“Aprendí las normas al segundo día/ y entonces supe que no iba a ser tan fácil”
(Quique González)
Acabo de llegar de nuestra cena de los jueves, el título del post me lo ha inspirado la canción de Sidonie “Nuestro baile del viernes”. Es un ritual, un fijo, incluso si se falla alguna semana. Vivir en Cosica –con no ser desagradable- tiene poquísimos alicientes para el forastero. Esta semana le he comentado a varias personas que últimamente mis momentos álgidos del día son siempre en horas de trabajo, y aunque soy de los que piensan que el trabajo dignifica al hombre y tal, hasta yo me doy cuenta de que algo anda mal en mi vida si esto que me pasa es así.
Entonces surge una vez a la semana la modesta compensación de salir a cenar el jueves por la noche con algunos compañeros de trabajo, los más osados, los forasteros que vivimos en Cosica. Entre los demás compañeros estas quedadas han adquirido un halo mitológico de fiestones inconmensurables, de juergazas. Y nada más lejos de la realidad, no podría ser más prosaica la cosa. Vamos a un bar (casi siempre el mismo: los experimentos con gaseosa) donde nos tratan muy bien y la comida está muy rica. Comiendo nos bebemos dos cervezas o dos tintos, y luego algunos jueves nos movemos a otra especie de bar o pub o antro de la noche cosiquesa, que, siendo jueves, tampoco ofrece muchas más posibilidades.
Lo de menos son la comida y el alcohol, os lo aseguro. Lo importante es ver gente, alternar con otros seres humanos –no clientes, que a veces no parecen de nuestra misma especie- en un entorno no laboral. Hay noches especialmente divertidas como la de hoy, la primera de esta temporada, que ha empezado floja. Miento, porque el jueves pasado también nos reímos un montón, ya que vino a vernos un antiguo compañero exiliado en Cosica que ha cambiado de trabajo y ahora vive en otra provincia. Y nos partimos el pecho rememorando viejas anécdotas del pueblo; desde aquí mi saludo a éste que ya se ha ido de aquí, pero que se daba trazas de acabar de alcalde de Cosica.
En ocasiones, las quedadas han degenerado en semijuergas flamencas, merced a que en el bar nos sacaban la guitarra y siempre había alguien dispuesto a arrancarse a cantar por flamenqueo. También hay que decir que el segundo bar a donde vamos lo lleva un purista del rock: la primera vez que entré estaba sonando “Pagan Baby” de la Creedence, y no es raro allí escuchar a Janis Joplin, Pink Floyd, los Jackson Five, Joaquín Sabina o Guns N’ Roses.
Para cuando llega el jueves, la semana en Cosica ya se encuentra finiquitada. En realidad quedar este día no nos soluciona gran cosa a nivel psicológico (después de una semana de curro y comeduras de tarro solitarias), pero es el más propicio para juntarnos, parece que aun siendo entre semana no está tan mal visto salir y quedarse tomando unas cervezas. Yo siempre llego a estas citas reventado: tras el trabajo de varios días y la última paliza semanal en el gimnasio. Pero siempre me repongo mágicamente en cuanto empieza a fluir… la distendida conversación.
Hoy cuando ha venido el camarero-dueño del bar a apuntarnos la comanda, uno de mis compis, el más sosegado, ha dicho una gran verdad: “¿Qué más da lo que pidamos para cenar, si lo que importa aquí es echar este ratito con los compañeros?”. ¿Suena ñoño? Pues probad a vivir dos años en un pueblo que no es el vuestro y que tiene 300 veces menos habitantes que vuestra ciudad natal. ¡Hasta el jueves que viene!
(Quique González)
Acabo de llegar de nuestra cena de los jueves, el título del post me lo ha inspirado la canción de Sidonie “Nuestro baile del viernes”. Es un ritual, un fijo, incluso si se falla alguna semana. Vivir en Cosica –con no ser desagradable- tiene poquísimos alicientes para el forastero. Esta semana le he comentado a varias personas que últimamente mis momentos álgidos del día son siempre en horas de trabajo, y aunque soy de los que piensan que el trabajo dignifica al hombre y tal, hasta yo me doy cuenta de que algo anda mal en mi vida si esto que me pasa es así.
Entonces surge una vez a la semana la modesta compensación de salir a cenar el jueves por la noche con algunos compañeros de trabajo, los más osados, los forasteros que vivimos en Cosica. Entre los demás compañeros estas quedadas han adquirido un halo mitológico de fiestones inconmensurables, de juergazas. Y nada más lejos de la realidad, no podría ser más prosaica la cosa. Vamos a un bar (casi siempre el mismo: los experimentos con gaseosa) donde nos tratan muy bien y la comida está muy rica. Comiendo nos bebemos dos cervezas o dos tintos, y luego algunos jueves nos movemos a otra especie de bar o pub o antro de la noche cosiquesa, que, siendo jueves, tampoco ofrece muchas más posibilidades.
Lo de menos son la comida y el alcohol, os lo aseguro. Lo importante es ver gente, alternar con otros seres humanos –no clientes, que a veces no parecen de nuestra misma especie- en un entorno no laboral. Hay noches especialmente divertidas como la de hoy, la primera de esta temporada, que ha empezado floja. Miento, porque el jueves pasado también nos reímos un montón, ya que vino a vernos un antiguo compañero exiliado en Cosica que ha cambiado de trabajo y ahora vive en otra provincia. Y nos partimos el pecho rememorando viejas anécdotas del pueblo; desde aquí mi saludo a éste que ya se ha ido de aquí, pero que se daba trazas de acabar de alcalde de Cosica.
En ocasiones, las quedadas han degenerado en semijuergas flamencas, merced a que en el bar nos sacaban la guitarra y siempre había alguien dispuesto a arrancarse a cantar por flamenqueo. También hay que decir que el segundo bar a donde vamos lo lleva un purista del rock: la primera vez que entré estaba sonando “Pagan Baby” de la Creedence, y no es raro allí escuchar a Janis Joplin, Pink Floyd, los Jackson Five, Joaquín Sabina o Guns N’ Roses.
Para cuando llega el jueves, la semana en Cosica ya se encuentra finiquitada. En realidad quedar este día no nos soluciona gran cosa a nivel psicológico (después de una semana de curro y comeduras de tarro solitarias), pero es el más propicio para juntarnos, parece que aun siendo entre semana no está tan mal visto salir y quedarse tomando unas cervezas. Yo siempre llego a estas citas reventado: tras el trabajo de varios días y la última paliza semanal en el gimnasio. Pero siempre me repongo mágicamente en cuanto empieza a fluir… la distendida conversación.
Hoy cuando ha venido el camarero-dueño del bar a apuntarnos la comanda, uno de mis compis, el más sosegado, ha dicho una gran verdad: “¿Qué más da lo que pidamos para cenar, si lo que importa aquí es echar este ratito con los compañeros?”. ¿Suena ñoño? Pues probad a vivir dos años en un pueblo que no es el vuestro y que tiene 300 veces menos habitantes que vuestra ciudad natal. ¡Hasta el jueves que viene!
7 comentarios:
Querido Porerror: tus líricos comentarios me llenan de emoción. ¿Qué sería de la vida sin esos breves oasis en que encontrar cobijo y compensación en un alma ajena? La amistad y los paraguas se parecen en dos cosas: ambos protegen de la lluvia y ambos suelen olvidarse en cualquier parte. Abrazos caramelizados.
Lo cual me recuerda que hecho de menos un templo!!!!;D...Josemari.
Por simple curiosidad... ¿cuánto os costó la cena? ¿más o menos de 20 euros?
Cómo!? Los Creedende? Pink Floyd? Janis Joplin!? Porerror....el próximo jueves esperadme que me apunto!!!
Silvia
Qué bonito post, tan sencillo y tan auténtico a la vez, la verdad es que entiendo perfectamente el valor de las cenas de los jueves.
(Por cierto, ya que citas a Quique, sabrás que ya está sonando el single de su inminente nuevo disco).
Gracias a todos por comentar!
-Luis M.: Talk of lyricism! Creo que has dado en el clavo con tu comentario. Será porque te ha llegado.
-Josemari: Ex amigo!
-Fran G. Matute: El precio de la cena siempre oscila entre los 9 y los 11 euros por cabeza (¡y sin regatear!): de ahí que siempre estemos en la zona segura.
-Silvia: Ja, ja, ja! Sí, ¿eh? Le diremos al hombre que vaya poniendo un cubierto más, y al otro que afile sus discos de los 70...
-Riggy: Me alegra comprobar que seguimos en sintonía. Y lo de Quique, ya tengo entrada para su concierto, me encanta "La luna debajo del brazo", que se la vimos e directo hace un año.
A VECES LA RUTINA NOS AYUDA A NO PENSAR MÁS DE LO NECESARIO POR ESO NOS GUSTA,Y ESO ES BUENO,NO?
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