Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Ventajas de viajar en tren


El pasado jueves, mi colega José María Moraga presentó en Sevilla la reedición de la novela de Antonio Orejudo Ventajas de viajar en tren (2000). Orejudo dio una lección magistral de creación literaria como él sabe: con humor (no diré “inteligente”, que se enfada) y me da la sensación de que el público se quedó con un muy buen sabor de boca tras la charla de Antonio con el presentador y con los asistentes. Y es que, ya se sabe: a la hora de viajar en tren no es lo mismo ir en AVE que en la cafetera de Los hermanos Marx en el oeste. Por petición popular, publico aquí el texto que el buen José María leyó al principio del acto, esperando sea de vuestro agrado.




Presentar una novela de Antonio Orejudo es ante todo un gran placer. A la hora de acometer la tarea no sabía bien cómo hacer para resultar a la vez informativo, ameno y digno de Antonio, que –ahora que no nos está escuchando nadie- es uno de mis escritores españoles favoritos. Sé que no está bien que a un crítico se le noten esas inclinaciones (y sé también que es en condición de reseñador de Estado Crítico, un blog literario en el que admiramos mucho a Antonio, que hoy estoy yo aquí) pero debo confesar que me resulta de todo punto imposible despojarme de los ropajes de fan a la hora de hacer de telonero de Antonio Orejudo.

Después de esta captatio benevolentiae, tengo que contemplar la posibilidad remota de que haya alguien en la sala que no conozca la trayectoria como novelista de Antonio Orejudo. Desde su primera novela Fabulosas narraciones por historias hasta la última Un momento de descanso, pasando por Reconstrucción, cualquier lector de Antonio puede tener clarísimas dos cosas: que este tipo es un embaucador, un mentiroso, y que es uno de los grandes humoristas de nuestra prosa. Voy a intentar explicar las dos acusaciones.

Si, como decía el inglés Coleridge en su Biographia Literaria, “la suspensión voluntaria de la incredulidad” por parte del lector es la base del pacto de la literatura (él lo usaba para la poesía, pero hoy día es un tópico extendido a todos los géneros), podemos afirmar que como novelista de su tiempo, Antonio Orejudo es un absoluto trilero, que en sus obras se salta a la torera este pacto una y otra vez, de modo que el lector, engañado, no tiene más remedio que cambiar las reglas del juego del libro que se estaba leyendo, las cuales es probable que Antonio vuelva a dinamitar pocas páginas después.

Tal vez la novela de Orejudo donde esto se haga más patente sea esta Ventajas de viajar en tren que hoy nos ocupa, originalmente aparecida en el año 2000 y reeditada ahora por Tusquets con su mismo texto original (si no me equivoco). Durante años, un libro difícil de encontrar, que todos los lectores debemos alegrarnos de que vuelva a estar disponible, igual que ocurrió con aquellas Fabulosas narraciones, su primera novela. Ventajas de viajar en tren fue la segunda, pertenece a otra época (solo os digo que Antonio firmaba entonces con sus dos apellidos, Orejudo Utrilla). El “tren” en el que el autor nos propone viajar es la ficción, son los escritos, y al acabar el libro no le queda a uno duda alguna de lo ventajoso que resulta este viaje. Pero no está exento de trampas.

Casi al final de la novela, uno de los personajes le reprocha a otro que ha sido engañado, y –en lo que me parece uno de los parlamentos claves del libro- el acusado se defiende: “¿Acaso hubo entre ustedes un pacto tácito (…) o un acuerdo explícito de sinceridad que le impidiera a él juguetear o inventarse su vida?”. El pacto –si lo hubo- es el que decía Coleridge, pero como buen novelista postmoderno (perdón por el palabro, Antonio), nuestro Orejudo sabe bien reírse de las convenciones y jugar con las expectativas del lector: en otras palabras, amigos lectores, este autor nos hace cosas que no están bonitas, como decirnos que A es A para acto seguido decir que es B, y al cerrar el libro todavía nos sigue quedando la duda de si no sería en realidad C o D.

Explicado esto, aún podemos no estar convencidos si no decimos “de qué va” Ventajas de viajar en tren. Siempre que hago la sinopsis de una obra, me gusta como broma comenzar diciendo que “la historia es simple”. En este caso, una mujer que llega a casa comprueba que su marido se ha vuelto loco, lo ingresa en un psiquiátrico y al regresar –cómo no, en tren- coincide con un doctor del mismo psiquiátrico, quien empieza a contarle su vida y a hablarle de cómo los esquizofrénicos son excelentes contadores de historias, y cuánto se puede aprender de ellos leyendo las cosas que escriben. Todo muy normal, si obviamos que el nombre de la señora protagonista es Helga Pato, que las croquetas tienen un papel muy importante en la trama y que en el libro se revela cómo los camiones de la basura son en realidad sofisticados mecanismos diseñados por los poderes fácticos para controlar nuestras vidas. Por no decir nada de las descacharrantes historias escritas por los enfermos mentales, que también tenemos el privilegio de leer.

Y he aquí la segunda característica sobresaliente de la obra de Antonio a la que antes hacía referencia: el humor. Decimos “humor” porque somos cultos y hemos venido aquí a hablar de libros. Si estuviésemos con una cerveza en la mano probablemente diríamos “la poca vergüenza”. Como todas las demás novelas de Orejudo, Ventajas de viajar en tren rebosa de humor negro, humor disparatado, humor del que te hace reírte a carcajadas y hace que los demás pregunten “¿Qué estás leyendo?” si estás acompañado. Tal vez por ser la menos sesuda, Ventajas de viajar en tren sea la novela suya que exhibe un humor más bestia (no sé si Antonio estará de acuerdo). También me gustaría que explicara el autor otra cosa. Él dice que su primera novela “gusta a los que han estudiado o han leído mucho” (No es de extrañar, al estar ambientada en el mundillo de la Generación del 27, la Edad de Plata y la Residencia de Estudiantes), que la tercera gusta “a los lectores más clásicos” (tal vez por ser histórica), mientras que Ventajas de viajar en tren ha gustado “normalmente, a los chicos jóvenes y a las mujeres”.

En Estado Crítico –el blog literario que represento- también estamos al tanto de las andanzas de Antonio gracias a otro blog, el de su amigo, el también escritor Rafael Reig, quien hace poco estuvo en esta misma sala presentado su novela Todo está perdonado. Para los que no lo sepáis, Rafael Reig siempre acusa a Antonio Orejudo en su blog de adelantársele en todo (de hecho, Rafael acuñó el eslogan “Antonio Orejudo estuvo antes ahí”), pero en esta ocasión él te ha precedido y hace poco contaba que su tía y un nutrido comité de señoras (que hasta tienen grupo propio en Facebook: “Señoras de Tarazona que leen a Antonio Orejudo”) iban a hacer de groupies tuyas hace un par de días en Barcelona. También nos gustaría que nos comentases este episodio, Antonio.

Ya para terminar –no se me va de la cabeza que lo más interesante será lo que Antonio mismo nos quiera contar sobre su libro- me gustaría referirme a otro pasaje de Ventajas de viajar en tren, en el que un personaje airado ajusta cuentas con la literatura y dice: “Cuántas veces me hubiera gustado tener al autor frente a mí para pedirle que me explicara mejor un párrafo o para sugerirle que se callara.” Bueno, pues ni lo uno ni lo otro, Antonio, aquí tenemos hoy el privilegio de tenerte delante para que nos digas lo que tú quieras, porque nosotros, mientras sigas engañándonos con tantísima gracia, estamos completamente dispuestos a creérnoslo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estuve en ese acto y la verdad que he de decir que resultó muy ameno. Ciertamente y a mi entender, la introducción-presentación (y las preguntas posteriores) que hizo el buen Moraga fue muy notable tanto en la forma como en el contenido.

Yo quisiera parafrasear: Fabulosas compadradas por guarachas.

Don CalcetínRelleno

Anónimo dijo...

Ça a été génial!

Tomás A.G. dijo...

Tengo este libro en casa, apalancado desde hace años. Comprado en el Círculo de Lectores. Vergüenza me da no haberlo leído aún.

 
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