Veo un anuncio de energía nuclear en la BBC en el que da su opinión alguien del BSCH (segunda mayor empresa del mundo, según la revista Forbes, y ellos entienden de gente rica, no?) acerca de lo buena, limpia, sana y conveniente que es esa energía. Si este banco asocia su nombre al de las nucleares es que tiene una importante pastoriza interesada en el sector, reflexiono. Así es la energía, amigos, lo que nos permite funcionar, y de cómo la obtengamos dependen mucho el presente (geopolíticamente) y el futuro de nuestro planeta (ecologísticamente). “Nuestro planeta” es una de esas expresiones de ecologistas que servidor –la persona menos ecologista de nuestro planeta- jamás utiliza.
En este panorama, que nos puede poner los pelos de punta con que pasó en las centrales nucleares japonesas, la escalada de precios del petróleo y la crisis de viabilidad de las renovables, conviene leer la última novela de Ian McEwan, titulada Solar (2010). La historia es simple: Michael Beard, físico inglés que en su juventud obtuvo el Nobel de Física por la “Combinación Beard-Einstein” (en la que se supone que desarrolla el Efecto Fotoeléctrico del alemán), es ahora un despreciable señor de más que mediana edad, mentiroso, sin escrúpulos ni empatía, obeso, antipático y mujeriego, que pese a no haber tenido una idea original en más de 30 años continúa viviendo de las rentas del prestigio de su Premio Nobel y prestando su nombre para los más variados cargos, puestos, organismos, prebendas, instituciones y sinecuras. Así y todo, el personaje muta (merced a los avatares de la vida y a su propia sinvergonzonería) de parásito en apóstol de la energía solar.
El protagonista se ve vagamente atormentado por la inutilidad y el fraude en que se ha convertido su vida, tras dejar de ser un científico relevante y tras fracasar en cinco matrimonios, pero es una persona que sabe muy bien cómo aparcar los escrúpulos y seguir adelante pisando cuellos, caiga quien caiga. Prueba de ello son las dos enormes sinvergonzonerías que comete y que no voy a decir para no destripar la novela, pero digamos que no tiene empacho en aprovecharse de los demás o en causarles mucho sufrimiento injustamente. Y esta joya de personaje, Porerror? Cómo pudiste aguantar un libro de 390 con un prota así? La respuesta, señora, es fácil: porque lo escribe Ian McEwan.
Ya sabéis cómo me encantó Expiación (2001), también disfruté mucho los relatos de Primer amor, últimos ritos (1975). En palabras del buen Stuart (comentario a la reseña que de Solar hizo Rafael Suárez Plácido en Estado Crítico), “en un párrafo de Amis, Barnes o McEwan hay más literatura e ingenio que en las obras completas de estos, ejem, nuevos escritores publicitados ad nauseam.” Pese a lo facilón del argumento, estoy de acuerdo. Y es que la lectura de Solar resulta un disfrute continuo porque McEwan sabe escribir: sabe caracterizar personajes mediante sus acciones, sabe adjetivar, sabe adverbiar, tiene estupendos diálogos, y os aseguro que en inglés sus elecciones léxicas resultan encantadoras. Pocos son capaces de describir cómo alguien se come un paquete de papas fritas sabor sal y vinagre como si estuvieran hablando de la Capilla Sixtina.
Dicho esto, también hay que advertir que no todo el monte es orégano. Que Solar no es –ni de lejos- una obra maestra redonda. Que tiene algunos altibajos, no acabo de ver su estructura en tres partes que distan unos cinco años en el tiempo, y algunos de los personajes (Darlene, Braby, el abogado Barnard) me parecen trazados a brochazo limpio. Michael Beard lo es casi todo en la novela, y él si está perfectamente caracterizado, me parece. La trama es guay, aunque tenga un par de detallitos predecibles, pero la conclusión de la historia tampoco me ha satisfecho, me parece que aquí McEwan ha optado por el camino fácil. Por qué recomiendo la novela a pesar de todo? Principalmente por el lenguaje –como ya he dicho- y por el sentido del humor. El tono es cómico, y aunque no se trata de un libro de despolle sí que está presente el humor como elemento vertebrador fundamental. Recordemos que Solar viene de ganar el Premio Bollinger Wodehouse de novela cómica (consistente en una botella de champán y que bauticen a una cerda con el nombre del autor).
Pero como me dijo el buen Peter, un irlandés muy leído, la novela es cómica, sí, pero diríase que la comicidad está forzada. Que todo está puesto a conciencia ahí para hacer gracia. La verdad es que Ian McEwan no es P.G. Wodehouse, a qué negarlo. Luego está el asunto del asunto. Como empecé diciendo, el cambio climático, el efecto invernadero, el calentamiento global, etc. y las energías renovables son ahora mismito un hot topic, y más desde que la crisis ha puesto en tela de juicio la viabilidad económica de estas últimas. Como dice el narrador de Solar, los mercados no te dan puntos por ser virtuoso, y las fortunas se invertirán en energías limpias en la medida en la que estas sean rentables, no porque vayamos así a salvar nuestro planeta.
En este panorama, que nos puede poner los pelos de punta con que pasó en las centrales nucleares japonesas, la escalada de precios del petróleo y la crisis de viabilidad de las renovables, conviene leer la última novela de Ian McEwan, titulada Solar (2010). La historia es simple: Michael Beard, físico inglés que en su juventud obtuvo el Nobel de Física por la “Combinación Beard-Einstein” (en la que se supone que desarrolla el Efecto Fotoeléctrico del alemán), es ahora un despreciable señor de más que mediana edad, mentiroso, sin escrúpulos ni empatía, obeso, antipático y mujeriego, que pese a no haber tenido una idea original en más de 30 años continúa viviendo de las rentas del prestigio de su Premio Nobel y prestando su nombre para los más variados cargos, puestos, organismos, prebendas, instituciones y sinecuras. Así y todo, el personaje muta (merced a los avatares de la vida y a su propia sinvergonzonería) de parásito en apóstol de la energía solar.
El protagonista se ve vagamente atormentado por la inutilidad y el fraude en que se ha convertido su vida, tras dejar de ser un científico relevante y tras fracasar en cinco matrimonios, pero es una persona que sabe muy bien cómo aparcar los escrúpulos y seguir adelante pisando cuellos, caiga quien caiga. Prueba de ello son las dos enormes sinvergonzonerías que comete y que no voy a decir para no destripar la novela, pero digamos que no tiene empacho en aprovecharse de los demás o en causarles mucho sufrimiento injustamente. Y esta joya de personaje, Porerror? Cómo pudiste aguantar un libro de 390 con un prota así? La respuesta, señora, es fácil: porque lo escribe Ian McEwan.
Ya sabéis cómo me encantó Expiación (2001), también disfruté mucho los relatos de Primer amor, últimos ritos (1975). En palabras del buen Stuart (comentario a la reseña que de Solar hizo Rafael Suárez Plácido en Estado Crítico), “en un párrafo de Amis, Barnes o McEwan hay más literatura e ingenio que en las obras completas de estos, ejem, nuevos escritores publicitados ad nauseam.” Pese a lo facilón del argumento, estoy de acuerdo. Y es que la lectura de Solar resulta un disfrute continuo porque McEwan sabe escribir: sabe caracterizar personajes mediante sus acciones, sabe adjetivar, sabe adverbiar, tiene estupendos diálogos, y os aseguro que en inglés sus elecciones léxicas resultan encantadoras. Pocos son capaces de describir cómo alguien se come un paquete de papas fritas sabor sal y vinagre como si estuvieran hablando de la Capilla Sixtina.
Dicho esto, también hay que advertir que no todo el monte es orégano. Que Solar no es –ni de lejos- una obra maestra redonda. Que tiene algunos altibajos, no acabo de ver su estructura en tres partes que distan unos cinco años en el tiempo, y algunos de los personajes (Darlene, Braby, el abogado Barnard) me parecen trazados a brochazo limpio. Michael Beard lo es casi todo en la novela, y él si está perfectamente caracterizado, me parece. La trama es guay, aunque tenga un par de detallitos predecibles, pero la conclusión de la historia tampoco me ha satisfecho, me parece que aquí McEwan ha optado por el camino fácil. Por qué recomiendo la novela a pesar de todo? Principalmente por el lenguaje –como ya he dicho- y por el sentido del humor. El tono es cómico, y aunque no se trata de un libro de despolle sí que está presente el humor como elemento vertebrador fundamental. Recordemos que Solar viene de ganar el Premio Bollinger Wodehouse de novela cómica (consistente en una botella de champán y que bauticen a una cerda con el nombre del autor).
Pero como me dijo el buen Peter, un irlandés muy leído, la novela es cómica, sí, pero diríase que la comicidad está forzada. Que todo está puesto a conciencia ahí para hacer gracia. La verdad es que Ian McEwan no es P.G. Wodehouse, a qué negarlo. Luego está el asunto del asunto. Como empecé diciendo, el cambio climático, el efecto invernadero, el calentamiento global, etc. y las energías renovables son ahora mismito un hot topic, y más desde que la crisis ha puesto en tela de juicio la viabilidad económica de estas últimas. Como dice el narrador de Solar, los mercados no te dan puntos por ser virtuoso, y las fortunas se invertirán en energías limpias en la medida en la que estas sean rentables, no porque vayamos así a salvar nuestro planeta.
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