Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 13 de mayo de 2010

Cantante fieramente humano


Fiel a su cita con mi nómina, Fito Páez ha sacado otro disco. En este caso, la criatura se llama Confiá (2010) –la conjugación del voseo, vous comprenez-. El disco salió en marzo en Argentina y por fin han tenido a bien sacarlo a la venta aquí en España. No he leído ninguna crítica, ignoro qué repercusión ha tenido y me da exactamente igual. Lo cierto es que con el tiempo, Fito Páez se ha convertido en un referente tan imprescindible en mi imaginario personal que se me antoja un músico autárquico: él solito se basta y se sobra para crear y poblar un universo lírico propio, ajeno a los devenires del mercado y de las modas.

Con ser un fan acérrimo no me engaño pensando que el hombre es perfecto [Para que no haya dudas, cada vez que en este post se diga “Fito Páez” me estoy refiriendo al cantante, al “yo poético”, no a la persona Rodolfo Páez natural de Rosario, Argentina, a la que no conozco y que la verdad no me interesa mucho.] Le veo sus fallos, sus excesos, pero se los veo con benevolencia, como a alguien a quien se le tiene aprecio. El buen Fito es una especie de Tchaikovsky o de Freddie Mercury, flamboyante (¿existe esa palabra en vuestro idioma?), excesivo, un mito de ícaro en la música rock en español.


Pero volvamos a Confiá, su último trabajo. Páez ha dado tumbos musicales/experimentado en la última década como lo ha hecho Elvis Costello. Tras discos intimistas de piano, de cuarteto de cuerdas, directos más o menos eléctricos, Confiá es un disco del tipo “banda de pop-rock” (los que mejor le salen.) Los ritmos latinos se hacen muy presentes, pero siempre de la mano de la tradición del rock anglosajón, la que arranca con los Beatles y no con el rhythm & blues negro. Es lo que tiene ser un rockero en español, pienso, por huevos se está condenado a hablar un idioma extraño y a imitar.

¿A quién imita Fito Páez en su último disco? A sí mismo, sería la respuesta más honrada. Respecto a la temática de los textos, con diferencia lo que más me interesa del argentino, sorprende que Confiá es un disco casi íntegramente dedicado al amor. Sorprende, digo, porque aunque Páez siempre ha sido un enorme escritor de canciones de amor, tal vez no se esperara de él a estas alturas un álbum entero dedicado al tema, explorado en sus más diversas facetas (melancolía, exaltación, dudas, pasión…) Pero claro, él no lo hace en plan naïf sino que le da su toque a todas las canciones. ¿Serán acaso las letras de Confiá un reflejo del estado sentimental personal del cantante argentino? No me extrañaría, pero como ya he dejado dicho, poco me importa.


Lo que importa es el producto acabado, las canciones ya no pertenecen a Fito sino a su público, y aunque bien es cierto que en las melodías he creído detectar una levísima tendencia al autoplagio, en las letras no he hallado señal alguna de agotamiento. Lo mismo celebrando el amor promiscuo en “M&M” que dándole ánimos a su pareja en “Limbo Mambo” o tratando de convencer a una pretendida para que dé el paso en “Confiá”, Fito nos regala su pirotecnia lingüística de siempre. En estos casos siempre tengo la tentación de consignar aquí un catálogo de citas más o menos brillantoides, pero me resisto porque pienso que fuera de contexto perderían su lustre.

El disco se halla entero en YouTube, los que no queráis engordar la cuenta corriente del argentino (como he hecho yo) estáis invitados a por lo menos echarle un vistazo allí, que bien merece la pena. Un tema como “London Town” no dejará indiferente a nadie que a) se haya enamorado alguna vez, b) haya estado alguna vez en Londres (ambas cosas bien podrían ser equivalentes). La escucha atenta de “El mundo de hoy” o “Saliendo de tu prisión” podría emplearse como test de comprobación de si una persona tiene o no alma. Lo que Fito Páez nos propone en Confiá es un festival de los sentimientos, o mejor del amor, descompuesto en sus distintas fases y facetas.


Me fascina la capacidad de este artista para conectar con su fiel público, en España tiene pocos seguidores (entre ellos Quique González) pero somos integristas. Un tipo tan divo, que proyecta una imagen tan sobradita, tan esnob, tan poco llana… se desnuda aparentemente en sus canciones y nos abre la puerta de su tormentoso y rico mundo interior. Para que husmeemos, para que veamos, para que nos quedemos un ratito dentro. No le puedo pedir más a un cantante, señores, me reconozco en él como en un espejo, si no fuera por las toneladas de talento que él pasea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

por qué siempre me abres nuevas puertas? será la 1º vez, creo, que escuche algo de este hombre.mjesús

 
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