Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

sábado, 8 de marzo de 2008

Hablemos de Starbucks


Hablemos del Starbucks. La cadena estadounidense Starbucks de cafeterías se está convirtiendo en una franquicia tan imponente como pudo serlo McDonald’s o en España Telepizza. Siempre me refiero a mis impresiones, ya que no manejo datos. En mi ciudad los hay a pares, hemos pasado en cuatro años de no haber ninguno a tener creo que son seis, es de coña, hay una calle donde directamente tenemos dos. Recientemente he visitado varias ciudades de Portugal y lo que más me ha chocado ha sido la ausencia de estos locales. Ignoro si la cadena no tiene implantación en el país vecino (donde el café –bebida y establecimiento- es una auténtica religión, por algo tuvieron a Brasil de colonia) pero en cualquier caso si es que no los hay, los portugueses no saben la que se les viene encima.

En Estados Unidos los hay por todas partes, y también en Inglaterra, donde hay veces que te da la risa y vas por la calle contando cafeterías Starbucks. Y están siempre llenos, oiga. ¿Qué ofrecen? En mi ciudad siempre están llenos de gente y se ve que han tenido éxito para expandirse tanto. Hubo quien ejerció de Casandra y antes de que abriera el primero profetizó que la fórmula jamás tendría éxito, que aquí estábamos acostumbrados al cafelito y la media tostá, que nuestra cultura era otra… probablemente fuera el mismo abuelo que esta tarde estaba a mi lado en una mesa de un Starbucks comentando con toda familiaridad ¡Qué rico está este muffin! ¿Tiene arándanos?

¿Qué ofrecen? Café desvirtuado y a muy alto precio, pero entonces no tiene sentido tanto éxito. Como franquicia, la compañía ejerce una poderosa influencia en el cliente, machacándole su imagen corporativa y tratando de hacerla atractiva. Esto se consigue a base de un personal de exquisita educación y simpatía, versado en idiomas (para ese público guiri) y solícito en los detalles. Esto en sí mismo ya es un mirlo blanco en la hostelería de mi ciudad (sospecho que en toda España), donde los camareros mientras más profesionales más déspotas, bordes, estúpidos, vagos y prepotentes son. También se esmeran en crear un espacio agradable, un oasis de paz y tranquilidad en el ajetreo diario. Te ponen tu musiquita, casi siempre jazz o recopilaciones de altísima calidad (Frank Sinatra, canciones italianas, Bob Dylan, los Beach Boys, Ray Charles…), disponen de cómodos butacones donde te puedes quedar cuanto te apetezca.

Me da que ahí radica la clave del éxito (al menos en mi caso). Verdad que el café no es de primera (más bien son bebidas divertidas más o menos basadas en el café: frapuccino, moccaccino, caramel macchiato…, zumos e infusiones exóticas), pero los tamaños son imponentes. Al estar tan poco cargadas y ser más como batidos con nata, siropes, etc… las bebidas del Starbucks vienen en tamaños más propios de refrescos de hamburguesería que de tazas de café. Esto hace también que los precios sean elevadísimos (hoy me han preguntado ¿A dónde vas?, y yo he dicho Al Starbucks, y he tenido que escuchar ¿Tú sabes que allí el café cuesta 3 euros?), de 2,70 no baja el cafelito más simple, y si nos ponemos en una de esas fantasías de medio litro con hielo picado, nata, chocolate y sirope la broma se pone ya en cerca de cinco euros.

La comida está muy rica, y es verdad que está estereotipada, pero todo lo familiar que resulta para los anglosajones lo resulta exótico para nosotros. Hay muffins (magdalenas, gracias), cookies (¿lo dejamos en galletas?), cheesecake, carrot cake, cinnamon rolls, brownies… todo riquísimo y también carísimo. Vamos, que un homenaje de merienda en un Starbucks de ocho euros no baja, y a fin de cuentas te estás tomando un café con leche y una magdalena. Eso sí, bastante grandes, y ¡qué bien presentados, señora! Te puedes ir luego a tu mesita y ponerte a leer o a escribir que es lo que yo hago, y pasarte toda la tarde allí con tu consumición. Y si vas con amigos y hay tertulias, ya es el acabóse.


El Starbucks es entonces el lugar ideal para conversar cómodo (hay quien se espatarra o se quita los zapatos), con música agradable que además ellos te venden, y ese es para mí como dije antes el secreto de su éxito. En USA tenía amigas que hicieron de su cotilleo reposado en el Starbucks un ritual los domingos, y alguna vez tuve el privilegio de ser invitado. Para los guiris de mi ciudad (estudiantes yanquis y Erasmus o turistas) supone un genial refugio pecatorum que además les recuerda a su país de origen sin la cutrería del McDonald’s. Yo me he pasado en uno hoy más de tres horas, y al marcharme me he encontrado con una amiga norteamericana que también llevaba allí un buen rato leyendo sola. A mi lado había todo el tiempo animadas tertulias de adolescentes y universitarios más o menos pijos (el bolsillo pesa, amigos) y una reunión de jubiletas que admirados por aquello comentaban la similitud de pasarse toda la tarde en un Starbucks y las viejas tertulias de café estilo La colmena (1946). Solo que antes te la pasabas con un vaso de agua y un soneto y ahora es con un frapuccino caramel venti y un portátil conectado wifimente a Internet.

Conocimos la marca Starbucks en la saga de Austin Powers, en cuyas pelis la guarida del Dr. Maligno se encontraba en la sede central de la empresa de cafeterías, sita en Seattle, Washington, USA. Puede que se perciba a ciertas franquicias como heraldos de un supuesto Imperio del Mal globalizador (South Park también los ha criticado), hay gente que rechaza estas cadenas tan homogéneas por principio. Y, ojo, no es mi intención hacerles publicidad, yo solo digo que está claro que para tomarte un café bebido que te despierte no sirven, ahora… para relajarte un buen rato enfrascado en una buena novela sorbiendo algo dulce y calentito… (¡qué gay me ha quedado esta última frase, no?).

7 comentarios:

Karmen dijo...

Siempre me ha gustado el Starbucks, la verdad. ;-) Dos son las escenas que más me han impactado (con esta cadena de cafeterías como protagonista): una es de ficción; la otra, real.

La de ficción aparece en la película Shrek 2. En un momento dado, algunos súbditos de Far Far Away salen corriendo de un Farbucks Coffee (a punto de ser destruido) para... entrar en otro Farbucks situado justo enfrente (y aún intacto).

La escena real la viví en Canterbury. Justo a la derecha de la entrada a la mítica Catedral de Canterbury hay un Starbucks encastrado. Creo que es el setting más basto que he visto nunca. ;-)

Aun así, repito: me gusta el Starbucks.

Seño Ana dijo...

No conozco los Starbucks. Nunca me he fijado en uno. Pero he de reconocer que según la descripción que de ellos hace Porerror parece un sitio perfecto para una de las cosas que más me gustan del mundo: pasar la tarde charlando con la excusa perfecta de un café por delante.

¿Hay mejor forma de "arreglar el mundo" entre amigos? ¿Cómo contar la primera/última vez de lo que sea a las amigas si no es así? ¿No es la mejor forma de escuchar a alguien? ¿Existe otra forma de confesar los miedos y errores? ¿Las buenas noticias no saben mejor de esta forma?...

P.D.: Nespresso what else? ;)

Anónimo dijo...

Estimado porerror has tratado un tema del que se ha escrito recientemente un libro con un vaso del starbucks como portada.

Es un libro de "divulgación económica" (eso daría para otro post en si mismo). En este libro el autor intenta explicar porq alguien no anda 50 metros más y así pagar 1$ menos por el café o, aún más, porqué anda 50 metros más para pagarlo. Es la fuerza de la publicidad, la imagen....blablabla.

Pero estoy de acuerdo contigo en que es un fenómeno curioso. Y eso lo dice alguien que han compartido contigo frapuccinos en plenos mes de diciembre, y los ha disfritado como el que más.

P.D. El libro del que hablo está disponible en el VIPS de tu barrio. Ya sabes, ese que está al lado del Starbucks :)

Fran G. Matute dijo...

Yo soy fan del Frapuccino de café con caramelo. Es muy bueno para las tardes calurosas de verano, pero poco recomendable para el bolsillo.

"Fueraparte", siempre he soñado con que los de Starbucks comprasen los derechos de la canción "Starstruck" de The Kinks para utilizarlo en sus anuncios televisivos o radiofónicos...

Hazte una idea!:

"Baby, you dont know what youre saying,
Because youre a victim of bright city lights,
And your mind is not right.
You think the worlds at your feet.

Cause you're Starbucks, baby, Starbucks.
Taken in by the lights,
Think you'll never look back,
You know youre Starbucks on me..."

Anónimo dijo...

Suelo ir mucho al Starbucks, o al menos, cuando mi economía me lo permite.
Y voy porque me gusta pasar un rato agradable repantingada en uno de esos sillones, charlando con alguien, con el portatil o leyendo un libro. Cierto es que pago 4€ como minimo, pero oye, es que yo los disfruto. Además los muffins están riquisimos, aunque sean unas simples magdalenas (que no los son!)
;D

silvia dijo...

Señoría, protesto!!

Desde cuándo el tamaño importa!!?? (en lo que al café se refiere!...)

Donde esté un café con leche o un cortao de toda la vida, que se quite el pseudo café frío del Starbucks!!

Eso sí, hay que reconocer que los muffins son muy ricos y los sofás muy cómodos
:)

Porerror dijo...

Pues ahí está el tema, Silvia. Bienvenida sea tu voz discordante, pero estarás con nosotros en que el rato se pasa agradable dentro de un Starbucks. Hasta los muy cafeteros admiten que las bebidas o lo que sea (no "café") del Starbucks están muy ricas.
Y para decubrir eso tampoco hace falta escribir El economista camuflado... por cierto, Rocío, gracias por ponerme sobre la pista.

 
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