Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

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martes, 11 de marzo de 2008

En bandeja de plata


Dicen que en cierta ocasión alguien preguntó a Jorge Luis Borges su opinión sobre Antonio Machado y el argentino replicó sorprendido ¡Ah, pero Manuel tenía un hermano? Pues a mí me pasa igual, ¡Ah, pero David Trueba tiene un hermano que hace películas? Por lo visto sí, y por lo visto, hace quince años le dieron un Oscar (ahora que está tan de moda darle Oscars a los españoles). Y en su discurso de recogida el pavo no se acordó de su madre ni de su abuela ni de los cómicos de España, sino que se marcó un momentazo de ateísmo à la John Lennon: “I don’t believe in God”.

Como no creo en Dios, soltó, …gracias, señor Wilder. Con este original agradecimiento (por lo menos tampoco sacó a relucir a la Virgen de los Desamparados, etc), Fernando Trueba quiso rendir homenaje a uno de los grandes de verdad del cine. Debo confesar que Billy Wilder, sí, como el que más, pero que nunca he entendido la chochera de los cinéfilos con él. Tampoco con John Ford, pero ese es otro tema. Mis amigos los que saben de cine tienen todos a Wilder en un pedestal, y yo, ahora que lo pienso soy un fan suyo en rebeldía.

He puesto Con faldas y a lo loco (Some Like it Hot, 1959) en mi lista de favoritas del blog, y también me flipan Cinco tumbas al Cairo (1943), Perdición (1944), Días sin huella (1945), El gran carnaval (1951), Sabrina (1954), La tentación vive arriba (1955), Testigo de cargo (1957), El apartamento (1960), Uno, dos, tres (1961), Bésame, tonto (1964), La vida privada de Sherlock Holmes (1970) y ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre? (1972). ¿Os doy jaqueca?... pues me dejo varias de sus obras clave, que no he visto.

Y también me dejo otra que sí he visto, pero que no me ha flipado. Me refiero a Irma la Dulce (1963), absurda historia de una prostituta buena y un poli tonto que sin querer se convierte en su chulo, y la protege, todo ello encharcado en un sentido del humor caduco ya para 1963, y “ambientado” en un París de guardarropía. Creo que esta peli (que odio) es la causa del bloqueo mental que hace que míticamente cuando escucho el nombre de Billy Wilder yo no me confiese su fan devoto. Pero a partir de hoy diré que sí.

Hace un par de meses una amiga me dijo Porerror, ¿has visto En bandeja de plata? Pues te la doy, porque yo tengo dos veces el DVD por error. Y me la regaló. No estaba seguro, pero cuando la tuve comprobé que era The Fortune Cookie (1966) de Billy Wilder, que nunca había visto. ¡Madre mía! Creo que esta película sola hubiese bastado para encaramar a Wilder a lo más alto del Olimpo de la comedia. Sé que soy un admirador de última hora, pero es que entendedme: yo no había visto ese prodigio.

El título En bandeja de plata (y también “La galleta de la fortuna”) hace referencia a la engañosa facilidad con que un avispado leguleyo pretende sangrar a una compañía de seguros una suma astronómica a cuenta de un incidente de su cuñado que él pretende convertir en descalabro. Ya Perdición trataba del engaño a una compañía de seguros, este es un subgénero de la peli detectivesca que me chifla. (¿Para cuando una historia en la que pierdan las aseguradoras –esos buitres que nos cobran trillones por tener miedo?).

Pero aquí el tono es otro, cómico, con una comicidad total que no me es fácil de asimilar a nada de lo que conocía. Más reposada que la de los Hermanos Marx (aunque Walter Matthau ganó aquí el Oscar por interpretar al abogado más caradura desde J. Cheever Loophole –“Triquiñuelas”). Tan inteligente como la de Lubitsch, más elaborada que la de Chaplin, pero igual de humana, y también en gran medida visual.

No entiendo de cine y por eso apenas hablo de él, pero intuyo que en esta peli resulta clave, además del guión, el uso de la cámara. Los encuadres, los movimientos, lo que se muestra y lo que se queda fuera. Es una peli de cámaras (el damnificado es cámara de TV y tiene encima a una agencia de detectives que le filman para desenmascararlo). Son importantes los interiores y también el “glorioso blanco y negro” en que está rodada. Y en fin, me ha reconciliado con un director que para mi gusto no es perfecto, pero ya dejó él claro en Con faldas y a lo loco que nadie lo es.
 
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