Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 16 de marzo de 2009

In-movilidad


“En su evolución, el hombre ha creado la ciudad y el barullo del tráfico, pero dadme la más mínima oportunidad y ya me estoy quitando la ropa y volviendo a la selva”.
-The Kinks



In-móvil, des-móvil, a-móvil, hipo-móvil... ¿anti-móvil? Os propongo una adivinanza combinada con el análisis cultural de un spot publicitario. No sé si habréis visto un perverso anuncio de Vodafone en el que aparecen una serie de personas adorando sus teléfonos móviles como los monos de Kubrick adoraban el Mono-lito de 2001: Una odisea en el espacio (1968). En un momento dado, todos los del anuncio entran en una especie de éxtasis u orgasmo al brillarles la palma de la mano donde tenían el móvil: acaba de llegarles un mensaje.

Y el eslogan (me niego a buscarlo) dice entonces algo así: “Un sms te puede cambiar la vida... ¿te imaginas 6.000?” Todo para venderte otra de sus sempiternas promociones de “paga trillones ahora a cambio de enviar X mensajes (bueno, parece que 6.000) hasta junio”. ¿Te imaginas lo que pueden conseguir 6.000 mensajes? Wooooooooowwww!!! Ahora yo os propongo otra adivinanza.

Interior, día, un cuarto de baño de clase media. Un joven somnoliento se rasca el culo, levanta la tapa de su teléfono móvil, levanta la tapa del váter, con la otra mano introduce el PIN, se le escurre el aparato, este se cae al agua y... GOOOOOOOOL de Señor!!! La inmersión dura apenas un segundo, menos: décimas. Lo suficiente para sacar el móvil completamente empapado y tenerlo que secar con cuidadito, desmontándolo todo lo que un usuario puede desmontar un bicho de estos. Y todavía hay que dar gracias porque el agua estaba limpia, digamos... sin usar. ¿Te imaginas que se te cae el móvil al váter y te quedas sin móvil?


Envía “PUPITA” al 5555 si quieres recibir el tono de moda. Tras el correspondiente secado recompongo el armatoste y parece que funciona. Bien... Por haceros el cuento corto, a lo largo de la mañana descubro que en realidad es que no, que no funciona. Mi móvil vibra a troche y moche, el muy canalla me dice “Introduzca tarjeta SIM cuando la tiene dentro, y otras lindezas que me hacen darme cuenta: ESTOY SIN MÓVIL. La gran cosa, ¿eh?

Lo primero que me comenta mi novia: “Te habrá entrado un agobio... ¿no?” Hago un poquito de introspección y la verdad es que no, qué queréis que os diga. La verdad es que me la suda bastante. Pasado el fastidio inicial lo que más me aturde es haber perdido las cositas que tenía en la memoria. Ese corte del Fibergran del Pumares, esas sintonías de Star Wars, ese Himno Nacional, ese audio del Celebrity de Manu Chao, esas fotos de mis seres queridos y del concierto de Quique González. Y los mensajes. Montones de eseemeeses que yo guardaba, de los últimos años, algunos muy bonitos y especiales porque eran de este mes pasado. “Los mensajes se borran” -me dice mi madre para consolarme. Estos que yo guardaba no, Mamá.

Sé que no es el fin del mundo, y para colmo los números de la agenda se van a poder recuperar (estaban en la tarjeta SIM), pero no mola. Sin embargo, el hecho de andar por ahí sin móvil... ¿puedo decir que sí mola? ¡Qué narices! ¿Y cómo viviríamos antes sin teléfonos? Pues bien, vivíamos bien, señora. Entendedme, no soy el típico ser antiglobalización que reniega ahora de las tecnologías, pero sí que sufro un poquito de eso que los ingleses llaman la “correa electrónica”, que nos mantiene conectados por móvil, email, etc, 24 horas al día.


Voy por la calle tan tranquilo... ¡ay, a ver si me llaman! Que no, que voy sin móvil.... pues ¡hala, para adelante! Siento vibrar la acera bajo mis pies: ¡un mensaje! Ah, no, que es que hay una máquina taladrando el pavimento... y así sucesivamente. Y qué queréis que os diga, podría acostumbrarme. Desde aquí propongo a Samanta Villar que se atreva a pasarse 21 días sin móvil, como yo me he pasado 21 horas, le auguro que saldrá purificada. Empiezo a considerar esta remojada de mi ex-móvil como una especie de Bautismo de In-movilidad. Y no os lo voy a negar, el viernes mismo ya me estoy comprando otro teléfono... pero vamos, más que nada por no daros un disgusto.

7 comentarios:

orphangirl dijo...

Bueno, esto del no-móvil se le ha pasado a más de uno por la cabeza. El otro día mismo me lo dejé en casa y estuve toda la jornada sin él, despreocupada, centrada en lo que estaba haciendo en esos momentos y no pendiente del aparatito. Pero claro, tenerlo también es ventajoso para otras cosas. Hay que poner en un término medio, pero claro, cada uno considerará dónde establece el suyo. El problema de todo esto lo veo en que nos hemos acostumbrado a poder saber dónde está la gente en cualquier momento. Y cuando no se nos coge el teléfono, podemos hasta preocuparnos y mucho, por la otra persona.

GRILLO SOLITARIO dijo...

QUÉ TE VOY A DECIR. YO SIEMPRE HE SIDO ENEMIGO DE ESOS BICHOS. DE HECHO ME SIENTA FATAL CUANDO VOY CON UN AMIGO, LO LLAMAN Y RESPONDE, POR PONER UN EJEMPLO. YO LO EMPÈCÉ A LLEVAR CUANDO NO ME QUEDÓ MÁS REMEDIO: DESPUÉS DE MANDAR MI PRIMER CURRÍCULUM (NO ME VOY A QUEDAR EN CASA LAS 24 HORAS ESPERANDO A QUE LLAMEN).

POR RAZONES PERSONALES Y PROFESIONALES, LO TENGO QUE LLEVAR. PERO SI VOY CON GENTE SÓLO RESPONDO SI ES NECESARIO, Y SI PUEDO LES DIGO "LUEGO TE LLAMO" Y CUELGO. POR MÍ BIEN QUE SE QUEDARÍA EN CASA.

Anónimo dijo...

que si, que si...que ahora todo el mundo preferiría ir sin el movil...Almu.

Susu dijo...

Pues a mí mi des-movilización (falta de consideración hacia el móvil) me provoca sufrir numerosas broncas, que empiezan con esa frase de "no sé para qué quieres el móvil", a la que no puedo evitar responder "yo tampoco sé para qué lo quiero". Y ahí empieza el jaleo, y yo siempre acabo diciendo aquello de "¿y qué hacíamos cuándo no había móviles?".

Y como no me meto en tu blog todos los días, (muy mal hecho por mi parte, lo sé), me acabo de enterar de que te gusta Sharon Jones y de que cualquier día vas a escribir un post sobre "The night they drove old Dixie down". Espero ansioso ese día porque desde hace un tiempo ésa se ha convertido en mi canción-obsesión, vive pegada a mi guitarra y me trae buenos recuerdos de la persona que la cantaba conmigo.

Nando dijo...

¡MASTERPIECE!
Ahorita mismo tiro el mío al WC.
¡LIBERTAD CREATIVAAA!

Anónimo dijo...

¿No me digas que tenías el corte de Pumares con lo del Fibergran? eso tienes que pasarmelo porerror. Eso fue antológico!!

En cuanto a lo del móvil que quieres que te diga. Es lo que me da de comer y os podría contar mil y una anécdota. Ya sabes, trabajo para Vodafone.

Hace unas semanas un señor me hacía culpable de acabar con la carrera profesional de una joven cantante "de la zona" que participa en "Se llama copla", ya que este buen hombre no podía enviar SMSs para votar por la susodicha. Manda güevos...no?

saludos

Unknown dijo...

antes tenía la costumbre de pasarme unos 10 días al mes con el móvil apagado o abandonado en algún rincón hasta que la baterái muriese. era feliz.

ahora no. cosas como una novia en la distancia y similares... qué le vamos a hacer?

pero eso sí, el amor es recíproco. si yo no quiero a mi móvil, pues él no me quiere. así que el que tengo ahora mantiene una huelga de 4, 5 y 6 desde hace ya casi 3 meses. y me he acostumbrado a no enviar mensajes (intentad escribid uno sin esas 3 teclas, al principio es un reto, luego usas extrañas conjunciones de símbolos que parecen letras, al final pasas). además, como no puedo marcar ningún móvil y ningún fijo de andalucía (todos llevan el 5 como segundo número), pues menos llamadas que hago.

lo mejor: cuando tengo una necesidad (me refiero a las auténticas necesidades, no a lo que ahora se consideran necesidades), me dirijo a una cabina y llamo si no tengo el número en la agenda. la primera vez me sentí raro.

como además la abtería hace un huelga a la francesa (respetando los serviciso mínimos), pues me dura poco y hay muchas llamadas que mueren nada más entrar y muchas veces que la llamada que hago provoca la muerte por inanición del móvil al segundo ring. así que hablo menos.

creedme: se puede ser feliz. y, desde luego, se vive más tranquilo. creo que todos deberíamos liberarnos unos días al mes de nuestras correas electrónicas.

 
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