Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Los estados carenciales


De vez en cuando se agradece un libro fácil de leer pero que no sea ramplón, que no deje de aportarte algo. Es el caso de la novela Los estados carenciales (2002) de Ángela Vallvey. Este libro le valió a su autora el Premio Nadal de aquel año, y aunque confieso que no he leído Nada (1944) de Carmen Laforet, no puedo evitar pensar en cuánto ha cambiado la sociedad española –y en especial la situación de la mujer- desde aquella primera ganadora del Nadal hasta doña Vallvey.

¿Es un libro de y para mujeres? Para nada, pero sospecho que encierra una carga femenina que a mí se me ha escapado por ser tío. Describámoslo cursimente como una poesía o un ritmo interno secretos que a mí se me han escapado en ocasiones, pese a ser plenamente consciente de que estaban ahí (algo parecido a escuchar una conversación a través de una pared: te enteras de todo lo esencial pero te pierdes cosas). Lo que no se entiende del todo siempre resulta fascinante, más que lo que no deja resquicios o cabos sueltos. Y tiene la ventaja de que, al entenderse, no te deja sensación de ser idiota.



Como os he visto nerviosos al nombrar a Ángela Vallvey deseo tranquilizaros: ella parece ser de derechas, pero es tertuliana de Cuatro o sea que los progres la podéis leer sin problema. Por otro lado atisbo que la suya es una escritura muy femenina (si es que eso existe) pero en ningún caso llega a ser feminista: los que seáis más conservadores tampoco habéis de temer nada con esta mujer. Es Los estados carenciales un libro que pretende ser una disertación novelada acerca de la Felicidad, lo cual no es decir poco. Y felices –o infelices- podemos ser todos, todo el mundo tiene intuiciones de lo que es o no ser feliz, y pienso que en eso radica gran parte del éxito del libro: que puedes llegar a sentirte emocionalmente implicado.

Me acerqué a esta novela movido por la errónea impresión de que era una sátira de los libros de autoayuda, cosa que no es, pero no hay mal que por bien no venga (un inciso, si queréis una sátira cojonuda de la autoayuda leed las dos partes de El diario de Bridget Jones -1996 y 1999-: obras maestras en su género). Más que la autoayuda (psicología barata) este libro indaga en la filosofía barata y la propone como medio lícito de investigar acerca de la Felicidad, que a veces equipara al Bien. Lo que salva Los estados carenciales de ser solo filosofía barata es que se sustenta sobre un andamiaje de Filosofía de “pata negra”, convenientemente descafeinado aquí por la autora para ponerlo al servicio de su trama de amores y relaciones. En otras palabras, esto no es Lo mejor que le puede pasar a un cruasán (2001, Pablo Tusset), aquí se ha leído a Schopenhauer, Séneca, Epicuro, Diógenes, etc.


Sin embargo, no se me asusten. Aunque Los estados carenciales tiene sus cositas curiosas en cuanto a estilo y estructura (varias partes a lo postmoderno -aunque cronológicas-, leves cambios de voz y punto de vista, adjetivación valiente) no es un libro vanguardista ni sesudo, es muy fácil de leer. Tiene lo mejor de ambos mundos: la suficiente trama de amores, rencores, sexo, humor, relaciones, costumbrismo, realismo sucio de marcas de yogur, que se le pide a un best-seller junto con un mínimo de rigor intelectual, píldoras filosófico-reflexivas y dignidad en el estilo literario. En resumen, Ángela Vallvey ha querido hacer Literatura, estoy seguro, pero también tiene que comer la señora.

De todos modos hay un detalle que me fascina y no sé si me preocupa. Leo pocos libros españoles, pero todos los que leo encuentro que son como las pelis españolas: relaciones truncadas, amigotes, cama, gin-tonics, artistas frustrados, más cama, algún minimisterio que le dé emoción… y todos parecen tener un ojo puesto en la gran pantalla, ser fácilmente adaptables a guiones de cine. Le ocurre a David Trueba –admitámoslo-, le ocurría al citado Tusset, le ocurre a Vallvey. Me reitero: se ve que de algo tiene que comer esta gente.


Por último, quisiera detenerme en el humor, para mí lo más importante de cualquier libro. El humor o su ausencia y el tratamiento que se les dé es lo que a mi juicio hace o desbarata una obra de arte. Los estados carenciales tiene presente el humor, pero está puesto de una manera que a mí no me acaba de satisfacer. Es como una tostada con muy poquita mantequilla: de acuerdo, la mantequilla está ahí, y engorda poco, pero no te acabas de relamer. No es que piense que todos los libros hayan de ser graciosos ni de comedia, pero sí que este (el mencionado humor) es un elemento imprescindible, y, ya que presente, debe estar bien dispuesto. Pero es un defecto nimio, en realidad esta novela se preocupa de otras cosas mayoritariamente antes que del humor: de la vida, de la Felicidad y de cómo encontrarla.

No he hablado de la trama y es a propósito: no creo que aportara mucho a mi crítica. Básteos saber que si os interesan los libros en plan Más Platón y menos Prozac, Lo que Platón le diría a Woody Allen, Más Woody Allen y menos Platón y los de esta onda, y si sois “personas humanas” que se esfuerzan por ser felices, a lo mejor este libro es para vosotros. Para mí, desde luego (en pequeñas dosis): leeré más de esta autora.

10 comentarios:

Alex A. dijo...

Pues los antecedentes tertulianos de esta mujer no me ayudan a gastarme los 20 euracos aprox. que costará este libro la verdad...Esta mujer me ha parecido siempre insufrible (y no solo por ser de derechas:)Hasta estaria dispuesto a leerme antes el de Savater...
Yo estoy acabando con "La guerra más cruel" de Babchenko...sobre la guerra de Chechenia..De verdad: MAGNIFICO

Porerror dijo...

-Alex A: Gracias por tu recomendación, lo miraré: siempre atento al temas de las guerras.

En cuanto a tu aprensión acerca de la Vallvey, lo he querido evitar específicamente: en este libro hay adulterios, divorcios, poligamia, sexo sin amor, indecencias, homosexualidad... como si es de izquierdas o de derechas, este libro no tiene Ideología.

He leído a muchos dobermans de derechas (Cela, De Prada, Manuel Machado) y a muchos más de izquierdas (David Trueba, García Montero, Neruda), y te digo que SÍ, SE PUEDE. No le tengais miedo...

Alex A. dijo...

No es que sea yo precisamente un taliban de los principios de derechas o izquierdas... El tema es que visto mi ritmo de lectura respecto a la oferta literaria que me pueda interesar, no llegaría a leer libros de Vallvey en 50 años...Pero bueno, agradezco sus consejos :)

Kike dijo...

Buenas!

No se si con lo de que leerias a Savater antes implicas que Savater es un señor de derechas, Alex A. De todas formas, aclaro que don fernando siempre ha estado mas cerca de la izquierda que de la derecha.

por cierto porerror... para cuando un articulo de de prada y sus desvarios con el creacionismo vs evolucionismo? como ha caido el hombre...

Alex A. dijo...

Kike, padezco a Savater incluso en sus paseos matutinos por La Zurriola de San Sebastián...Así que como imaginarás sé de que pie cojea...Aunque si bien su ideologia es de izquierdas, en el tema Pais Vasco (que tan de cerca me toca), roza el Orejismo más extremo, pero esa es otra historia....

Me refería a él porque ha sido ganador del Planeta de este año junto a Vallvey, simplemente por eso...hice la asociación de ideas...

Anónimo dijo...

Qué lástima que la censura no me dejase ver tu entrada de ayer. Sólo te pego aquí lo que dice la RAE (cansada de explicar que ya ni limpia, ni fija ni da explendor) sobre el panhispánico. Yo estoy totalmente de acuerdo.
"El Diccionario panhispánico de dudas es un diccionario normativo en la medida en que sus juicios y recomendaciones están basados en la norma que regula hoy el uso correcto de la lengua española.

La norma no es sino el conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus miembros y convertidas en modelos de buen uso. Si no existiera ese conjunto de preferencias comunes, y cada hablante emplease sistemáticamente opciones particulares, la comunicación se haría difícil y, en último extremo, imposible. La norma surge, pues, del uso comúnmente aceptado y se impone a él, no por decisión o capricho de ninguna autoridad lingüística, sino porque asegura la existencia de un código compartido que preserva la eficacia de la lengua como instrumento de comunicación". Migue.

Anónimo dijo...

He puesto esplendor con x, por cierto.

Fran G. Matute dijo...

Sois todos unos comunistas nazis...

Anónimo dijo...

Los estados carenciales?, felicidad? (.. que bonito nombre tienes), mmmmmm, no me llama.
Que me digan como he de ser feliz o como lo soy.....mmmmmmmm, patrañas!!

Anónimo dijo...

Soy María (,) Porerror...

 
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