Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Ricardo 3, Real Madrid 5


-“Daré una razón propagandística para empezar la guerra, sea o no plausible.”
(Adolf Hitler, agosto de 1939)





El jueves pasado me comentaba un compañero de trabajo que cada día tenía más claro que cada día hay más hijosdeputa sueltos. Sé que suena al típico lugar común de bar dicho entre cervezas, pero en nuestro descargo diré que el comentario fue hecho en un bar con una cerveza en la mano. Y sin embargo no dejó de impresionarme la frase, sobre todo viniendo de una persona a la que tengo por pacífica y equilibrada, y poco dada a la exageración.

Hijosdeputa los ha habido siempre, no me corresponde aquí historiarlos, pero sí hacer mención de uno de los más ruines que nos ha legado la literatura. Me desayuno ahora con Ricardo III de William Shakespeare, en absoluto una novedad, pero un villano al que yo solo conocía por sus atributos más folclóricos. Ya sabéis: “el invierno de nuestro descontento”, “mi reino por un caballo”, su joroba, su cojera, sus sobrinitos desaparecidos en la Torre de Londres… Lo más cerca que yo había estado de Ricardo III era cuando vi a Peter Sellers recitar un tema de los Beatles disfrazado como él.


Asisto con pasmo a una representación de la tragedia de Shakespeare. Mi acompañante dice que Shakespeare tiene mucha imaginación, yo digo que no, pero lo que queda claro desde el principio es que el nota tiene un manejo acojonante del lenguaje y de las emociones humanas. Y eso que, claro está, veo la obra traducida al español. Pero estamos hablando de una cosa tan buena… A través de la traducción y todo soy capaz de entrever varios juegos de palabras ingleses. Y las cosas que suelta el personaje de Ricardo por esa boquita: para ponerse Dodotis!

Permitidme que hable de la obra desde el entusiasmo, como si fuera nueva. Del montaje poco voy a decir: no entiendo de teatro isabelino y me pareció correcto, a falta de otros términos de comparación. Iba prevenido contra la Compañía Atalaya (“Te vas a cagar” –fueron las palabras textuales de un amigo) pero no hubo casi nada que me chirriara. La versión era moderneta, para qué negarlo, y había unos recitados ahí en inglés de versos originales que nadie entendió muy bien a qué venían. Pero ya digo, esta obra es tan gigante, como un Hamlet, un Macbeth o un Romeo y Julieta, que lo soporta todo.


Tampoco voy a mentiros: me causó cierta zozobra leer en el programa que Ricardo III es tan universal y eterna que soportaría una adaptación a la época nazi. Qu’est-ce que ce ça?, pensé cuasi temblando. ¿Acaso vamos a asistir ahora a un Ricardo con camisa parda? ¿Las mesnadas de Eduardo VII van a ser ahora el Ejército Rojo? ¿Buckingham o Göring? “Mi Reich por un Panzer IV!” (Y así ad infinitum, porque sabéis que con este tema pierdo pie…) En realidad la obra que vi no estaba ambientada en la Alemania nazi ni Richard era un tirano fascista.

Así y todo, con estos obrones, que tratan estos universales (la duda, la ambición y el amor, por hacer una correlación con las tres antes citadas), ocurre que siempre están de plena vigencia. Suena a tópico, es un tópico, pero también hay que admitir que encierra mucho de verdad. Ricardo III es un tragedión de esos de ascenso y caída, catarsis, anagnórisis y muchas, muchas muertes violentas. El personaje de Gloucester, futuro rey Ricardo III, es el paradigma del tirano sin escrúpulos, un auténtico hijodeputa como los ha habido en todas partes y en todas la épocas. Cierto que su pretensión al trono era débil, pero también lo era la de su sucesor, Eduado VII. Pero claro –leo-, este último era abuelo de Isabel I, la reina contemporánea de Shakespeare, y había que hacerle la pelota a la familia de la “buena” señora.


Ricardo de Gloucester no es precisamente sutil en sus manejos ni los oculta tampoco del espectador. Desde el minuto 1 le cuenta al público las cabronadas que va a hacer (que incluyen asesinato, conspiración, hundir reputaciones, seducir a mujeres cuyos maridos ha asesinado, matar niños…) y luego va el tío y las hace. ¿Dónde está la sorpresa, pues? No lo sé, señora, pero no paro de darle vueltas a esta obra desde que la vi, me tiene agarrado. He llegado a pensar que el truco está en la falta de artificio: “Hola, soy un cabrón, voy a hacer el mal, voy y lo hago.” Simplemente con presenciar esto encima de un escenario se le ponen a uno los pelos de punta. Y… el teatro consistía en eso, ¿no?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

SHAKESPEARE,RICARDO III Y HITLER ,EN EL MISMO POST????!!!!PORDIÓS,QUÍEN HA ESCRITO ESTO???EL MISMÍSIMO MOSLEY O QUÉ?

danicurri dijo...

me encantan este artículo y todo tu blog, felicidades.

Anónimo dijo...

Real Madrid 5????einnn???
en Cosica hay mucho suelto ;).mjesús

 
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