-“El universo (que otros llaman la Biblioteca)…”
(Jorge Luis Borges)
(Jorge Luis Borges)
Una de las primeras cosas que aprendemos cuando aprendemos inglés es que library no significa “librería” sino “biblioteca”. Esta es –también- una de las primeras cosas que olvidamos.
Por determinadas circunstancias que sería prolijo contar, regreso a las bibliotecas durante el fin de semana pasado. Yo, que en tiempos hice de ellas mi casa, que entre los 18 y los 28 años no podía estudiar si no era en uno de estos sitios, que pasé en ellas horas y horas y horas (y horas) con más de un lector y lectora de este blog, que sufrí la inmensa alegría y respeto de ser atendido por los siempre amables bibliotecarios, que llegué a guardar sitio a un colega poniendo un ladrillo, que fui mandado a callar por un chalado que se dedicaba a dibujar garabatos, que confeccioné un mapa de la biblio que ríase usted de Borges, Umberto Eco y Luis Manuel Ruiz juntos… volvemos a vernos, vieja amiga.
Lo primero que me llama la atención al entrar en la biblioteca de la universidad es que en realidad el viejo soy yo. A esta percepción ayuda el hecho de que durante la estancia me son detectadas dos canas, lo que –admitámoslo- no me hace ni puta gracia. ¿Y el resto de los estudiantes? Todos jovencísimos, pipiolos, nenes, vaya. ¿Y qué esperabas? Yo qué sé, señora: universitarios hechos y derechos, no niños.
Voy a la biblioteca de estudiante-consorte, con una amiga, y pasado el desconcierto inicial me sobrepongo y noto en seguida que todo está absolutamente igual que cuando yo acudía aquí en mi época. Esto es lo segundo que me llama la atención. Los mismos tipos, las mismas caretas, los mismos pases de modelo, los mismos juerguistas con la solapa hacia arriba disfrazados de estudiosillos, las mismas empollonas con tapones, los mismos caraduras que te guardan el sitio con un folio, las que comen chuches, el que se lee un cómic… es el eterno retorno, amigos.
Miento! Hay un dato estético que ha cambiado. Por mor del ruido ambiente, de siempre se han tapado los oídos los que estudiaban en biblioteca con tapones de toda índole, con auriculares musicales (“loritos”, que diría mi madre), lo que sea. Pero ahora veo con una mezcla de sorpresa y burla que se han puesto de moda unos absurdos auriculares gigantes en plan personal de pista de aeropuerto o artillero de los Cañones de Navarone. ¿Son acaso el último modelo de loritos Sennheiser? Ca, amigos! No tienen cable, no están conectados a nada, como no sea a las ganas de llamar la atención de quien los porta.
Pero ya lo dijo el buen Luis de Góngora, “ándeme yo caliente y ríase la gente”. Que cada cual se aísle como pueda. En cualquier caso, es indudable que el mejor modo de no tener que soportar el molesto ruido de la biblioteca (cuchicheos, pase de páginas, papeles de caramelos…) es ausentarse. Sea para fumar, para beber, ir al servicio, tomar café, darse el lote o todo a la vez, sin duda irse de la biblioteca –hacer “un descansito”- es lo mejor de una maratoniana sesión de estudio. Y yo podría contaros… he visto cosas… He tomado cafés de dos horas, he escuchado Radio 3, he hecho sudokus, pero también he tenido colegas que tenían programadas sus paradas de un modo estajanovista, y ¡ay del que osara contradecirlos!
Pero, ¿a quién intento engañar? El viernes y sábado pasados volví con gusto a la biblioteca, con una mueca de risa, y no descarto volver a volver, pero mucho me temo que claramente mi sitio ya no se encuentra allí. ¿Qué se fizieron los personajes que la poblaban en mi época? ¿Dónde estaba el “Manfred”? ¿Dónde el “atractivo” doble de Ray Davies? ¿Dónde esa presentadora televisiva que estudiaba derecho y me preguntaba a mí las dudas? ¿Dónde aquel doble de Steve McQueen con el que tuve alguna polémica? ¿Dónde el Loco de los Garabatos? ¿Dónde la Deportista? ¿Dónde la “Jí jí jí”? Seguramente que estén trabajando, con sus carreras y oposiciones terminadas.
Seguramente ya serán miembros productivos y respetables de la sociedad… igual que yo, ¿no?
Por determinadas circunstancias que sería prolijo contar, regreso a las bibliotecas durante el fin de semana pasado. Yo, que en tiempos hice de ellas mi casa, que entre los 18 y los 28 años no podía estudiar si no era en uno de estos sitios, que pasé en ellas horas y horas y horas (y horas) con más de un lector y lectora de este blog, que sufrí la inmensa alegría y respeto de ser atendido por los siempre amables bibliotecarios, que llegué a guardar sitio a un colega poniendo un ladrillo, que fui mandado a callar por un chalado que se dedicaba a dibujar garabatos, que confeccioné un mapa de la biblio que ríase usted de Borges, Umberto Eco y Luis Manuel Ruiz juntos… volvemos a vernos, vieja amiga.
Lo primero que me llama la atención al entrar en la biblioteca de la universidad es que en realidad el viejo soy yo. A esta percepción ayuda el hecho de que durante la estancia me son detectadas dos canas, lo que –admitámoslo- no me hace ni puta gracia. ¿Y el resto de los estudiantes? Todos jovencísimos, pipiolos, nenes, vaya. ¿Y qué esperabas? Yo qué sé, señora: universitarios hechos y derechos, no niños.
Voy a la biblioteca de estudiante-consorte, con una amiga, y pasado el desconcierto inicial me sobrepongo y noto en seguida que todo está absolutamente igual que cuando yo acudía aquí en mi época. Esto es lo segundo que me llama la atención. Los mismos tipos, las mismas caretas, los mismos pases de modelo, los mismos juerguistas con la solapa hacia arriba disfrazados de estudiosillos, las mismas empollonas con tapones, los mismos caraduras que te guardan el sitio con un folio, las que comen chuches, el que se lee un cómic… es el eterno retorno, amigos.
Miento! Hay un dato estético que ha cambiado. Por mor del ruido ambiente, de siempre se han tapado los oídos los que estudiaban en biblioteca con tapones de toda índole, con auriculares musicales (“loritos”, que diría mi madre), lo que sea. Pero ahora veo con una mezcla de sorpresa y burla que se han puesto de moda unos absurdos auriculares gigantes en plan personal de pista de aeropuerto o artillero de los Cañones de Navarone. ¿Son acaso el último modelo de loritos Sennheiser? Ca, amigos! No tienen cable, no están conectados a nada, como no sea a las ganas de llamar la atención de quien los porta.
Pero ya lo dijo el buen Luis de Góngora, “ándeme yo caliente y ríase la gente”. Que cada cual se aísle como pueda. En cualquier caso, es indudable que el mejor modo de no tener que soportar el molesto ruido de la biblioteca (cuchicheos, pase de páginas, papeles de caramelos…) es ausentarse. Sea para fumar, para beber, ir al servicio, tomar café, darse el lote o todo a la vez, sin duda irse de la biblioteca –hacer “un descansito”- es lo mejor de una maratoniana sesión de estudio. Y yo podría contaros… he visto cosas… He tomado cafés de dos horas, he escuchado Radio 3, he hecho sudokus, pero también he tenido colegas que tenían programadas sus paradas de un modo estajanovista, y ¡ay del que osara contradecirlos!
Pero, ¿a quién intento engañar? El viernes y sábado pasados volví con gusto a la biblioteca, con una mueca de risa, y no descarto volver a volver, pero mucho me temo que claramente mi sitio ya no se encuentra allí. ¿Qué se fizieron los personajes que la poblaban en mi época? ¿Dónde estaba el “Manfred”? ¿Dónde el “atractivo” doble de Ray Davies? ¿Dónde esa presentadora televisiva que estudiaba derecho y me preguntaba a mí las dudas? ¿Dónde aquel doble de Steve McQueen con el que tuve alguna polémica? ¿Dónde el Loco de los Garabatos? ¿Dónde la Deportista? ¿Dónde la “Jí jí jí”? Seguramente que estén trabajando, con sus carreras y oposiciones terminadas.
Seguramente ya serán miembros productivos y respetables de la sociedad… igual que yo, ¿no?
5 comentarios:
Señor miembro productivo y respetable de la sociedad, lo que me ha gustado esta nueva entrada....qué de recuerdos!!!!qué nostalgia!!!!lo que me gusta a mí una library.
Esos cascos ya los he visto yo por los madriles y me he preguntado lo mismito.
Sabes a que prototipo de usaria de biblio pertenezco yo, no???jijijiji.
el regreso a la biblio...todo un universo....por cierto, quiero ver ese plano, ehh!!!mjesús
pásate por la de historia y a lo mejor me ves ;)
aunque yo los cascos los llevo por la calle, en la biblioteca me son raros
Misteriosamente de mis días de biblioteca recuerdo el levantarme los domingos a las 7 de la mañana para ir a desayunar unas tostadas con jamón que quitaban el sentio.
Y no iba sola, eh!?
Días de vino y rosas... qué recuerdos!
untert
Yo añadiría una novedad más ... ahora hay más portátiles en las mesas! Por lo menos en mi escuela donde se han convertido en la pesada carga diaria que llevar a cuestas. Espero dentro de poco sentir esa extrañeza al visitar una biblioteca pero ... por qué las abandonamos al dejar las carreras? acaso no tienen más que ofrecernos? No creo, será que en vez de consultar,coger prestado, compramos directamente lo que parece interesarnos ... las bibliotecas en la práctica y en general, se reducen a ser salas de estudio con mucho libros para consultar. Casi nadie (salvo parados y jubilados) va a ellas a leer poco a poco un libro (suyo o de los fondos), a ver el periódico, coger una película ...
ohhhh, qué recuerdo!!!! la verdad que no hace tanto que la abandoné, pero al final se echa de menos. Todo el día allí metido (por lo menos eso cree tu madre), y te pasabas más horas haciendo descansos que estudiando, pero bueno, al final parece que ha dado sus frutos.
En cuanto a los auriculares, no tienen cable porque son una especie de mp3, que le metes la música y se guarda en él.
1 saludo a todosssssssssss
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