-“Pepino ninoninoni…”
(La Hora Chanante)
(La Hora Chanante)
El calor derrite los sesos, eso es sabido. El calor derrite los cerebros: incluido el mío. Será por eso que la realidad se percibe con esa especie de cualidad borrosa como la que desprende una carretera recién asfaltada en pleno mes de agosto, solo que todavía estamos a mediados de junio. El mundo no está nítido, se desdibujan los contornos, la realidad se disuelve ante nuestros ojos, nada es lo que parece, Matrix, Daniel El-Kum, etc, etc… Realmente, hay que ser muy fuerte para no sucumbir en este estado de cosas a algún tipo de manía o locura.
¿No fue el “extranjero” de Camus el que le pegó un tiro a uno en una playa porque le picaba el sol en los ojos? Es entonces, amigos, en esta época de zozobra y grados excesivos de mercurio, cuando se erige ante nosotros un nuevo tótem de resonancias épicas, por no decir míticas. Estoy hablando del pepino. Basta de rimas chocarreras, parece que os estuviera escuchando. O mejor aún, digámoslas todas a un tiempo y así las exorcizamos:
-Padre, me acuso de que soy poeta.
-Pero hijo, eso es un don divino…
-…
Tuvieron que ser los de Muchachada Nui los que nos hicieran ver un potentísimo axioma, a saber, que “siempre es verano con el pepino en la mano”, y hoy sí que lo podemos decir por ser 21 de junio. El pepino nos refresca, sirve para ajustar la pantallita de la realidad y despojarla de esa molesta y continua interferencia borrosa: como una radio mal sintonizada a la que alguien -por fin-le dar por mover la ruedecita. Así, como bálsamo del frescor aparece en verano el pepino en nuestras vidas, en aliños, en ensaladas, en gazpachos, en gin-tonics, en anuncios protagonizados por Hugh Laurie. He visto pepinos gigantes junto a tiendas de campaña en festivales veraniegos, he tenido amigas solteras que se han regalado pepinos el día de San Valentín, que aunque no cae en verano ya se sabe que “En febrero busca la sombra el perro”.
¡Qué frescores no proporcionará un pepino, dispensado en su justa proporción y medida! El pepino en la mano es una bonita metáfora del poder (Bibiana diría algo de esto), me recuerda a esos absurdos jueguitos psicopedagógicos en los que hay una especie de tótem o cetro simbólico que otorga la prerrogativa de hablar a quien lo ostenta en cada momento, y se va pasando por turnos. El pepino nos protege, por ejemplo, con su alargada forma de todas esas manadas de personas vestidas de boda que pululan estos calurosos días por las calles de Miciudad.
En inglés existe un dicho, más fresco que un pepino (“cool as a cucumber”), que la verdad se aplica sobre todo en un sentido “cool” de tranquilidad y manejo de la situación, como se veía en Pulp Fiction (1994). Pero no deja de tener su gracia la mención a la frescura. En español la frase por antonomasia es “me importa un pepino”, despectivo trato que la humilde hortaliza recoge y asume para expiar nuestros pecados. En un anuncio de Schweppes se ve a Hugh Laurie echar pepino en rodajas a un vaso de tónica mientras dice que le importan un pepino los husos horarios, o algo así.
Indudablemente, el buen Laurie nos está engañando, nos incita a echarle pepino no a la tónica sino a su hermano mayor: el gin and tonic. Expertos en la materia me aseguran que en concreto, los combinados de una ginebra llamada Hendricks, se benefician sobremanera de esta adenda. Y pienso que es verdad: el mejor uso que se ha hecho de los pepinos en Gran Bretaña, desde aquellos sándwiches de pepino que merendaban los personajes de Oscar Wilde. La razón es que es el pepino uno de los botanicals fundamentales en la elaboración de esta exclusiva marca de ginebra escocesa. Anoche tuve la dicha de probar esta maravillosa combinación, y me voy a privar del ditirambo y de la hipérbole. Solo voy a decir: si os gusta la ginebra, probad la Hendricks.
Mientras charlábamos con sendos gin tonics de pepino en la mano, un colega me contaba que había visto cómo en Jerez unos graciosos habían escrito en una pancarta la leyenda “Florentino, cómprame el pepino”, en alusión a los dispendios del manirroto presidente del Real Madrid en materia de fichajes. Otra vez la rima procaz, pero hay que reconocerle su gracia. Y ahora os dejo, que para combatir el calor me voy a jincar un plato de salmorejo “con su ajo y su pepino”, como cantaba el Sabina en la sintonía de Con las manos en la masa..
¿No fue el “extranjero” de Camus el que le pegó un tiro a uno en una playa porque le picaba el sol en los ojos? Es entonces, amigos, en esta época de zozobra y grados excesivos de mercurio, cuando se erige ante nosotros un nuevo tótem de resonancias épicas, por no decir míticas. Estoy hablando del pepino. Basta de rimas chocarreras, parece que os estuviera escuchando. O mejor aún, digámoslas todas a un tiempo y así las exorcizamos:
-Padre, me acuso de que soy poeta.
-Pero hijo, eso es un don divino…
-…
Tuvieron que ser los de Muchachada Nui los que nos hicieran ver un potentísimo axioma, a saber, que “siempre es verano con el pepino en la mano”, y hoy sí que lo podemos decir por ser 21 de junio. El pepino nos refresca, sirve para ajustar la pantallita de la realidad y despojarla de esa molesta y continua interferencia borrosa: como una radio mal sintonizada a la que alguien -por fin-le dar por mover la ruedecita. Así, como bálsamo del frescor aparece en verano el pepino en nuestras vidas, en aliños, en ensaladas, en gazpachos, en gin-tonics, en anuncios protagonizados por Hugh Laurie. He visto pepinos gigantes junto a tiendas de campaña en festivales veraniegos, he tenido amigas solteras que se han regalado pepinos el día de San Valentín, que aunque no cae en verano ya se sabe que “En febrero busca la sombra el perro”.
¡Qué frescores no proporcionará un pepino, dispensado en su justa proporción y medida! El pepino en la mano es una bonita metáfora del poder (Bibiana diría algo de esto), me recuerda a esos absurdos jueguitos psicopedagógicos en los que hay una especie de tótem o cetro simbólico que otorga la prerrogativa de hablar a quien lo ostenta en cada momento, y se va pasando por turnos. El pepino nos protege, por ejemplo, con su alargada forma de todas esas manadas de personas vestidas de boda que pululan estos calurosos días por las calles de Miciudad.
En inglés existe un dicho, más fresco que un pepino (“cool as a cucumber”), que la verdad se aplica sobre todo en un sentido “cool” de tranquilidad y manejo de la situación, como se veía en Pulp Fiction (1994). Pero no deja de tener su gracia la mención a la frescura. En español la frase por antonomasia es “me importa un pepino”, despectivo trato que la humilde hortaliza recoge y asume para expiar nuestros pecados. En un anuncio de Schweppes se ve a Hugh Laurie echar pepino en rodajas a un vaso de tónica mientras dice que le importan un pepino los husos horarios, o algo así.
Indudablemente, el buen Laurie nos está engañando, nos incita a echarle pepino no a la tónica sino a su hermano mayor: el gin and tonic. Expertos en la materia me aseguran que en concreto, los combinados de una ginebra llamada Hendricks, se benefician sobremanera de esta adenda. Y pienso que es verdad: el mejor uso que se ha hecho de los pepinos en Gran Bretaña, desde aquellos sándwiches de pepino que merendaban los personajes de Oscar Wilde. La razón es que es el pepino uno de los botanicals fundamentales en la elaboración de esta exclusiva marca de ginebra escocesa. Anoche tuve la dicha de probar esta maravillosa combinación, y me voy a privar del ditirambo y de la hipérbole. Solo voy a decir: si os gusta la ginebra, probad la Hendricks.
Mientras charlábamos con sendos gin tonics de pepino en la mano, un colega me contaba que había visto cómo en Jerez unos graciosos habían escrito en una pancarta la leyenda “Florentino, cómprame el pepino”, en alusión a los dispendios del manirroto presidente del Real Madrid en materia de fichajes. Otra vez la rima procaz, pero hay que reconocerle su gracia. Y ahora os dejo, que para combatir el calor me voy a jincar un plato de salmorejo “con su ajo y su pepino”, como cantaba el Sabina en la sintonía de Con las manos en la masa..
11 comentarios:
Qué suerte algunos que sólo han palpado los sandwiches de pepino en los libros de Oscar Wilde.
Para los que tuvimos una experiencia más cercana en ese tema el pepino ha entrado en el listado de alimentos a evitar.
The Queen bless the cucumber sandwich.
bripsyl
Ole, ole y ole.
Cómo me gustan tus posts, Porerror, tan redondos.
Me parto el pepino contigo, con los gamberretes de Jerez, con Laurie, con Pulp Fiction y con tus amigas solteras.
¿Qué hay de los pequeños de la familia, los pepinillos?
Susu.
P.D.: Tengo que aficionarme al gin-tonic como sea, es la bebida nocturna por antonomasia de los geólogos, (la diurna es la cerveza). ¿Algún consejo?
P.D.2: ¿¿Para cuándo el post sobre "The night they drove old Dixie down"??
Fé de erratas: la pancarta jerezana rezaba textualmente "FLORENTINO COMPRAME ER PEPINO", que así queda más gaditano...
Porerror, en resumen, como le dijimos a Umberto Eco: Una mamada no es interpretable, o te la hacen o no te la hacen”.
MIENTRAS TANTO, EN LA GUARIDA DEL JOKER...
la semana pasada fui a un restaurante japonés donde me sirvieron una minúscula ensalada de pepino aliñada con alguna extraña salsa amarga. Tengo que reconocer que no estaba del todo mal, aunque sí un poco fuerte...
Por cierto, buenas peliculas las que mencionas en el blog!
Si el Restaurante es el que esta en la calle Salado la extraña salsa en cuestion no es mas que...vinagre con azucar!!!Muy rica por cierto...Josemari.
En realidad es el que está cerca de Viapol, se llama Sakura. No está mal, pero resultó un poco caro para mi bolsillo...
Hoy he traido yo para comer (soy chica tupper, uy! cómo suena eso...) un picaidillo de tomates y pepino...qué fresquito y que güeno...algo ligerito para bajar los excesos del finde...je.
Un besito.Almu.
Entonces debe de ser una frankicia,porque el que yo te digo se llama igual,a no ser que todos los japos que monten restaurantes en Sevilla se llamen igual...Josemari.
El de la calle Salado que yo conozco se llama Samurai, pero sí, tengo entendido que son todos de la misma familia...coreana xD
Algunos restaurantes Wok también son de la familia esta.
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