¿Habéis estado alguna vez en el campo, queridos lectores? Sí, ya sé lo que me vais a decir: que es un entorno absolutamente agobiante, sofocante, por usar un anglicismo. Que tanto verde y tanto árbol –tanta planta- por fuerza acaban por volverlo a uno loco, y no hablemos de los animales. La Hora Chanante nos enseñó que no hay que pegarles, pero ¿a quién le faltan ganas? Cuando me siento asfixiado por el entorno rural, absolutamente irrespirable y fatal para los nervios de cualquier persona, necesito evadirme, escaparme a la ciudad. Allí logro conectar con mis raíces auténticas, relajarme, llenarme de nuevo de vida, volver a ser yo.
“Una poquita de paso de cebra…!” –como suelo comentarles a mis conciudadanos cosiqueses que tienen la paciencia de escuchar. Y alguno hay hasta que me mira raro, ¿podéis creerlo? Hasta ahora, alejado del mundanal ruïdo, mi única esperanza era venir a Miciudad los fines de semana, por no hablar del vuelo directo Cosica-Londres, del que he hecho uso dos veces desde octubre pasado, y algún que otro compi de trabajo también. Pero hace tres meses, amigos, una nueva esperanza se abrió en mi horizonte rural, una nueva ciudad, la Gran Ciudad.
Sabéis lo que es una ciudad, ¿no? Son esos sitios donde patrulla la Policia Nacional en vez de la Guardia Civil, donde hay rotondas con estatuas y donde te puedes comer un kebab. La Gran Ciudad es la capital de la provincia de Nunca Jamás, a la que pertenece Cosica. Hasta abril pasado nunca me había dado por ir más que nada porque me daba pereza, pensaba que para llegarme a la Gran Ciudad me compensaba más venir a Miciudad, que está casi a la misma distancia (craso error!!). Pero en las últimas semanas, una serie de circunstancias fabulosas que sería aquí prolijo relatar me han hecho acudir allí media docena de veces, y he quedado encantado.
Un poco de historia: la Gran Ciudad es una población que pasa por ser de las más feas de España (al menos, esa es la fama en mi autonomía), algo totalmente injusto, como se verá a continuación. Mi contacto con ella había sido hasta ahora muy somero; su provincia la tengo muy trillada pero a la capital solo había ido de chico en contadas ocasiones, a la consulta de un tío oculista. Con la coña de que era tan fea siempre la dejé de lado, pero copón, no todo va a ser Praga ni Florencia. Acudo a la Gran Ciudad con ojos ilusionados de un Paquito Martínez Soria. Todo lo contemplo, lo aprendo y lo observo.
La Catedral, la Universidad, los centros comerciales, las ruinas aztecas… y sobre todo esos gloriosísimos pasos de cebra, tan blanquinegros, tan a rayitas. Además hay semáforos, y cientos de bares, hay pizzerías y antros de kebab, hay Springfield, hay Pull & Bear, hay librerías, amigos, FIGURAOS!!!!!!! En una de mis primeras visitas me llevo casi veinte libros de una tacada (hay que decir que costaban 2 ó 3 euros cada uno, eran de saldo). Hay mercerías, y zapaterías, y tiendas de chinos, hay gente anónima y malhumorada, hay estación de tren, y de autobús, hay campo de fútbol (no sé si de 1ª o de 2ª División), y en la Gran Ciudad uno puede comprarse un pijama, o sucumbir a la extorsión de un aparcacoches ilegal…
En la Gran Ciudad hay cine y hay teatro, hay conciertos de José Ignacio Lapido, Lori Meyers o The Wave Pictures, hay niñas guapas que te parten el corazón, hay quioscos de hamburguesas en las plazas, con plaquitas que especifican quién tiene el record de comer más perritos calientes en menos minutos, por ejemplo. Por eso cuando el otro día un amigo jerezano, compañero de exilio en Cosica, me propuso ir a pasar la tarde con él a la capital no tardé ni un segundo en decidirme. Paseamos, tomamos café en bares con camarero borde, miramos ropa, compramos libros, él se compró un desodorante, yo me compré una gorra, tuvimos que esperar en los semáforos para cruzar, nos tragamos el humo de los coches y el polvo de las obras…. Aquello era vida, amigos!
La Gran Ciudad no es tan fea como la pintan, aunque sea por los múltiples encantos que encierra. Un amigo me asegura que una de sus rotondas fue inaugurada por Pavarotti (dato crucial en mi universo friki), es verdad que su catedral no es la mejor de España pero, hey! nadie es perfecto. Me falta comprobar cómo es la noche Granciudadense, no he ido de copas ni he salido a bailar por ahí, es mi asignatura pendiente. Sé que volveré a ella, cuando lo verde me asfixie, cuando añore el sonido de las bocinas de los coches, cuando la flora y la fauna me pongan en jaque. Yo volveré a refugiarme en la ciudad.
“Una poquita de paso de cebra…!” –como suelo comentarles a mis conciudadanos cosiqueses que tienen la paciencia de escuchar. Y alguno hay hasta que me mira raro, ¿podéis creerlo? Hasta ahora, alejado del mundanal ruïdo, mi única esperanza era venir a Miciudad los fines de semana, por no hablar del vuelo directo Cosica-Londres, del que he hecho uso dos veces desde octubre pasado, y algún que otro compi de trabajo también. Pero hace tres meses, amigos, una nueva esperanza se abrió en mi horizonte rural, una nueva ciudad, la Gran Ciudad.
Sabéis lo que es una ciudad, ¿no? Son esos sitios donde patrulla la Policia Nacional en vez de la Guardia Civil, donde hay rotondas con estatuas y donde te puedes comer un kebab. La Gran Ciudad es la capital de la provincia de Nunca Jamás, a la que pertenece Cosica. Hasta abril pasado nunca me había dado por ir más que nada porque me daba pereza, pensaba que para llegarme a la Gran Ciudad me compensaba más venir a Miciudad, que está casi a la misma distancia (craso error!!). Pero en las últimas semanas, una serie de circunstancias fabulosas que sería aquí prolijo relatar me han hecho acudir allí media docena de veces, y he quedado encantado.
Un poco de historia: la Gran Ciudad es una población que pasa por ser de las más feas de España (al menos, esa es la fama en mi autonomía), algo totalmente injusto, como se verá a continuación. Mi contacto con ella había sido hasta ahora muy somero; su provincia la tengo muy trillada pero a la capital solo había ido de chico en contadas ocasiones, a la consulta de un tío oculista. Con la coña de que era tan fea siempre la dejé de lado, pero copón, no todo va a ser Praga ni Florencia. Acudo a la Gran Ciudad con ojos ilusionados de un Paquito Martínez Soria. Todo lo contemplo, lo aprendo y lo observo.
La Catedral, la Universidad, los centros comerciales, las ruinas aztecas… y sobre todo esos gloriosísimos pasos de cebra, tan blanquinegros, tan a rayitas. Además hay semáforos, y cientos de bares, hay pizzerías y antros de kebab, hay Springfield, hay Pull & Bear, hay librerías, amigos, FIGURAOS!!!!!!! En una de mis primeras visitas me llevo casi veinte libros de una tacada (hay que decir que costaban 2 ó 3 euros cada uno, eran de saldo). Hay mercerías, y zapaterías, y tiendas de chinos, hay gente anónima y malhumorada, hay estación de tren, y de autobús, hay campo de fútbol (no sé si de 1ª o de 2ª División), y en la Gran Ciudad uno puede comprarse un pijama, o sucumbir a la extorsión de un aparcacoches ilegal…
En la Gran Ciudad hay cine y hay teatro, hay conciertos de José Ignacio Lapido, Lori Meyers o The Wave Pictures, hay niñas guapas que te parten el corazón, hay quioscos de hamburguesas en las plazas, con plaquitas que especifican quién tiene el record de comer más perritos calientes en menos minutos, por ejemplo. Por eso cuando el otro día un amigo jerezano, compañero de exilio en Cosica, me propuso ir a pasar la tarde con él a la capital no tardé ni un segundo en decidirme. Paseamos, tomamos café en bares con camarero borde, miramos ropa, compramos libros, él se compró un desodorante, yo me compré una gorra, tuvimos que esperar en los semáforos para cruzar, nos tragamos el humo de los coches y el polvo de las obras…. Aquello era vida, amigos!
La Gran Ciudad no es tan fea como la pintan, aunque sea por los múltiples encantos que encierra. Un amigo me asegura que una de sus rotondas fue inaugurada por Pavarotti (dato crucial en mi universo friki), es verdad que su catedral no es la mejor de España pero, hey! nadie es perfecto. Me falta comprobar cómo es la noche Granciudadense, no he ido de copas ni he salido a bailar por ahí, es mi asignatura pendiente. Sé que volveré a ella, cuando lo verde me asfixie, cuando añore el sonido de las bocinas de los coches, cuando la flora y la fauna me pongan en jaque. Yo volveré a refugiarme en la ciudad.
8 comentarios:
La oscuridad alrededor de tu persona, Porerror, me tiene desde hace algún tiempo rastreando la red en busca de datos verídicos sobre tu existencia.
¿Serás sólo una invención literaria de un Cervantes sureño cualquiera?
Porerror es real, Susu. Yo lo conozco.
SUPONGO QUE NO CONOCERÍAS PECADO NI COMETISTE NINGÚN MAL HASTA QUE PISASTE LAS CALLES DE "LA GRAN CIUDAD"
Pardiez, yo sabía que algún día de estos vuesas mercedes irían a topar con el engaño...
Post Scriptum: Me encantan los Kinks.
illo, yo nací en la Gran Ciudad! sólo estuve allí 6 días y ya nos vinimos a Miciudad.
He visto ahí dos guiños buenos... ya los comentaremos en persona.
Yo soy como tú, me asfixio y me aburro en el campo.. necestio el ajetreo de la ciudad!!
CLP
Miguel, lo de "topar" va con segundas, ¿verdad?
Con afecto,
Topuno
...y hay un bar que se llama "Mi madre era una Groupie...donde hasta puedes escuchar a David Bowie y mucha otra peña que no se escucha nunca en ningun bar de Miciudad" :)
Lo de "gente anónima y malhumorada" me ha encantado!
Silvia
mare míaaaaaaaaaaaaaaaaa, y yo me he perdido este post???nada que decir...bueno sí, hala: que yo huyo de esa Gran Ciudad, jajajaj...pero claro cuando Cosica asfixia, y que eso ocurre muchas veces, esta alternativa sin duda se convierte en la mejor de todas.........y ahora han abierto blanco y mango, jajajajaj. Y tiene muy buenos sitios de tapas y un mirador que ya te presentaré;)mjesús
Publicar un comentario