la mano muchas veces pero desde les Bienveillantes de Jonathan Litell no he podido leer más novelas de nazis. Me lo pensaré de nuevo.

Porerror dijo...

Por qué motivo, buen Tirso? Yo personalmente Las benévolas lo tuve que dejar porque me aburrió, pero tenía pensado retomarlo algún día.

Este, me lo estoy bebiendo, y eso que me cuesta un poco porque está en francés.

tirso malatesta dijo...

Les bienveillantes (benévolas) me encantó pero me dejó agotado con tanta minuciosidad en el horror. Creo que es tedioso para demostrarnos los niveles de horror del nazismo. Un dia debemos hablar de este libro. Pero con hhHh te haré caso y me la compraré. ¡Salud!

Anónimo dijo...

INTERESANTE TEMA,EL QUE PROPONES...
PERO TENGO MIS DUDAS SI UNA POLÍTICA DE APACIGUAMIENTO EN CIERTOS MOMENTOS,ANTE CIERTOS "CANALLAS" NO PUEDE SER EFICAZ.NO OLVIDES QUE MUCHOS DE ESTOS CANALLAS EN OCASIONES LO QUE BUSCAN NO ES MÁS QUE PASAR DE "CANALLA A MARTIR",Y A VECES UNA DUCHITA DE APACIGUAMIENTO-IGNORANCIA PUEDE VENIRLES MUY PERO QUE MUY BIEN.SI NO SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL BULLDOG DE CHURCHILL PARA MORDER A ALGÚN "CANALLA".

MAÑANA ES 11 DEL 11 QUIERO UN POST SOBRE POETAS EN GUERRA YA!!!!

Anónimo dijo...

Me estoy leyendo Un Arcoiris en la Noche, de Dominique Lapierre, y ahí va otra buena tanda de canallas, con todas las letras...

Interesante reflexión, porerror.
Un saludo
Silvia

Anónimo dijo...

...por cierto...me lo estoy leyendo en español ;)
Valiente tú con el francés, n´est-ce pas? :)
Silvia

 
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