Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Rafael Azcona, in memoriam


Como reza el tópico periodístico, “la actualidad manda”, y el post de hoy no podía sino estar dedicado al recuerdo de una de las mayores figuras de la cultura española del siglo XX. Me refiero al escritor Rafael Azcona, guionista de cine y autor de prosa que pasará a la historia por haber retratado mejor que nadie una cierta época de España y por haberlo hecho de una cierta manera, que da la casualidad que es la que más me mola.

Hoy me he desayunado con una esquela en el periódico pagada por la SGAE que rezaba así: RAFAEL AZCONA. AUTOR. Desde que tengo uso de razón llevo escuchando en mi casa el nombre de Azcona siempre acompañado de un tono de reverencia. A diferencia de lo que me ocurrió con El principito, esto no me causó rechazo. En el caso de Azcona, hay un detalle que lo hizo eternamente querido en mi corazón: tenía sentido del humor. Aquí no voy a glosar su vida ni su obra (para eso están los obituarios y Wikipedia) pero sí trataré de explicar qué impacto me han producido sus guiones.

Cuando hablé la primera vez sobre David Trueba le atribuí erróneamente la autoría única del guión de La niña de tus ojos (1998), que en realidad está hecho junto a Azcona. Lo que sí dije es que Don Rafael me parecía un gran writer español, y que el Trueba shico lo admiraba y seguía modestamente, hasta realizó un documental sobre él para Canal Plus que no he tenido la suerte de ver. La memoria de Rafael Azcona quedará indisolublemente ligada a la del Trueba grande, Fernando, (incluida la oscarizada Belle Époque de 1992), pero si hay un nombre al que el de Azcona se asociará eternamente con letras de oro -y perdón por la cursilada- es el de Luis García Berlanga. Azcona llamó a Berlanga “mi hermano” al recoger el premio Goya (honorífico) en 1998, uno de los seis que consiguió en su carrera.

Berlanga en mi casa es Dios, directamente. Ni Billy Wilder, ni John Ford ni gaitas. Ya recordaréis que en mi lista de favoritas de Estatuas hay dos pelis suyas, por cierto ninguna con guión del fallecido riojano que hoy nos ocupa. Pero Azcona sí hizo para el valenciano, entre otros, los guiones de Plácido (1961) y El verdugo (1963), y con eso ya se podía haber retirado per secula seculorum. Por si fuera poco, luego parió la trilogía de La escopeta nacional (1978-82) y La vaquilla (1985), tomándole una vez más el pulso a una época de España y dejándola retratada de modo tan certero como en su día hicieran Valle-Inclán o Goya.


Hoy me decía un cinéfilo compañero de trabajo que Azcona representaba el 60% del cine español (por decir algo), y también he leído en ABC el comentario de que el guionista se había hecho imprescindible desde el trabajo y la modestia, nunca desde la vanidad o la impertinencia. Qué gran ejemplo para la España de ahora, y qué lejos queda. ¿Habéis visto la noticia de su fallecimiento en el telediario de Antena 3? Yo tampoco, porque no la han echado. Sí sé, en cambio, lo que opina el señor Lopera (presidente del Real Betis) acerca del botellazo o monedazo que lamentablemente sufrió el otro día uno de esos futbolistas. Pues eso.

Aparte de las mencionadas, dos de las pelis de Azcona que más me impactaron fueron ¡Ay, Carmela! (1990) y La lengua de las mariposas (1999). Ambas basadas en sendas obras literarias (él, que era de por sí literato, solo tardíamente reconocido), ambas ambientadas en la Guerra Civil española. Confieso sin rubor que con estas dos películas me harté de llorar en Estados Unidos, no os lo digo por exhibicionismo, es para que veáis hasta qué punto me llega la obra de este hombre. Me iba a un aula vacía de la universidad donde estaba (todas con pantalla y proyector), sacaba una españolada de la biblioteca y me la zampaba yo solo. Vi pelis de Summers, de Medem, de Fernando Trueba… y estas dos que he dicho. No sé si sería la nostalgia o qué, pero recuerdo ambos visionados con enorme emoción. Y paro ya que parezco Unamuno, ¡cojones!

Otros hitos ineludibles a la hora de hablar de Rafael Azcona son para mí El pisito (1959) –adaptación de la novela homónima del propio Azcona- y El cochecito (1960). Las dos pelis fueron dirigidas por el italiano Marco Ferreri, que vio un filón en España y se vino a hacer cine con los Azcona, López Vázquez, Pepe Isbert y demás. Si no las conocéis, os animo a que las busquéis y veáis, y luego hablamos de neorrealismo. Y lo basto es que son graciosas, con ese humor negro preñadito de mala leche que era la marca de la casa en Don Rafael.



No quiero dejar de mencionar dos películas que no se encuentran entre las más famosas del guionista pero que a mí me molaron especialmente. Una es La corte de Faraón (1985), sobre una troupe de cómicos que interpretaban la picantota zarzuela del mismo título y sobre todo Soldadito español (1988). Esta era la historia de un chaval normal que no quería hacer la mili, con la mala suerte de que su padre y toda su familia eran militares. Reíros cuanto queráis, pero hubo una época en que la mayoría de los chavales españoles crecíamos angustiados con el tema del servicio militar, y esta película se convirtió en cierto modo en mi Biblia secreta.

Por último, es justo decir que este año veremos en el cine la obra póstuma de Rafael Azcona: el guión de Los girasoles ciegos, adaptación también de una novela homónima de Alberto Méndez (1994), que ha sido un fenómeno literario. Que levante la mano a quien yo no le haya recomendado/prestado/regalado este libro en los últimos nueve meses. La historia se desarrolla en la Guerra Civil, territorio en el que Azcona era especialista, pero me da un poco de miedo porque el libro es muy poético y muy mesurado, y temo que el director José Luis Cuerda (insigne miembro de la plataforma PAZ) lo haya trocado en un panfleto progre y anticatólico.

En fin, esperemos que prevalezca el espíritu de Azcona, ese que supo radiografiar la realidad social, política y cultural de un país desgarrado y plagado de contradicciones que para bien o para mal es el nuestro. Descanse en paz, y perdón por un post tan largo pero es que lo de Rafael Azcona es superior a mí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias porerror...como siempre (...aunque sobre las hermanas Olsen tengo mis objeciones jeje).

Ayer estaba viendo el reportaje de Buenavista Club Social (obra maestra) y viendo al gran pianista Rubén González, pensé que ojalá hubiera sido posible que de alguna manera, toda esa genialidad hubiese quedado viva en algo o alguien, en forma de "herencia" o algo así al fallecer Rubén en 2003...(me había bebido dos cervezas belgas, entendedme!).

Pero Ry Cooder le rinde homenaje con esta gran cinta.

Ojalá José Luis Cuerda consiga hacer lo propio en Los Girasoles Ciegos para Azcona.

Silvia

Fran G. Matute dijo...

Si no he hecho comentario alguno en mi blog acerca del maestro es porque estaba seguro que tú te encargarías de recordarlo como dios manda.

Me gustaría apuntar que, aunque la filmografía española se encuentre absolutamente denostada a nivel internacional, el trabajo de Azcona rivaliza con otros prestigiosos guionistas como Zabattini o el propio Wilder que tú citas.

Pero claro, películas como "Plácido" o "El Verdugo" nunca serán valoradas como merecen fuera de nuestras fronteras.

Anónimo dijo...

Decía Azcona que cuando alguien lo llamaba para trabajar lo primero que le decía era que él no era una persona elegante, ni fina, sino que era más bien de trazo grueso, de brocha gorda. Algo parecido a lo que Federico (Luppi, no el otro) decía sobre su afición a la gastronomía: " a mí me gusta más la cantidad que la calidad". En esto, aunque sea o pueda parecer una boutade, está lo que yo considero arte, o por lo menos gran parte de lo mejor del cine español. No existe herencia. Pueden comerse las pollas los hermanos de Trueba (perdóneme, anfitrión), pero no existe (dos o tres excepciones) nada comparable en nuestro cine actual. Me entero en las necrológicas de que fue a Azcona a quien se le ocurrió la escena de Fernán Gómez, en el carro, en Belle Êpoque, de recitar un fragmento de La Montaña Mágica. Cuando vi la peli, a parte de enamorarme para siempre de Penélope, me leí la novela. "Oh, encantadora belleza orgánica, que no se compone ni de pintura al óleo ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril de la vida y de la podredumbre..." Seguiremos hablando del maestro. Anticlerical, decía que a su muerte prefería que lo despeñasen y que se lo comieran los cerdos. Tampoco es eso. Que descanse en paz. Migue.

Porerror dijo...

Querido Migue: te perdono la mención despectiva a los Trueba porque tu comentario me ha gustado mucho. Realmente me ha llegado. Sin caer en la cursilería quiero decir que cosas así son las que me animaron a empezar un blog en primer lugar.

Cuando hablo en persona con muchos lectores todos me decís lo mismo: "Yo comentaría esto (superanécdota), pero es una tontería". NO es una tontería, pocas cosas de lo que dice la gente que de verdad siente y piensa (por este orden) son tonterías.

 
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